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jueves, 13 de diciembre de 2007

Nueve Talleres Grupales de Experienciación.


NUEVE TALLERES GRUPALES DE EXPERIENCIACIÓN.


Por Luis Robles Campos.


Segunda Parte del Artículo "La Aplicación del Focusing en Contextos Psicoterapéuticos Grupales".


A continuación se presentan nueve talleres grupales de experienciación dirigidos hacia diversos aspectos de la experiencia o a temas específicos. Estos talleres fueron desarrollados para un programa psicoterapéutico grupal de corta duración (6 a 9 sesiones), sin embargo, pueden ser ejecutados en programas de mayor extensión o aplicarse de manera aislada.

Generalmente, los talleres se inician con alguna breve exposición sobre el tema a trabajar, para luego dar paso al apartado de Focusing propiamente tal. Hay cierta estructura que es conveniente mantener en la realización de cada taller, por ejemplo: dar la bienvenida, realizar una ronda de escucha para saber cómo se encuentra cada participante en ese preciso momento, plantear el tema del taller, realizar algún ejercicio de relajación si es necesario, realizar la actividad de focalización, compartir la experiencia, y agradecer la participación.

La parte de Focusing de cada sesión habitualmente se inicia dirigiendo la atención al interior del cuerpo. Enseguida se propone una pregunta que los participantes deberán realizarse interiormente, por ejemplo: “¿Cómo me siento en este momento?”, “¿Hay algún asunto que necesite atender ahora mismo?”, etc.; para luego focalizar la cualidad de la sensación sentida que se empieza a configurar; si se trata de una sensación grande o pequeña, si se percibe como agradable, desagradable, o tolerable, etc. Inmediatamente después de eso se inicia la experienciación misma, donde se les da a los participantes el espacio suficiente para que puedan compartir gradualmente su experiencia y donde el facilitador realiza la retroalimentación necesaria.

Si el número de participantes es elevado, esto es, superior a ocho personas, las actividades del taller se pueden ejecutar en duplas o en grupos pequeños, siguiendo un esquema sencillo: 1) experienciación, 2) compartir la experiencia y, 3) intercambiar turnos.

Al leer los talleres que propongo se podrá constatar que es relativamente sencillo formular una temática de experienciación en relación a cualquier tema, ajustándose a las necesidades de diversos tipos de grupos con personas con problemáticas muy diferentes.

Los talleres que se presentan son:

1) Re-Inaugurando la relación interna.
2) Despejando un espacio interior.
3) Focalizando un problema.
4) Transformando la crítica interna.
5) Cómo transformar los bloqueos en acción.
6) Re-Estableciendo el contacto con el Otro.
7) Cambiando lo de afuera desde adentro.
8) Renovando el sentimiento hacia la vida.
9) Re-Descubriendo nuestra espiritualidad.


1) Re-Inaugurando la Relación Interna.

Este sencillo pero emotivo ejercicio de experienciación es ideal para iniciar un programa de talleres de Focusing, y es particularmente útil cuando trabajamos con personas que sufren violencia intrafamiliar, depresión, o que tienen algún otro serio problema psico-social; aunque por supuesto, puede resultar beneficioso para cualquier individuo, tenga grandes problemas o no.

En “Re-Inaugurando la relación interna” se trabaja esencialmente con lo que yo llamo “imágenes sugeridas”, haciendo “una invitación para que el cliente se refiera a la sensación sentida… a través de un símbolo que nosotros (los terapeutas) proponemos pero que él mismo va desarrollando” (Robles, 2007). En este caso, se invita a los participantes a desarrollar la imagen de una persona a partir de su experiencia concretamente sentida. Más exactamente, les hago imaginar o suponer que la sensación sentida misma fuera una persona; y a partir de ahí doy sugerencias para establecer una relación e interactuar afectivamente con esa “persona interior”.

Una instrucción clave para desarrollar exitosamente este ejercicio es sugerir a las personas que se permitan formar la imagen de una persona no conocida, ya que de esta forma es más sencillo que aparezcan elementos novedosos acerca de su estado emocional; tomando en cuenta que en ocasiones la evocación de una persona significativa puede entorpecer la capacidad de focalización. Por ejemplo, en una ocasión una mujer sólo podía ver a su hijo que tiene muchas dificultades de salud y no lograba tomar distancia de los sentimientos abrumadores que habitualmente tenía al pensar en él. En todo caso, si algo similar a lo anterior llega a ocurrir a pesar de las instrucciones, resulta oportuno indicarle al participante que se visualice a si mismo frente a la persona significativa y que se centre en cómo se ve a sí mismo.

Las instrucciones usualmente las voy dando de la siguiente manera: “Trata de imaginar que esa sensación fuera una persona”, o “Deja que a partir de esa sensación se forme la imagen de una persona”, “¿Puedes ver cómo es esa persona, qué edad tiene, dónde está, cómo se siente?”

Después de unos minutos, voy consultando qué tipo de imágenes se ha desarrollado, y por supuesto el resultado es bastante creativo: Una mujer de unos cincuenta años me decía: “Una niña columpiándose, pero que teme bajar del columpio”; una persona apenas salida de adolescencia visualizaba: “Un adulto amargado”; otra con muchos problemas me decía: “Veo una mujer joven y tranquila”; otras personas estaban en contacto con: “Una viejita achacosa”, “Una mujer desnuda en una habitación oscura y fría”, etc.

