Por Juan B. Prado Flores.
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Bajamos por la estrecha carretera de regreso de un paseo dominical. Nuestros amigos lo han hecho minutos antes; después de una curva veo su automóvil varios metros fuera de la carretera. Ellos han salido ilesos, pero están lívidos por el inesperado suceso. Un vehículo a gran velocidad los ha envestido por detrás y echado fuera después de dar “trompos” sin control sobe la cinta asfáltica. Traemos a nuestra amiga -a quien llamaremos María- a su casa en el auto. Los demás se quedan ahí para hacer los trámites del seguro automotriz.
Yo veo a María por medio del espejo interior; está pálida, con sus ojos muy abiertos, comentando con agitación lo que les acaba de ocurrir: el sorpresivo impacto, el haber patinando y dado de vueltas sobre la carretera, que casi chocan con los autos que venían en el otro sentido, que le parecía que se iban a la barranca de la izquierda, que al salir de la cinta asfáltica sentía inminente el choque contra los árboles de la derecha; lo que les pudo haber pasado…
Entonces le digo: “Sé de un ejercicio que tal vez te pueda ayudar; si te parece bien podemos intentarlo”. Me dice que sí y siguiéndola por el espejo interior le hago las siguientes preguntas, propuestas e indicaciones:
Quiero que veas si puedes darte cuenta dónde se siente todo esto que nos estás compartiendo; ve si puedes encontrar en qué parte de tu cuerpo lo sientes. Tómate un tiempo para buscar el lugar en el que tu cuerpo lleva este acontecimiento y dime si lo encuentras. Pasan unos momentos de búsqueda y con los ojos cerrados, me dice tocándose: “Sí, aquí, en el cuello… duele”. Le pregunto si siente que allí recibió el impacto del choque y me dice que no, que no recibió ningún impacto físico; que sintió el golpe que le dieron al coche y las vueltas que dio, pero que ella no resultó con ningún golpe. (Esa sensación en el cuello es cómo lleva su cuerpo el evento emocionalmente traumático, a lo que llamamos sensación-sentida. 9)
Le sugiero que vea si puede ir allí donde está la sensación física de lo sucedido. Se trata -le digo-, de darle a ese lugar una compañía respetuosa, delicada, cariñosa; ve si puedes estar con ese lugar de una manera que le haga saber que quieres estar realmente presente para él, que de verdad te importa... Tal vez puedas hacerle sentir que no está sólo, que tú estás allí con él, que lo acompañas y que estás abierta por si quiere decirte algo. Se queda en silencio intentándolo y luego haciéndolo. (Esto es darle una presencia cálida y amorosa11 al asunto físicamente sentido)
Mientras sigo conduciendo –precavidamente- mi automóvil, voy tratando de atender sus respuestas. Entonces escucho un: “¡Ay!”; su cara expresa que ha surgido algo inesperado. Le pregunto si ha venido algo, tal vez una palabra, una imagen, un recuerdo, alguna otra sensación o algún sentimiento que conecte con eso físicamente sentido, y me dice, muy impresionada: “¡Acabo de volver a vivirlo todo, exactamente como sucedió!”. La invito a mantenerse acompañando un rato como esto ahora se siente. Lo hace y luego me dice, como no pudiendo entender lo que ha pasado: “Me siento mejor…, creo que ya todo está bien. Ya no está el dolor”. (Se ha simbolizado4 adecuadamente la sensación-sentida del asunto en el haberlo ‘vuelto a vivir’ y con ello ha venido la transformación en su estado físico, emocional y espiritual, a lo que llamamos cambio-sentido. 9)
A partir de ese momento María ya no volvió a tocar el tema del accidente, regresó el color sonrosado a su cara y se vino comentando animosamente otras cosas durante el trayecto hasta su casa. Yo, que seguía escuchándola y viéndola por el retrovisor no lo podía creer. Nadie hubiera pensado que había estado en riesgo su vida y la de su familia hacía sólo unos minutos. También me llamó la atención que nadie más que yo parecía darse cuenta del cambio en su semblante, en su conversación y en el ambiente dentro del coche, ¡ni ella misma! (El trauma y el estrés fueron procesados desde un nivel bio-psico-espiritual.)
