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lunes, 12 de febrero de 2007

Experienciando al Espìritu Desde el Cuerpo.

EXPERIENCIANDO AL ESPÍRITU DESDE ELCUERPO

Por Juan Prado Flores.

Médico pediatra neonatólogo. Ex coordinador del servicio de Cuidados Intermedios Neonatales, Hospital Luis Castelazo Ayala, IMSS. Miembro de The Institute for BioSpiritual Research. jubpra@yahoo.com (México).

“¡Oh insensatos gálatas!... Comenzando por el
espíritu ¿termináis ahora en la carne?”
Ga 3: 1-3


Esta impactante declaración que tan claramente expresa la condición de los apenas convertidos Gálatas a la fe cristiana hace unos 1950 años, no nos viene menos bien a nosotros que vivimos, no en el espíritu, sino casi 24 horas diarias en la ‘carne’.

En efecto, recuerdo que hace años yo quise ponerle un séptimo paso al Enfoque Bio-Espiritual (EB-E) -que tiene solo seis. ‘...Como que aquí hace falta algo’; hay que aterrizar el Enfoque en la acción, en obras dignas de conversión; ¿a dónde me dice el Espíritu que vaya?’, y varias cosas más, pensaba. Pero lo que nos compartió mi madre con relación a cuál y cómo fue el proceso que le permitió, -a partir de atender lo que sentía, y mediante pasos sucesivos- ir acercándose a papá física y afectivamente hasta llegar a una relación con él verdaderamente admirable, me dio la clave del asunto. Por supuesto que de no conocer el EB-E, yo jamás hubiera desentrañado los pasos que en ella se llevaron a cabo y cuyos efectos siguen actualizándose entre ellos (mis padres) día a día y dando vida a su alrededor.

Pero, ¿qué es exactamente estar ‘en la carne’? En realidad no es muy difícil aclararlo: nuestra mente necesita entrar en acción ideando, analizando, infiriendo, deduciendo, planeando, proyectando, ejecutando, solucionando, en una palabra tomando el CONTROL de cuanto tiene a su alcance. Con cuanta frecuencia mi mente se mete donde no la llamo; ella, ciegamente, quiere hacerse cargo de todo; no le importa si el asunto es o no de su incumbencia, pues ni siquiera sabe -estoy absolutamente convencido- si existe algo que está fuera de su competencia; ella no distingue cuando se trata de asuntos de sobrevivencia para lo que, ciertamente la mente es nuestro mejor recurso, y cuándo las cosas corresponden al espíritu y deben seguir en él. Al parecer, por su propia naturaleza, la mente intenta ‘ponerse en el asiento del conductor’ siempre.

La crítica de san Pablo a la mente no ordenada al Espíritu es tan contundente, masiva y demoledora que puede resultarnos absolutamente incomprensible, una irreverencia, una exageración, un disparate contra la razón todopoderosa.

Escuchemos a Pablo:
(Nota del autor: Las palabras destacadas con negrillas y kursivas hacen alusión a la mente, y las que están solamente con negrilla ponene énfasis en los adjetivos que a ella aluden).

Rm 1: 21,22: “Se OFUSCARON* en sus razonamientos* y su INSENSATO corazón se ENTENEBRECIÓ... jactándose de sabios se volvieron ESTÚPIDOS.”

Rm 1:28: “...y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente RÉPROBA.”

1ª. Cor 2:14: “El hombre naturalmente no capta las cosas del Espíritu de Dios; son NECEDAD para él”.

Ef 4:18: “...que no viváis ya como viven los gentiles, según la VACIEDAD de su mente, sumergido su pensamiento en las TINIEBLAS y excluidos de la vida de Dios, por la IGNORANCIA que hay en ellos por la dureza de su cabeza”.

1ª. Tim 6:5: “...discusiones sin fin propias de gentes que tienen la inteligencia CORROMPIDA”.

Expresando exactamente lo mismo con un lenguaje arcaico, provocativo y sexista, en el Libro de Job, joya de la sabiduría de todos los tiempos, el Autor construye un diálogo entre el personaje central y su propia mente, la que es incapaz de entender a Dios desde la adversidad, el dolor, el abandono, la enfermedad y la muerte. Él expresa esta realidad mediante un altercado mujer (= mente) / marido (= Job): “Entonces su mujer (su mente) le dijo: ‘¿Todavía perseveras en tu entereza? ¡Maldice a Dios y muérete!’ Pero él le dijo (a su mente): ‘Hablas como una ESTÚPIDA cualquiera. Si aceptamos de Dios el bien, ¿no aceptaremos el mal?’ ”[1]

Es por ello que en la experiencia de Pablo, la vida en el Espíritu implica:

“La renovación de la mente”: Rm 12:2.
“...Renovar el espíritu de vuestra mente”: Ef 4:23.
“...tener la mente de Cristo: 1ª. Cor 2:16.

San Pablo había aprendido a discernir entre la experienciación de la vida del Espíritu en el cuerpo y el imperio del control y el dominio de la mente sobre el ser humano.

Metánoia, traducida como conversión, etimológica y literalmente no es sino: meta = más allá, o mejor aún (S. Carrillo Alday.) después de..., y nus = mente, ¡después de la mente! Es obvio pues que una mente no dejada atrás le estorba al Espíritu, lo cual no podemos corroborar sino desde el espíritu, pues desde la orbita mental la vida en el Espíritu nos parece burda ignorancia: “necedad”.

Es claro entonces que depender y someternos a una mente insensata, estúpida, réproba, vacía, entenebrecida, ignorante, corrompida, es vivir en la carne, y esto es nuestra oposición a la vida en el Espíritu, a la vida del Espíritu EN nosotros.

Sin darnos cuenta de ello, a veces queremos ayudarle a Dios ¡a Dios!, Enmendarle la plana, llegar por NUESTROS MEDIOS mentales (analizando, planeando, instrumentando) a lo concreto de la acción, dominados por la urgencia (mental) de construir el Reino, imponiendo nuestra agenda (praxis), pensando que como estamos en gracia porque nos confesamos, vamos a misa, oramos, comulgamos, discernimos los signos de los tiempos, etcétera, todo lo que pensamos, decimos, hacemos, especulamos, ¡es según el Espíritu!

