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domingo, 14 de mayo de 2023

EL PROCESO DIFÍCIL DEL CLIENTE (Margaret Warner, 2013)

EL PROCESO DIFÍCIL DEL CLIENTE

 

Margaret Warner

 

Warner (2013). Difficult Client Process. En M. Mick Cooper, et al. (Eds.), The handbook of person-centred psychotherapy and counselling. Second Edition (pp. 343–358). Basingstoke: Palgrave Macmillan.

 

 

Este capítulo trata sobre:

 

      El concepto de ‘proceso’ dentro de la teoría centrada en la persona.

      La noción de proceso difícil como una forma alternativa de pensar en clientes que tradicionalmente han sido diagnosticados con trastornos severos.

      Cómo se desarrollan las capacidades de procesamiento y relacionarse, y cómo éstas pueden desarrollarse fuertemente o resultar frustradas; todo esto visto como una adición a la teoría del desarrollo de Rogers.

      El proceso frágil, en el que los individuos tienen dificultad para mantener la experiencia en atención, modular la intensidad de la experiencia y recibir la experiencia de los demás sin sentir que su propia experiencia o sentido de sí mismo ha sido aniquilado.

      El proceso disociado, en el que los individuos convincentemente se experimentan a sí mismos como teniendo sí mismos casi autónomos que no están integrados entre sí durante ciertos períodos de tiempo.

      Investigaciones relativas al desarrollo de las capacidades procesales y relacionales en las relaciones de apego de la primera infancia.

 

 

La mayoría de los clientes encuentran reconfortante y satisfactoria la experiencia de ser entendidos dentro de una relación genuina y de valoración, incluso cuando se enfrentan a asuntos difíciles y dolorosos. Si bien la experiencia de la psicoterapia centrada en la persona rara vez es fácil, la mayoría de los clientes, en mi experiencia, encuentran un flujo entre los cambios en su experiencia momento a momento y el desarrollo de nuevas comprensiones. Tales comprensiones se integran en un sentido evolutivo del yo. Y este tipo de cambios generan naturalmente la exploración de nuevas opciones de vida. El proceso inmediato de los clientes, su sentido de tener un sí mismo sólido e integrado y su sentido de agencia personalmente arraigada se desarrollan y fortalecen mutuamente.

 

Pero con algunos clientes, la experiencia de la psicoterapia es mucho más difícil, ya sea para los propios clientes, para sus terapeutas o para ambos. Tal proceso difícil puede poner en peligro la capacidad de los clientes para continuar con la terapia o puede conducir a crisis innecesariamente intensas y hospitalizaciones. La experiencia de los clientes puede ser difícil de varias formas interrelacionadas: en cuanto a la capacidad de los clientes para procesar la experiencia inmediata, su capacidad para mantener un sentido de sí mismos y su capacidad para tomar decisiones de vida congruentes. El proceso difícil no se ofrece como una forma de diagnóstico de personas, ya que los clientes particulares pueden experimentar más de una forma de proceso difícil. O pueden experimentar formas difíciles de proceso en diferentes grados. Pueden encontrar su proceso difícil en algunos aspectos de su experiencia, pero no en otros.

 

He identificado tres formas de proceso difícil en mi propia práctica: "proceso frágil", "proceso disociado" y “proceso psicótico". Estoy segura de que también podrían identificarse otras formas de procesos difíciles. En mi opinión, el proceso psicótico se aborda muy bien a través del trabajo de Garry Prouty (ver Prouty, 1994 y el Capítulo 22). En este capítulo, me limitaré a discutir el proceso frágil y disociado. Además, en aras de la brevedad, estoy discutiendo el proceso difícil del cliente a nivel individual, aunque se podría decir mucho sobre el proceso difícil tal como se desarrolla en las  relaciones, grupos y sociedades.

 

Es probable que los terapeutas provenientes de orientaciones más diagnósticamente inclinadas apliquen diagnósticos bastante severos a los clientes que están experimentando formas de procesos difíciles, como el trastorno de personalidad narcisista, el trastorno límite de la personalidad o el trastorno de identidad disociativo (American Psychiatric Association, 2000). Algunos teóricos ven a estos clientes como particularmente propensos a ser complicados o manipuladores, o como queriendo, desde un nivel inconsciente, crear dolor y confusión en el terapeuta (ver, por ejemplo, Kernberg, 2000; Ogden, 1977). Aunque los terapeutas centrados en la persona pueden reconocer aspectos conductuales de estas categorías diagnósticas en sus clientes, es probable que piensen en estos clientes de manera muy diferente a como lo hacen los terapeutas de otras orientaciones. Y abordan la relación terapéutica con estos clientes de una manera muy diferente.

 

Al conceptualizar formas difíciles de proceso, mi intención no es alterar o agregar algo a las "condiciones necesarias y suficientes" del cambio psicoterapéutico propuestas por Rogers. Considero que un estilo de psicoterapia clásicamente orientado y no directiva es particularmente útil para trabajar con estos clientes. Más bien, espero aportar al repertorio de comprensiones de los terapeutas de tal manera que puedan estar más sintonizados en su comprensión empática y sean más genuinos y valorativos en las relaciones con estos clientes. Además, espero aumentar la conciencia de los terapeutas sobre las sensibilidades que tienen muchos clientes sobre cómo se expresa la empatía cuando se encuentran en medio de un proceso difícil.

 

En mi experiencia, un número significativo de clientes que están experimentando formas difíciles de proceso se sienten mucho más seguros y menos estigmatizados en la terapia centrada en la persona que en otras formas de psicoterapia debido a los niveles más altos de control que tienen sobre el contenido, estructuración y ritmo de la psicoterapia, y debido a la naturaleza relativamente no jerárquica, conectada personalmente, de la relación terapéutica. Para algunos clientes, la psicoterapia centrada en la persona parece ser la única forma de terapia que pueden tolerar (Cuadro 23.1).