Inmediatamente después, voy dando algunas sugerencias para que los participantes “interactúen” con la persona imaginada, tratando de saber qué siente, cómo se siente, qué necesita, etc.: “¿Puedes permanecer cerca de ella, hacerle compañía?”, “¿Puedes notar cómo recibe tu compañía?” En resumen, se invita a los participantes a desplegar su capacidad de aceptación, contención, comprensión, y empatía sobre esta “persona interior”, o sea, sobre sí mismos. Por ejemplo, cuando doy la instrucción de notar si aquella “persona” necesita algo, luego sugiero: “Ve si puedes darle algo de lo que ella necesita o algo que la haga sentir mejor”, y las personas responden cosas como: “Que le tome la mano y no la deje nunca más”, “Que le preste más atención”, “Que le dé un abrazo”, etc.

Como se podrá suponer, esta clase de interacción con “la persona interior” resulta muchas veces profundamente emotiva, y algunas personas pueden llorar suavemente al tener la experiencia. Por lo anterior, resulta muy conveniente realizar un compromiso para no dejar de atender y acompañar a la persona interior al final de la parte de experienciación.

Los objetivos de este taller es que los participantes desarrollen la capacidad de contactarse con sus sentimientos y de desplegar una actitud auto-contenedora hacia su propia experiencia; o sea, una actitud de Focusing; la actitud necesaria para estar en contacto con su emocionalidad de un modo directo y profundo.


2) Despejando un Espacio Interior.
Despejar un Espacio es uno de los movimientos de Focusing más ampliamente practicado y comentado en la actualidad del movimiento experiencial, teniendo ya casi una identidad propia como técnica psicoterapéutica. Cuando yo lo practico en un contexto grupal, generalmente lo presento con una breve introducción, señalando que se trata de una herramienta muy sencilla y efectiva para reducir estrés y que muchas personas lo realizan en sus vidas cotidianas cuando necesitan sentirse relajadas.

La versión de Despejar un Espacio que acostumbro practicar no es la versión tradicional que incluye el uso de imaginería guiada (Gendlin, 1981b, 1982; Alemany, 1988), con la cual se invita a los participantes a visualizar que “ponen los problemas a cierta distancia”, ya que muchos clientes se muestran incapaces de seguir tales instrucciones. Esta dificultad acerca de Despejar un Espacio puede suceder con frecuencia en un contexto grupal, ya que en tales circunstancias el contacto entre guía y focalizador no es tan personalizado, y por lo tanto, los participantes pueden permanecer sin comunicarla. Por el motivo anterior, la versión que yo realizo excluye las instrucciones de la imaginería guiada, pero pone énfasis en las Técnicas de Relación Interna propuestas por Ann Weiser Cornell (1995) y las sugerencias acerca de “Crear un Espacio” (Making a Space) de Ellen Kirschner (2003, 2007), ambos procedimientos planteados como alternativos al formato tradicional de Despejar un Espacio.

Al comienzo del ejercicio realizo sugerencias para que los participantes se tomen un tiempo para sentarse cómodamente, luego les indico la realización de unas cuantas respiraciones como preámbulo a unos pequeños pasos de conciencia sobre el cuerpo. En estos pasos se invita a las personas a prestar atención a cómo sienten sus piernas, su tronco, sus brazos, etc., distinguiendo sencillamente si allí hay tensión, cansancio, o alguna sensación agradable; como diciendo: “Ah, aquí está tenso”, o “Sí, mis brazos están cansados”.

Después de toda la acción anterior, se invita a las personas a centrar su atención en su interior y se les indica preguntarse: “¿Estoy totalmente tranquila en este momento?”, ¿Me siento totalmente bien ahora mismo?”, para que chequeen cuál es la respuesta que surge desde adentro, y en la mayoría de los casos esa respuesta es: “No, no totalmente”. Es entonces cuando se estimula a los participantes a identificar uno a uno los problemas o preocupaciones que están llevando en ese momento, y que les impiden sentirse de un modo más agradable. Se puede recomendar anotar cada uno de los problemas que están identificando, enfatizando que no es necesario que enlisten todos los problemas que tienen en sus vidas, sino que solamente aquellos que se sienten “ahora mismo”. En esta parte del proceso, se puede utilizar papel y lápiz para anotar cada situación, pensamiento, sentimiento o sensación física estresante que se ha detectado, o bien se puede utilizar el dibujo de la silueta de una persona para que los focalizadores vayan situando cada problema en la parte del cuerpo que la sienten, quizás con algún color que refleje como se siente ese asunto.

