FOCUSING CON UNA ADOLESCENTE LIMÍTROFE
Barend Santen
Países Bajos.
Person-Centered Review, Vol. 3 No.4, November 1988, pp.442-462.
Sage Publications, Inc.
Traducción: Luis Robles Campos (*)
Resumen: El método Focusing de Eugene Gendlin puede ser usado con adolescentes "limítrofes". Se describen experiencias típicas de estos clientes, con las implicancias para las relaciones terapéuticas. Esto es seguido por una breve reseña de las conceptualizaciones de Gendlin acerca del cambio de personalidad. Se sostiene que, en una situación donde los clientes tienden a experimentar como amenazante tanto el silencio como la conversación, el Focusing puede ser una intervención terapéutica útil. Una descripción de caso acerca del uso de Focusing con una muchacha de 14 años ilustra esta aproximación.
La teoría del cambio de la personalidad de Eugene Gendlin (1964), la cual forma parte de la rama experiencial de la terapia centrada-en-el- cliente, también puede ser un modelo útil el psicoterapeuta de niños y adolescentes (Neagu, 1986; Santen & Koopmans, 1975, 1980). Dentro de este marco teórico (Gendlin, 1969, 1981; Santen & Gendlin, 1985) se ha desarrollado el método del Focusing. En otros escritos he mostrado que los adolescentes rápidamente desarrollan la capacidad necesaria para aprender Focusing (Santen, 1986, 1987). El objetivo de este artículo es mostrar que los adolescentes limítrofes pueden beneficiarse del uso de este acercamiento terapéutico.
EL DESORDEN DE PERSONALIDAD LIMÍTROFE.
En la última década ha habido considerable discusión acerca de la definición del síndrome limítrofe, sus factores predisponentes en el desarrollo del individuo, y "las condiciones necesarias y suficientes para el cambio terapéutico (Rogers, 1957) en personas diagnosticadas como padeciendo este desorden de personalidad. Recientemente, el rasgo más esencial que describe a estos clientes es un “patrón general de inestabilidad en su auto-imagen, relaciones interpersonales y estado de ánimo" (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, 1987, pág. 346). Las personas diagnosticadas como limítrofes parecen tener relaciones inestables e intensas. Ellos tienden a ser impulsivos de maneras potencialmente auto-dañinas. Mientras que su estado de ánimo y sus sentimientos pueden cambiar considerablemente, ellos reportan un persistente sentimiento de fondo de vacío o aburrimiento. Son comunes los arranques de rabia intensa, la auto-mutilación y las tendencias suicidas. Ellos tienen una falta de sentido de identidad, lo cual se manifiesta en incertidumbres en muchas áreas de vida. Finalmente, su conducta parece estar fuertemente influenciada por un miedo persistente al abandono.
Tradicionalmente, los clientes con las tales características fueron tratados por psicoanalistas que adaptaron sus técnicas a las maneras en que estos clientes perciben las relaciones terapéuticas (De Blecourt, 1980; Door et al., 1983; Kernberg, 1970; Masterson, 1972; Rohde-Dachser, 1979; Van Vreckem & Verhaest, 1984). Durante los últimos diez años, sin embargo, terapeutas centrados-en-el-cliente/experienciales y terapeutas gestálticos han explorado maneras de aplicar sus métodos de tratamiento a los clientes limítrofes (Bauer, 1979; De Haas, 1980; Grindler, 1982; Santen, 1987; Swildens, 1981). Aunque provienen de posiciones teóricas diferentes, los autores parecen compartir la convicción acerca de la severidad de la patología limítrofe y de su relativamente pobre pronóstico. Estos clientes también responden pobremente al tratamiento médico. De acuerdo a Horevitz (1987), los antidepresivos tricíclicos parecen no tener efectos beneficiosos. Se ha reportado que unos cuantos de estos clientes se benefician de dosis bajas de anti-psicóticos (Mellaril) o inhibidores de MAO (monoamino oxidasa).
Iniciar y establecer una relación psicoterapéutica con un cliente limítrofe es difícil (De Blecourt, 1980; Rohde-Dachser, 1979). Estos clientes se encuentran en una posición complicada. Según la teoría psicodinámica, ellos buscan tratamiento para síntomas que los protegen de volverse psicóticos (Kernberg, 1970).
Debido a su ansiedad flotante crónica, estas personas se vuelven fácilmente invadidas de pánico en la presencia de otros. A menudo ellos mencionan una mezcla de experiencias fóbicas, obsesivas, y/o depresivas y síntomas corporales que pueden producir desintegración psíquica.
La teoría psicodinámica sostiene que los clientes limítrofes han estado inmersos en una relación madre-niño simbiótica (Mahler, 1972). Debido a que estas personas son incapaces, como los niños pequeños, de separarse de su madre, su desarrollo de la identidad se ha perturbado. Después, como adolescentes o como adultos, ellos continúan luchando contra fundirse y separarse de otras personas. Al involucrarse con otros, su tentación de fundirse con la otra persona puede intensificar su miedo latente de perder su identidad. Como una regla, una persona con las tales experiencias se retira del contacto. Ellos pueden comportarse de una manera tan auto-alienada que ellos se experimentan a si mismo como estando divididos en un sí mismo verdadero y uno falso (Winnicott, 1965); un sí mismo falso que se "adapta" al mundo externo y un sí mismo verdadero del cual incluso los clientes mismos sólo son vagamente conscientes.
El resultado es un equilibrio inestable. Como resultado de tal incongruencia, a veces, pueden irrumpir arranques incontrolables de agresividad. Tales arranques pueden reforzar el miedo del individuo de perder el amor de las otras personas y llevarlo a una "adaptación" forzada. También hay momentos cuando experiencias psicóticas perturban el contacto con la realidad.
Los clientes limítrofes tienen el vago pero inevitable miedo de que puedan perderse a ellos mismos y desintegrarse en cualquiera relación en que ellos se comprometan. Dolorosamente, ellos oscilan entre la confusión interna y la pérdida de contacto con la realidad, por una parte, y la integración psíquica y el contacto auténtico, por otro. Es más, en un cuerpo rápidamente cambiante, la persona limítrofe debe lidiar con tareas que son difíciles incluso para el adolescente promedio.
IMPLICANCIAS PARA LA RELACIÓN TERAPÉUTICA.
Giovacchini (1978) considera las cualidades del limítrofe citadas arriba características del desarrollo del carácter normal del adolescente. Varios autores (Masterson, 1972; Swildens, 1981) señalan la correspondencia entre la relación terapéutica con un cliente limítrofe y la relación con muchos adolescentes. El fuerte apego hacia el terapeuta puede dar paso abruptamente a la indiferencia, hostilidad, y a la interrupción o terminación de ese contacto. La manera en que el terapeuta es percibido puede cambiar drásticamente. La necesidad de ser independiente puede predominar, seguida por la necesidad de fusionarse con el terapeuta. La necesidad de apoyo de los otros, entra en conflicto con el deseo de conservar la propia identidad.
Cuando uno conoce una persona así en el encuentro terapéutico, él o ella no se puede experimentar adecuadamente a sí mismo(a) como una persona cohesiva e integrada. Debido a la confusión interna y los sentimientos contradictorios, el adolescente limítrofe no puede responder fácilmente a nuestras verbalizaciones. Por un momento, algo totalmente diferente e incomprensible puede pasar a través de su mente. El individuo ha perdido la huella de lo que estaba discutiéndose y no puede hablar claramente.
Esta inhabilidad para hacerse entender puede evocar miedo en el cliente. Pero si el cliente pudiera expresarse coherentemente, el miedo aún puede evocarse, ya que hacerse entender puede producir miedo a obligaciones no deseadas. Ser entendido puede experimentarse como tener a la otra persona ganando control y ser tragado en el contacto. Consecuente, hablar e interactuar con el terapeuta podría intensificar los sentimientos de impotencia y miedo del cliente.
Trabajar con clientes con tales experiencias ha influenciado a terapeutas psicoanalíticos, centrados-en-el-cliente/experienciales, y gestálticos (Bauer, 1979; De Blecourt, 1980; De Haas, 1980; Eigen, 1973; Grindler, 1982; Swildens, 1981; Rohde-Dachser, 1979; Santen, 1986, 1987) de dos maneras, al menos.
(1) Ellos defienden el proveer a los clientes limítrofes con más estructura que con la mayoría de los otros clientes. Ellos enfatizan la importancia de poner límites, el conocimiento de éstos, y de guardar la adecuada distancia emocionalmente. Estas respuestas derivan de una comprensión de la vulnerabilidad y el caos que tipifican las vidas de tales clientes (Pines, 1978) y su incapacidad para integrar tendencias conflictivas internas. Los terapeutas desean prevenir al cliente de sentirse agobiado por estos pensamientos y sentimientos conflictivos y de sentirse desorientados y desvalidos. La provisión de estructura también puede provenir debido a la vulnerabilidad del terapeuta. Como Kernberg (1968) declaró, los terapeutas que trabajan con clientes limítrofes pueden quedar fácilmente entrampados por la fuerte succión emocional de estos clientes. Esto podría alienar al terapeuta de sus reacciones naturales y perturbar la congruencia. Para protegerse a sí mismos de chocar emocionalmente o desapegarse fríamente, los terapeutas a menudo necesitan más estructura para ellos mismos para escapar de la debilitante "contra-transferencia".
(2) Los terapeutas buscan maneras de reforzar la habilidad de estos clientes de experienciar directamente en lugar de estar preocupados de cómo ellos se presentan. Por ejemplo, terapeutas psicoanalíticos y de la Gestalt (Bauer, 1979; Eigen, 1973) han experimentado induciendo trances en los clientes limítrofes. Haciendo un comentario sobre la efectividad de este acercamiento, Bauer declaró: "En cierto sentido, la metáfora de entrar en trance para trabajar en una experiencia o sentimiento particular le permite al paciente poner límites y contención sobre lo que le pasará. Él empieza a ver que los sentimientos dolorosos pueden ser tocados y además contenidos, y por consiguiente, él es más libre para trabajar con ellos" (pág. 372). Él agrega, el "Trance provee un ritual para que el paciente de foco y expresión definida a su experiencia caótica e indefinida” (pág. 374). El trabajo centrado-en-el-cliente/experiencial con los clientes limítrofes (Grindler, 1982; Santen, 1986, 1987) por medio del Focusing está basado en el mismo tipo de observaciones. El Focusing con un cliente limítrofe ayuda a proveer la estructura necesaria y facilita la experiencia directa.