 

 

RECUADRO 23.1

La experiencia de terapia de Carol

 

'Carol' tuvo varios colapsos y hospitalizaciones mientras asistía con terapeutas practicantes de estilos más interpretativos y estructurados de terapia. A pesar de que acababa de terminar un doctorado, terminó viviendo en casa de sus padres, desempleada y endeudada masivamente por el costo de las hospitalizaciones. Y dado que sus descompensaciones iniciales fueron provocadas por interacciones terapéuticas, la aterrorizaba la idea de ver a cualquier profesional de la salud mental. Solo acudió conmigo porque un amigo cercano le dijo: "Créame, esta terapia centrada en el cliente será diferente a todo lo que hayas experimentado antes".

 

Cuando Carol vino a verme por primera vez, frecuentemente alucinaba con cadáveres, armas y accidentes automovilísticos mientras tenía impulsos suicidas casi constantes. Su trabajo conmigo ha sido difícil e intenso, pero hemos podido trabajar con sus experiencias de manera colaborativa y sin requerir hospitalización. Si bien es probable que continúe en terapia durante mucho tiempo, la intensidad de sus síntomas ha disminuido considerablemente. Ha podido encontrar trabajo, pasando de niveles mínimos de salario y estatus a trabajos con mayores niveles de responsabilidad dentro de su campo. Recientemente aprobó los exámenes que le permiten ejercer dentro de su profesión y está trabajando en un trabajo de tiempo completo que utiliza sus habilidades.

 

 

Creo que los tipos de estructuración, intervención e interpretación que se ofrecen en otras orientaciones pueden intensificar fácilmente la volatilidad de las experiencias difíciles de los clientes. Creo que esto lleva a los clientes a muchos de los comportamientos que los terapeutas consideran "complicados y manipuladores". Sin embargo, cuando los terapeutas más directivos han intervenido de manera que aumentan la volatilidad y la angustia del cliente, a menudo piensan en esto como una característica del cliente en lugar de verse a sí mismos desempeñando un rol significativo en estimular las reacciones del cliente.

 

A pesar de mi evaluación general positiva de la terapia centrada en el cliente, no creo que una orientación centrada en el cliente se traduzca automáticamente en que los terapeutas sean buenos para establecer relaciones terapéuticas efectivas con clientes que experimentan un proceso difícil. He llegado a pensar que es crucial que los terapeutas centrados en la persona tengan algún repertorio de comprensiones sobre las formas comunes en que los clientes experimentan los procesos difíciles. A menudo pienso que este tipo de sensibilidad marca la diferencia entre el éxito o el fracaso al trabajar con estos clientes. Para explorar la naturaleza de las formas difíciles de proceso, consideremos primero el concepto de "proceso" dentro de la tradición centrada en la persona.

 

 

¿Qué es el proceso?

 

En la tradición centrada en la persona, "proceso" se refiere a las formas características en que la experiencia humana pasa por cambios espontáneos y autodirigidos dentro de relaciones que son genuinas, empáticas y valiosas. Rogers (1961, págs. 129) señala que:

 

Quisiera poder compartir con ustedes mucho más plenamente algo sobre el entusiasmo y el  desaliento de este esfuerzo por comprender el proceso. Me gustaría hablarles de mi nuevo descubrimiento sobre la forma en que los sentimientos "golpean" a los clientes, una palabra que ellos usan con frecuencia.

 

El cliente está hablando de algo importante, cuando ¡zas! Lo golpea un sentimiento: algo que no tiene nombre ni etiqueta, sino una experiencia de algo desconocido que debe explorarse con cautela antes de poder nombrarlo. Como dice un cliente: 'Es un sentimiento que me atrapa. Ni siquiera puedo saber con qué se conecta”. La frecuencia de este evento me sorprende.

 

 

Rogers delinea un continuo de "proceso", acreditando el trabajo conjunto de Eugene Gendlin, William Kirtner y Fred Zimring en estos esfuerzos iniciales de conceptualización. El continuo propuesto va “desde lo estático al cambio, de la estructura rígida al flujo, desde el estancamiento al proceso” (Rogers, 1961, p. 131). Gendlin (1964, 1968, 1995) ha profundizado en gran medida la teoría centrada en la persona relacionada con el proceso, creando una explicación filosóficamente sofisticada de la experiencia y la creación de significado.

 

El proceso, tal como lo describen Rogers, Gendlin y otros, implica un conjunto de cambios que, en última instancia, permiten a las personas llegar a versiones articuladas de las situaciones de su vida que les dan un sentido corporal-total de certeza personal. Como tal, las experiencias cambian y se vuelven más claras, y tienden a integrarse con el sentido general de sí mismo de una persona, creando una "congruencia" general dentro de la experiencia de la persona. Tales niveles crecientes de congruencia tienden a generar niveles más altos de agencia: una capacidad para tomar decisiones y tomar acciones que se ajusten a la persona en su totalidad.

 

Después de delinear el continuo de fluidez e inmediatez del proceso del cliente, y notar que los niveles más altos de proceso parecen estar asociados con el éxito en psicoterapia, Rogers pregunta: "¿Es este el proceso por el cual cambia la personalidad o uno de los muchos tipos de cambio?" Esto no lo sé’ (Rogers, 1961, p. 155, énfasis original). En escritos anteriores, Rogers (1951) observa que las experiencias productivas de los clientes no siempre están vinculadas al tipo de proceso que él habitualmente observa en las sesiones de terapia:

 

la terapia puede avanzar aunque exteriormente el cliente exhiba muy pocos de los elementos que hemos considerado característicos del progreso terapéutico... parece más probable que el resultado se deba a una experiencia en una relación... Una hipótesis es que el cliente pasa de experimentarse a sí mismo como una persona indigna, inaceptable y desagradable hasta darse cuenta de que es aceptado, respetado y amado en esta relación limitada con el terapeuta. (pág. 159)

 

Esto sugiere una relación compleja entre la aceptación incondicional, que puede ser curativa en sí misma, y ​​el procesamiento autodirigido de la experiencia que tiende a surgir dentro de una relación centrada en la persona.