Es de suma importancia que las personas no sólo identifiquen qué problemas llevan, si no que también cómo es que se siente cada uno de ellos. Por ejemplo: “Me preocupa que no nos alcance la plata este mes, esto es como algo tenso aquí adentro”; o bien, que identifiquen como ellas se sienten en relación a ese problema: “La enfermedad de mi hija… Siempre estoy alerta sobre eso”. En cualquier caso, es importante motivar a las personas a probar una actitud de “reconocimiento” hacia cada cosa que surge, sin necesidad adentrarse en el problema, y “resonar” si efectivamente las palabras que han elegido para describir cómo se sienten con el problema se ajustan a lo que concretamente están experienciando. Después que los participantes han identificado diversas situaciones estresantes, y han tomado conciencia de cómo se sienten con cada una de ellas, se les invita a distinguir cuál es la nueva sensación que va a apareciendo, la cual por lo general es más agradable, o “despejada” Si no lo es, se dan instrucciones para “desidentificarse” de ella; o sea, para que los participantes diferencien que aquella sensación o sentimiento no es toda su persona, sino que sólo “una parte” de su experiencia, una parte con la cual se pueden relacionar. Todos esos pequeños pasos: “reconocimiento”, “resonar” y la “desidentificación”, constituyen algunos movimientos de las citadas “Técnicas de Relación Interna” de Ann Weiser Cornell.

Ahora bien, si nada de lo anterior resulta del todo efectivo, o bien si el facilitador del taller lo prefiere de todos modos, es posible utilizar los pequeños pasos de “Crear un Espacio” que Ellen Kirschner sugiere. Éstos consisten básicamente en la persona advierta si está presionando la sensación de alguna manera, o si se está enjuiciando a si misma por tener aquel sentimiento, o incluso si está realizando el ejercicio con apuro; para que finalmente pueda darle a ese sentimiento interior todo el espacio y el tiempo que requiere para llegar a transformarse en una sensación espaciosa y agradable. Para lograr esto se puede sugerir: “¿Puedes darle un montón de espacio en tu interior a ese sentimiento?”, o “¿Puedes darle permiso a ese sentimiento para que esté allí sin ningún tipo de presión?”, “Tal vez te puedas tomar un tiempo para estar con eso sin estar ‘mirando el reloj’”, etc., hasta que se logre el efecto de reducción de estrés deseado.


3) Focalizando un Problema.

Esta es la versión grupal y experiencial de la actividad que se realiza de forma espontánea en muchas sesiones de psicoterapia de cualquier orientación: focalizar el significado que una persona tiene acerca de un problema y tratar de llevar ese significado adelante, o de elaborarlo de alguna manera.

“Focalizando un problema” puede ser realizado habiendo o no ejecutado previamente el movimiento de Despejar un Espacio, y se puede practicar varias veces a lo largo del proceso grupal, para centrarse en las dificultades que las personas van enfrentando de tiempo en tiempo. Por supuesto, no es necesario realizar siempre talleres con temas pre-programados.

Se inicia el taller invitando a los participantes a elegir un problema que estén llevando en ese momento y sobre el que necesiten expresarse. Generalmente, yo guío a identificar varios aspectos sobre ese asunto: 1) Qué sienten con él, 2) Dónde lo sienten, en qué parte de su cuerpo, 3) Cómo lo sienten, y 4) Cómo se sienten al tener ese sentimiento. Entonces las personas pueden darse cuenta, por ejemplo, de algo como: “Siento pena, la siento en el pecho, es una pena que está apretada, y me asusta sentirla”. Alternativamente, se les puede sugerir que busquen una imagen que calce con lo que están experienciando, o que busquen otras palabras que describan en mayor detalle ese mismo sentir.

Después de haber realizado las preguntas generales que se mencionaron arriba, se pueden plantear preguntas específicas, como: “¿Qué es lo peor de esta situación para usted?”, “Mientras atiende esa sensación, ¿siente que surge algo nuevo?”, etc. También es posible sugerir preguntas de movimiento, tales como: “¿Qué hace falta en su interior ahora mismo?”, “Si ese problema estuviera solucionado, ¿Cuál sería el sentimiento que tendría?”, “Si ya ha surgido algo de tranquilidad, ¿es posible que la pueda sentir más plenamente?”

Si algún participante no logra llevar adelante el sentimiento que tiene acerca del problema, es recomendable consultar qué clase de relación tiene con el asunto: “¿Te estás presionando de alguna manera acerca de ese problema? Quizás puedas notar si te estás forzando a ser siempre fuerte acerca de aquello o si te estás presionando a resolverlo tu sola y de inmediato”

Es necesario enfatizar sugerencias que alienten a los focalizadores a relacionarse de un modo afectivo, cuidadoso o compasivo con cada sentimiento que surge, para que finalmente logren darse cuenta de nuevos aspectos de su experiencia acerca del problema: “La pena estaba ahí porque no había querido asumir que mi relación de pareja fracaso, necesito dejar que eso pase, no seguir aferrada a la idea que se va a solucionar. Cuando siento que lo dejo ahí, siento que descanso, lo siento de verdad”.

Muchas veces cuando realizo este taller voy anotando en una pizarra las palabras más significativas de aquello que expresan los participantes, así, finalmente es posible visualizar cómo cambió el sentimiento a lo largo del taller.


4) Transformando la Crítica Interna.

Básicamente, se trata de la aplicación del método para psicoterapia individual acerca de la crítica interna propuesto por Mia Leijssen (1998) aplicado en un contexto grupal, aunque pos supuesto también incluye elementos de otros autores (Gendlin, 1996; Hinterkopf, 1998; Weiser Cornell, 2005; McGavin, 2006) que también se han referido de forma específica acerca de este aspecto de la experiencia.