LAS CONCEPCIONES DE GENDLIN SOBRE EL CAMBIO DE LA PERSONALIDAD.
El concepto básico usado por Gendlin (1962, 1964) es el experienciar (experiencing). Ésta es la reacción del propio cuerpo hacia todo lo que viene hacia él ya sea del mundo externo o interno. El cuerpo reacciona a aquellos estímulos con una cualidad de sentimiento constantemente cambiante que puede distinguirse de las emociones y de las reacciones puramente fisiológicas en que eso abarca todos los aspectos sentidos de un problema. Aunque este proceso corporalmente sentido es importante para nuestro funcionamiento psicológico, uno usualmente no está consciente de él. Cuando se está en contacto con la experiencia corporal, uno siente un vago, pero no obstante, claro sentimiento inmediato, evocado por la situación que uno atiende. Gendlin llama a esto la sensación sentida del problema o situación.
En la medida que uno es psicológicamente saludable, la dirección de nuestra experiencia es co-determinada por los símbolos (ej., palabras, gestos, imágenes). El experienciar pre-conceptual está en continua interacción con esta simbolización. En esta interacción la sensación sentida puede cambiar y nuevas facetas de significado pueden ser sentidas.
LA INTERRUPCIÓN DEL EXPERIENCIAR.
A veces, sin embargo, el experienciar puede estar ligado-estructuralmente. La interacción entre percepciones, pensamientos, pronunciaciones verbales, acciones, y su experienciar está perturbada. Ciertas señales evocan repetidamente el mismo sentimiento que no es influido por el contexto del momento. Por ejemplo, cerrar la puerta de la oficina puede evocar en su cliente un sentimiento persistente de estar atrapado en la situación de terapia. Si la ligadura-estructural es extrema, estos sentimientos e ideas estereotipadas tienden a no ser percibidas como "propias". La experiencia se introduce en la persona, como ver una película acerca de uno mismo; como resultado de la interrupción del proceso se sentimiento ocurre una falta de sentido de sí mismo. Ya que las ocurrencias en el mundo externo no se interpretan en base al experienciar, esto proceso corporalmente sentido también carece de una relación con el "sí mismo".
FOCUSING.
Focusing es la actividad mental que conduce a la reconstitución del experienciar. Esta manera sutil de contactar la experiencia interna provoca que los problemas cambien en nuestro cuerpo.
El uso del método del Focusing está basado en la creencia de que el cliente puede cambiar si él o ella aprenden a contactar las experiencias problemáticas de una manera aceptante. El cliente es guiado a atender silenciosamente la totalidad de la sensación corporal (emociones y experiencias anteriores relacionadas al problema) y a experienciar esto directamente como un todo. Entonces, se proponen preguntas abiertas a la sensación sentida del problema. Uno puede considerar el Focusing una forma de terapia centrada-en-el-cliente en la que nuestra mente funciona como el terapeuta mientras que el cuerpo es el cliente. Después que se proponen las preguntas abiertas, el cliente espera sus reacciones corporales y chequea para ver si ellas encajaran con el problema que se está abordando. De esta manera, el Focusing es un diálogo sin coerción en el cual el focalizador formula descripciones verbales cortas o imágenes relacionadas a la cualidad sentida del problema. La validez de la contestación está determinada al chequear una y otra vez con la sensación corporalmente sentida hasta que el encaje se sienta correcto.
Esta referencia directa al experienciar puede causar un despliegue del sentimiento que se acompaña por un sentido físico de alivio. El problema empieza a sentirse diferente y menos apretado. Las nuevas descripciones emergentes del problema serán más chocantes que las anteriores. Los cambios en el experienciar iniciado de esta manera, afectan la conducta del cliente y la manera en que el cliente se experimenta a sí mismo y al ambiente.
FOCUSING CON UNA ADOLESCENTE LIMÍTROFE.
El Focusing puede ser un acercamiento eficaz para tratar adolescentes limítrofes. Antes de ilustrar esto, quiero mencionar algunas especificaciones que pueden contribuir a su relativa efectividad con este tipo de cliente.
(1) Durante el proceso de Focusing el terapeuta permanece en el fondo tanto como sea posible. El terapeuta actúa como un compañero no intrusivo en un ejercicio diseñado para reforzar la interacción más fluida entre los sentimientos y los pensamientos del cliente. No hay necesidad de que el cliente reporte al terapeuta, quien facilita un proceso interno en lugar de preguntar acerca del contenido. Estos estilos de ayuda más técnicos, profesionales y no intrusivos disminuyen el miedo del cliente acerca de la cercanía.
(2) La oportunidad de proponer a los clientes cerrar sus ojos (si ellos quieren hacerlo) y de atender en medio de su cuerpo también puede ayudar a bajar sus niveles de miedo. Debido a que muchos clientes limítrofes son relativamente incapaces de inhibir y seleccionar estímulos desde su mundo exterior e interior, el proceso de Focusing les ayuda a evitar el sentirse agobiados. El Focusing también puede ayudar a tales clientes a limitar los estímulos de las fuentes externas e internas.
(3) Trabajar con clientes limítrofes requiere un balance delicado entre respetar y desviar sus mecanismos de defensa. Dentro de la estructura del Focusing, este balance se alcanza permitiéndole al cliente, alternativamente, mantener y luego dejar ir el control del ego; una variación de relajación y alerta mental (Gendlin, 1969; Molinero, 1970). De esta manera, el material del pre-consciente entra en la conciencia y luego se usa constructivamente por medio del ego del cliente.
(4) El Focusing ayuda al cliente a usar palabras y/o imágenes para dar una forma más diferenciada a las experiencias pre-conceptuales pero corporalmente sentidas. Para los clientes limítrofes, encontrar más formas de expresarse verbalmente es muy importante. Si ellos no tienen éxito en encontrar medios verbales para expresar estas experiencias, ellos permanecerán ligados-estructuralmente en un torbellino de sentimientos y pensamientos.
(5) Usualmente los clientes limítrofes pueden evocar imágenes visuales fácilmente (Salzmann & Machover, 1952). A menudo éstas involucran recuerdos y fantasías; a veces ellas tienen un carácter alucinatorio. Al focalizarse en estas imágenes, pueden reconocerse y procesarse aspectos emocionales conectados a ellas.
ESTUDIO DE CASO.
Cuando Wanda tenía 14 años, ella y yo nos encontramos para la primera sesión de la terapia, once meses después de que ella hubiera entrado en nuestra clínica psiquiátrica, ella permanecía casi inmóvil. Wanda se escondía detrás de su pelo. Ella estaba sumamente inhibida, tiesa, y encogida. Su diagnóstico era “síndrome limítrofe”.
Cuando Wanda tenía 23 meses de edad, nació su hermana. El nacimiento de su hermana asustó a Wanda. Ella se sintió rechazada por su madre, y se aferró a sus faldas. Wanda se volvió cada vez más demandante. Un lazo simbiótico ambivalente se desarrolló entre ella y su madre.
A la edad de 4 años parecía que Wanda estaba desarrollando rasgos obsesivos. En el jardín de infantes ella se perturbaba a menos que los objetos se quedaran en su lugar. Durante sus primeros años de escuela elemental ella se volvió cada vez más perfeccionista, obsesiva, y temerosa. Cuando ella tenía 10 años, la ansiedad de separación de Wanda aumentó tanto que se volvió extremadamente temerosa de dejar la casa. Ella le temía a las muchedumbres y a ir de compras. Wanda se asustaba de la contaminación y de la irregularidad también. En casa ella pasaba horas delante del espejo, peinando su pelo tan severamente que le aparecieron pelones; si era interrumpida, Wanda se ponía temerosa y podía estallar en rabia. Wanda era celosa y demandante y trataba de poseer a su mamá tanto cómo podía. Cuando estaba afuera, Wanda huía del contacto con los adultos. Aunque ella trataba escrupulosamente de comportarse tan dulce y adaptablemente mientras pudiera, a menudo ella se agobiaba por sus sentimientos agresivos inhibidos, la mayoría de los cuales parecían involucrar a su madre.
Wanda reaccionó miedosa y desconfiadamente a los esfuerzos de los terapeutas para relacionarse con ella. Un año antes que fuera enviada a nuestra clínica, ella fue admitida por otra clínica durante varios meses y luego tratada individualmente como paciente ambulatoria. La terapia familiar y la terapia psicoanalítica individual fallaron debido a lo que se llamó su "actitud negativista". Se intentó tratamiento médico pero periódicamente ella se negaba a tomar su medicina.
Durante su terapia conmigo, Wanda me diría cómo ella se había empezado a sentir en conflicto en la medida que crecía. En cuanto se le hacía un requerimiento, el pánico crecería en un caos interno. En cuanto ella hiciera una declaración, ella dudaría acerca de ella. Durante muchos años ella experimentó gran conflicto interior y se sentía alienada de sí misma. Era como si su sentimiento no fuera real. Ella a veces se sorprendería de encontrarse actuando agresivamente sin ser consciente de ninguna rabia interna. Era como si ella no fuera la que actuaba, o incluso como si no estuviera realmente. Tomó un largo tiempo, sin embargo, antes de que Wanda pudiera comprender y verbalizar estos hechos.
FASE INICIAL DE LA TERAPIA.
Durante la fase inicial de terapia Wanda y yo nos encontramos semanalmente. Ella dijo que no sabía de qué hablar y parecía tener miedo del contacto verbal, pero tampoco podía tolerar los silencios largos. Ella quiso empezar a trabajar aunque estaba vacilante acerca de hacerlo. Ella indicó tener todo tipo de sentimientos vagos y pensamientos mezclados que se le dispersaban apenas yo le hablaba. En respuesta a una pregunta mía, ella explicó:
“En alguna parte, yo lo sé, pero no puedo ponerlo en palabras... Es un pensamiento... Es, ¿un pensamiento?... Es cierto que es claro, pero no puedo ponerlo en las palabras”.