María tenía programada una intervención quirúrgica ginecológica el siguiente sábado, -seis días después de estos hechos. Yo estuve –discretamente- pendiente para ver si reaparecía el dolor del cuello o si surgía alguna otra manifestación física del suceso, lo que no se presentó. Ella no necesitó analgésicos, “collarín”, ni ningún otro cuidado o tratamiento. Entre otras cosas pudo, en su momento, recibir la analgesia quirúrgica sin ningún problema y el postoperatorio fue excelente (agregar al estés agudo el estrés pre, trans y postquirúrgico es, muchas veces, un excesivo reto para el sistema psico-neuro-inmuno-endocrino).
En años, nunca le oí ningún comentario acerca de estos hechos.
Cuando yo le comenté a María que, para animar a un amigo –que tras haber entrado en conflicto en una relación significativa para él había destrozado su auto en un accidente- a enfocar el doloroso asunto que traía cargando, le compartí lo que le había pasado a ella, la noté impresionada al darse cuenta de lo que aquél ejercicio de Enfoque le había beneficiado entonces. Yo me había quedado con que lo que hicimos minutos después del accidente, le permitió, desde su cuerpo, procesar inmediatamente el estrés agudo generado por el angustioso e inesperado acontecimiento. Su evolución me lo confirmó. (El acontecimiento ha sido procesado, evitando así la formación de material-ligado-a-la-experiencia traumática6 e impedido las alteraciones a nivel psico/emocional/espiritual a que el estrés puede conducir. 19)
Hagamos ahora una breve revisión de la psicofisiología del estrés y de cómo se resuelve mediante la técnica-proceso llamada Enfoque (Focusing).
EL ESTRÉS: SU BIOLOGÍA Y SU RESOLUCIÓN ORGANÍSMICA
La reciente investigación en neuro-psico-biología ha venido desentrañando y aclarando las principales vías celulares de las interacciones “mente/cuerpo” que se dan en estados de estrés que generan enfermedad mental y física.1,2 Abordaremos algunos datos experimentales y reflexionaremos sobre ellos, aunando la experiencia derivada de la técnica-proceso llamada Enfoque Bio-Espiritual, que nos permite enfrentar el reto de la atención integral de la persona afectada ya sea por el estrés agudo, o por sus efectos a largo plazo.3 Estaremos así, teniendo acceso a un nivel integrativo cuerpo-mente (“...los filósofos existenciales del Siglo XX, han resistido enérgicamente todo esfuerzo por reducir la persona a un dualismo de cuerpo y alma. El espíritu es ‘el otro lado del cuerpo’, para utilizar una descripción acuñada por Merleau-Ponty.”4) avalado por la experiencia de transitar, desde un hecho traumático que afecta nuestra biología, hacia una “neuro-psico-inmuno-endocrino-espiritualidad” saludable. Los avances actuales están contribuyendo a cerrar la brecha -abierta por demasiado tiempo-, entre la Medicina y otras áreas de las “ciencias humanas”, que buscan el desarrollo integral, lo que implica un paso enorme hacia la salud global en un mundo donde el estrés no procesado sigue creciendo día con día, convirtiéndose en un problema de salud pública de proporciones pandémicas.
Creación de memorias, aprendizajes y conductas dependientes de una experiencia estresante aguda
Algunas formas inapropiadas de hiperactividad como respuesta al estrés se mantienen por prologados períodos de tiempo. Estados persistentes de miedo y hostilidad (descarga del sistema nervioso simpático) o de desesperanza e impotencia (descarga del sistema nervioso parasimpático) pueden conducir a descompensaciones en los sistemas endocrino, inmune y nervioso, resultando en alteraciones físicas y/o psicoemocionales.
La pregunta es: ¿Qué hace que persista a nivel biológico el efecto negativo de experiencias estresantes como violencia intrafamiliar, accidentes, desastres, asaltos, violaciones, secuestros, guerras, terrorismo, enfermedades, noticias, etcétera, aun después de que ha pasado la situación que lo originó? La clave de un importante aspecto de ello es lo relacionado con la dinámica del llamado “aprendizaje dependiente de un estado” o experiencia (state-dependent learning 5,6).