Es mucho más fácil de lo que nos imaginamos, autoengañándonos, desconectarnos del Espíritu, creyendo ingenuamente estar y permanecer en Él. Esto puede ser algo tan imperceptible que muchos no nos damos cuenta de ello, como tampoco solemos captar cuando alguien se deja guiar por el Espíritu. Y si hay duda preguntémoselo a los ‘buenos’ de ayer y de hoy que, crasa equivocación, se encargaron de llevar a la muerte a Jesús de Nazareth y a muchos más que, a lo largo de la historia, se han dejado conducir por el Espíritu.

En el libro ‘Cómo Escuchar al Espíritu. Un Método de Discernimiento’, su autor muestra, convencido y basándose en el ejemplo de algunos de los grandes personajes de la Biblia, cómo escuchar al Espíritu. El 1er. punto propuesto es: Escuchar lo que realmente sientes, lo cual, cuando se hace bien, es correcto, pues hoy sabemos, no sólo por la fe sino por la ciencia también, que nuestros SENTIMIENTOS son el sofisticado lenguaje del cuerpo experienciado como lo experienciaba san Pablo: de una manera sentida, como parte de un Cuerpo más Grande (recordemos que Ignacio de Loyola fundamentó su espiritualidad en el sentir). Sí, experimentar fisiológicamente (lo cual incluye escuchar) lo que realmente sientes, es abrirte a lo que el Espíritu te dice desde su propio santuario que es tu cuerpo (1ª Cor 3:16). Ahora sabemos que todo y lo único que tenemos que hacer es permanecer con lo que estamos sintiendo, sin oponernos a que desde allí, se nos regale el proceso de integración-santidad en el cuerpo (NO EN LA MENTE), partiendo de lo que es real y estamos sintiendo.

El 2º punto del citado método es: COMPRENDER hasta dónde te llevan tus sentimientos. Aquí empieza el problema. Hasta ahora, son muy pocos los que han descubierto la sabiduría que nos regalan nuestros sentimientos cuando los acompañamos hasta que se forma la ‘sensación-sentida’ de la TOTALIDAD del problema o asunto con el que están tratando de ponernos en contacto (nuestros sentimientos), permitiéndoles decirnos “lo que nos tienen que decir” para así, y solo así, poder asumir e integrar plenamente la historia que está debajo de ellos. Una comprensión intelectual de nuestros sentimientos, un “discernimiento” mental acerca de a dónde ellos nos llevan no tiene ningún sentido a la luz del descubrimiento de que el potencial del desarrollo humano, no está en un nivel cognoscitivo proveniente del análisis o del conocimiento intelectual, como lo demostró el Dr. Gendlin precursor del Enfoque (Focusing); lo mismo parece decir san Pablo cuando afirma “Realmente mi proceder ni yo mismo lo entiendo... Pues no hago el bien que quiero...”: Rm 7:15-19. Para él tampoco tenía sentido analizar, comprender (intelectualmente) sus sentimientos ni menos pretender comprender ‘a dónde ellos lo llevaban’. Él anhelaba, quería hacer el bien, pero el saber que lo quería hacer no le ayudaba en absoluto a hacerlo. Tampoco le interesaba a Pablo tratar de comprender su proceder en sí mismo, pues terminaba haciendo lo que no quería, cuantas veces se había dejado guiar por su mente ‘réproba’.

Pretender pues comprender intelectualmente nuestros sentimientos ‘no sirve para nada y es pérdida de tiempo’; es un callejón sin salida, nos dice E. T. Gendlin y lo recalcan Mcmahon/Campbell, partiendo de los resultados de una firme y seria investigación científica, incorporada a una revolucionaria perspectiva psicológico-filosófica confirmada por la experiencia en fe de cualquiera que practica el Enfoque Bio-Espiritual. Equivale a querer discernir las cosas del Espíritu con ese pensamiento ‘entenebrecido’, podría decirnos Pablo hoy.

El punto 3º del método es Actuar con rectitud: La pregunta es ¿Cómo actuar con rectitud? ¿Conducidos por esa mente réproba, vacía, insensata, entenebrecida? ¿Atendiendo los ‘sabios consejos’ de alguien fuera de mí? ¿Siguiendo el ejemplo de los grandes personajes de la Biblia? Hasta donde yo sé, no ha existido nadie ni hay ningún libro, en ninguna biblioteca del mundo –ni en la Webb- que me diga como tengo que proceder; y hasta donde puedo entender, la única manera de saber si obré bien o mal va a ser ‘por los frutos’. Pretender pues, actuar con rectitud siendo guiado por esa mente no ordenada al Espíritu es camino seguro al desastre. El problema de aquellos gálatas, de 20 siglos de cristianismo (con algunas admirables excepciones), de nosotros y de la humanidad entera, bien lo podemos expresar así: Habiendo comenzado con el espíritu (el reino de Dios ya está en todo ser humano) ¿terminamos ahora en la carne?

El paso 4º de la obra mencionada es Discernir por dónde te quiere llevar el Espíritu de Dios. Este tipo de discernimiento es también otro movimiento mental y no el dejarnos ir en el proceso corporal de Gracia (que ES en sí El Espíritu, y la pregunta vuelve a ser la misma: ¿Cómo discernirlo? Es obvio que a menos que se nos explique ese cómo hacerlo, estamos en otro callejón sin salida. Pero ¿para qué pretender discernirlo si sabemos por revelación y por experiencia que “El viento (Espíritu) sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va”, y que “Así es todo el que nace del Espíritu”? (Jn 3:8) ¿Quienes creemos que somos para discernir por dónde el Espíritu nos quiere llevar? La experiencia de y en fe es aprender a confiar en Él y dejarlo hacer el trabajo que tiene que hacer en nosotros y que no es sino que cada uno sea quien ES. La mente se ha abrogado a sí misma la atribución de ser la herramienta apropiada para manejar el asunto, cuando, en realidad, para ella la vida en el Espíritu es ¡necedad!