Declaraciones como esta me llevaron, después de cuatro semanas, a proponer el uso de la sesión entera para enseñar a Wanda a focalizar. Era difícil para Wanda hacer esto. Volviendo a ese entonces, ella aún era incapaz de identificar un problema sobre el cual el Focusing sería posible. El nombrar directamente cualquier problema era demasiado amenazante para ella. Implícitamente habría indicado una disposición para el cambio, el cual ella parecía experimentar como cedido a mi control. Comprendiendo esto, decidí pedirle empezar a focalizar sobre el sentimiento inmediato que la situación de terapia evocaba en ella. Esto parecía disminuir su miedo de la situación. Varias semanas después ella fue capaz de atender problemas corporales tales como su dolor de cabeza y la niebla que ella localizaba en su cabeza. Focalizar en esto elevó su habilidad, severamente deficiente, para verbalizar. Pedirle que se imaginara a si misma durmiendo y gradualmente empezando a soñar parecía disminuir su resistencia e incrementar su capacidad por la visualización. A veces yo le pedía que visualizara algunas de las palabras que surgían en ella y les permitiera resonar con la sensación sentida evocada.
Debido a que el miedo anticipatorio de Wanda a expresarse (ella parecía pensar que estaba obligada a decirme las palabras que surgían en ella) activaba su pánico, le pedí que levantara un dedo en cuanto algo nuevo surgiera en ella y que quisiera comunicarme a mí. Esto le permitió conservar control sobre su comunicación.
En aquellas primeras semanas la extrema ligadura-estructural del mundo interno de Wanda fue rota. Esto constituyó una amenazante pero necesaria perturbación de su equilibrio patológico. Desde aquel momento el proceso experiencial de Wanda empezó a desplegarse.
El carácter congelado del mundo interno de Wanda se expresó notablemente durante la segunda sesión de Focusing. Sus palabras aplanadas y aisladas hablaban por sí mismas: "frío"…"petrificado"… "escalofrío"… "pegado"… "oprimido". Pero mientras la ligadura-estructural estaba siendo verbalizada, el experienciar se desplegaba:
La imagen vaga de un corredor negro apareció. El corredor tenía un pequeño punto blanco. Esto primer cambio sentido fue acompañado por una sensación de alivio. "Es como que si algo me hubiera dejado", dijo Wanda.
Durante la siguiente sesión las palabras "sensible", "inquieto", y "con pasos lentos", surgieron. Wanda describió la emergencia y luego la ruptura, de un proceso de sentimiento. Aunque fue difícil de seguir, lo cito como ella lo verbalizó.
“Hay algo, pero aún no es nada... un sentimiento extraño, un sentimiento inquieto... El pensamiento se hace más vivo , y todo lo que tiene algo que ver con eso... Tiene algo que ver con esa vaguedad, que todo es siempre es así de vago... Es un tren de ideas, pensamiento… y algo muy raro, quebrado”.
Evidencia de que el sentido de sí misma de Wanda estaba siendo recuperado, emergió en las imágenes, que ahora surgieron más claramente. Sus sentimientos de vivacidad se anunciaron también. Cuando Wanda dijo la palabra "sin voluntad", esto evocó en ella la imagen de la cara de una muñeca. A veces tenía rasgos animados, aunque al mismo tiempo no estaba realmente viva.
“Parece volverse una cara real... Por lo menos está casi riendo... La forma también cambia... Realmente no se ríe. Esos ojos, sí, ellos no miran... Oh, están volviéndose más profundos”.
Paso a paso Wanda se acercó al momento cuando, en su propia imaginación, podría tomar la parte principal representada por la muñeca. Durante la sexta sesión de Focusing ella podía visualizarse a sí misma por primera vez. La próxima semana la muñeca desapareció casi completamente. Cuando se presentaba tomaba la forma de otras personas.
En este período, el progreso fue hacer que terminara en una imagen colmada de deseo de cercanía entre la madre y niña:
La muñeca se parecía notablemente a una muñeca que Wanda poseía.
A esta muñeca le fue dada una edad (cambiante).
Se transformó en un ser humano sin identidad (tronco y piernas visibles, cara invisible).
Luego cambió de nuevo hacia una nueva “rara y extraña" muñeca, esta vez en un lugar donde Wanda había estado algunas veces.
Allí Wanda se vio a si misma estando de pie, de 6 o 7 años.
Entonces la muñeca ("mi yo muñeca") se aproximó a ella; ellas se abrazaron mutuamente y se alejaron juntas.
Entonces Wanda se transformó en una madre 25 años, y la muñeca en una niña de un y medio o de dos años.
Una imagen pacífica y deseosa de cercanía apareció: la madre alzó a la niña, y ellas avanzaron alegremente juntas.
El acto de buscar palabras que se referían a sus sentimientos a menudo aislaba a Wanda de esos sentimientos. Ella aún se expresaba más fácilmente en imágenes. Para el momento, yo usaba este medio como un importante vehículo para traerla al contacto con sus sentimientos.
Wanda empezó a experienciar palabras e imágenes cada vez más como manifestaciones de su propia vida interna. Surgieron imágenes afectivamente coloreadas del pasado. Después de evocar en ella la cualidad sentida de la situación terapéutica, alternativamente le pedí a Wanda encajar aquellas imágenes emergentes con su sentimiento. Le tuve que repetir las palabras asideros y resonarlas con la sensación sentida, y pedirle que propusiera preguntas a su cuerpo acerca de su sentimiento. De vez en cuando le pedía que hablara brevemente sobre esos recuerdos. También, repetí regularmente en voz alta alguna de las palabras asidero de Wanda para dejarlas resonar con su sentimiento.
Wanda empezó a experimentar más conexiones entre estas imágenes y palabras, que primero tendieron a aparecer como unidades aisladas y fragmentadas. Una atención excesiva hacia aquellas imágenes o hacia los sentimientos podría haber destruido la coherencia en desarrollo. Más probablemente, esto habría causado una secuencia de imágenes sin sentimientos o un incremento del afecto sin un proceso sentido (Prouty, 1977).
Lo que al principio fue llamado el "frío" ahora era descrito como "paralizada de miedo" Wanda se visualizó de vuelta en la clínica donde ella estuvo dos años atrás. El psiquiatra aparecía de nuevo. Él hacía sus preguntas. Wanda reexperimentó esta situación como una intrusión que la asustó. El Focusing sobre este sentimiento inició una cadena de cambios sentidos. Ella estaba abrumada por las asociaciones, los recuerdos por largo tiempo olvidados, y otras muchas cosas que se relacionaban a este sentimiento de intrusión. La confundían y la asustaban. Sin embargo, ella empezó a compartir estos sentimientos por primera vez con una de las enfermeras en nuestra clínica. En sus sesiones de terapia, ella empezó a compartir con asombro que, cuando estaba en la otra clínica, ella no había sentido el miedo que ella experimentó durante esta escena mientras hacía Focusing.
La inadecuada experiencia de ser llevada pasivamente por otros disminuyó en estas semanas. Junto con una sucesión de nuevas imágenes y sentimientos parcialmente verbalizados, surgió el darse cuenta de sentimientos "suprimidos" y el querer resistir. De nuevo Wanda estaba asombrada. Ella se vio a sí misma resistiéndose al psiquiatra y tratando de escaparse desde esa clínica mientras revivía una situación en la cual ella voluntariamente permitía ser detenida.
Durante la novena sesión de Focusing, Wanda se visualizó como dividida en dos personas. Ella se vio delante de una pared de vidrio mirando una parte farsante, pero aparentemente dócil, de ella misma, que estaba sentada en una mesa enfrente de una enfermera. Golpeando la pared de vidrio, ella vio que la Wanda farsante era arrastrada lejos. Alternativamente, aparecieron dos imágenes. Una la mostraba en su docilidad fingida, la otra en su resistencia temerosa. Esta resistencia me involucraba a mí, ya que yo la comprometí en este proceso terapéutico; Wanda comprendería esto sólo algún tiempo después.
Después de la novena sesión, el carácter histórico de las imágenes desapareció. Gradualmente, ellas empezaron a referirse a la realidad de la situación presente que hasta este tiempo había sido tan "irreal". El mundo interno de ensueño de Wanda, lleno de imágenes que habían aparecido más bien libremente-flotantes y como un sueño para ella, fue perturbado. Había comenzado una fase crítica en el proceso terapéutico. Al permitir este proceso de Focusing, Wanda arriesgó el viejo y “seguro” equilibrio patológico. Así, ella comentó:
“Es como si alguien entrara para abrazarme... Pero entonces, usualmente me escondo bajo mis brazos. Pero de alguna manera él igual me abraza, y si yo me retiro ya no puedo escaparme. De hecho, él no me abraza, y pero igual estoy atrapada … ¡Jesucristo!... Pero a veces pienso, ‘sólo déjalo’".
En ese momento, Wanda ya no estaba más experimentándose como dividida, porque simbolizando esta división y al imaginarla en la sala de espera, ella se había vuelto capaz de apartarse un pequeño paso desde ella misma. Sin embargo, el próximo paso era desconocido y amenazante. Lo remolino de experiencias (simbolizado por palabras asideros tales como "flotando" y "girando"), que ella todavía no era suficientemente capaz de integrar, enceró muy rápidamente. Wanda estaba de acuerdo en tomar medicación prescrita por nuestro psiquiatra para mitigar sus miedos.
De la décima a la decimoquinta sesión, el Focusing condujo a una aclaración adicional. La calidad del sentimiento que inicialmente era demasiado vago estaba cambiando. Un sentimiento global de estar encerrada y estancada avanzó. Gradualmente, esto fue reemplazado por un sentimiento de desesperación. Los sentimientos agresivos de Wanda empezaron a cristalizar, seguido de sentimientos de estar atrapada, enjaulada. La esclarecedora conciencia de sentirse enjaulada tuvo un efecto liberador. Por primera vez, después de cinco meses de terapia, Wanda tenía recuerdos más positivos o neutros.
FASE MEDIA DE LA TERAPIA.
Wanda se encontró en un estado de transición. Vacilantemente, ella restableció contacto con el mundo exterior. Durante la sesión veintiuno de terapia, ella abrió sus ojos. A veces tartamudeando, pero con facilidad creciente, ella empezó a hablar durante y fuera del trabajo de Focusing. Por ejemplo, describió cómo ella observaba el mundo exterior desde su mansarda a través de una pequeña ventana.
“Antes de dormirme tuve una imagen: era el lado interno de algo alrededor... Había una puerta en eso. Allí estaba yo de pie, sí, y entonces yo caí ahí. . . Yo seguí cayendo, pero a pesar de eso yo me sostuve firme”.
Entretanto Wanda realmente se abría más al mundo. Ella habló más sobre lo que la proximidad de los otros evocaba en ella.