Nuestras mentes con nuestros cuerpos están interconectados por una red de sistemas de comunicación mediados por muchas moléculas mensajeras. Ellas son producidas y transmitidas desde el cerebro, el sistema nervioso periférico, el sistema inmunológico, el sistema endocrino, el cerebro gastrointestinal, la piel, etcétera. Tales sustancias estimulan sitios receptores en células específicas del cuerpo, ayudando a regular cada función del organismo e influyendo en el metabolismo, el crecimiento, la conducta y el aprendizaje.
Estados y situaciones de apremio (estresantes), disparan su liberación. Algunas de ellas - catecolaminas, esteroides, citocinas, neuropéptidos, hormonas, etcétera-, tienen la habilidad de pasar a través de las membranas celulares, llegando a tener acceso directo (o indirecto) al núcleo celular. Una vez allí, pueden modular la expresión de ciertos genes de acción intracelular que estaban previamente en reposo, estimulando el ADN para producir otras proteínas y nuevas moléculas mensajeras. Ello constituye el sustrato bioquímico de nuestras memorias, asociaciones, hábitos, emociones y aprendizajes.
La adrenalina, por ejemplo, no sólo activa la respuesta “pelear o huir”, sino también modula la retención de memorias. Ésta es una de las razones de por qué los recuerdos ligados a eventos traumáticos están profundamente prehendidos, fijados, a la existencia de la persona; también explica por qué nuestras memorias de situaciones muy impactantes pueden comenzar a tornarse difusas poco después del evento, pues a medida que el medio celular va retornando a un estado más hacia lo normal, nuestra habilidad para tener acceso a tales recuerdos se dificulta. Lo que ha sido llamado “represión” puede ser una forma de recuerdo ligado-a-una-experiencia realmente inaccesible mediante la conciencia normal.6
Efectos de los procesos “dependientes de un estado” o situación, sobre la salud física y emocional
La síntesis proteica para esas emociones y patrones de comportamiento puede continuar aun después de haber retornado un estado emocional y físico más estable, ya que las células continúan generando neuropéptidos que establecen patrones alterados de tensión, miedo e hipervigilia. 5
Para ofrecer una analogía: situaciones intensas causantes de alteraciones psicofisiológicas “abren la tapa del panel de control” celular que rige el acceso a algunos genes. Una vez abierta, han podido ser inscritos y activados nuevos programas (para ciertos aprendizajes, memorias y conductas). Esta “tapa” se cierra después de que se han “encapsulado” en los tejidos estos efectos, y ya no es fácil parar los programas que se han venido descargando.
Algunos de esos programas disfuncionales pueden permanecer silenciosos hasta que un factor disparador (asociado a la situación original) los activa. La exposición a esos disparadores automáticamente echa a andar el programa, produciendo sentimientos, memorias y respuestas corporales de tipo pavloviano supeditados a lo bioquímicamente estructurado. Las fobias y la continua y generalizada tensión experimentada en el desorden por estrés postraumático son ejemplos de ello.2,3 Si hay componentes suficientemente intensos de miedo, abuso, odio, soledad, etc., eso puede, convertirse en parte de nuestra química corporal: la biografía se transforma, literalmente, en nuestra biología (Caroline Myss, 1996).
Aun si uno se siente relativamente estable emocionalmente en el presente, es posible que esos patrones aprendidos en el pasado estén contribuyendo a una salud subóptima.
Los siguientes son ejemplos de condiciones físicas que se han relacionado5 con experiencias estresantes no resueltas:
- Tensión muscular crónica con patrones musculares en guardia permanente.
- Secreciones hormonales excesivas y crónicas:
Cortisol: genera diabetes e inhibición de la respuesta
inmunológica.
Reguladores del ácido clorhídrico gástrico: úlceras, gastritis,
reflujo.
Adrenalina y noradrenalina: aumenta la tensión arterial y el
esfuerzo cardiaco.
Hormonas sexuales: alteraciones en la menstruación, la
ovulación, endometriosis.
- Alteraciones en el funcionamiento del sistema inmunológico:
Aumento de la susceptibilidad a infecciones.
Incremento de las respuestas alérgicas (a alimentos, fiebre del
heno, asma, etc.)
Enfermedades autoinmunes: lupus, artritis reumatoide, etc.
Aumento para riesgo y avance del cáncer.