El 5º punto de este método de discernimiento es: Actuar junto con el Espíritu, y la pregunta es: ¿Poniendo nuestro ‘granito de arena’?, ¿‘ayudándole’? (¡...!). Lo que entonces suele estar pasando es que suplantamos al Espíritu y luego le ponemos agua bendita a lo que hacemos para legitimar nuestro ‘insensato proceder’.

Mi madre no hizo en absoluto nada de esto; ella solo atendió sus sentimientos. No tuvo que discernir hasta dónde sus sentimientos la llevaban, ni comprenderlos, ni ver si estaba actuando con rectitud, ni discernir por dónde la quería llevar el Espíritu, ni actuar junto con Él, ni seguir el ejemplo de nadie. Ella simplemente PERMANECIÓ validando, acompañando, honrando, sosteniendo, su sentimiento de inquietud y de ‘no sentirme bien’ en su misa diaria, dejando en casa a su marido. Al paso de cierto tiempo de estar con esto, en vez de irse a misa, empezó a ponerse enfrente de él, a dos, tres metros de distancia, desde donde y cuando él la llamaba con insistencia ella le contestaba: “Aquí estoy Dimitas...” Escuchando por un tiempo más lo que surgía en ella mientras estaba a esa distancia (física y afectiva) respondiéndole aquí estoy..., descubrió, nos dijo, que ‘no me sentía bien’ y volvió a estar con, en, este nuevo sentimiento. Lo que resultó fue que terminó “siendo conducida” ¡junto a su marido!; entonces empezó a estar CON él, a realmente escucharlo. A preguntarle cómo se sentía, a acompañarlo y a compartirse sus recuerdos; a leerle algo, a escuchar juntos un cassette de interés para él, llegando a estar tan unidos como las células que forman un Cuerpo Más Grande. En otras palabras, al escucharse a sí misma, permitió, mediante ese proceso interior, abrirse a la condición de su marido y ser vulnerable a esa realidad. Ella había pasado desde sólo ‘VER’ a su esposo, a estar con/EN él. Y al estar así -nos dijo-, ‘me sentí bien’. Fue el sentir y asumir lo que en ella era real (su sentimiento de no sentirse bien primero en misa y después a tres metros de distancia de papá) lo que la mantuvo en el ESPACIO DE GRACIA que le permitió dar estos admirables pasos de congruencia-integración-desarrollo-plenitud-santidad (que todo esto es exactamente, lo mismo.)

“La Gracia no viene de afuera”, no es información o comprensión intelectual; no la recibimos mediante el discernimiento mental ni la podemos controlar a nuestro antojo; la Gracia es “PROCESO DE SANTIDAD en el cuerpo”. Jesús al parecer, habló de esto cuando dijo a los que se querían anotar como sus discípulos “... el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. Él no se refería sólo a lo físico; hay millones de personas en el mundo que no tienen ni lo poco que Jesús tenía y no por eso son sus discípulos. Él más bien decía que el que quiera seguirlo no debe basar en cálculos su decisión de hacerlo, ni menos fundamentar el discipulado en un andamiaje mental de éste o de cualquier otro tipo. La vida en el Espíritu implica que no necesitas nada seguro en qué apoyarte; tu experiencia de Dios en fe, te lleva a entrar y a estar y a permanecer confiadamente en el Proceso que ES Dios mismo.

Cuenta Gandhi que un día él supo que de allí en adelante iba a ser ‘conducido’ (por el Espíritu). El que se deja guiar por el Espíritu no fundamenta su existencia en un nivel mental, ‘…porque el que quiera salvar su vida la perderá...’, por más que alguien diga que ‘la mente del hombre es para él como una segunda Providencia’, recordándonos más el pensamiento de Aristóteles que la experiencia de Pablo en el Espíritu por la fe, y por supuesto, lejos de las palabras y el testimonio del Joven a cuya “cabeza” no necesitaba darle apoyo de ninguna especie, ni menos aun, él ‘apoyarse’ en ella. Su vida, su obra, su herencia (y la de sus seguidores conocidos o ‘anónimos’), están más allá de cálculos y discernimientos mentales.

Hoy sabemos que un discernimiento sano no parte sino de la sabiduría contenida debajo de nuestros sentimientos; pero si la suplantamos por la directriz que surge de un todopoderoso y controlador racionalismo excluyente del Espíritu ya no estamos en éste. En el episodio bíblico en el que Pedro es enviado a Cesarea, a casa de Cornelio donde el Espíritu obra la conversión dentro de los allí presentes, aquél lo comenta así ante la primera comunidad cristiana de Jerusalén: “El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar”. Pedro había estado en oración, esto es, en contacto con Dios mediante lo que realmente sentía. Entonces vino, a través de una serie de imágenes, una propuesta que por incomprensible, rechazó: comer ‘animales impuros’. Entonces llegan los hombres de Cornelio por él y el Espíritu en su cuerpo le dice “Baja al momento y vete con ellos sin vacilar pues yo los he enviado”. Para atender esta propuesta, Pedro no tuvo que llevar a cabo ninguno de los puntos del discernimiento antes comentados, salvo el primero, que llevado a cabo hasta sus últimas consecuencias, resultó ser un admirable acto de fe (como el de mamá) que lo condujo desde una instancia corporal, sentida, a la experiencia de la universalidad y de la liberalidad absoluta del Espíritu (soplando donde quiere).