Para dar inicio al taller realizo una sintetizada introducción acerca de la Crítica Interna, partiendo por una sencilla definición: La Crítica Interna es cualquier forma de actuar, cualquier pensamiento o sentimiento en contra de nosotros mismos, que nos impide desarrollarnos, expresarnos libremente y ser felices. Se manifiesta como autocrítica, autoexigencias, pensamientos negativos, u otras formas, y puede producir tensión, desgano, culpabilidad, rabia hacia uno mismo, autoflagelaciones o incluso intentos de suicidio. Su origen se haya en la crítica de figuras significativas a partir de nuestra infancia, en la vivencia de experiencias traumáticas de abuso, o en relaciones conflictivas de nuestro presente.

La parte experiencial se enfoca esencialmente en los aspectos que Leijssen (1998) propone cómo útiles para procesar la Crítica Interna: 1) Identificarla, 2) Desidentificarse de ella, 3) Darle una imagen concreta, 4) Explorar su función pasada y presente, 5) Asignarle un nuevo lugar, y 6) Volver a la parte criticada.

Para identificar un sentimiento ligado a la Crítica Interna se invita a los participantes a realizarse internamente preguntas como: “¿Te sientes totalmente cómodo con tu manera de ser?”, “¿Estás totalmente a gusto con tu cuerpo”?, o “¿Estás totalmente tranquilo con las decisiones que has tomado en tu vida?”. Se da el tiempo para que los participantes chequeen estás preguntas contra su sensación sentida, y en la mayoría de los casos la respuesta que surge es confirma la presencia de aspectos ligados a la Crítica Interna. De inmediato se da la oportunidad para que los participantes se refieran a eso, si lo desean, apareciendo allí comentarios como: “Me encuentro aburrida y fea”, “Siento que he fracasado muchas veces y no me lo perdono”, “No me gusta hablar en público, pienso que lo que voy a decir es tonto”, “Siento que he sido mala mamá”. Estás expresiones pueden ser reflejadas de un modo especial para lograr la desidentificación, nombrándolas como lo que son, sólo una parte de la experiencia de la persona, no toda ella: “Hay una parte de ti que siente que no has sido buena madre”, “Hay un sentimiento en ti que no perdona los fracasos”, “Hay una especie de voz enjuiciante que no te permite hablar en público”, etc.

Darle una imagen concreta a la Crítica Interna es uno de los elementos más valiosos de este taller. Se le puede sugerir a los focalizadores que busquen una figura real o imaginaria que represente como se siente el aspecto crítico en su interior. Yo he tenido la oportunidad de escuchar todo tipo expresiones para esta sugerencia: “Una profesora que me ridiculizó en clases”, “Mi mamá que siempre me pegaba”, “Un puente cortado”, “Mi hijo que murió”, “Yo misma”, “Un mosquito”. En este punto de la actividad se despiertan en los participantes todo tipo de emociones y recuerdos, los cuales son convenientes explorar, al mismo tiempo que se les relacionan con sus dificultades presentes. Así, la persona que mencionaba que le daba vergüenza hablar en público podría notar que su mamá siempre le ha criticado sus opiniones, desde pequeña. La idea es que las personas lleguen a establecer, quizás con la ayuda del terapeuta, algunas conexiones entre el aspecto crítico y su manera de actuar, por ejemplo: “Siempre estoy tratando de decir hacer o decir lo correcto, por miedo a que me critiquen de nuevo”.

Para desentrañar más aspectos de la función presente de la Crítica Interna, también resulta valioso invitar a los participantes a ponerse en su lugar, a acogerla y escucharla, en lugar de rechazarla: “¿Por qué eso necesita ser tan duro contigo, tal vez necesita algo, tal vez le preocupa algo…?” Este tipo de instrucción puede conseguir respuestas como: “Esa parte de mi es así, porque no quiere que me rechacen otra vez”.

La parte crucial del taller viene cuando se dan las sugerencias de poner el aspecto crítico (el cual se ha simbolizado con una imagen concreta) en un lugar adecuado para que no vuelva a resultar tan perturbador; pero ya que las personas pueden estar experienciando de manera tan diferente, es indispensable dar una instrucción amplia: “Ve si puedes colocar esa parte crítica a una distancia o en lugar donde no te haga daño, o donde pueda descansar… Si eso es algo agresivo ve donde sería conveniente ponerlo… Si es algo delicado tal vez necesite un mejor lugar… O si es algo muy tuyo tal vez necesites darle algo…” Así las personas podrán expresar por ejemplo, que han puesto al Crítico en un basurero, o hundido en el mar, o al otro lado de un río; en caso que se tratara de algo agresivo y amenazante. También puede ser que el Crítico sea acogido en vez de sancionado, si se trata de algo muy propio de la persona. O bien, puede ser cobijado en un lugar seguro (“dentro de mi corazón, por ejemplo) si se trata de algo delicado, como el pequeño hijo fallecido de la mujer.

En cualquier caso, siempre es necesario volver a la parte criticada para revisar cual es la nueva sensación que surge; quizás: mayor libertad, perdón, rabia por largo tiempo no expresada, una tristeza más sana, una nueva sensación de energía, etc.

Sin lugar a dudas uno de los talleres más poderosos de los nueve que se proponen aquí.


5) Cómo Transformar los Bloqueos en Acción.