 

 

 

Proceso difícil y teoría del desarrollo centrada en la persona.

 

Esta conceptualización del proceso difícil no desafía la teoría de Rogers (1957) de las condiciones "necesarias y suficientes" del cambio terapéutico de la personalidad. Sin embargo, ofrece una dimensión adicional a la teoría del desarrollo de Rogers. En la teoría del cambio de personalidad de Rogers (1951, 1959), sugiere que las "condiciones de valía" en la infancia son la fuente principal de incongruencia y psicopatología en los clientes (ver Capítulo 8). Tales condiciones de valía tienen que ver con otras personas significativas en la infancia de los individuos que han comunicado que algunas de sus formas reales o potenciales de ser no merecen una consideración positiva y con los individuos internalizando estas actitudes.

 

Estoy sugiriendo que, además de las actitudes sobre formas particulares de ser, los niños pequeños tienen una tendencia a desarrollar un conjunto estrechamente entrelazado de capacidades de procesamiento y relación. Al igual que la famosa patata de Rogers que trata de crecer hacia una fuente distante de luz, el desarrollo de estas capacidades puede verse frustrado por circunstancias de la primera infancia menos que óptimas o ser el resultado de una variedad de tipos de factores biológicos. A pesar de ello, estas capacidades son tan fundamentales para el organismo humano y su tendencia a actualizarse que seguirán intentando desarrollarse a lo largo de la vida de una persona. Con un desarrollo menos que óptimo (o un deterioro posterior), estas capacidades de procesamiento y relación continuarán funcionando, aunque de formas que tienden a ser difíciles para todos los involucrados. La terapia centrada en la persona ofrece un entorno de contención particularmente sensible y seguro para el procesamiento y la relación de momento a momento. También abre un camino para el desarrollo continuo o el restablecimiento de estas capacidades humanas fundamentales.

 

Varios tipos de capacidades que se desarrollan dentro de las relaciones de apego de la primera infancia parecen particularmente fundamentales para las habilidades posteriores de las personas para procesar la experiencia personal y su capacidad para entablar relaciones mutuamente satisfactorias. Estas son las capacidades (1) de mantener la experiencia en la atención, (2) de modular la intensidad de la experiencia y (3) de nombrar la experiencia de una manera que resuene con la totalidad de la experiencia vivida por la persona. El desarrollo suficientemente bueno de estas tres capacidades parece permitir el desarrollo de una cuarta capacidad: la capacidad de asimilar la experiencia de otra persona sin sentir que la propia experiencia ha sido aniquilada. Estas capacidades se manejan inicialmente en una díada entre un adulto que cuida y el niño. En condiciones óptimas, el niño pequeño las internaliza gradualmente como capacidades relativamente autónomas.

 

 

Sostener la experiencia en atención.  

 

Los bebés que se dejan solos se vuelven malhumorados muy rápidamente: no son muy buenos para mantener un foco de atención placentero por sí mismos. Sin embargo, desde sus primeros días, los bebés buscan los rostros de los adultos. Fogel (1982) encuentra que, en el primer año de vida, los bebés con apego seguro mantienen interacciones placenteras durante períodos de tiempo cada vez más largos. Numerosos estudios han demostrado que los padres de bebés con apego seguro muestran altos niveles de sintonía momento a momento, tanto en la iniciación de las interacciones como en responder a la angustia (Sroufe, 1996). Por otro lado, los cuidadores de bebés con apego menos seguro tienden a no responder o a responder de manera que dejan al bebé frustrado o sobreestimulado.

 

 

Modulando la intensidad de las experiencias

 

Por supuesto, los bebés inicialmente casi no tienen capacidad para modular la intensidad de la angustia por sí mismos. Si un bebé tiene frío, está mojado y tiene hambre, y ningún adulto viene a ayudarlo, la experiencia pronto se convierte en una tortura. Idealmente, los adultos vienen y toman medidas para aliviar cualquier fuente de angustia corporal experimentada por un bebé, además de involucrar al bebé en interacciones no verbales placenteras. Schore (1994) señala que, a través de experiencias repetidas de aumento y modulación de la excitación, el cerebro aumenta su capacidad para amortiguar la excitación alta y regular la emoción en general. El área orbital prefrontal del cerebro, que permite que un niño pequeño cambie de niveles altos a bajos de excitación, experimenta un crecimiento acelerado durante el final del primer año y en el segundo año de la infancia (Schore, 1997; Sroufe, 1996).

 

Como resultado, los bebés con apego seguro aprenden que la experiencia corporal sentida es, en general, algo bueno, y que las interacciones con los demás tienden a hacer que la experiencia sea más manejable y placentera. Los bebés con apego menos seguro parecen llegar a un conjunto opuesto de aprendizajes: que es difícil mantener la atención comprometida emocionalmente de una manera que conduzca a experiencias positivas sostenidas; que es probable que las situaciones de alta excitación conduzcan a una sobrecarga y desorganización; y que los cuidadores no son muy efectivos para calmar la angustia cuando ocurre.

 

 

Nombrar las experiencias.

 

Inicialmente, la experiencia de un bebé es intensamente sentida de una manera inmediata que, por supuesto, es completamente no verbal. Gendlin (1964) llama a estos significados implícitos:

 

el dato 'implícito' o 'sentido' del experienciar es un sentir de la vida corporal. Como tal puede tener innumerables aspectos organizados, pero esto no quiere decir que estén formados conceptualmente… los completamos y formamos cuando nos explicamos. (págs. 113 y 14)

 

Al principio, la mayoría de los padres comienzan a involucrarse en un tipo particular de interacción empática en la que comienzan a nombrar las experiencias del bebé y ofrecen razones hipotéticas para estas experiencias, tal vez diciendo que el bebé está 'cansado' cuando llora o que piensa ' la espinaca es repugnante' cuando la escupe. Esencialmente, los padres están ofreciendo símbolos verbales que podrían llevar la experiencia sentida implícitamente por el bebé hacia un significado explícito si el bebé tuviera palabras. En algún momento, los niños llegan a reconocer una correspondencia o una discrepancia entre las palabras y la propia experiencia sentida. Por supuesto, existe una gran variación en la calidad de la empatía de los padres en esta temprana denominación de la experiencia infantil y la claridad de las razones ofrecidas para tales experiencias. Tales experiencias que nunca han sido recibidas con empatía en la infancia probablemente se sientan irreales, o de alguna manera misteriosa, malas o venenosas para la persona en su adultez.