Tampoco encuentro ese discernimiento mental en aquél pasaje de Francisco de Asís cuando le dice a uno de sus hermanos de la ermita: ‘Vamos al pueblo a predicar’. Llegaron, la gente los escuchó hablar entre ellos, se contagió de su alegría, vio que en su pobreza estaban llenos de Dios y les regaló algo de comida que Francisco retribuyó con muestras de profunda gratitud y bendiciones. Luego dijo a su hermano: ‘Ya es hora de regresar’. De camino el hermano le recriminó ¿No que íbamos a predicar? Francisco le respondió: ‘SÍ predicamos; lo hicimos al platicar entre nosotros, al estar con la gente, al hablar con ella, al recibir estos trozos de pan, sin tener que hablar de Dios ni una sola palabra...’ Él PERMANECÍA en el Espíritu, lo cual percibía claramente la gente. Era el Espíritu prolongándose en/con Francisco quienes hacían la conversión.

Exactamente el mismo proceso se dio en mamá al irse acercando a su marido anciano, enfermo, deprimido, exigente, demandante de atención y dependiente de ella ‘28’ horas diarias. Ella no necesitó más que validar y sostener, lo que verdaderamente SENTÍA. Lo demás fue obra del Espíritu. Estando en Él, le fue dado el movimiento que expresa una ‘profunda comprensión’ y una ‘profunda aceptación’ (C. R. Rogers) de su esposo, (lo que no es sino el cumplimiento de la palabra del Profeta: Misericordia quiero...) y que ha incluido en ella, además, la maravillosa capacidad de poner sanos límites en su relación. Esto es la vida del Espíritu en el cuerpo (impresa como Ley en el corazón) que en el Nuevo Testamento recibe el nombre de amor ÁGAPE. Es experimentar físicamente la Gracia (McMahon-Campbell.) y dejarse guiar por ella. Y por cierto, mamá no está agotada (creo que tiene más energía, más alegría y más buen humor que nunca), sino que más bien crece en ella la esperanza de llegar dentro de dos, a celebrar sus 65 años de casados. Y con ello también papá, a sus 85, está cambiando de ánimo y hasta de humor. ¡Hay que verlos para creerlo!

Resumiendo: El discernimiento cristiano no es para darnos seguridad en el conocimiento, el proyecto o la acción, pues hagamos lo que hagamos, cuando es en el Espíritu será un acto hecho “con temor y temblor”. En la vida en el Espíritu la comprensión intelectual es un producto derivado, adicional; es sólo parte de la ‘añadidura’ y en el mejor de los casos un “conocimiento que va más allá de todo conocimiento” como diría san Pablo; un: ‘no entender entendiendo’ y un ‘entender no entendiendo’ como diría san Juan de la Cruz. La experiencia en el Espíritu no admite mezclas promiscuas mente-espíritu sino la ordenación de aquella a éste, como tampoco la profanación por nuestra mente corrompida del ‘santuario’ del Espíritu que es nuestro cuerpo. El centro, el origen y el fundamento del discernimiento y la acción del creyente es la EXPERIENCIA misma de la vida EN el Espíritu: “...Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya REALIZADO por medio de mí... en virtud del Espíritu de Dios...” nos ha revelado Pablo (ver Rm 15:18-19). NADA puede sustituir esta experiencia; el ‘saber’ qué cosas hacer y el poder para hacerlas SON la vida en el Espíritu; el papel del discernimiento cristiano es infinitamente más modesto que lo que nos exige una mente ávida de evidencia, seguridad, claridad, control, dominio y eficacia, pero de una trascendencia capital: Es solo para darnos cuenta que estando y permaneciendo en lo real de nuestros sentimientos, estamos abriéndonos al Espíritu. De Él proceden “las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos” Ef. 2:10. “...pues es Dios quien obra en nosotros el querer y el obrar, como bien Le parece”: Flp 2:13. Lo más importante y menos comprensible para una mente vacía son aquellas palabras trasparentes como el agua: “...no hago el bien que quiero...”; es que sólo experienciando esta realidad es posible, desde ella abrirse a la vida del Espíritu en el cuerpo, pues: “cuando soy débil, es entonces (y sólo entonces) que soy fuerte”.

Entendido mediante el lenguaje de la Bio-espiritualidad el dicho de Jesús relativo a que se perdonará el pecado contra el Hijo, pero no el pecado contra el Espíritu, lo podría parafrasear así: se les perdonará estar en su mente pervertida, pero lo que no se les perdonará será que no escuchen, atiendan, reciban, al Espíritu en su santuario, su templo, su morada, que es su propio cuerpo físicamente sentido.

Y para los que no tenemos este proceso disponible en nuestro cuerpo de una manera natural o intuitiva, ahora todos lo podemos aprender por medio del Enfoque Bio-Espiritual. Si lo hacemos regular y adecuadamente nos estaremos abriendo al ‘espacio de gracia’ desde el que podemos SENTIR a Dios.

Posdata: Al darle a mamá este escrito, una hermana le preguntó cómo le había hecho para atender sus sentimientos de malestar en misa y luego en casa acerca de su relación con papá. Ella respondió: “sólo hice lo que Juan dice que hay que hacer con los sentimientos.” Así que ahora puedo decir que tengo en ella una destacada alumna de Enfoque Bio-Espiritual.


Todas las citas bíblicas fueron tomadas de la Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer. 1967.

Ameche Guillermo SJ: Cómo escuchar al Espíritu. CRT. México. 1998.

Campbell PA, McMahon EM. Evasión de proceso: Cuadernos de Enfoque Bio-Espiritual.

McMahon EM., Más allá del Mito del Dominio. Alternativa para una Sociedad Violenta. México. 1999.

Gendlin E. T.: Focusing. Proceso y Técnica del Enfoque Corporal. 2ª. Edición. Editorial Mensajero. 1983.


[1] Libro de Job, 2:9-10.

domingo, 4 de febrero de 2007

La Empatía con Jóvenes en Riesgo Social.


LA EMPATÍA CON JÓVENES EN RIESGO SOCIAL.
Orientación técnica para los educadores de trato directo.

Luis Robles Campos, Psicólogo.




  • Escrito realizado en el marco del trabajo terapéutico ejecutado por “La Yareta”, programa especializado en atención a jóvenes en vulnerabilidad social con consumo abusivo de drogas.
    Arica – Chile. Octubre, 2005.