Este taller está basado en las reflexiones de Ann Weiser Cornell (1993) acerca de cómo usar el Focusing para trabajar en aspectos de nuestros hábitos o nuestras decisiones en los cuales nos sentimos estancados o bloqueados. Ella plantea que los “bloqueos de acción” tienen una dinámica particular en la que hay “una parte” de nosotros que “sí quiere” encaminarse hacia la acción y “otra parte que no”; ésta última sería el aspecto de la experiencia que aún no ha sido escuchado y que necesita explorarse, principalmente. Este mismo sencillo planteamiento es el que constituye la introducción de este ameno taller.

Iniciando la parte experiencial de la sesión, se invita a los participantes a precisar un aspecto de sus vidas en los que se sienten particularmente bloqueados y sobre el cual les gustaría trabajar. Se enfatiza que de preferencia elijan actividades que sólo dependan de ellos, que no requieran un gasto económico importante, y que puedan ser realizadas a corto plazo. Por supuesto, inmediatamente se dan ejemplos de actividades sobre las cuales resulta particularmente fructífero trabajar: un programa de ejercicios, una dieta, una postergada visita al médico, la realización de alguna actividad recreativa como un pequeño paseo, o visita a un ser querido, volver a retomar el tejido o la pintura, las visitas a la iglesia, buscar información para realizar algún un trámite de importancia, etc. Como puede apreciarse, todas estas actividades son factibles de llegar a concretar, sobre todo porque sólo dependen de la persona para su realización y no de muchos otros factores externos a ella.

Cuando las personas ya han elegido y comentado sobre cual actividad les gustaría trabajar, hablamos un momento acerca de eso. Si una persona no se puede decidir sobre qué situación trabajar, la invito a elegirla experiencialmente, prestando atención a cual necesita resolver más prontamente. Cuando hablamos acerca de la situación elegida, nunca hago pregunto sobre detalles íntimos, sólo cosas generales como: “¿Cuánto tiempo llevas postergándolo?”, “¿Cómo te hace sentir no haberlo realizado hasta ahora?”, “¿Cómo crees que te beneficiaría llegar a concretarlo?”, etc.

En el momento en que se inicia el Focusing propiamente tal, se invita a los participantes a preguntarse qué hay acerca de la situación en las que se sienten bloqueados, para que obtengan una sensación sentida del asunto y puedan conocer más profundamente que sentimientos les impiden concretar la acción. Cuando esto ocurre, una y otra vez se descubren sentimientos de vergüenza, temor al fracaso o al ridículo, miedo al rechazo, sentimientos de soledad, etc., casi siempre sentimientos que necesitan de compañía y contención, lo cual nos señala que la clave de este ejercicio es ser compasivos hacia esos aspectos vulnerables de la experiencia.

Si los participantes ya están claros acerca de qué clase de sentimientos estaban implícitos en el bloqueo, se les invita a sentir los sentimientos que sí tienen una dirección hacia la acción, para obtener una sensación de energía desde ellos. Después, se les invita a imaginar o sentir detenidamente cómo se sentirían realizando la actividad, para luego sugerirles que determinen experiencialmente un pequeño paso hacia la acción, como poner una nota recordatoria y motivadora frente a la cama, anunciar la visita, buscar información que ayude a salir del bloqueo, o algo similar.

En síntesis, se finaliza el taller realizando una recomendación para hacer un compromiso con uno mismo para no dejar la situación tal cómo estaba (aunque por supuesto la situación ya no es la misma una vez que ha sido explorada experiencialmente).

Se deja en claro que no existe obligación con el facilitador o con el grupo acerca de llegar a concretar la acción, pero que si gustan pueden compartir cualquier avance o sentimiento al respecto en las próximas sesiones. Cuando eso llega a suceder hay resultados diversos, pero la mayoría implican un paso más allá del bloqueo, por ejemplo: concretar la acción, darse cuenta que no necesitan realizar la acción que ellos habían pensado sino algo diferente (“Me di cuenta que no necesito mandarle una carta a mi papá, sólo necesito ser más cariñosa con él, con eso me basta”), o sencillamente visualizar algún aspecto sobre el asunto del cual nunca antes se habían dado cuenta, por ejemplo, una mujer mencionaba que su bloqueo acerca de ir a buscar un trabajo no sólo tenía que ver con un temor a fracasar sino que también con un resentimiento hacia su marido y sus hijos, algo que sentía que debía explorar más detenidamente.


6) Re-Estableciendo el Contacto con el Otro:

La misma estructura del taller anterior puede usarse para trabajar los bloqueos que existen en nuestras relaciones interpersonales. Yo la he aplicado para realizar un taller que titulo “Re-Estableciendo el Contacto con el Otro”, en que las personas se enfocan sobre dificultades tales como: problemas de comunicación en la pareja, trabas para ser más cariñosas con sus hijos, o para ir a más allá de un conflicto con alguno de sus familiares. No es esencial que las personas elijan una relación en la que tengan problemas, también pueden enfocarse en una relación que ya es buena, pero que podría ser mejor, tal vez aún más fluida, más espontánea o más creativa.