 

 

Llegar a comprender y responder a las experiencias de los demás.

 

A medida que los niños crecen, se espera cada vez más que respondan a las demandas de los demás y comprendan las experiencias de los otros. A partir de la observación de los clientes, he llegado a una observación central sobre el procesamiento. Esta última capacidad, la capacidad de asimilar las experiencias y perspectivas de otras personas, depende del desarrollo previo de las capacidades de procesamiento. Si una persona tiene dificultades para mantener una experiencia clave en atención, moderar su intensidad o nombrarla, es muy probable que ella tenga grandes dificultades para cambiar la atención a cualquier cosa que surja del marco de referencia de otras personas sin experimentar gran malestar. Es importante notar que esto es diferente de la situación en la que una persona podría entender la experiencia de otra pero no lo hace por egoísmo o pereza emocional. Si las personas están en medio de un proceso frágil, ellas no pueden considerar la experiencia de otras personas sin tener la sensación de aniquilar la suya propia.

 

 

El trauma y el desarrollo de las capacidades de procesamiento

 

Las experiencias extremas o repetidas de trauma tienden a interrumpir el desarrollo de todas las capacidades relevantes para el procesamiento mencionadas anteriormente. El trauma inunda al niño con experiencias que no se pueden manejar, a menudo en circunstancias en las que los adultos relevantes no están dispuestos o no son capaces de nombrar con precisión la circunstancia que enfrenta el niño.

 

 

Proceso frágil

 

Las personas que experimentan lo que yo llamo un “proceso frágil” tienen dificultad para controlar la intensidad y la focalización de su experiencia (Warner, 2000; Cuadro 23.2)

 

 

Cuadro 23.2 Proceso frágil

 

Es probable que las personas que experimentan un proceso frágil tengan dificultades para:

 

      mantener la experiencia en atención sin experimentar vulnerabilidad extrema o vergüenza;

      modular la intensidad de la experiencia;

      empezar o detener la experiencia;

      nombrar los fenómenos de manera que encajen con la totalidad de su experiencia;

      asimilar la experiencia de los demás sin sentir que su propia experiencia y sentido de sí mismo ha sido aniquilado.

 

 

Esto toma varias formas. Los clientes que se encuentran en medio de un estilo de procesamiento frágil tienden a experimentar asuntos centrales con niveles de intensidad muy bajos o altos (Warner, 2000). Ellos tienden a tener dificultades para iniciar y detener experiencias que son personalmente significativas o emocionalmente conectadas. Además, es probable que tengan dificultades para aceptar el punto de vista de otra persona mientras permanecen en contacto con tales experiencias. No me refiero aquí a niveles más moderados de malestar emocional. Estos son momentos en los que las experiencias centrales del cliente llegan con una intensidad difícil de controlar, a menudo combinada con niveles muy altos de vulnerabilidad y vergüenza. En medio de estas experiencias, el cliente es incapaz de adoptar una perspectiva más amplia sin una sensación de aniquilación personal. La mayoría de las personas experimentan procesos frágiles en los bordes más vulnerables de su experiencia. Algunas personas experimentan un proceso frágil en relación con un gran número de experiencias personales, de modo que afecta gran parte de sus vidas.

 

Por ejemplo, un cliente puede hablar sobre los eventos del día a día durante la mayor parte de una hora de terapia y solo conectarse con un sentimiento subyacente de dolor al final con la sensación de que podría llorar para siempre. En este punto, puede ser extremadamente difícil para el cliente detener la sesión y salir al mundo solo, y mucho menos volver al trabajo. Es probable que los clientes con un proceso frágil de baja intensidad experimenten reacciones personales como matices emocionales sutiles, como hilos de experiencia que apenas pueden captar y retener. Sin embargo, si los tocan, se sienten intensamente avergonzados y les resulta difícil permanecer con ellos. Si son distraídos o contradecidos, es probable que renuncien a la idea de que tales experiencias tienen algún significado. Los clientes que experimentan un proceso frágil de alta intensidad sienten que su experiencia es abrumadora y potencialmente interminable. Una persona puede sentir un pozo sin fondo de tristeza o una rabia tan abrumadora que la persona podría destruir su entorno.

 

Debido a esta vulnerabilidad a la experiencia volátil, vergonzosa y personalmente abrumadora, los clientes a menudo viven con una barrera considerable entre su vida diaria y sus respuestas a asuntos emocionales centrales. O pueden vivir vidas muy volátiles y caóticas. En cualquier caso, si alguna situación de la vida o alguna respuesta del terapeuta toca temas frágiles, sus reacciones pueden volverse al instante abrumadoramente presentes con altos niveles de vulnerabilidad y vergüenza.

 

Las respuestas de comprensión empática (ver Capítulo 11) son a menudo el único tipo de respuestas que las personas pueden recibir mientras se encuentran en medio de un proceso frágil sin sentirse traumatizados o desconectados de su experiencia. La presencia continua de una persona aceptante y empática puede ser esencial para la habilidad de la persona de mantenerse conectada sin sentirse abrumada. Si un terapeuta es capaz de permanecer con la experiencia del cliente de una manera sensible y sintonizada, esto puede ayudar al cliente a permanecer con la experiencia por sí mismo con menos sentido de vergüenza y aislamiento. Ser respondido por una persona empática y de confianza puede ayudar al cliente a tolerar el nivel de intensidad y/o llevar la intensidad a un nivel algo más moderado. En cierto sentido, los clientes en medio de un proceso frágil se están preguntando si su forma de experimentarse en ese momento tiene derecho a existir en el mundo. Cualquier nombre erróneo de la experiencia o sugerencia de que miren la experiencia de una manera diferente puede experimentarse como una respuesta negativa a esa pregunta.