    EL ROL TERAPÉUTICO DEL EDUCADOR DE TRATO DIRECTO.
    El rol del Educador de Trato Directo constituye uno de los engranajes principales en la intervención de los centros de atención a menores en riesgo social, ya que las personas que desempeñan este cargo son las que pasan mayor tiempo con los niños y jóvenes que participan en este tipo de programas y, por lo tanto, pueden lograr un profundo vínculo con ellos. Por este motivo, se entiende que su función no se limita sólo a fines educativos sino que también se extiende a la generación de un clima terapéutico propicio para favorecer el proceso de cambio en los jóvenes.

    La generación de un adecuado clima terapéutico se sustenta sobre la base del respeto y la aceptación de las experiencias que comunican los jóvenes y se operacionaliza a través de las respuestas interaccionales y verbales concretas que ofrece el Educador de Trato Directo a cada joven y al grupo en general. El tipo de respuesta interactiva-verbal que favorece la configuración de un espacio terapéutico se conoce como Escucha Empática, la cual se define, explica y ejemplifica a continuación.


    ESCUCHA EMPÁTICA
    La escucha empática es una las herramientas fundamentales para favorecer el cambio terapéutico y se entiende como la capacidad de ponerse en lugar del otro o de amplificar lo que la otra persona está expresando o sintiendo, de manera que ésta perciba que se le está comprendiendo de manera adecuada. Su objetivo general apunta a crear un espacio protegido y contenedor, en donde la persona escuchada se sienta progresivamente motivada a sentir, reconocer y expresar más aspectos de su mundo interior o de su emocionar.

    Para entender mejor como operacionalizar o practicar la escucha empática a fin de contribuir a los objetivos de los centros de atención a jóvenes en riesgo social, es necesario comprender que este tipo de escucha consta de tres objetivos específicos:

    1. Ofrecer a los jóvenes un espacio de relación libre de juicios.
    2. Apoyar a los jóvenes a estar en contacto con su propia emocionalidad.
    3. Favorecer una relación positiva entre el o la joven y sus propios sentimientos.

    A continuación se explican y se ejemplifican estos tres objetivos específicos.


    OBJETIVOS ESPECÍFICOS DE LA ESCUCHA EMPÁTICA:
    1. Escuchamos para ofrecer un espacio de relación no valorativo o libre de juicios:

    Uno de los requisitos básicos para configurar un clima terapéutico propicio para favorecer el proceso de cambio de niños y jóvenes en riesgo social, es que el equipo de trato directo (educadoras y psicólogo) puedan ofrecer una relación contenedora y protectora hacia las experiencias, emociones o sentimientos que los jóvenes expresan en los distintos espacios de interacción (encuentros grupal, talleres terapéuticos, conversaciones personales, hora de almuerzo, etc.). Es necesario destacar que esta relación protectora debe construirse sobre dos valores humanos esenciales: la aceptación y el respeto, o dicho de un modo más sencillo, tal relación debe estar libre de juicios hacia la experiencia que los jóvenes comunican.

    Una relación que contenga valoraciones o juicios hacia la experiencia del joven limita o reduce las posibilidades que éste esté más dispuesto a explorar, reconocer y expresar sus emociones y sentimientos; lo cual constituiría la perdida de una de las piezas fundamentales de trabajo en su proceso de cambio o de desarrollo personal.

    Algunos ejemplos de relación donde la experiencia de los jóvenes no es aceptada y respetada debido a la presencia de juicios o valoraciones son los siguientes:

    * No acoger sentimientos que culturalmente son calificados como negativos: aburrimiento, desmotivación, frustración, rabia, pena, etc.
    * Presionar a los jóvenes a participar verbalmente en actividades grupales.
    * Desestimar, ignorar, contradecir, subestimar o bajarle el perfil a las emociones o sentimientos que los jóvenes comunican.

    ¿Cómo podemos crear un espacio no valorativo o libre de juicios al interactuar con los jóvenes con los cuales trabajamos o vamos a trabajar en el futuro? Básicamente, a través de la respuestas verbales que devolvemos a la expresión de sentimientos que éstos hacen. Es importante que ellos perciban a través de estas respuestas de escucha que están siendo comprendidos, respetados y acompañados en su proceso de desarrollo personal. Por ejemplo:

    · Si el joven se muestra desconfiado, tímido o reacio a compartir sus experiencias y sentimientos, podemos intervenir de las siguientes formas:
    § “Me doy cuenta que te es difícil contarnos como te sientes, tal vez quieras ir de a poco”.
    § “Quizás nos puedas decir en una palabra o en una imagen como te estás sintiendo”.
    § “Quizás no estás acostumbrado a hablar de ti, pero quiero que sepas que aquí puedes hacerlo y nosotros te vamos a escuchar con respeto”.
    § “Tal vez nos quieras contar que te hace sentir incómodo aquí”.

    · Si el joven no desea participar verbalmente en actividades grupales será más conveniente responder de las siguientes formas:
    § “Entendemos que ahora no te sientes preparado para participar”.
    § “Vamos a respetar tu decisión de no hablar está vez”.
    § “Confiamos en que quizás más rato o la próxima vez puedas compartir con nosotros lo que sientes o lo que opinas”.
    § “Cuando te sientas preparado/a para hablar, yo voy a estar lista para escucharte”.
    § “Si quieres te podemos acompañar un momento en silencio”.

    · Si el joven expresa emociones que culturalmente se califican como negativas, es necesario hacerle sentir que se comprende, se acepta, y se acoge aquello que está sintiendo.
    § Joven: Estoy triste pero no quiero hablar mucho.
    Educadora: Sientes algo triste que te quita las ganas de hablar. Te acompaño mientras estás en silencio…

    § Joven: ¡Tengo rabia, me dan ganas de mandar todo a la cresta!
    Educadora: Sientes rabia, ya no quieres saber más de todo eso…

    § Joven: Me da pena y rabia pensar en eso…
    Educadora: Pensar en eso te hace sentir rabia y pena.