La parte experiencial se puede iniciar invitando a los participantes a chequear interiormente si hay alguna relación con otra persona que les gustaría mejorar o profundizar, o si hay alguna incomodidad relacional con alguna persona significativa (familiar, amigo, compañero de trabajo, etc.) que ellos quisieran resolver o sentir de otra forma. Entonces, es posible que las personas digan cosas como: “Siempre he querido agradecerle a mi suegra todo lo que me ha ayudado, me gustaría darle un abrazo, pero al final nunca lo hago, no se por qué”; o “Antes era más cariñosa con mi marido, pero, usted sabe, la monotonía va matando el amor…”

El taller se enfoca a la parte que sí quiere mejorar y profundizar la relación, y también en la parte que se siente bloqueada, a la que le cuesta encaminar la acción. La idea es que los focalizadores logren identificar que sentimientos propios están limitando el desarrollo de la relación. Así, la persona que necesitaba acercarse a su suegra, puede darse cuenta que tiene “una especie de temor”, y que tal sentimiento proviene de la relación con su propia madre, quien siempre le respondía con evasivas o con bromas absurdas cada vez que ella le intentaba dar un abrazo. Mientras que la persona que sentía que la monotonía estaba deteriorando la relación con su marido, tal vez pueda experienciar ahora que esa idea sencillamente no le sirve y que sólo tiene que decidirse y practicar el cariño hacia él, porque su necesidad de acercarse se siente “más grande y más real”; que no lo tiene que analizar tanto.

Sin dudas este es uno o de los talleres más satisfactorios para los integrantes del grupo, porque después de él se sienten con renovadas energías para interactuar con los Otros significativos en sus vidas.


7) Cambiando lo de Afuera Desde Adentro.
También es posible y muy útil ejecutar un taller que facilite el cambio comportamental (lo de afuera) a través de aproximaciones sucesivas establecidas experiencialmente (desde adentro). Gendlin (1996), se ha referido a cómo es posible utilizar el Focusing para decidir pequeños pasos para superar la dificultad de hablar en público o de relacionarse con el sexo opuesto, o algún otro aspecto conductual que necesitemos cambiar para alcanzar cualquier otra meta que nos parezca difícil.

Es indispensable que antes de realizar este ejercicio, el facilitador entregue una pequeña orientación comentando cómo muchas personas se frustran cuando intentan imponerse la consecución de una meta de forma inmediata; y como muchas otras logran sus objetivos dividiéndolos en pequeños pasos que son fácilmente realizables, que esa será el objetivo de la actividad.

Este taller puede ser especialmente útil en un programa dedicado a un problema específico: Adicciones, hábitos alimenticios no saludables, por ejemplo en personas hipertensas o diabéticas, etc., y puede ser ejecutado una vez cada dos semanas o una vez al mes, o en medio de otros talleres, según sea la necesidad.

Un ejemplo de cómo puede funcionar este taller: Una participante puede decidirse a focalizar en su estancamiento para buscar empleo. En el taller para trabajar los bloqueos ya se había dado cuenta que le da miedo fracasar, y que además se siente obligada a permanecer en casa atendiendo a su marido e hijo. Entonces puede que haya resuelto poner carteles recordatorios en su casa, animándose a buscar datos de trabajo; un paso de cambio conductual muy pequeño (pero bastante beneficioso) hacia la meta que desea alcanzar; y en este otro taller se puede enfocar en su sensación sentida para establecer desde ella un nuevo pequeño paso hacia adelante, pudiendo notar que puede ir a la peluquería para arreglar su peinado, y que además puede revisar el ropero para tener lista una tenida con la cual se pueda presentar a dejar un currículum; otros dos pequeños pasos que la dejarían más cerca de su meta.

Resulta conveniente que los participantes vayan chequeando experiencialmente cómo están llevando su proceso de cambio. Por ejemplo, se puede iniciar el taller proponiendo la siguiente pregunta: “¿Cómo me siento hoy con lo que ya he logrado para lograr mi meta?”. Luego, se puede focalizar sobre la motivación presente de los participantes para continuar con su propósito: “¿Cómo me siento en este preciso momento acerca de mis intenciones de seguir avanzando?”. Más tarde se puede enfocar la posibilidad de establecer un nuevo paso de ajuste conductual: “¿Qué puedo hacer ahora para acercarme a mi meta?”, “¿Me siento seguro para realizar este paso?”, “¿Hay algún tipo de temor o ansiedad que me pueda dificultar el logro de este pequeño avance?”, etc.

La idea en este enfoque de cambio conductual es mantener, en la medida de lo posible, una postura centrada-en-la-persona; sin embargo, es posible cooperar con los participantes de una manera más activa, si ellos lo requieren, proponiéndoles algunos posibles pasos que “podrían” ayudarles a acercarse a su meta. Aunque, por supuesto, quienes deben decidir cuál serán en definitiva los pasos a seguir, siempre serán los focalizadores, y en ningún caso quien facilita el taller.


8) Renovando el Sentimiento Hacia la Vida.
Este taller está basado en el trabajo de Eugene Gendlin (1981), Elfie Hinterkopf (1998) y Marine De Freminville (2006) acerca de los “Sentimientos de Trasfondo”; aquellos sentimientos predominantes que las personas tienen acerca de la vida (a lo largo de sus vidas).