 

Esto trae una elección crucial en el trabajo con clientes en medio de un proceso frágil. Los comentarios, interpretaciones o intervenciones estructuradas del terapeuta pueden intensificar el proceso frágil de una manera que se siente extremadamente abrumadora y vergonzosa para el cliente, mientras que al mismo tiempo dificulta que el cliente reciba o comprenda las experiencias desde la perspectiva del terapeuta. En este tipo de situación, los clientes pueden experimentar rupturas en sus relaciones con los terapeutas y verse atraídos por una variedad de conductas autodestructivas mientras intentan responder a sus altos niveles de malestar. Los terapeutas de relaciones objetales como Kernberg (1984, 2000) tienden a aceptar o incluso estimular este tipo de escalada de sentimientos y el consecuente bloqueo de la comprensión de las perspectivas de los demás por parte del cliente. En lugar de evitar estas escaladas, es probable que utilicen los sentimientos estimulados en el cliente y en el terapeuta como una ocasión para la interpretación.

 

Los teóricos de la tradición centrada en el cliente, por otro lado, proponen que las capacidades de procesamiento tienen una tendencia natural y espontánea a desarrollarse en condiciones de relaciones facilitadoras incluso mucho más tarde en la vida (Warner, 2000). Las escaladas frecuentes o severas de malentendidos entre el cliente y el terapeuta, en lugar de ser un terreno útil para la interpretación, se considera que tienen el potencial de interferir con este tipo natural de proceso de desarrollo. La respuesta empática permite a los clientes permanecer en contacto con la experiencia frágil mientras minimiza las rupturas en la relación terapéutica. Los teóricos de la psicología del self, aunque no abordan el proceso directamente, hacen un comentario similar al hablar sobre el desarrollo de las funciones del sí mismo-objeto (Kohut, 1984).

 

Los terapeutas a menudo subestiman en gran medida cuán sensibles son los clientes cuando se encuentran en medio de un proceso frágil. En general, los terapeutas centrados en el cliente se centran en la respuesta empática y evitan incluso las preguntas, sugerencias o interpretaciones moderadamente directivas. Sin embargo, en momentos vulnerables, un cliente puede necesitar formas aún más precisas de respuestas de comprensión empática; por ejemplo, el cliente puede necesitar escuchar la comprensión del terapeuta casi en sus palabras exactas para sentirse comprendido. O, cuando un cliente está atendiendo a algo que no está claro, las palabras abiertas como "algo" o "de alguna manera" pueden permitir que el terapeuta "haga espacio" para la falta de claridad en lo que dice el cliente sin agregar ningún significado contrario. Tomemos, por ejemplo, este diálogo entre un cliente (C) y un terapeuta (T):

 

C: La situación en el trabajo es un peso sin esperanza en mi vida.

T: Un peso sin esperanza. Algo acerca de toda esa situación en el trabajo es un peso sin esperanza.

C: Sí, exactamente. [llantos]

 

Incluso parafrasear las palabras de un cliente puede hacer que pierda la capacidad de retener la experiencia y generar un sentimiento de que la experiencia (y posiblemente su yo en relación con el terapeuta) ha sido aniquilada, lo que hace que el cliente se sienta enojado o se rinda en la interacción y tienda a retirarse. Por ejemplo:

 

C: La situación en el trabajo es un peso sin esperanza en mi vida.

T: Te sientes realmente frustrada en el trabajo.

C: ¡¡¡NO DIJE QUE ME SENTÍA FRUSTRADA!!! ¿¿¿POR QUÉ DIJISTE ESO??? NO ME ENTIENDES PARA NADA

 

 

Más aún, los comentarios del terapeuta que tienen la intención de ser útiles y avanzar en la autoexploración del cliente pueden resultar contraproducentes. Por ejemplo, el cliente podría simplemente desconectarse de los sentimientos y cumplir con el terapeuta:

 

C: La situación en el trabajo es un peso sin esperanza en mi vida.

T: ¿Por qué te sientes así?

C: Bueno, supongo que no debería sentirme así, doctor. Usted sabe más de estas cosas que yo. ¿Debería actuar más alegre?

 

 

El riesgo aquí es que los terapeutas pueden ver fácilmente la ira o el retraimiento de los clientes como un problema del cliente, sin ver que el comportamiento del terapeuta tiene mucho que ver con la respuesta del cliente. Los terapeutas asumen que los clientes podrían apagar el proceso frágil si quisieran, y luego proceden a verlos como complicados o manipuladores.

 

Proceso disociado.

 

Los clientes que experimentan un "proceso disociado" (Warner, 1998, 2000) muy convincentemente se experimentan a ellos mismos como teniendo partes de su sí mismo que no están integradas entre sí durante períodos de tiempo. Este tipo de experiencia del cliente se ha descrito extensamente en la literatura sobre "personalidad múltiple" y "trastorno de identidad disociativo", y prácticamente siempre es el resultado de un trauma grave en la primera infancia (Putnam, 1989; Ross, 1989; véase también pluralidad del sí mismo en el capítulo 8).

 

En respuesta a tales experiencias traumáticas, los niños dividen la experiencia dentro de sí mismos, situándalas en personas separadas. A edades tan tempranas, los niños tienen altos niveles de sugestionabilidad hipnótica. Al enfrentarse a un trauma abrumador y al carecer de las formas más complejas de afrontar las experiencias que están disponibles para los niños mayores, nuestros clientes parecen haber tropezado con la disociación como solución. Un cliente, por ejemplo, descubrió que cuando miraba los puntos en el papel tapiz, podía separarse del terror y la angustia de ser violada por su padre. Algunos clientes describen experimentarse a sí mismos como estando fuera de sus cuerpos y observando los eventos desde el techo.