- Contracción alterada del músculo liso en el cuerpo:
Asma
Síndrome de colon irritable
Vejiga espástica.
- Constricción del flujo sanguíneo a un área del cuerpo:
Infartos.
Infecciones recurrentes.
Dificultad para sanar heridas y fracturas.
Dificultades para trabajar con síntomas fijados-a-experiencias traumáticas
Intentar sanar ese material encapsulado dependiente de experiencias traumáticas es un reto en diferentes frentes:
a) Hay amnesia, no hay recuerdo consciente del hecho, por lo que uno no puede hacer la conexión entre los síntomas presentes y el inicio de los eventos subyacentes.
b) No hay una vía directa (mientras uno se mantenga en el estado de conciencia ordinario) a través del acto voluntario, de acceder, desprogramar y sanar esas experiencias. En cambio están generalmente presentes mecanismos que mantienen a la persona fuera de contacto con lo que siente, lo que no solamente la aleja del proceso hacia la recuperación,7 sino que son el sustrato para la generación de procesos adictivos.8
c) La naturaleza idiosincrásica del conjunto de experiencias físicas, emocionales, mentales y simbólicas (COndensed EXperience COEX, Stanislav Grof), significa que son diferentes en su composición y en su patrón para cada individuo, como lo es también cada estado ligado a cada experiencia en la misma persona.
d) Hay una oposición subjetiva (resistencia) de la persona a acercarse a esos lugares heridos en el cuerpo (para algunos, ir a ellos equivale a una acción suicida).
e) La mala noticia frente a la reciente investigación del cerebro sugiere que una exposición a estrés crónico y prolongado puede causar daño permanente en el sistema hipocampo-amígdala, involucrado en la memoria reciente y en el aprendizaje. Esto puede conducir a una menor capacidad para atender el problema y así llegar a resolverlo.
Acercamientos terapéuticos a experiencias encapsuladas
Hay tres niveles generales en los cuales la mayoría de las terapias tratan de influir en este proceso:
1. Aprender y practicar nuevos y más sanos patrones en un esfuerzo por remover, derrocar o superar los patrones-dependientes-de ese estado:
El uso de la fuerza de voluntad, de afirmaciones, de visualizaciones, etc., tiene cierto valor para crear patrones saludables, pero carecen de la capacidad de revertir el temprano “lavado de cerebro celular”, sobre todo si esas técnicas son practicadas mientras se está en un estado de alerta vigilante.
2) Eliminar los factores detonadores y los asociados, implicados en
las respuestas ligadas a una experiencia traumática:
Una modalidad como la Programación Neurolingüística (PNL) es frecuentemente empleada para cambiar las asociaciones que disparan los síntomas. Por ejemplo, alguien con fobia a las arañas puede aprender a desconectar la araña de la reacción de pánico. Esto eliminará a la araña como detonador del síntoma lo cual es adecuado para muchas personas y situaciones. Sin embargo, a menos que esas modalidades sean usadas como un vehículo que dé acceso dentro del material encapsulado ligado a la experiencia traumática y no solamente remueva el síntoma, no podrán abrir ni desaprender lo que resta del patrón negativo en la “memoria celular”. Los acercamientos conductuales, tanto como los psicoanalíticos y los cognitivos, echan fuera valiosa información al ser colocados en oposición a la complejidad del problema.5
3) Intentar recodificar desde el nivel celular los programas
disfuncionales presentes en los tejidos corporales:
La teoría actual sugiere que la única manera de sanar este estado de raíz, es reaccesando al tono químico–hormonal inicial (generalmente asociado con similar carga emocional y de cualidad sentida) que se dio cuando la experiencia-aprendizaje original tuvo lugar. El mecanismo natural del cuerpo para sanarse puede corregir estos programas disfuncionales sólo si primero “reabre el panel” y gana acceso a los mecanismos de control.6
Atender el significado-sentido (no lo que pensamos) del asunto en cuestión, es la fuente más directa para tener acceso a los recursos biológicos capaces de resolver estas experiencias, inhibiendo los genes que aún están codificando las proteínas de respuesta al estresante inicial y ofreciendo la oportunidad para que el programa antiguo sea remplazado por otro diferente que codifique proteínas y patrones de respuesta corporal más saludables.