    § Joven: Me dan ganas de llorar…pero no puedo.
    Educadora: Necesitas llorar pero algo te lo impide…


    2. Escuchamos para apoyar a los jóvenes a estar en contacto con su propia emocionalidad.
    Cuando participamos en una intervención que busca brindar apoyo y orientación a jóvenes en riesgo social, no basta con sólo hablar o reflexionar acerca de sus problemáticas puntuales, también es necesario crear un espacio donde los jóvenes se hagan concientes de sus propias emociones y sentimientos, ya que éstos serán una de las piezas esenciales de trabajo en su proceso de cambio.

    Es fundamental que los jóvenes tengan conciencia de sus propios sentimientos, y que a través de éstos puedan comprender cuales son las debilidades y fortalezas con las que están enfrentando su cotidianidad, sus relaciones interpersonales, sus dificultades, su proceso de desarrollo personal, etc.

    Tomando en consideración lo anterior, entenderemos que será de vital importancia chequear regularmente cual es el estado anímico o emocional del joven, para poder acompañarlo adecuadamente en su proceso, pero principalmente para que él tome conciencia de cómo se está sintiendo y cómo influye esto en su forma de percibir, pensar, emocionar y de actuar su vida y su mundo.

    · “Te veo de mal humor, como si hubiese algo que te molesta”. – “Sí, estoy preocupado de… y molesto por…”.
    · “Pon atención a como te sientes, para que puedas ver que es lo que te tiene mal”.
    · “Pareces distante hoy, estás callada… ¿crees que te serviría hablar un poco?”.
    · “Presta atención a como te sientes, ¿Crees que este consejo que te he dado te pueda ayudar en algo?”

    Entendiendo la importancia que los jóvenes tengan conciencia de sus propios sentimientos, cada intervención que se realice en el contexto de una actividad grupal o de forma individual deberá apuntar a que éstos pongan atención a cómo reciben o sienten lo que se les dice. Por ejemplo:

    · Si los compañeros de grupo confrontan a un participante es necesario consultarle a este como le llega esa confrontación:
    § “¿Cómo te sientes con esto que te dicen tus compañeros?”
    § “¿Sientes que cambió algo con lo que acaban de decirte?”
    § “Tomate un momento para sentir como te llega lo que te dicen, no te apresures a contestar”

    · Si el educador de trato directo brinda una orientación, opinión, sugerencia o consejo a un joven, debe chequear como este recibe tal proposición:

    § “¿Sientes que esto que te digo te pueda ayudar de alguna forma?”
    § “¿Cómo te sientes considerando esta sugerencia?
    § “¿Crees que te será difícil poner en práctica este consejo?”
    § “¿Crees que puedas sentir todo esto que te digo para ver si te acomoda?”

    · Si el joven está hablando de sí mismo, contando como se siente, haciendo una reflexión, o expresando cualquier cosa respecto de su proceso, será necesario hacerle chequear sus propias palabras para que profundice el conocimiento de sus propios sentimientos.
    § “Cuando nos cuentas esto, ¿Cómo te sientes?”
    § “¿Te pasa solamente eso, que sientes rabia o hay algo más?”
    § “¿Cuándo nos dices esto, sientes que se mueve algo, sientes que algo cambia?”
    § “¿Te hace sentir mejor eso que acabas de decir?”
    § Me dices que ya estás mejor, pero tu cara sigue triste, hay algo que se haya quedado adentro.

    Es importante no perder de vista que sin importar cuales sean los temas que se desarrollen en las actividades de un programa de atención a menores en riesgo social (familia, conductas de riesgo, motivación, asuntos escolares, etc.), éstos deberán ser examinados en alguna medida desde una perspectiva emocional, utilizando las herramientas que se plantearon en este apartado, ya que examinar tales asuntos desde un punto de vista meramente anecdótico o cognitivo (o sea, con la pura “cabeza” y no con el “corazón”) reduce la posibilidad que los jóvenes interioricen el aprendizaje que se les ha propuesto.


    3. Escuchamos para favorecer una relación positiva entre el o la joven y sus propias emociones o sentimientos.
    Al crear un clima terapéutico destinado a que los jóvenes se sientan progresivamente motivados a sentir, reconocer y expresar más aspectos de su mundo interior, no sólo debemos ofrecer un espacio libre de juicios e incentivar la toma de conciencia respecto de los sentimientos. También es importante favorecer una relación positiva entre el o la joven y su propia emocionalidad.

    Favorecer una relación positiva entre la persona y su propio emocionar, implica que ésta perciba, por una parte, que ella no es víctima o no está a merced de sus emociones, (sobre todo cuando experimenta perturbación, angustia, ansiedad, frustración, aislamiento, etc.), sino que ella es dueña de tales sentimientos y que por lo tanto puede conocerlos, explorarlos y manejarlos. Por otra parte, implica también que la persona logre sentir que puede usar este conocimiento o sabiduría emocional para comprender más aspectos de ella misma y a partir de ahí guiar sus decisiones personales.

    Una forma sencilla de favorecer una relación positiva entre el joven y su propio emocionar, es hacer que éste se relacione con su sentir como si se tratara de un “alguien” que necesita ser acompañado, reconocido y escuchado con paciencia y cariño.

    Joven: “Eso me hace sentir pena”
    Educadora: “Te parece si le haces compañía a esa pena para ver si se siente mejor…. Hagamos un poco de silencio para que lo puedas hacer”

    Joven: “No se que es lo que me pasa”
    Educadora: “No tienes claro que te pasa, tal vez si prestas atención a tus sentimientos puedas saber qué es lo que ocurre”.

    Joven: “Siento mucha rabia, la siento aquí en el pecho”
    Educadora: “Ok, tratemos de hacerle compañía a esa rabia que sientes en el pecho, para ver que necesita”

    Cuando el joven experimenta angustia, ansiedad, frustración, aislamiento, rabia, tristeza o cualquier emoción que le resulta perturbadora o incomoda, podemos plantearle a éste la posibilidad que tal emoción es así de molesta por alguna buena razón; esto también favorece una positiva relación interna.