 

Es comprensible que la disociación en estas circunstancias sea extremadamente reforzante.

 

Los niños pasan de una angustia extrema a la falta de dolor intenso y a la capacidad de olvidarse de todo al día siguiente. Típicamente, nuestros clientes describen haber sentido impotencia, terror, dolor y angustia que fueron tan intensos que sintieron que podrían morir a causa de esos sentimientos. En esto, simultáneamente sintieron miedo de morir pero desearon que pudieran morir. Sintieron una rabia intensa y desearon poder violentarse contra el perpetrador. Y a pesar de esto, deseaban poder aferrarse a los momentos en que sus padres parecían cariñosos o cuidadosos.

 

En la parte desvalida de sus sentimientos, estaban aterrorizados por la violencia de sus sentimientos de ira. Desde la parte de enrabiada de sus sentimientos, sintieron disgusto y vergüenza ante sus reacciones de impotencia. En su deseo de poder aferrarse a una vida normal, deseaban que tanto las reacciones de ira como las de impotencia y angustia pudieran desaparecer. Probablemente como resultado de estas contradicciones, varios grupos diferentes de experiencia se separaron dentro de sus experiencias disociadas. Estos grupos de experiencia llegaron a tener un tipo muy distintivo de noción de sí mismos como si fueran "similares a una persona", cada uno con sus propios sentimientos, historia y forma de ver el mundo.

 

Los clientes pueden experimentar los bordes de estas partes de la personalidad como experiencias bastante aberrantes, como escuchar voces, ver versiones alteradas de la realidad o tener sensaciones corporales extrañas. Alternativamente, pueden sentirlos como personas que actúan dentro de ellos sobre las que tienen poco control. Por ejemplo, un cliente me dijo: "No vine a esta sesión, la parte del niño me trajo". O si cambian a una parte de la personalidad, pueden experimentar la situación de la terapia casi como si fueran un cliente diferente. Entonces, el hecho de que una parte del cliente conozca y confíe en el terapeuta no significa necesariamente que otra personalidad sepa quién es el terapeuta, y mucho menos que confíe en ella.

 

Aquí surgen varios puntos clave. Los asuntos acerca del trauma que deben resolverse se mantienen dentro de partes de la personalidad que están bastante separadas de la personalidad cotidiana del cliente. Por lo tanto, no se producirá un cambio profundo a menos que el cliente se sienta lo suficientemente seguro como para permitirse conectarse con estas partes separadas de la personalidad. Los bordes o la primera manifestación de estas personas alternativas pueden parecer bastante psicóticos: el cliente puede escuchar voces, tener experiencias corporales inusuales, ver alucinaciones y cosas por el estilo. Al experimentar los bordes de las partes de la personalidad, el cliente puede tener miedo de volverse loco, por lo que es importante que el terapeuta no se alarme por tales experiencias. Una respuesta empática muy cercana a estas experiencias "psicóticas" al borde de las personificaciones disociadas a menudo permite que el cliente permanezca con ellas y las abra al cambio. Además, conectarse con las partes es, en última instancia, la ruta más sólida del cliente hacia la curación.

 

Estas partes están lo suficientemente separadas como para que, en última instancia, el terapeuta haga bien en pensar en la relación casi como si fuera una terapia familiar, considerando a cada parte de la personalidad igualmente valiosa en sus intentos de hacer frente a una situación infantil imposible. Si el cliente se siente seguro con el terapeuta, es probable que otras personas comiencen a manifestarse por sí mismas, tanto porque hay un impulso interno de integrar las experiencias como porque es probable que las circunstancias de la vida desencadenen respuestas de estas diferentes partes (Cuadro 23.3). Dentro de las partes de la personalidad, es probable que el cliente sienta un gran monto de proceso frágil.

 

 

Recuadro 23.3

La experiencia de terapia de Marian

 

Marian era una recién graduada de la universidad que tenía problemas para mantener un trabajo que se ajustara a su nivel educativo y tenía problemas relacionados con una serie de relaciones volátiles. Ella dijo varias veces que 'he puesto las piezas sobre la mesa'. Tienes que recogerlas’. Durante meses, no supe qué hacer con este comentario. Cuando estaba de vacaciones durante el verano, comencé a preguntarme si era posible que las piezas de las que ella hablaba pudieran ser personalidades alternativas o "partes". Cuando regresé en el otoño, estaba mucho más en sintonía con las sugerencias sutiles sobre las experiencias de las partes y, creo, como resultado, Marian comenzó a hablar sobre sus experiencias mucho más abiertamente.

 

Por iniciativa de Marian, desarrollamos un estilo de trabajo en el que yo tomaba su mano y le daba instrucciones de relajación. Luego "cambiaría" a personalidades alternativas mucho más jóvenes que tenían imágenes del momento de la muerte de su madre cuando tenía 18 meses. A lo largo de los años de la terapia de Marian, no traté de que emergieran yos alternos ni traté de detenerlos o disminuir la intensidad de sus experiencias. Simplemente me mantuve muy cerca de sus experiencias inmediatas. A veces hablaba de problemas cotidianos que tenían poca conexión obvia con las partes disociadas. En otras ocasiones, hablaba de manifestaciones de partes que la confundían (personas de las que nunca había sabido nada y que le hablaban como si la conocieran bien, o que en su armario aparecía ropa que no recordaba haber comprado…). A veces las partes surgían en la sesión en rápida sucesión y hablaban en oposición entre sí. A menudo, ella no recordaría estas sesiones dentro de su personalidad cotidiana. A veces, Marian decía: ‘Debe haber sido una sesión maravillosa. No recuerdo nada al respecto”. Después de una sesión, Marian dijo: “Tuve una experiencia muy extraña después de nuestra última sesión. Después de salir del edificio, era un hombre y me subí a un auto deportivo rojo y me fui". (El auto real de Marion era un sedán gris.) "Regresé a mi casa varias horas después, pero no tengo idea. lo que sucedió en el tiempo intermedio.' A través de todas estas experiencias, comenzó a surgir una imagen de un trauma severo en su infancia, sobre el cual algunas partes querían hablar y otras partes pensaron que nunca se debería tocar.