EL MODELO-PROCESO
La buena noticia es que ya sea para revertir los efectos del estrés en lo inmediato o para sanar los ya establecidos, no tenemos necesariamente que conocer con precisión y al detalle su bioquímica ni poner esperanzas a futuro en la costosa tecnología para manipular la genética alterada, pues contamos con la técnica llamada Enfoque corporal (Focusing), elaborada por E. T. Gendlin9 mediante una cuidadosa investigación y una genial reflexión filosófica. Este modelo-proceso nos conduce a la experiencia de tener en el propio estrés, no un enemigo, sino un aliado en nuestro desarrollo, comenzando por hacernos congruentes, lo que consiste en ser capaces de experimentar fisiológicamente nuestros asuntos vitales, permitiéndoles simbolizarse adecuadamente.10 Los fundamentos científicos y los resultados prácticos en los ya cientos de miles1 de personas que actualmente nos estamos beneficiado de él, avalan este modelo.
La técnica/proceso del Enfoque incluye todo el fenómeno (bio-psico-espiritual) humano, al abordar el problema desde su registro fisiológico y permitirle a la sofisticadísima “tecnología corporal” que ya tenemos integrada, trabajar en nuestro beneficio. La premisa básica aquí es que cada vez que accesamos al material encasillado hay una reconstrucción/reorganización desde las instancias biológicas, mientras el asunto o problema enfocado, va encontrando su propia vía de resolución.
En el Enfoque Bio-Espiritual11 no buscamos sino propiciar que la persona esté presente a la sensación en su cuerpo del suceso traumático, el cual, por su propia naturaleza se despliega y avanza cuando no está siendo bloqueado. Ese estar presente, “notando” y “nutriendo” el sitio herido por el suceso traumático, paradójicamente potencia enormemente el proceso, no sólo porque ofrece una excelente vía de acercamiento a los lugares lesionados, sino porque al atender la sensación-sentida (la sensación física de la totalidad del asunto focalizado en el cuerpo9) y permitirle que se desenvuelva y simbolice acertadamente, se ha estado teniendo acceso al aprendizaje-experiencia-encasillado. Además, “notar” y “nutrir” el lugar lastimado, genera condiciones similares a aquellas que fueron creadas por el estresante inicial. Y como el proceso se desenvuelve a su propio tiempo y ritmo en cada individuo, las células afectadas tienen la oportunidad de liberar su estado químico alterado y ser capaces de dar lugar a actitudes y patrones más saludables.
Esto se refleja claramente en el “cambio sentido” –body shift descubierto por Gendlin en el laboratorio y corroborado por todo aquél que enfoca-, cuando viene el símbolo que ajusta con la sensación-sentida y ésta se abre, cambia; “lleva el proceso hacia adelante”.12 El registro electroencefalográfico durante el proceso del Enfoque muestra que momentos antes de venir esta transformación físicamente sentida, la respuesta bioeléctrica cerebral ha empezado a expresar un nivel máximo de reorganización.13
El Enfoque honra el sistema cuerpo/mente completo, y no sólo se ocupa del aspecto que está clamando por sanación -a veces a costa de algún otro. También hace espacio para todas las modalidades capaces de dar acceso al material atrapado –imágenes, sensaciones, emociones, conductas, lenguaje-, incluyendo la interacción de estas expresiones dentro de un ambiente de atención abierta y afectuosa donde pueden ser transustanciados nuestros asuntos inconclusos.