“A veces ocurre que cuando alguien me toca, o me abraza o algo así... Yo no sé lo que pasa pero me retiro. Esos muchachos esta tarde, yo no sé si ellos me abrazaron firme, pero yo sólo me quería ir... No sé si les pegué o no, pero de todas formas yo no quería estar ahí”.
Como mencioné antes, en este fase media de la terapia Wanda empezó a dar descripciones extensas de auto-alienación y sobre el sentimiento de no estar realmente presente. Ella indicaba cuánto se había retirado del mundo exterior, en el cual ella sólo se "comportaba" pero sin sentir realmente.
Después de aproximadamente 25 sesiones de terapia, el Focusing fue empleado dentro de una estrategia terapéutica más amplia. Ahora que Wanda empezó a hablar más fluidamente, otras técnicas (escucha empática y el parafrasear, alguna interpretación tentativa, algún ejercicio de Gestalt) también contribuyó al proceso terapéutico.
Mientras Wanda se comprometía en una relación más íntima conmigo, ella reveló algo de la auto-protección que ella necesitaba dentro de esa misma relación.
“Usted hace una pregunta, y entonces yo debo contestar. La mayoría de las veces yo doy una respuesta, pero luego no sé si realmente quise decir lo que dije. Entonces de inmediato digo algo para librarme de eso”.
Varias semanas después, Wanda exploró más profundamente cómo ella tendía a dispersarse en tal situación amenazante.
Wanda: Yo pienso que debo ser capaz de dar una respuesta inmediatamente, pero si empiezo a pensar, la mayoría de las veces me disperso, o ya no recuerdo la pregunta.
Terapeuta: Parece como si te pusieras en pánico en ese momento… ligeramente en pánico, pero no sé si eso encaja.
Wanda: Sí, entonces es como si hubiera perdido mi asidero.
Terapeuta: ¿Casi como si hubieras perdido el piso bajo tus pies, como si no tuvieras nada donde estar parada?
Wanda: Sí, a veces es como si yo estuviera en arena movediza, y luego ya no hay nada que pueda coger para sostenerme.
Terapeuta: ¿Nada de lo que te puedas agarrar, como si pudieras ser tragada?
Wanda: Sí… hundiéndome, cayéndome. Entonces, realmente me veo en arena movediza.
Al principio de la mayoría de estas sesiones, el Focusing parecía seguir siendo necesario inicialmente. Después de ese comienzo, Wanda se volvía más y más capaz de empezar a hablar por sí misma, y desarrolló la iniciativa en nuestro contacto. Sin embargo, como consecuencia de su conflicto interno y de su profundo miedo a la independencia, sin embargo, generalmente todavía era muy difícil para ella “ser capaz de querer” algo. Entre la trigésima y la cuadragésima sesión de la terapia Wanda usaba regularmente la palabra "yo". Repetidamente ella murmuraba las palabras “mi voluntad", como si probara un descubrimiento. Aunque ella temía el contacto con otros que tenían más fuerza de voluntad que ella, parecía que su sentido de sí misma se había sido fortalecido. Por lo menos, ella era capaz de explorar sus experiencias temerosas de nuevas maneras ahora, lo cual resultó tener un impacto crucial.
FASE TERMINAL DE LA TERAPIA.
Después de un año de terapia Wanda empezó a focalizarse directamente en sus impulsos contradictorios que la habían paralizado tanto hasta ahora. Cuando ella reconoció:
“Siempre que digo "sí" hay siempre algo dentro de mí eso dice "no" también”.
Usando la técnica gestáltica de la silla-vacía (Greenberg, 1984), Wanda inició un diálogo entre esos impulsos contradictorios. Adicionalmente, ella focalizó (sobre una tercera silla entremedio) acerca de cómo se sentía tener este diálogo. A este punto sus desesperados sentimientos de tristeza irrumpieron:
“Durante el día entero estoy ocupada para no pensar en eso. Me mantiene inquieta. Te deja tan cansada”.
Habiendo dicho esto, Wanda empezó a llorar. Ella no había llorado durante años. "Pienso que me había rendido hace años”, ella sollozó, "Todo sale mal. Nunca puedo hacer nada bueno". Éstas fueron semanas de malestar en las cuales Wanda me permitió apoyarla silenciosamente sosteniendo su hombro. Su miedo a la proximidad había desaparecido sustancialmente. Ella explicaba ahora que, muchas veces, ella no había querido vivir más. Explorando estos recurrentes deseos de muerte, parecía que éstos tenían que ver con su sentimiento de que independiente de lo que ella hiciera, no importa cuánto lo intentara, ella nunca podría hacerlo bien. Por primera vez ella empezó a hablar acerca de su madre. Se sentía rechazada por ella.
Wanda comenzó a hablar abiertamente sobre sus sentimientos hostiles hacia su madre, y también los expresó directamente hacia ella: "Deseo que pudiera odiarte", ella le dijo. "Entonces sería mucho más fácil para mí dejarte. Tu no me entiendes". Abiertamente, ella culpó a sus padres por enviarla a las clínicas. Inicialmente, para Navidad ella se negaba a ir a casa. "Mejor me iría a vagar por ahí", ella dijo. Cuando su madre describió sus propios sentimientos, Wanda contestó: "La manera en que te sientes ahora, yo siempre la sentía, en una lucha interna”.
Después de aproximadamente uno años y medio de terapia, la lucha interna de Wanda disminuyó. Ella desarrolló una actitud más enérgica y auto-aceptante. Su madre mencionó que por primera vez en muchos años ella vio a Wanda esforzarse por algo. En las relaciones, Wanda a veces sentía que ella aún podría comportarse con una exuberancia forzada a fin de aguantar sentimientos no bienvenidos; pero ella experimentaba el creciente contacto más fácil y más agradable. Ella compartió experiencias íntimas con su hermana pequeña y con su primera novia real. Se enamoró, y fue capaz de hablar sobre los intensos sentimientos y dilemas que esto evocaba.
Después de dos años de terapia (tres años después de la admisión a la clínica) Wanda dejó la clínica. Ella continuó la terapia conmigo como paciente ambulatoria durante un año. Hacer contacto con otras personas aún podría asustarla, ella fue capaz de explorar eso conmigo.
Aproximadamente tres años después de que nos encontráramos por primera vez, Wanda, quién vivió lejos de la clínica en el momento en que se decidió terminar la terapia. Poco después de eso, las tensiones interpersonales en casa incrementaron a tal intensidad que ella se fue a vivir con otra familia y se quedó allí. A pesar de eso, yo creo que ella se había desarrollado suficientemente en una persona separada e integrada para poder lidiar con la vida más adecuadamente que antes.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIÓN.
La terapia de Wanda plantea la pregunta de por qué Focusing no causa desintegración. A una chica obsesiva, temerosa de cualquier cambio y pérdida de control, se le pidió permitir la impredecitilidad. Uno podría haber esperado que esto aumentara sus miedos penetrantes y su caos interno. En cambio, el peligro de deterioro disminuyó.
Uno de los principales factores que restringieron el peligro de deterioro fue que el marco de referencia del método del Focusing me permitió respetar a Wanda de varias maneras: Proporcionó el ritmo, la distancia emocional, y la estructura y la cantidad de auto-control que ella necesitaba. Yo, raramente la animé a entrar en los contenidos de sus problemas. De esta manera, su miedo acerca de hablar de sus “cosas malas” disminuyó desde que ella pudo mencionar sólo lo que surgía. Todo esto sucedió al propio ritmo de Wanda, lo cual hizo el proceso lo suficientemente seguro para permitir que el experienciar ocurriera. Adicionalmente, el proceso fue facilitado porque la aproximación del Focusing me permitió respetar el miedo de Wanda de unirse conmigo al volverse una guía técnicamente orientada. Esta la atmósfera relativamente segura le permitió a Wanda a confiar en sí misma en una relación estructurada y empática. Mientras yo le proveía un ambiente estable, ella se volvió capaz de contener y procesar sus experiencias temerosas y dolorosas. En la medida que el método terapéutico utilizado le permite al terapeuta abstenerse de ser insistente y proporcione estructura de una manera firme pero sensible, puede ayudarse a los adolescentes limítrofes a desarrollarse terapéuticamente. Desde mi punto de vista, el Focusing es uno de esos métodos específicamente convenientes para proporcionar esta ocasión.
Hay otros clientes, sin embargo, que están demasiado aislados de la realidad, o que no pueden experimentarse a si mismos lo suficiente como el locus de su propia experiencia, para permitir el contacto básico con el terapeuta necesario para hacer que el Focusing sea posible. Para estos clientes se necesitan otros acercamientos terapéuticos que son sensibles a sus habilidades comunicativas severamente deterioradas. Inspirado por Carl Rogers y otros terapeutas centrados-en-el-cliente que trabajaron con clientes esquizofrénicos (Rogers, 1967), Prouty ha refinado la técnica de reflejos de Rogers para clientes psicóticos alucinantes (Prouty, 1977). Estas técnicas pueden ayudar a tales clientes a asimilar e integrar las alucinaciones que son experimentadas de una manera alienada. Prouty ilustra bellamente cómo estas personas pueden aprender a reconocer aspectos de experiencias corporalmente sentidas que son básicas a sus experiencias alucinatorias.
Terminaré citando a Wanda una última vez. Ella dijo una vez, “Sobre todo, todo yo lo veo como ser humano, y sólo en segundo lugar como un terapeuta". Si ella no me hubiera experimentado de esa manera, pienso que el proceso terapéutico no habría tenido lugar. No era simplemente una experiencia técnica con Focusing lo que hizo la situación lo bastante segura. Era más bien la manera totalmente no demandante en la que fue hecha. Se necesitan tanto la habilidad técnica como el cuidado genuino.
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Barend Santen estudió psicología del desarrollo en la Universidad de Amsterdam. Él trabaja como psicoterapeuta centrado-en-el-cliente /experiencial en De Mark, en una clínica psiquiátrica para niños y adolescentes (Centro Médico Dc Klokkenberg, Breda). Él es maestro de Focusing en la práctica privada y el Coordinador del Área para el Instituto de Focusing en los Países Bajos.
(*) Traducción: Luis Robles Campos (2010).
Psicólogo, Universidad de Tarapacá, Arica – Chile.
Fousing Trainer acreditado, Focusing Institute, New York.