    · “Tal vez eso que sientes y te molesta está tratando de llamar tu atención porque necesita mostrarte algo importante”.
    · “¿Y si pudieras utilizar esa rabia para tu propio beneficio, si pudieras sacar algo bueno de ella?”
    · “Tal vez esa soledad que sientes nos pueda decir que es lo que hace falta en tu vida”.
    · “¿Puede ser que esa ansiedad sepa que es lo que te hace falta en este momento?... y si le prestas atención para ver que te dice”.


    REFLEXIONES
    · Es importante comprender que la configuración de un espacio terapéutico constituye un proceso que se debe trabajar diariamente.

    · Un aspecto fundamental de la configuración de un espacio terapéutico es que éste se construye más con una forma de “ser” que de “hacer”. Esto quiere decir que si no nos relacionamos con respeto, humildad, aceptación y paciencia, no importa cuantas técnicas apliquemos, ellas no darán resultados.






sábado, 3 de febrero de 2007

Sensaciones Sentidas Periféricas (reformulado)




SENSACIONES SENTIDAS PERIFÉRICAS
Ampliando la noción de las sensaciones con sentido
.
Por Luis Robles Campos. (*)
Enero 2007.

Reformulación del escrito “Sensaciones Sentidas Periféricas: Propuestas para integrarlas en el proceso psicoterapéutico” (Robles, 2005, trabajo no publicado).



SENSACIONES SENTIDAS.

La visión clásica.


En la literatura clásica acerca del Focusing (Gendlin, 1969, 1980, 1981, 1996) se enseña que la sensación sentida siempre se presenta hacia el centro del cuerpo; esto es: garganta, pecho o abdomen, y que es desde allí donde “surgen” los nuevos significados que permiten al focalizador llevar su experiencia adelante. Al mismo tiempo que se señala esto, se menciona que en la práctica de la psicoterapia es posible encontrar personas que experimentan sensaciones corporales periféricas, o sea, que no se presentan en el área del tronco, como cabeza, brazos, manos, piernas, etc., pero que éstas no constituirían una sensación sentida ya que, supuestamente, carecen de significados implícitos. Así, encontramos algunas citas de Gendlin muy claras al respecto, como por ejemplo:

“En focusing, se atiende interiormente a la sensación del cuerpo… Uno no explora simplemente el cuerpo, encontrando tensión, digamos, en los hombros, o alguna rara sensación en el pecho. No estamos hablando de sensaciones que parecen meramente corporales... Tu sensación… estará en algún lugar del centro de tu cuerpo, en el área comprendida entre tu garganta y tu estómago” (Gendlin 1980; en Alemany, 1997, p. 215).


En base a esta con concepción, cuando una persona experimenta una sensación corporal periférica durante el desarrollo de un Focusing, por lo general, se le invita a advertir si en medio de su cuerpo (garganta, pecho o abdomen) hay una sensación sentida que pudiera dar alguna luz sobre la situación que está tratando, o acerca de lo que esta sensación corporal periférica pudiera implicar o significar (Gendlin, 1981; Weiser Cornell, 2001). Algunas sugerencias para lograr esto serían:

“¿Puedes ver si en medio de tu cuerpo hay algo que te diga qué hay en esa tensión que tienes en las piernas?”.

“¿Hay en tu pecho alguna sensación que tenga que ver con ese peso que sientes en los hombros?”


En muchos casos resulta que sí es posible hallar en el área del tronco una sensación sentida que acompaña y da significado a las sensaciones periféricas, y en tales casos el tipo de sugerencia que se cita arriba es de bastante ayuda. Pero también ocurre que a veces las sensaciones corporales periféricas se presentan de forma intensa de modo que la atención del cliente se desplaza hacia ellas aunque haya también una sensación sentida en medio del cuerpo; o bien lo hacen sin estar acompañadas de una sensación de esta naturaleza, de tal forma que hacer el tipo de sugerencias que se citó anteriormente puede constituir un desaprovechamiento del paso necesario para continuar con el Focusing, o incluso, puede convertirse en una intervención contraproducente, ya que el focalizador puede sentirse poco escuchado o no del todo aceptado.


Las nuevas posturas.

Por otro lado, en la literatura más vanguardista acerca de enfoque experiencial, diversos autores se han referido a distintas manifestaciones del cuerpo, tales como síntomas de enfermedades (Byer, 1999, Grindler, 2006), dolor físico crónico (Mieller & Feuerstein, 1999) dolor debido a daño físico severo (Stevenson, 1998), pequeñas molestias físicas como eccemas o picaduras de insectos (McGavin, 1997, 1999) o incluso síntomas de refrío (Weiser Cornell, 2001; Nayowith, 1999), como expresiones con sentido y significación. Por lo tanto, se hace necesario reexaminar las concepciones que tenemos acerca del cuerpo, su capacidad de significado y expresión.

Por este motivo, en el presente artículo se examinarán brevemente algunas reflexiones acerca de cómo entender la aparición de sensaciones corporales periféricas, que se constituyen en objeto de atención del cliente, y que eventualmente serían expresiones de significado. Sin embargo, por un asunto de brevedad y especificidad, no nos centraremos en aquellas sensaciones que se relacionan con síntomas físicos de enfermedades u otras como las que se nombraron en el párrafo precedente; sino que sólo en aquellas sensaciones corporales que no se presentan al centro del cuerpo y que se manifiestan espontáneamente en el desarrollo del Focusing, y que denominaré “sensaciones sentidas periféricas”.

Para lograr el objetivo anterior, se revisarán concisamente algunas ideas de la filosofía de Gendlin, al mismo tiempo que se intentará hacer una modesta relectura de ellas.


EXISTENCIA, CORPORALIDAD Y EXPRESIÓN DE SIGNIFICADO.

Corporalmente sentida.