Cuando atendemos a una persona a la manera del Enfoque y le animamos a que experiencie el síntoma –a lo que voluntariamente se resistiría-, estamos alterando drásticamente la dinámica interna y las memorias estado-dependientes. Y al pasar de una forma disociada y un condicionamiento pavloviano a una presencia cálida y afectuosa hacia lo que es real, estamos deshaciendo el carácter alterado de “ligado-a-la-experiencia” traumática. Esto hace que la persona no sólo ya no tenga que caer en sus patrones disfuncionales, sino que pueda sanar aun si ellos han llegado a convertirse en adicciones.7
La actitud empática, -no inquisitiva- del facilitador del Enfoque, animando a la persona a “permanecer en la verdad de sí misma”11 con respeto y atención amorosa, es lo que más promueve la apertura de los ambientes celulares disfuncionales que de otra manera mantendrían la química celular alterada. El efecto básico de este modelo-proceso a nivel bioquímico, es que los aprendizajes grabados en las proteínas celulares por acción del estrés, se separan cada vez más de los patrones de tensión, preocupación, defensa y retraimiento, liberando actitudes y conductas de bondad, empatía, compasión y seguridad.3,5
Nuestra experiencia personal previamente publicada, incluye el constatar cómo ha sido resuelto el estrés agudo causado por: a) una severa otalgia en una niña con otitis media aguda quedándose plácidamente dormida y sanado mucho antes de lo previsible; b) un dolor abdominal en un escolar que termina “jugando un partido de fútbol” con el propio dolor; c) el llanto incoercible de un bebé, cuya madre afectada por neurocisticercosis al dormirse por efecto del anticoncusivante lo deja sin protección cayendo de la cama y ella está alteradísima por el miedo, la culpa, el enojo y mientras enfoca se le duerme el niño en sus brazos y ella encuentra un nuevo significado al acontecimiento y a su enfermedad; d) el sufrimiento de una mujer que sostiene la sensación de que su corazón se le abre al atender cómo lleva un asunto de salud de su hija de cuatro meses de vida, viniendo la simbolización –y poco después también la resolución- del asunto en: “¡odio a mi hija, la odio!…”14. e) En cómo resuelve otra mujer el estrés postraumático por la muerte de su hermana ocurrida nueve años antes y manifestado ahora por el llanto continuo de su hija recién nacida con sólo tocarla; f) el estrés del médico pediatra (quien esto escribe) ante el trauma de presenciar el deterioro paulatino de un paciente preescolar (hijo de entrañables amigos) víctima de una neuroinfección aguda, que al enfocarlo se simboliza en las palabras: “todo va a salir bien”, mensaje que trasmite esperanza a la atribulada familia mientras el pequeño responde admirablemente15; y en muchos casos más durante el ejercicio cotidiano de la medicina, en la vida diaria y las relaciones familiares, etcétera.
Me pregunto si mediante la práctica del Enfoque Bio-Espiritual no estaremos ya adentrándonos en la predicción del Dr. James Watson (codescubridor de la estructura del ADN) quien piensa que en 10 años “casi todo” será modificado genéticamente.16 Lo que supera esa expectativa es que sólo se requieren dos seres humanos; uno dispuesto a atender su asunto desde su sensación-sentida y el otro entrenado para facilitar el proceso, sabiendo, por la propia experiencia, que la dirección de dicho proceso siempre es hacia la salud, el desarrollo y la integración. De este modo, la sencilla técnica del Enfoque Bio-Espiritual no solamente permite restaurar los “genes de acción intracelular” para que hagan su trabajo, sino que abre a la persona a más y más experiencias menos que nutricias y no procesadas, que a veces desde el vientre materno17,18 y a lo largo de la vida se han estado convirtiendo en la propia biología, condición que todos compartimos si estamos de acuerdo con el Dr. Hans Selye que nos recuerda que el vivir mismo está sujeto al estrés.19
Ahora, cultivando esta técnica, estaremos llevando a cabo desde nuestra condición individual, familiar, profesional, comunitaria, y social, el mandato ético básico acogido por la Medicina de “curar…, mejorar…, consolar...” Sólo que ya no exclusivamente desde la “conciencia del médico” sino fundamentalmente, atendiendo la conciencia corporal del ser humano sufriente, animándolo a permanecer en su experiencia físicamente sentida, con una actitud abierta y disponible –contemplativa11–, recibiendo lo que su cuerpo le quiera revelar.
De esta manera, la salud integral se irá expandiendo a partir de nuestras instancias biológicas, abarcando al ser humano total, y eventualmente, al Planeta entero desde el reino de la propia e insustituible experiencia.
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19. Selye H. The stress of life, en la Web:
Hans Selye: El descubrimiento del Estrés.
· Médico pediatra neonatólogo. Ex jefe del servicio de Cuidados Intermedios Neonatales, Hospital “Luis Castelazo Ayala”, IMSS. Miembro del Institute for Bio-Spiritual Research. jubpra@yahoo.com