Estudiante de Magíster en Psicología Clínica Adultos,
Universidad de Chile – Santiago de Chile.
luisrobles1977@gmail.com
Barend Santen
Países Bajos.
Person-Centered Review, Vol. 3 No.4, November 1988, pp.442-462.
Sage Publications, Inc.
Traducción: Luis Robles Campos (*)
Resumen: El método Focusing de Eugene Gendlin puede ser usado con adolescentes "limítrofes". Se describen experiencias típicas de estos clientes, con las implicancias para las relaciones terapéuticas. Esto es seguido por una breve reseña de las conceptualizaciones de Gendlin acerca del cambio de personalidad. Se sostiene que, en una situación donde los clientes tienden a experimentar como amenazante tanto el silencio como la conversación, el Focusing puede ser una intervención terapéutica útil. Una descripción de caso acerca del uso de Focusing con una muchacha de 14 años ilustra esta aproximación.
La teoría del cambio de la personalidad de Eugene Gendlin (1964), la cual forma parte de la rama experiencial de la terapia centrada-en-el- cliente, también puede ser un modelo útil el psicoterapeuta de niños y adolescentes (Neagu, 1986; Santen & Koopmans, 1975, 1980). Dentro de este marco teórico (Gendlin, 1969, 1981; Santen & Gendlin, 1985) se ha desarrollado el método del Focusing. En otros escritos he mostrado que los adolescentes rápidamente desarrollan la capacidad necesaria para aprender Focusing (Santen, 1986, 1987). El objetivo de este artículo es mostrar que los adolescentes limítrofes pueden beneficiarse del uso de este acercamiento terapéutico.
EL DESORDEN DE PERSONALIDAD LIMÍTROFE.
En la última década ha habido considerable discusión acerca de la definición del síndrome limítrofe, sus factores predisponentes en el desarrollo del individuo, y "las condiciones necesarias y suficientes para el cambio terapéutico (Rogers, 1957) en personas diagnosticadas como padeciendo este desorden de personalidad. Recientemente, el rasgo más esencial que describe a estos clientes es un “patrón general de inestabilidad en su auto-imagen, relaciones interpersonales y estado de ánimo" (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, 1987, pág. 346). Las personas diagnosticadas como limítrofes parecen tener relaciones inestables e intensas. Ellos tienden a ser impulsivos de maneras potencialmente auto-dañinas. Mientras que su estado de ánimo y sus sentimientos pueden cambiar considerablemente, ellos reportan un persistente sentimiento de fondo de vacío o aburrimiento. Son comunes los arranques de rabia intensa, la auto-mutilación y las tendencias suicidas. Ellos tienen una falta de sentido de identidad, lo cual se manifiesta en incertidumbres en muchas áreas de vida. Finalmente, su conducta parece estar fuertemente influenciada por un miedo persistente al abandono.
Tradicionalmente, los clientes con las tales características fueron tratados por psicoanalistas que adaptaron sus técnicas a las maneras en que estos clientes perciben las relaciones terapéuticas (De Blecourt, 1980; Door et al., 1983; Kernberg, 1970; Masterson, 1972; Rohde-Dachser, 1979; Van Vreckem & Verhaest, 1984). Durante los últimos diez años, sin embargo, terapeutas centrados-en-el-cliente/experienciales y terapeutas gestálticos han explorado maneras de aplicar sus métodos de tratamiento a los clientes limítrofes (Bauer, 1979; De Haas, 1980; Grindler, 1982; Santen, 1987; Swildens, 1981). Aunque provienen de posiciones teóricas diferentes, los autores parecen compartir la convicción acerca de la severidad de la patología limítrofe y de su relativamente pobre pronóstico. Estos clientes también responden pobremente al tratamiento médico. De acuerdo a Horevitz (1987), los antidepresivos tricíclicos parecen no tener efectos beneficiosos. Se ha reportado que unos cuantos de estos clientes se benefician de dosis bajas de anti-psicóticos (Mellaril) o inhibidores de MAO (monoamino oxidasa).
Iniciar y establecer una relación psicoterapéutica con un cliente limítrofe es difícil (De Blecourt, 1980; Rohde-Dachser, 1979). Estos clientes se encuentran en una posición complicada. Según la teoría psicodinámica, ellos buscan tratamiento para síntomas que los protegen de volverse psicóticos (Kernberg, 1970).
Debido a su ansiedad flotante crónica, estas personas se vuelven fácilmente invadidas de pánico en la presencia de otros. A menudo ellos mencionan una mezcla de experiencias fóbicas, obsesivas, y/o depresivas y síntomas corporales que pueden producir desintegración psíquica.
La teoría psicodinámica sostiene que los clientes limítrofes han estado inmersos en una relación madre-niño simbiótica (Mahler, 1972). Debido a que estas personas son incapaces, como los niños pequeños, de separarse de su madre, su desarrollo de la identidad se ha perturbado. Después, como adolescentes o como adultos, ellos continúan luchando contra fundirse y separarse de otras personas. Al involucrarse con otros, su tentación de fundirse con la otra persona puede intensificar su miedo latente de perder su identidad. Como una regla, una persona con las tales experiencias se retira del contacto. Ellos pueden comportarse de una manera tan auto-alienada que ellos se experimentan a si mismo como estando divididos en un sí mismo verdadero y uno falso (Winnicott, 1965); un sí mismo falso que se "adapta" al mundo externo y un sí mismo verdadero del cual incluso los clientes mismos sólo son vagamente conscientes.
El resultado es un equilibrio inestable. Como resultado de tal incongruencia, a veces, pueden irrumpir arranques incontrolables de agresividad. Tales arranques pueden reforzar el miedo del individuo de perder el amor de las otras personas y llevarlo a una "adaptación" forzada. También hay momentos cuando experiencias psicóticas perturban el contacto con la realidad.
Los clientes limítrofes tienen el vago pero inevitable miedo de que puedan perderse a ellos mismos y desintegrarse en cualquiera relación en que ellos se comprometan. Dolorosamente, ellos oscilan entre la confusión interna y la pérdida de contacto con la realidad, por una parte, y la integración psíquica y el contacto auténtico, por otro. Es más, en un cuerpo rápidamente cambiante, la persona limítrofe debe lidiar con tareas que son difíciles incluso para el adolescente promedio.
IMPLICANCIAS PARA LA RELACIÓN TERAPÉUTICA.
Giovacchini (1978) considera las cualidades del limítrofe citadas arriba características del desarrollo del carácter normal del adolescente. Varios autores (Masterson, 1972; Swildens, 1981) señalan la correspondencia entre la relación terapéutica con un cliente limítrofe y la relación con muchos adolescentes. El fuerte apego hacia el terapeuta puede dar paso abruptamente a la indiferencia, hostilidad, y a la interrupción o terminación de ese contacto. La manera en que el terapeuta es percibido puede cambiar drásticamente. La necesidad de ser independiente puede predominar, seguida por la necesidad de fusionarse con el terapeuta. La necesidad de apoyo de los otros, entra en conflicto con el deseo de conservar la propia identidad.
Cuando uno conoce una persona así en el encuentro terapéutico, él o ella no se puede experimentar adecuadamente a sí mismo(a) como una persona cohesiva e integrada. Debido a la confusión interna y los sentimientos contradictorios, el adolescente limítrofe no puede responder fácilmente a nuestras verbalizaciones. Por un momento, algo totalmente diferente e incomprensible puede pasar a través de su mente. El individuo ha perdido la huella de lo que estaba discutiéndose y no puede hablar claramente.
Esta inhabilidad para hacerse entender puede evocar miedo en el cliente. Pero si el cliente pudiera expresarse coherentemente, el miedo aún puede evocarse, ya que hacerse entender puede producir miedo a obligaciones no deseadas. Ser entendido puede experimentarse como tener a la otra persona ganando control y ser tragado en el contacto. Consecuente, hablar e interactuar con el terapeuta podría intensificar los sentimientos de impotencia y miedo del cliente.
Trabajar con clientes con tales experiencias ha influenciado a terapeutas psicoanalíticos, centrados-en-el-cliente/experienciales, y gestálticos (Bauer, 1979; De Blecourt, 1980; De Haas, 1980; Eigen, 1973; Grindler, 1982; Swildens, 1981; Rohde-Dachser, 1979; Santen, 1986, 1987) de dos maneras, al menos.
(1) Ellos defienden el proveer a los clientes limítrofes con más estructura que con la mayoría de los otros clientes. Ellos enfatizan la importancia de poner límites, el conocimiento de éstos, y de guardar la adecuada distancia emocionalmente. Estas respuestas derivan de una comprensión de la vulnerabilidad y el caos que tipifican las vidas de tales clientes (Pines, 1978) y su incapacidad para integrar tendencias conflictivas internas. Los terapeutas desean prevenir al cliente de sentirse agobiado por estos pensamientos y sentimientos conflictivos y de sentirse desorientados y desvalidos. La provisión de estructura también puede provenir debido a la vulnerabilidad del terapeuta. Como Kernberg (1968) declaró, los terapeutas que trabajan con clientes limítrofes pueden quedar fácilmente entrampados por la fuerte succión emocional de estos clientes. Esto podría alienar al terapeuta de sus reacciones naturales y perturbar la congruencia. Para protegerse a sí mismos de chocar emocionalmente o desapegarse fríamente, los terapeutas a menudo necesitan más estructura para ellos mismos para escapar de la debilitante "contra-transferencia".
(2) Los terapeutas buscan maneras de reforzar la habilidad de estos clientes de experienciar directamente en lugar de estar preocupados de cómo ellos se presentan. Por ejemplo, terapeutas psicoanalíticos y de la Gestalt (Bauer, 1979; Eigen, 1973) han experimentado induciendo trances en los clientes limítrofes. Haciendo un comentario sobre la efectividad de este acercamiento, Bauer declaró: "En cierto sentido, la metáfora de entrar en trance para trabajar en una experiencia o sentimiento particular le permite al paciente poner límites y contención sobre lo que le pasará. Él empieza a ver que los sentimientos dolorosos pueden ser tocados y además contenidos, y por consiguiente, él es más libre para trabajar con ellos" (pág. 372). Él agrega, el "Trance provee un ritual para que el paciente de foco y expresión definida a su experiencia caótica e indefinida” (pág. 374). El trabajo centrado-en-el-cliente/experiencial con los clientes limítrofes (Grindler, 1982; Santen, 1986, 1987) por medio del Focusing está basado en el mismo tipo de observaciones. El Focusing con un cliente limítrofe ayuda a proveer la estructura necesaria y facilita la experiencia directa.