 

Un día, Marian dijo: ‘Pasó la cosa más extraña. Cinco partes encajadas en una sola; Nunca antes había experimentado tristeza e ira al mismo tiempo”. Con el tiempo, se dio cuenta de que necesitaba cambiar cada vez menos partes, hasta que pasó casi todo su tiempo como una sola personalidad integrada. En el proceso, su vida se estabilizó de muchas maneras. Estableció una pareja estable con una mujer y tuvo una hermosa ceremonia de compromiso. Ella también ha completado un programa de posgrado en servicio social y se ha mostrado sumamente efectiva y satisfecha con su trabajo.

 

 

Cuando los terapeutas pueden conectarse con estas diversas personas, el cliente puede procesar el trauma original. Y como el trauma es menos aterrador, las personas tienen menos necesidad de permanecer separadas unas de otras y es probable que la persona se reintegre en una sola personalidad.

 

Dado que las experiencias disociativas suelen ser desconocidas para los terapeutas, he descubierto que a menudo normalizan las experiencias del cliente sin darse cuenta (Warner, 2000). Los clientes a menudo experimentan o expresan inicialmente esta división radical en su sentido subjetivo de sí mismos de maneras un tanto indirectas, como:

 

      Acciones sin sentido de que el cliente sea el autor. Por ejemplo, un cliente podría decir: 'Mi mano quiere agarrar el cuchillo”.

      Sentimientos sin contexto, como cuando un cliente dice: “Estaba caminando por la calle y de repente comencé a sollozar sin motivo”.

      Vaguedad sobre lo que sucedió durante períodos de tiempo. Por ejemplo: 'Supongo que debo haber estado realmente fuera de lugar. Toda esa tarde no está muy clara en mi memoria, pero después todos parecían enojados conmigo”.

      Voces. Para algunos clientes, las voces se experimentan con claridad, mientras que para otros aparecen mezcladas de un modo confuso, sonando como una radio de fondo.

 

 

Cualquiera de estos tipos de experiencia podrían ser aspectos de procesos no disociativos o simplemente dichos de manera metafórica o bromista. Sin embargo, si el terapeuta es capaz de responder de una manera precisa y con aceptación, a menudo necesitando permanecer muy cerca de las palabras exactas del cliente, las personas alternativas o "partes" que existen tenderán a emerger con mayor claridad. Por ejemplo, si una clienta dice: "Siento que esas últimas palabras acaban de salir de mi boca. No sé de dónde vinieron", un terapeuta podría responder fácilmente: "Estás sorprendida de encontrarte diciendo eso". Manteniéndose más cerca, un terapeuta podría decir: "Realmente sientes que esas palabras acaban de salir de tu boca, de alguna manera. No sabes de dónde vinieron”.

 

Este tipo de diferencia en la redacción puede parecer sutil. Pero si el cliente está experimentando partes disociadas, es probable que la primera respuesta lo convenza de que el terapeuta no quiere o no puede comprender el grado en que las experiencias disociadas provenientes de una parte se experimentan como fuera del control de otra parte. La segunda respuesta le brinda una oportunidad para decir más si quiere. La cliente puede entonces decir cosas que indiquen más claramente el grado de autonomía que tienen esas personas. Por ejemplo, podría decir algo como: "Tengo la extraña sensación de que hay una parte de mí que sabe más de lo que estoy lista para saber sobre lo que pasó con mi padrastro. Tengo miedo de que se apodere de la sesión y no estoy preparada para manejar lo que tiene que decir.» Richard Bryant-Jefferies (2003) ha escrito un relato ficticio del trabajo con un cliente en medio de un proceso disociativo que captura ampliamente cómo se siente ese trabajo en la práctica centrada en la persona real.

 

 

Beneficios a largo plazo del trabajo con procesos difíciles

 

Los terapeutas centrados en el cliente han llegado a una serie de conclusiones al trabajar con varios tipos de procesos difíciles del cliente. Las experiencias que inicialmente parecen más difíciles e irracionales suelen ser centrales para la persona del cliente; el terapeuta no puede evadirlas sin apartar el yo central del cliente. Sin embargo, los intentos de dirigir, explicar o enseñar diferentes formas de ser con estas experiencias a menudo resultan contraproducentes: los clientes se retiran, se angustian más o corren el riesgo de lastimarse a sí mismos o a los demás.

 

Por otro lado, hemos descubierto que si es posible mantenerse conectado con el proceso difícil del cliente de una manera sensible, esto a menudo alivia el estrés y la soledad que ellos sienten. Cuando los terapeutas pueden permanecer con las experiencias de los clientes, éstos se vuelven cada vez más capaces de mantenerse conectados con estas experiencias por sí mismos. Esto permite que las experiencias se procesen y se resuelvan por sí mismas. Y, con el tiempo, cuando los terapeutas y los clientes pueden conectarse con un proceso difícil en una relación segura, las propias capacidades de procesamiento tienden a desarrollarse y fortalecerse. Los clientes tienden a:

 

      mantenerse más conectados con las experiencias de malestar sin sentirse totalmente avergonzado o abrumado por la experiencia;

      dejar que surjan más experiencias de manera que surjan insight acerca de experiencias que previamente parecían privadas y vergonzosas;

      comenzar a salir de la “visión de túnel” de sus propias reacciones iniciales, siendo capaces de captar las perspectivas de otras personas;

      volverse cada vez más capaces de participar en el trabajo y en las relaciones personales de manera productiva y mutuamente satisfactoria.