Para ejecutar correctamente este taller es necesario comprender que los “Sentimientos de Trasfondo” constituyen una entramada y compleja red de significados que se han configurado con experiencias pasadas, introyecciones de creencias familiares, influencias culturales, y el impacto de realidades socio-económicas (pobreza, falta de oportunidades, etc.). Por ejemplo, una persona puede tener una clara sensación de que la vida es injusta y que, por lo tanto, la felicidad es imposible, ya que ha asociado la posibilidad de una buena vida sólo al porvenir económico. En otro caso, un individuo puede haber interiorizado la idea (muy arraigada en la cultura occidental) que una felicidad más permanente no es posible, y que apenas se puede aspirar a breves momentos de alegría. También puede ser algo tan personal y específico cómo: “Yo me paso la vida pensando en los problemas y en las cosas que me faltan, sin detenerme a disfrutar de todo lo bueno que ya tengo”. Los Sentimientos de Trasfondo, por supuesto, no son algo fijo, pueden cambiar de tiempo en tiempo, dependiendo de las experiencias vitales en la que nos encontremos.

Por lo general, no realizo este ejercicio de experienciación en las primeras sesiones del proceso grupal, si no que siempre lo dejo para el final, cuando los participantes ya han desarrollado su habilidad de focalización. Lo anterior es esencial, ya que muchas personas pueden replicar en el taller una serie de ideas preconcebidas que tiene acerca de la vida, sin atender su proceso experiencial, es cual es más rico y detallado que cualquier idea preconcebida. Por ejemplo, en una ocasión una mujer me decía: “Yo no se que sentido tiene la vida si hay tanta guerra y tanto sufrimiento en el mundo”; lo cual era una frase cliché que había escuchado muchísimas veces probablemente, pero lo que ella experienciaba acerca de la vida era en realidad algo mucho más complejo: “…Ser feliz… Nada más. Eso es todo lo que una quiere, pero de repente a una se le olvida que quiere eso…” Al reflejarle sus palabras, ella se daba cuenta que su Sentimiento de Trasfondo era una necesidad de bienestar no saciada, e incluso muchas veces olvidada. Más tarde ella diría: “¡Es como si ya supiera que tengo hambre, pero se me olvida que tengo que ir a buscar algo para comer!”

La parte experiencial del taller se realiza atendiendo seis pasos o aspectos que pueden ayudar a los participantes a desentrañar un Sentimiento de Trasfondo (De Freminville, 2006): 1) Identificar un sentimiento que tenga la característica de estar “siempre o casi siempre presente”, 2) Advertir cómo nos sentimos con él, 3) Tomar distancia de tal sentimiento (si es necesario), 4) Ver si se relaciona con algo reprimido, o con algo que haya ocurrido concretamente en nuestras vidas, en el pasado o más recientemente, 5) Identificar si ese sentimiento es más bien algo aprendido de otra persona, que en el fondo no nos identifica, y 6) Sentir como sería vivir más allá de ese sentimiento.

Cómo paso preliminar a los seis anteriormente citados, resulta conveniente realizar Despejar un Espacio, para que los participantes puedan ir más allá de sus preocupaciones presentes y puedan identificar un sentimiento más profundo. Enseguida se puede invitar identificar un Sentimiento de Trasfondo y ver cómo se siente: “Ve si hay algún sentimiento que esté siempre o casi siempre presente en tu vida, un ‘Siempre asustado’, ‘Siempre negativo’, ‘Siempre tratando de hacer todo bien’…”, “¿Este sentimiento te da una sensación de inquietud, desgano, energía?... ¿Te puedes relacionar amigablemente con ese sentimiento?”.

Si el sentimiento identificado resulta desagradable o incomodo es posible tratar de tomar cierta distancia de él, chequeando por ejemplo, cómo sería la vida si ese sentimiento no estuviera, o si uno lo puede dejar a un lado por un momento. Si por el contrario, el sentimiento trae consigo una energía vital, invitar a los participantes a sentirlo más plenamente es un movimiento sumamente conveniente.

Para profundizar la experienciación se invita a los focalizadores a notar si el sentimiento que han descubierto está ligado a alguna experiencia del pasado reciente o distante; quizás a alguna experiencia traumática, o a una serie de eventos significativos. Muchos participantes ligan este sentimiento a su historia familiar, al tipo de afecto y comunicación que había con sus padres o con quienes los cuidaban. Por ejemplo, en un taller una mujer me decía que el sentimiento identificado (temor constante), le evocaba una imagen de su niñez, pero que no lograba precisar si se traba de algo que había soñado o que realmente había ocurrido, y que además tal imagen la había tenido muchas veces a lo largo de su vida, de una manera fugaz. Más específicamente, ella se veía cuando era niña, asustada debajo de una mesa. Cuando revisó que había en esa imagen se dio cuenta que siempre se había sentido desprotegida ya que su mamá nunca fue claramente afectuosa con ella. Ahora se explicaba porqué se asustaba cuando se enfrentaba a situaciones nuevas o inesperadas, o cuando tenía que ir en locomoción colectiva o al supermercado.

En otros casos, las personas podrán descubrir que sus sentimientos predominantes hacia la vida son sólo ideas aprendidas de alguien más. Por ejemplo, una participante había interiorizado de la actitud innecesariamente sacrificada de su mamá la siguiente idea: “Todos tienen derecho a ser feliz, menos yo”, y se sentía sumamente conmovida al darse cuenta que actuaba según esa creencia. Para llegar a este punto del taller el facilitador puede preguntar abiertamente: “¿Sientes que ese sentimiento es realmente tuyo o sólo lo aprendiste de alguien más, quizás en tu familia?”, o “¿El sentimiento te identifica plenamente?”, “¿Cómo se siente tu cuerpo cuando tienes este sentimiento, es algo que le acomoda, es algo que le resuena bien, o es algo que le incomoda?”.