LAS CONCEPCIONES DE GENDLIN SOBRE EL CAMBIO DE LA PERSONALIDAD.
El concepto básico usado por Gendlin (1962, 1964) es el experienciar (experiencing). Ésta es la reacción del propio cuerpo hacia todo lo que viene hacia él ya sea del mundo externo o interno. El cuerpo reacciona a aquellos estímulos con una cualidad de sentimiento constantemente cambiante que puede distinguirse de las emociones y de las reacciones puramente fisiológicas en que eso abarca todos los aspectos sentidos de un problema. Aunque este proceso corporalmente sentido es importante para nuestro funcionamiento psicológico, uno usualmente no está consciente de él. Cuando se está en contacto con la experiencia corporal, uno siente un vago, pero no obstante, claro sentimiento inmediato, evocado por la situación que uno atiende. Gendlin llama a esto la sensación sentida del problema o situación.
En la medida que uno es psicológicamente saludable, la dirección de nuestra experiencia es co-determinada por los símbolos (ej., palabras, gestos, imágenes). El experienciar pre-conceptual está en continua interacción con esta simbolización. En esta interacción la sensación sentida puede cambiar y nuevas facetas de significado pueden ser sentidas.
LA INTERRUPCIÓN DEL EXPERIENCIAR.
A veces, sin embargo, el experienciar puede estar ligado-estructuralmente. La interacción entre percepciones, pensamientos, pronunciaciones verbales, acciones, y su experienciar está perturbada. Ciertas señales evocan repetidamente el mismo sentimiento que no es influido por el contexto del momento. Por ejemplo, cerrar la puerta de la oficina puede evocar en su cliente un sentimiento persistente de estar atrapado en la situación de terapia. Si la ligadura-estructural es extrema, estos sentimientos e ideas estereotipadas tienden a no ser percibidas como "propias". La experiencia se introduce en la persona, como ver una película acerca de uno mismo; como resultado de la interrupción del proceso se sentimiento ocurre una falta de sentido de sí mismo. Ya que las ocurrencias en el mundo externo no se interpretan en base al experienciar, esto proceso corporalmente sentido también carece de una relación con el "sí mismo".
FOCUSING.
Focusing es la actividad mental que conduce a la reconstitución del experienciar. Esta manera sutil de contactar la experiencia interna provoca que los problemas cambien en nuestro cuerpo.
El uso del método del Focusing está basado en la creencia de que el cliente puede cambiar si él o ella aprenden a contactar las experiencias problemáticas de una manera aceptante. El cliente es guiado a atender silenciosamente la totalidad de la sensación corporal (emociones y experiencias anteriores relacionadas al problema) y a experienciar esto directamente como un todo. Entonces, se proponen preguntas abiertas a la sensación sentida del problema. Uno puede considerar el Focusing una forma de terapia centrada-en-el-cliente en la que nuestra mente funciona como el terapeuta mientras que el cuerpo es el cliente. Después que se proponen las preguntas abiertas, el cliente espera sus reacciones corporales y chequea para ver si ellas encajaran con el problema que se está abordando. De esta manera, el Focusing es un diálogo sin coerción en el cual el focalizador formula descripciones verbales cortas o imágenes relacionadas a la cualidad sentida del problema. La validez de la contestación está determinada al chequear una y otra vez con la sensación corporalmente sentida hasta que el encaje se sienta correcto.
Esta referencia directa al experienciar puede causar un despliegue del sentimiento que se acompaña por un sentido físico de alivio. El problema empieza a sentirse diferente y menos apretado. Las nuevas descripciones emergentes del problema serán más chocantes que las anteriores. Los cambios en el experienciar iniciado de esta manera, afectan la conducta del cliente y la manera en que el cliente se experimenta a sí mismo y al ambiente.
FOCUSING CON UNA ADOLESCENTE LIMÍTROFE.
El Focusing puede ser un acercamiento eficaz para tratar adolescentes limítrofes. Antes de ilustrar esto, quiero mencionar algunas especificaciones que pueden contribuir a su relativa efectividad con este tipo de cliente.
(1) Durante el proceso de Focusing el terapeuta permanece en el fondo tanto como sea posible. El terapeuta actúa como un compañero no intrusivo en un ejercicio diseñado para reforzar la interacción más fluida entre los sentimientos y los pensamientos del cliente. No hay necesidad de que el cliente reporte al terapeuta, quien facilita un proceso interno en lugar de preguntar acerca del contenido. Estos estilos de ayuda más técnicos, profesionales y no intrusivos disminuyen el miedo del cliente acerca de la cercanía.
(2) La oportunidad de proponer a los clientes cerrar sus ojos (si ellos quieren hacerlo) y de atender en medio de su cuerpo también puede ayudar a bajar sus niveles de miedo. Debido a que muchos clientes limítrofes son relativamente incapaces de inhibir y seleccionar estímulos desde su mundo exterior e interior, el proceso de Focusing les ayuda a evitar el sentirse agobiados. El Focusing también puede ayudar a tales clientes a limitar los estímulos de las fuentes externas e internas.
(3) Trabajar con clientes limítrofes requiere un balance delicado entre respetar y desviar sus mecanismos de defensa. Dentro de la estructura del Focusing, este balance se alcanza permitiéndole al cliente, alternativamente, mantener y luego dejar ir el control del ego; una variación de relajación y alerta mental (Gendlin, 1969; Molinero, 1970). De esta manera, el material del pre-consciente entra en la conciencia y luego se usa constructivamente por medio del ego del cliente.
(4) El Focusing ayuda al cliente a usar palabras y/o imágenes para dar una forma más diferenciada a las experiencias pre-conceptuales pero corporalmente sentidas. Para los clientes limítrofes, encontrar más formas de expresarse verbalmente es muy importante. Si ellos no tienen éxito en encontrar medios verbales para expresar estas experiencias, ellos permanecerán ligados-estructuralmente en un torbellino de sentimientos y pensamientos.
(5) Usualmente los clientes limítrofes pueden evocar imágenes visuales fácilmente (Salzmann & Machover, 1952). A menudo éstas involucran recuerdos y fantasías; a veces ellas tienen un carácter alucinatorio. Al focalizarse en estas imágenes, pueden reconocerse y procesarse aspectos emocionales conectados a ellas.
ESTUDIO DE CASO.
Cuando Wanda tenía 14 años, ella y yo nos encontramos para la primera sesión de la terapia, once meses después de que ella hubiera entrado en nuestra clínica psiquiátrica, ella permanecía casi inmóvil. Wanda se escondía detrás de su pelo. Ella estaba sumamente inhibida, tiesa, y encogida. Su diagnóstico era “síndrome limítrofe”.
Cuando Wanda tenía 23 meses de edad, nació su hermana. El nacimiento de su hermana asustó a Wanda. Ella se sintió rechazada por su madre, y se aferró a sus faldas. Wanda se volvió cada vez más demandante. Un lazo simbiótico ambivalente se desarrolló entre ella y su madre.
A la edad de 4 años parecía que Wanda estaba desarrollando rasgos obsesivos. En el jardín de infantes ella se perturbaba a menos que los objetos se quedaran en su lugar. Durante sus primeros años de escuela elemental ella se volvió cada vez más perfeccionista, obsesiva, y temerosa. Cuando ella tenía 10 años, la ansiedad de separación de Wanda aumentó tanto que se volvió extremadamente temerosa de dejar la casa. Ella le temía a las muchedumbres y a ir de compras. Wanda se asustaba de la contaminación y de la irregularidad también. En casa ella pasaba horas delante del espejo, peinando su pelo tan severamente que le aparecieron pelones; si era interrumpida, Wanda se ponía temerosa y podía estallar en rabia. Wanda era celosa y demandante y trataba de poseer a su mamá tanto cómo podía. Cuando estaba afuera, Wanda huía del contacto con los adultos. Aunque ella trataba escrupulosamente de comportarse tan dulce y adaptablemente mientras pudiera, a menudo ella se agobiaba por sus sentimientos agresivos inhibidos, la mayoría de los cuales parecían involucrar a su madre.
Wanda reaccionó miedosa y desconfiadamente a los esfuerzos de los terapeutas para relacionarse con ella. Un año antes que fuera enviada a nuestra clínica, ella fue admitida por otra clínica durante varios meses y luego tratada individualmente como paciente ambulatoria. La terapia familiar y la terapia psicoanalítica individual fallaron debido a lo que se llamó su "actitud negativista". Se intentó tratamiento médico pero periódicamente ella se negaba a tomar su medicina.
Durante su terapia conmigo, Wanda me diría cómo ella se había empezado a sentir en conflicto en la medida que crecía. En cuanto se le hacía un requerimiento, el pánico crecería en un caos interno. En cuanto ella hiciera una declaración, ella dudaría acerca de ella. Durante muchos años ella experimentó gran conflicto interior y se sentía alienada de sí misma. Era como si su sentimiento no fuera real. Ella a veces se sorprendería de encontrarse actuando agresivamente sin ser consciente de ninguna rabia interna. Era como si ella no fuera la que actuaba, o incluso como si no estuviera realmente. Tomó un largo tiempo, sin embargo, antes de que Wanda pudiera comprender y verbalizar estos hechos.
FASE INICIAL DE LA TERAPIA.
Durante la fase inicial de terapia Wanda y yo nos encontramos semanalmente. Ella dijo que no sabía de qué hablar y parecía tener miedo del contacto verbal, pero tampoco podía tolerar los silencios largos. Ella quiso empezar a trabajar aunque estaba vacilante acerca de hacerlo. Ella indicó tener todo tipo de sentimientos vagos y pensamientos mezclados que se le dispersaban apenas yo le hablaba. En respuesta a una pregunta mía, ella explicó:
“En alguna parte, yo lo sé, pero no puedo ponerlo en palabras... Es un pensamiento... Es, ¿un pensamiento?... Es cierto que es claro, pero no puedo ponerlo en las palabras”.