 

 

Incluso si hay un daño fisiológico que es irreversible, las capacidades de procesamiento se desarrollan en la medida en que esto es físicamente posible. A menudo, los clientes desarrollan caminos alternativos que les permiten procesar en un grado significativo.

 

 

Conclusión

 

Los cambios profundos en el "proceso difícil" requieren relaciones terapéuticas empáticamente sensibles relativamente largas. Sin embargo, al considerar el alcance de esta inversión, es importante recordar cuán personalmente debilitante es el proceso difícil en la vida de los clientes. Los clientes en medio de un proceso difícil tienen un alto riesgo de suicidio, niveles extremadamente altos de malestar personal, pérdida de la capacidad para trabajar y pérdida de la capacidad para mantener relaciones personales. En conjunto, los efectos de un proceso difícil pueden ser tan debilitantes y potencialmente mortales como sufrir un ataque cardíaco o cáncer. El trabajo terapéutico puede salvar vidas y el costo parece valer la pena.

 

 

Puntos para la reflexión

 

■ Como terapeuta centrado en el cliente, me gustaría ser capaz de decirle a un cliente: 'Creo que puedo quedarme contigo casi donde sea que te lleve tu experiencia'. Por tu parte, ¿crees que puedes permanecer con los clientes en medio de las diversas formas de procesos difíciles descritos en este capítulo? ¿Tienes alguna idea de lo que necesitarías dentro de ti para ayudarte a ser capaz de hacer esto? ¿O tiene ideas sobre cómo estar con los clientes si honestamente no estás capacitado para permanecer con aspectos particulares de un proceso difícil?

 

■ Sugiero que una vez que uno entiende realmente cómo es un proceso difícil para los clientes, casi nunca se pensará en ellos como "complicados", "manipuladores" o "dependientes". Más bien, se verán luchando lo mejor que pueden para manejar un proceso que es difícil. ¿Estás de acuerdo? ¿Crees que eres capaz de hacer esto?

 

■ Los clientes que se encuentran en medio de un proceso difícil a veces piden más que otros clientes: sesiones más largas, llamadas telefónicas entre sesiones, respuestas a preguntas personales. Más flexibilidad puede ser útil para estos clientes, pero demasiada flexibilidad puede dejar al terapeuta sintiéndose incongruente. ¿Cree que puede tener claro qué tipo de flexibilidad puede ofrecer realmente?

 

 

Lecturas clave.

 

■ Bryant-Jefferies, R. (2003). Counselling a survivor of child sexual abuse: A person centred dialogue. Abingdon: Radcliffe Medical Press.

Sesiones de consulta y clientes imaginarios muy realistas que son muy útiles para figurarse cómo es una terapia con enfoque centrado-en-el-cliente con clientes disociados.

 

■ Warner, M. S.(2000). Client-centered therapy at the difficult edge: Work With fragile and dissociated process. InD. Mearns & B. Thorne (Eds.), Person-centred therapy today: New frontiers in theory and practice (pp. 144–71). Thousand Oaks, CA: Sage.

Un relato detallado de la teoría y la práctica del trabajo con proceso frágil y disociado.

 

■ Warner, M. S. (2001). Empathy, relational depth and difficult client process. In S. Haugh & T. Merry (Eds.), Rogers’ therapeutic conditions: Evolution, theory and practice. Vol. 2. Empathy (pp. 181–91). Ross-on-Wye: PCCS Books.

Una consideración profunda acerca de los tipos de problemas relacionales que comúnmente surgen cuando los clientes experimentan formas difíciles de proceso.

 

■ Warner, M. S. (2005). A person-centered view of human nature, wellness and psychopathology. In S. Joseph & R. Worsley (Eds.), Person-centred psychopathology (pp. 91–109). Ross-on-Wye: PCCS Books.

Sobre cómo el enfoque centrado en la persona ilumina varios temas relacionados con la naturaleza humana.

 

 

 

 

Referencias

 

     American Psychiatric Association. (2000). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (DSM IV-TR). Arlington, VA: American Psychiatric Association.

     Bryant-Jefferies, R. (2003). Counselling a survivor of child sexual abuse. Abingdon: Radcliffe Medical Press.

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     Gendlin, E. T. (1964). A theory of personality change. In P. Worchel & D. Byrne (Eds.), Personality change (pp. 100–48). New York: John Wiley & Sons.

     Gendlin, E. T. (1968). The experiential response. In E. Hammer (Ed.), The use of interpretation in treatment (pp. 208–27). New York: Grune & Stratton.

     Gendlin, E. T. (1995). Crossing and dipping: Some terms for approaching the interface between natural understanding and logical formulation. Minds and Machines, 5(4), 547–60. Kernberg, O. (1984). Object-relations theory and clinical psychoanalysis. New York: Jason Aronson.

     Kernberg, O. (2000). Borderline conditions and pathological narcissism. Master Work Series. New York: Jason Aronson.

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     Rogers, C. R. (1957). The necessary and sufficient conditions of therapeutic personality change. Journal of Counseling Psychology, 21(2), 95–103.

     Rogers, C. R. (1959). A theory of therapy, personality and interpersonal relationships as developed in the client-centered framework. In S. Koch (Ed.), Psychology: A study of science. Vol. 3. Formulations of the person and the social context (pp. 184–256). New York: McGraw-Hill.

     Rogers, C. R. (1961). On becoming a person. Boston, MA: Houghton Mifflin. Ross, C. (1989). Multiple personality disorder. New York: John Wiley & Sons.

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     Warner, M. S. (1998). A client-centered approach to therapeutic work with dissociated and fragile process. In L. Greenberg, J. Watson, & G. Lietaer (Eds.), Foundations of experiential theory and practice: Differential treatment approaches. New York: Guildford Press.

     Warner, M. S. (2000). Client-centered therapy at the difficult edge: Work with fragile and dissociated process. In D. Mearns & B. Thorne (Eds.), Person-centred therapy today: New frontiers in theory and practice (pp. 144–71). Thousand Oaks, CA: Sage.