Finalmente, se hace la invitación para que los participantes traten de ver cómo serían ellos mismos más allá de ese sentimiento, qué nueva sensación de vida es la que aparece tras explorar el Sentimiento de Trasfondo, qué es lo mejor de la nueva sensación, etc.

El resultado del taller, no necesariamente implica un cambio experiencial profundo, pero sí acerca a los participantes a aspectos de su experiencia que nunca antes habían atendido, y que les entregan una imagen más amplia acerca de su disposición hacia la vida. Aquellos participantes a los que el taller les resulta particularmente significativo, tienden a darse cuenta de sus viejos patrones de creencias acerca de la vida en sus vidas cotidianas, pudiendo modificar sus positivamente sus actitudes: “Ahora ya no me enojo tanto con mis hijos, me acuerdo que es mejor vivir en paz, que no tengo que tratar que todo sea perfecto…”


9) Re-Descubriendo Nuestra Espiritualidad.
Este taller está basado en el trabajo de Elfie Hinterkopf (1998) acerca de la integración de la espiritualidad en psicoterapia. Para ella “la espiritualidad es una parte básica de la experiencia humana” (p.1), y por lo tanto, es inherente a cualquier persona, sea religiosa o no, y tenga o no tenga fe en algún tipo de deidad. Esta definición amplia y flexible acerca de esta dimensión de la experiencia incluye la vivencia potencial de un proceso personal de crecimiento en el cual ocurre un cambio positivo en el significado acerca de uno mismo, de los otros y de la vida en general, situada en un contexto cósmico
[1]

Para iniciar la actividad se pude señalar a los participantes que las personas tenemos diferentes formas de experienciar nuestra espiritualidad; que algunos no creen en Dios pero sí tal vez en una “sabiduría universal” o “de la naturaleza”, y que aquellos que creen en Dios lo hacen de diferentes maneras, quizás practicando algún tipo de religión o de una manera personal y reservada; pero que finalmente todos tenemos algún sentimiento acerca del hecho de existir junto a otros seres (vivos e inertes) en la amplia infinitud del universo.

La parte experiencial se puede iniciar invitando a los participantes a conectarse con su interior para preguntarse: “¿Cómo me siento con Dios en este momento de mi vida?” o “¿Cómo me experimento a mi mismo siendo parte de la humanidad, de la tierra y del universo, en este momento de mi vida?” Es posible chequear este sentimiento de manera detallada: “¿Cómo es ese sentimiento dentro de mi? ¿Lo veo de alguna forma, color, aroma?”, “¿Qué es lo mejor acerca de esto que siento?”, ¿Qué es lo peor acerca de esto que siento?”, etc. Es importante enfatizar que no debe haber apuro para formular una respuesta para estas preguntas, que todo el proceso se puede realizar muy lentamente (quizás un taller extenso dividido en dos partes).

Los participantes pueden expresar sentimientos de todo tipo acerca de su sentir acerca de Dios o de su ser parte del universo, por eso, otro tipo de preguntas muy útiles para este taller pueden ser: “Si este sentimiento negativo (o positivo) estuviera expresando una necesidad mía, ¿qué sería?”, “¿Qué me dice este sentimiento acerca de mi relación con Dios?”, “¿Qué dice este sentimiento acerca de mi lugar en la vida y el universo?”, “¿Este sentimiento me sañala que necesito relacionarme de un modo diferente con Dios o con la vida?”, etc.

Cuando los participantes han expresado lo que experiencian al focalizar estas preguntas, y se han develado diversos sentimientos relacionados (cómo se sienten acerca de los sentimientos que aparecen, desde qué experiencias pasadas se están configurando esos sentimientos, etc.), puede resultar muy valioso invitarlos a atender su sentir acerca de ser un ser único e irrepetible entre los seres humanos, o entre los miles de millones de seres vivos en el planeta Tierra. Lo anterior puede contribuir a que las personas tengan una sensación de mayor conexión consigo mismas, con los demás, con la vida, con la naturaleza, con el universo, y con Dios.

Otras variaciones de este taller pueden incluir la experienciación del significado acerca de símbolos, expresiones o relatos de carácter espiritual, como por ejemplo, alguna enseñanza de Jesús, Buda, u otra persona significativa en el contexto de una practica espiritual.


Comentario final.

El propósito central de este artículo ha sido contribuir a ampliar el conocimiento acerca de la aplicación del Focusing en contextos psicoterapéuticos grupales. Por supuesto, las reflexiones que expongo sólo corresponden a mi propia visión acerca del tema, y aún cuando ésta está limitada a mi conocimiento y experiencia sobre el mismo, creo que aportan algunos elementos modulares sobre el tema en cuestión.

Espero que más facilitadores se sientan motivados a incluir el Focusing en su trabajo de grupos, ojalá probando otras variaciones a las temáticas y sugerencias aquí propuestas.


Notas al Pie de Página.


[1] Esto se refiere a lugar que tiene la propia existencia en el amplio contexto de la creación universal; considerando que somos parte de la humanidad, de los seres vivos, del planeta Tierra, del universo, e incluso de alguna deidad o ente primigenio creador de todo lo existente.



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