Declaraciones como esta me llevaron, después de cuatro semanas, a proponer el uso de la sesión entera para enseñar a Wanda a focalizar. Era difícil para Wanda hacer esto. Volviendo a ese entonces, ella aún era incapaz de identificar un problema sobre el cual el Focusing sería posible. El nombrar directamente cualquier problema era demasiado amenazante para ella. Implícitamente habría indicado una disposición para el cambio, el cual ella parecía experimentar como cedido a mi control. Comprendiendo esto, decidí pedirle empezar a focalizar sobre el sentimiento inmediato que la situación de terapia evocaba en ella. Esto parecía disminuir su miedo de la situación. Varias semanas después ella fue capaz de atender problemas corporales tales como su dolor de cabeza y la niebla que ella localizaba en su cabeza. Focalizar en esto elevó su habilidad, severamente deficiente, para verbalizar. Pedirle que se imaginara a si misma durmiendo y gradualmente empezando a soñar parecía disminuir su resistencia e incrementar su capacidad por la visualización. A veces yo le pedía que visualizara algunas de las palabras que surgían en ella y les permitiera resonar con la sensación sentida evocada.
Debido a que el miedo anticipatorio de Wanda a expresarse (ella parecía pensar que estaba obligada a decirme las palabras que surgían en ella) activaba su pánico, le pedí que levantara un dedo en cuanto algo nuevo surgiera en ella y que quisiera comunicarme a mí. Esto le permitió conservar control sobre su comunicación.
En aquellas primeras semanas la extrema ligadura-estructural del mundo interno de Wanda fue rota. Esto constituyó una amenazante pero necesaria perturbación de su equilibrio patológico. Desde aquel momento el proceso experiencial de Wanda empezó a desplegarse.
El carácter congelado del mundo interno de Wanda se expresó notablemente durante la segunda sesión de Focusing. Sus palabras aplanadas y aisladas hablaban por sí mismas: "frío"…"petrificado"… "escalofrío"… "pegado"… "oprimido". Pero mientras la ligadura-estructural estaba siendo verbalizada, el experienciar se desplegaba:
La imagen vaga de un corredor negro apareció. El corredor tenía un pequeño punto blanco. Esto primer cambio sentido fue acompañado por una sensación de alivio. "Es como que si algo me hubiera dejado", dijo Wanda.
Durante la siguiente sesión las palabras "sensible", "inquieto", y "con pasos lentos", surgieron. Wanda describió la emergencia y luego la ruptura, de un proceso de sentimiento. Aunque fue difícil de seguir, lo cito como ella lo verbalizó.
“Hay algo, pero aún no es nada... un sentimiento extraño, un sentimiento inquieto... El pensamiento se hace más vivo , y todo lo que tiene algo que ver con eso... Tiene algo que ver con esa vaguedad, que todo es siempre es así de vago... Es un tren de ideas, pensamiento… y algo muy raro, quebrado”.
Evidencia de que el sentido de sí misma de Wanda estaba siendo recuperado, emergió en las imágenes, que ahora surgieron más claramente. Sus sentimientos de vivacidad se anunciaron también. Cuando Wanda dijo la palabra "sin voluntad", esto evocó en ella la imagen de la cara de una muñeca. A veces tenía rasgos animados, aunque al mismo tiempo no estaba realmente viva.
“Parece volverse una cara real... Por lo menos está casi riendo... La forma también cambia... Realmente no se ríe. Esos ojos, sí, ellos no miran... Oh, están volviéndose más profundos”.
Paso a paso Wanda se acercó al momento cuando, en su propia imaginación, podría tomar la parte principal representada por la muñeca. Durante la sexta sesión de Focusing ella podía visualizarse a sí misma por primera vez. La próxima semana la muñeca desapareció casi completamente. Cuando se presentaba tomaba la forma de otras personas.
En este período, el progreso fue hacer que terminara en una imagen colmada de deseo de cercanía entre la madre y niña:
La muñeca se parecía notablemente a una muñeca que Wanda poseía.
A esta muñeca le fue dada una edad (cambiante).
Se transformó en un ser humano sin identidad (tronco y piernas visibles, cara invisible).
Luego cambió de nuevo hacia una nueva “rara y extraña" muñeca, esta vez en un lugar donde Wanda había estado algunas veces.
Allí Wanda se vio a si misma estando de pie, de 6 o 7 años.
Entonces la muñeca ("mi yo muñeca") se aproximó a ella; ellas se abrazaron mutuamente y se alejaron juntas.
Entonces Wanda se transformó en una madre 25 años, y la muñeca en una niña de un y medio o de dos años.
Una imagen pacífica y deseosa de cercanía apareció: la madre alzó a la niña, y ellas avanzaron alegremente juntas.
El acto de buscar palabras que se referían a sus sentimientos a menudo aislaba a Wanda de esos sentimientos. Ella aún se expresaba más fácilmente en imágenes. Para el momento, yo usaba este medio como un importante vehículo para traerla al contacto con sus sentimientos.
Wanda empezó a experienciar palabras e imágenes cada vez más como manifestaciones de su propia vida interna. Surgieron imágenes afectivamente coloreadas del pasado. Después de evocar en ella la cualidad sentida de la situación terapéutica, alternativamente le pedí a Wanda encajar aquellas imágenes emergentes con su sentimiento. Le tuve que repetir las palabras asideros y resonarlas con la sensación sentida, y pedirle que propusiera preguntas a su cuerpo acerca de su sentimiento. De vez en cuando le pedía que hablara brevemente sobre esos recuerdos. También, repetí regularmente en voz alta alguna de las palabras asidero de Wanda para dejarlas resonar con su sentimiento.
Wanda empezó a experimentar más conexiones entre estas imágenes y palabras, que primero tendieron a aparecer como unidades aisladas y fragmentadas. Una atención excesiva hacia aquellas imágenes o hacia los sentimientos podría haber destruido la coherencia en desarrollo. Más probablemente, esto habría causado una secuencia de imágenes sin sentimientos o un incremento del afecto sin un proceso sentido (Prouty, 1977).
Lo que al principio fue llamado el "frío" ahora era descrito como "paralizada de miedo" Wanda se visualizó de vuelta en la clínica donde ella estuvo dos años atrás. El psiquiatra aparecía de nuevo. Él hacía sus preguntas. Wanda reexperimentó esta situación como una intrusión que la asustó. El Focusing sobre este sentimiento inició una cadena de cambios sentidos. Ella estaba abrumada por las asociaciones, los recuerdos por largo tiempo olvidados, y otras muchas cosas que se relacionaban a este sentimiento de intrusión. La confundían y la asustaban. Sin embargo, ella empezó a compartir estos sentimientos por primera vez con una de las enfermeras en nuestra clínica. En sus sesiones de terapia, ella empezó a compartir con asombro que, cuando estaba en la otra clínica, ella no había sentido el miedo que ella experimentó durante esta escena mientras hacía Focusing.
La inadecuada experiencia de ser llevada pasivamente por otros disminuyó en estas semanas. Junto con una sucesión de nuevas imágenes y sentimientos parcialmente verbalizados, surgió el darse cuenta de sentimientos "suprimidos" y el querer resistir. De nuevo Wanda estaba asombrada. Ella se vio a sí misma resistiéndose al psiquiatra y tratando de escaparse desde esa clínica mientras revivía una situación en la cual ella voluntariamente permitía ser detenida.
Durante la novena sesión de Focusing, Wanda se visualizó como dividida en dos personas. Ella se vio delante de una pared de vidrio mirando una parte farsante, pero aparentemente dócil, de ella misma, que estaba sentada en una mesa enfrente de una enfermera. Golpeando la pared de vidrio, ella vio que la Wanda farsante era arrastrada lejos. Alternativamente, aparecieron dos imágenes. Una la mostraba en su docilidad fingida, la otra en su resistencia temerosa. Esta resistencia me involucraba a mí, ya que yo la comprometí en este proceso terapéutico; Wanda comprendería esto sólo algún tiempo después.
Después de la novena sesión, el carácter histórico de las imágenes desapareció. Gradualmente, ellas empezaron a referirse a la realidad de la situación presente que hasta este tiempo había sido tan "irreal". El mundo interno de ensueño de Wanda, lleno de imágenes que habían aparecido más bien libremente-flotantes y como un sueño para ella, fue perturbado. Había comenzado una fase crítica en el proceso terapéutico. Al permitir este proceso de Focusing, Wanda arriesgó el viejo y “seguro” equilibrio patológico. Así, ella comentó:
“Es como si alguien entrara para abrazarme... Pero entonces, usualmente me escondo bajo mis brazos. Pero de alguna manera él igual me abraza, y si yo me retiro ya no puedo escaparme. De hecho, él no me abraza, y pero igual estoy atrapada … ¡Jesucristo!... Pero a veces pienso, ‘sólo déjalo’".
En ese momento, Wanda ya no estaba más experimentándose como dividida, porque simbolizando esta división y al imaginarla en la sala de espera, ella se había vuelto capaz de apartarse un pequeño paso desde ella misma. Sin embargo, el próximo paso era desconocido y amenazante. Lo remolino de experiencias (simbolizado por palabras asideros tales como "flotando" y "girando"), que ella todavía no era suficientemente capaz de integrar, enceró muy rápidamente. Wanda estaba de acuerdo en tomar medicación prescrita por nuestro psiquiatra para mitigar sus miedos.
De la décima a la decimoquinta sesión, el Focusing condujo a una aclaración adicional. La calidad del sentimiento que inicialmente era demasiado vago estaba cambiando. Un sentimiento global de estar encerrada y estancada avanzó. Gradualmente, esto fue reemplazado por un sentimiento de desesperación. Los sentimientos agresivos de Wanda empezaron a cristalizar, seguido de sentimientos de estar atrapada, enjaulada. La esclarecedora conciencia de sentirse enjaulada tuvo un efecto liberador. Por primera vez, después de cinco meses de terapia, Wanda tenía recuerdos más positivos o neutros.
FASE MEDIA DE LA TERAPIA.
Wanda se encontró en un estado de transición. Vacilantemente, ella restableció contacto con el mundo exterior. Durante la sesión veintiuno de terapia, ella abrió sus ojos. A veces tartamudeando, pero con facilidad creciente, ella empezó a hablar durante y fuera del trabajo de Focusing. Por ejemplo, describió cómo ella observaba el mundo exterior desde su mansarda a través de una pequeña ventana.
“Antes de dormirme tuve una imagen: era el lado interno de algo alrededor... Había una puerta en eso. Allí estaba yo de pie, sí, y entonces yo caí ahí. . . Yo seguí cayendo, pero a pesar de eso yo me sostuve firme”.
Entretanto Wanda realmente se abría más al mundo. Ella habló más sobre lo que la proximidad de los otros evocaba en ella.
“A veces ocurre que cuando alguien me toca, o me abraza o algo así... Yo no sé lo que pasa pero me retiro. Esos muchachos esta tarde, yo no sé si ellos me abrazaron firme, pero yo sólo me quería ir... No sé si les pegué o no, pero de todas formas yo no quería estar ahí”.
Como mencioné antes, en este fase media de la terapia Wanda empezó a dar descripciones extensas de auto-alienación y sobre el sentimiento de no estar realmente presente. Ella indicaba cuánto se había retirado del mundo exterior, en el cual ella sólo se "comportaba" pero sin sentir realmente.
Después de aproximadamente 25 sesiones de terapia, el Focusing fue empleado dentro de una estrategia terapéutica más amplia. Ahora que Wanda empezó a hablar más fluidamente, otras técnicas (escucha empática y el parafrasear, alguna interpretación tentativa, algún ejercicio de Gestalt) también contribuyó al proceso terapéutico.
Mientras Wanda se comprometía en una relación más íntima conmigo, ella reveló algo de la auto-protección que ella necesitaba dentro de esa misma relación.
“Usted hace una pregunta, y entonces yo debo contestar. La mayoría de las veces yo doy una respuesta, pero luego no sé si realmente quise decir lo que dije. Entonces de inmediato digo algo para librarme de eso”.
Varias semanas después, Wanda exploró más profundamente cómo ella tendía a dispersarse en tal situación amenazante.
Wanda: Yo pienso que debo ser capaz de dar una respuesta inmediatamente, pero si empiezo a pensar, la mayoría de las veces me disperso, o ya no recuerdo la pregunta.
Terapeuta: Parece como si te pusieras en pánico en ese momento… ligeramente en pánico, pero no sé si eso encaja.
Wanda: Sí, entonces es como si hubiera perdido mi asidero.
Terapeuta: ¿Casi como si hubieras perdido el piso bajo tus pies, como si no tuvieras nada donde estar parada?
Wanda: Sí, a veces es como si yo estuviera en arena movediza, y luego ya no hay nada que pueda coger para sostenerme.
Terapeuta: ¿Nada de lo que te puedas agarrar, como si pudieras ser tragada?
Wanda: Sí… hundiéndome, cayéndome. Entonces, realmente me veo en arena movediza.
Al principio de la mayoría de estas sesiones, el Focusing parecía seguir siendo necesario inicialmente. Después de ese comienzo, Wanda se volvía más y más capaz de empezar a hablar por sí misma, y desarrolló la iniciativa en nuestro contacto. Sin embargo, como consecuencia de su conflicto interno y de su profundo miedo a la independencia, sin embargo, generalmente todavía era muy difícil para ella “ser capaz de querer” algo. Entre la trigésima y la cuadragésima sesión de la terapia Wanda usaba regularmente la palabra "yo". Repetidamente ella murmuraba las palabras “mi voluntad", como si probara un descubrimiento. Aunque ella temía el contacto con otros que tenían más fuerza de voluntad que ella, parecía que su sentido de sí misma se había sido fortalecido. Por lo menos, ella era capaz de explorar sus experiencias temerosas de nuevas maneras ahora, lo cual resultó tener un impacto crucial.
FASE TERMINAL DE LA TERAPIA.
Después de un año de terapia Wanda empezó a focalizarse directamente en sus impulsos contradictorios que la habían paralizado tanto hasta ahora. Cuando ella reconoció:
“Siempre que digo "sí" hay siempre algo dentro de mí eso dice "no" también”.
Usando la técnica gestáltica de la silla-vacía (Greenberg, 1984), Wanda inició un diálogo entre esos impulsos contradictorios. Adicionalmente, ella focalizó (sobre una tercera silla entremedio) acerca de cómo se sentía tener este diálogo. A este punto sus desesperados sentimientos de tristeza irrumpieron:
“Durante el día entero estoy ocupada para no pensar en eso. Me mantiene inquieta. Te deja tan cansada”.
Habiendo dicho esto, Wanda empezó a llorar. Ella no había llorado durante años. "Pienso que me había rendido hace años”, ella sollozó, "Todo sale mal. Nunca puedo hacer nada bueno". Éstas fueron semanas de malestar en las cuales Wanda me permitió apoyarla silenciosamente sosteniendo su hombro. Su miedo a la proximidad había desaparecido sustancialmente. Ella explicaba ahora que, muchas veces, ella no había querido vivir más. Explorando estos recurrentes deseos de muerte, parecía que éstos tenían que ver con su sentimiento de que independiente de lo que ella hiciera, no importa cuánto lo intentara, ella nunca podría hacerlo bien. Por primera vez ella empezó a hablar acerca de su madre. Se sentía rechazada por ella.
Wanda comenzó a hablar abiertamente sobre sus sentimientos hostiles hacia su madre, y también los expresó directamente hacia ella: "Deseo que pudiera odiarte", ella le dijo. "Entonces sería mucho más fácil para mí dejarte. Tu no me entiendes". Abiertamente, ella culpó a sus padres por enviarla a las clínicas. Inicialmente, para Navidad ella se negaba a ir a casa. "Mejor me iría a vagar por ahí", ella dijo. Cuando su madre describió sus propios sentimientos, Wanda contestó: "La manera en que te sientes ahora, yo siempre la sentía, en una lucha interna”.
Después de aproximadamente uno años y medio de terapia, la lucha interna de Wanda disminuyó. Ella desarrolló una actitud más enérgica y auto-aceptante. Su madre mencionó que por primera vez en muchos años ella vio a Wanda esforzarse por algo. En las relaciones, Wanda a veces sentía que ella aún podría comportarse con una exuberancia forzada a fin de aguantar sentimientos no bienvenidos; pero ella experimentaba el creciente contacto más fácil y más agradable. Ella compartió experiencias íntimas con su hermana pequeña y con su primera novia real. Se enamoró, y fue capaz de hablar sobre los intensos sentimientos y dilemas que esto evocaba.
Después de dos años de terapia (tres años después de la admisión a la clínica) Wanda dejó la clínica. Ella continuó la terapia conmigo como paciente ambulatoria durante un año. Hacer contacto con otras personas aún podría asustarla, ella fue capaz de explorar eso conmigo.
Aproximadamente tres años después de que nos encontráramos por primera vez, Wanda, quién vivió lejos de la clínica en el momento en que se decidió terminar la terapia. Poco después de eso, las tensiones interpersonales en casa incrementaron a tal intensidad que ella se fue a vivir con otra familia y se quedó allí. A pesar de eso, yo creo que ella se había desarrollado suficientemente en una persona separada e integrada para poder lidiar con la vida más adecuadamente que antes.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIÓN.
La terapia de Wanda plantea la pregunta de por qué Focusing no causa desintegración. A una chica obsesiva, temerosa de cualquier cambio y pérdida de control, se le pidió permitir la impredecitilidad. Uno podría haber esperado que esto aumentara sus miedos penetrantes y su caos interno. En cambio, el peligro de deterioro disminuyó.
Uno de los principales factores que restringieron el peligro de deterioro fue que el marco de referencia del método del Focusing me permitió respetar a Wanda de varias maneras: Proporcionó el ritmo, la distancia emocional, y la estructura y la cantidad de auto-control que ella necesitaba. Yo, raramente la animé a entrar en los contenidos de sus problemas. De esta manera, su miedo acerca de hablar de sus “cosas malas” disminuyó desde que ella pudo mencionar sólo lo que surgía. Todo esto sucedió al propio ritmo de Wanda, lo cual hizo el proceso lo suficientemente seguro para permitir que el experienciar ocurriera. Adicionalmente, el proceso fue facilitado porque la aproximación del Focusing me permitió respetar el miedo de Wanda de unirse conmigo al volverse una guía técnicamente orientada. Esta la atmósfera relativamente segura le permitió a Wanda a confiar en sí misma en una relación estructurada y empática. Mientras yo le proveía un ambiente estable, ella se volvió capaz de contener y procesar sus experiencias temerosas y dolorosas. En la medida que el método terapéutico utilizado le permite al terapeuta abstenerse de ser insistente y proporcione estructura de una manera firme pero sensible, puede ayudarse a los adolescentes limítrofes a desarrollarse terapéuticamente. Desde mi punto de vista, el Focusing es uno de esos métodos específicamente convenientes para proporcionar esta ocasión.
Hay otros clientes, sin embargo, que están demasiado aislados de la realidad, o que no pueden experimentarse a si mismos lo suficiente como el locus de su propia experiencia, para permitir el contacto básico con el terapeuta necesario para hacer que el Focusing sea posible. Para estos clientes se necesitan otros acercamientos terapéuticos que son sensibles a sus habilidades comunicativas severamente deterioradas. Inspirado por Carl Rogers y otros terapeutas centrados-en-el-cliente que trabajaron con clientes esquizofrénicos (Rogers, 1967), Prouty ha refinado la técnica de reflejos de Rogers para clientes psicóticos alucinantes (Prouty, 1977). Estas técnicas pueden ayudar a tales clientes a asimilar e integrar las alucinaciones que son experimentadas de una manera alienada. Prouty ilustra bellamente cómo estas personas pueden aprender a reconocer aspectos de experiencias corporalmente sentidas que son básicas a sus experiencias alucinatorias.
Terminaré citando a Wanda una última vez. Ella dijo una vez, “Sobre todo, todo yo lo veo como ser humano, y sólo en segundo lugar como un terapeuta". Si ella no me hubiera experimentado de esa manera, pienso que el proceso terapéutico no habría tenido lugar. No era simplemente una experiencia técnica con Focusing lo que hizo la situación lo bastante segura. Era más bien la manera totalmente no demandante en la que fue hecha. Se necesitan tanto la habilidad técnica como el cuidado genuino.
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Barend Santen estudió psicología del desarrollo en la Universidad de Amsterdam. Él trabaja como psicoterapeuta centrado-en-el-cliente /experiencial en De Mark, en una clínica psiquiátrica para niños y adolescentes (Centro Médico Dc Klokkenberg, Breda). Él es maestro de Focusing en la práctica privada y el Coordinador del Área para el Instituto de Focusing en los Países Bajos.
(*) Traducción: Luis Robles Campos (2010).
Psicólogo, Universidad de Tarapacá, Arica – Chile.
Fousing Trainer acreditado, Focusing Institute, New York.
Estudiante de Magíster en Psicología Clínica Adultos,
Universidad de Chile – Santiago de Chile.
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