El cuerpo y su propiedad significante son elementos esenciales en el pensamiento filosófico y en el enfoque psicoterapéutico de Eugene Gendlin (1962, 1964, 1973, 1981, 1996, 1998). En su Teoría del Experiencing, Gendlin describe la creación de significado como un proceso incesante entre el experienciar corporal y los conceptos, señalando que tal proceso de significación sería la base de las dimensiones lógicas y operacionales del conocimiento, y que se presentaría a la conciencia de forma directa a través de una sensación interiormente sentida, o sea, de manera mayormente implícita.

En base a estos planteamientos, su apreciación acerca de cómo se tiene acceso a la propia experiencia, es precisa:

“La experiencia de la existencia y el acceso a ella es la vida del cuerpo, sentido en su interioridad [1], ‘la sensación de ser un cuerpo que vive en este instante’” (Gendlin, 1973; en Alemany, 1997, p. 151)


Gendlin (1973) se adelanta a distinguir que este planteamiento no constituye un “reduccionismo fisiológico”, ya que no describe el cuerpo sólo en relación a su componente físico, si no a como se vive éste subjetivamente, “como se siente el cuerpo desde su interioridad”. Sin embargo, más recientemente, su propuesta ha sido catalogada de “reduccionismo fenomenológico”, ya que la creación de significado y la expresividad del self estarían relegados específicamente al proceso de experiencing y a la capacidad de sentir el cuerpo interiormente (Prouty, 1999). Esta especie de reduccionismo fenomenológico, se visualiza más claramente, cuando se refiere a la sensación sentida como único objeto de atención para adentrarse en la búsqueda de significado, (Gendlin, 1962, 1964, 1973, 1980, 1981, 1996); como claramente se aprecia en la cita del autor presentada al inicio de este escrito.


En-Interacción.

Al mismo tiempo que Gendlin plantea que la corporalidad tiene un lugar central en la experiencia, menciona que la interacción es totalmente constituyente de toda experiencia, y que en cierto sentido, el entorno que forma parte de la interacción resulta inseparable del experienciar (1973, 1989, 1998).

“El hombre, tal como escribieron los existencialistas, es un ser-en-el-mundo. Los guiones indican que un ser, es a la vez la persona y las situaciones (o circunstancias) en que la persona vive” (Gendlin, 1973; en Alemany 1997, p. 153).

Este argumento nos acerca a un enfoque en que cualquier experiencia de un organismo: su percepción, su conducta, su expresividad, su orientación, o en el caso de los humanos, su conciencia, su emoción, su pensamiento, etc., puede ser vista como una configuración que surge de la complejidad del organismo mismo en interacción con su entorno.

Para señalar lo anterior de un modo más simple, podemos declarar por ejemplo que, como seres humanos tenemos la capacidad de sentir frío debido a nuestra constitución física y significante que nos permite sentir temperaturas, en la medida que nuestro cuerpo interactúa en un ambiente en el cual se puede sentir frío. O sea, la experiencia del frío no es algo inherente y exclusivo del organismo, sino que una posibilidad de éste en su inseparable e indivisible interacción con el medio ambiente. Del mismo modo, el frío no es sólo inherente al medio ambiente. El frío no viene de afuera hacia adentro, ni tampoco de adentro hacia fuera. El frío es una-posibilidad-del-organismo-en-interacción-con-su-entorno.

Y ya que lo mismo que se plantea acerca de la experiencia del frío es aplicable a cualquier experiencia o conducta, podemos entender que: el hacerse conciente de los sentimientos no es inherente sólo a la persona, sino a la-persona-en-interacción-con-su-entorno (personas, eventos, etc.). Por lo tanto, la capacidad de expresión del cuerpo, y la manera particular en que expresa su sentido, significación o sentimientos, también es una-posibilidad-del-organismo-en-interacción-con-su-entorno.

Esta relación biunívoca e inseparable entre el organismo (el cuerpo) y su entorno, constituye actualmente uno de los principios centrales de la filosofía de Gendlin (1998); argumento que más adelante nos conducirá para formular un entendimiento acerca de las sensaciones sentidas periféricas.


Proceso viviente cambiante.

Ahora bien, ya que la experiencia es corporalmente sentida y a la vez es inseparable de la interacción en la que ocurre, debemos tener en cuenta también que el cuerpo experienciante no es una entidad con expresiones rígidas e inmutables, el cuerpo es un proceso viviente que siempre está cambiando.

“Los cuerpos no son fijos. Sobre una nueva superficie, el animal anda como nunca lo hizo. Su andar ya está constituido, pero en interacción con la nueva superficie, el andar surge de forma diferente, inmediatamente” (Gendlin, 1989; en Alemany, 1997, p. 384).

Parafraseando a Gendlin, y para adentrarnos en la temática de cómo se expresa el cuerpo, o a través de qué medios o formas lo hace, podemos plantear a la vez que:

“Los cuerpos no son fijos. En una nueva interacción, el cuerpo se expresa como nunca lo hizo. Su expresividad ya está constituida, pero en la nueva interacción, su expresividad surge de forma diferente, inmediatamente”

Si una persona habla de sus sentimientos con alguien que la escucha y la tiende de un modo en que nunca otro individuo le había escuchado, entonces su forma de expresar sus sentimientos, y la forma en que se contacta con ellos, será automáticamente diferente. De la misma manera, si se atiende el cuerpo de una manera en que nunca se había hecho, éste puede expresarse de maneras nuevas y creativas.

Entendiendo lo anterior, podemos empezar a abrirnos a la posibilidad que el cuerpo no sólo se expresé a través de las sensaciones sentidas “clásicas”, las que se presentan al centro y al interior del cuerpo, sino que también a través de otras manifestaciones, como las sensaciones corporales que se presentan fuera del área del tronco y que en un proceso de Focusing pueden llegar a constituir un punto importante de atención y de develación de significado para el cliente o focalizador.

Si la existencia no sólo es corporalmente sentida (Gendlin, 1973), si no que también corporalmente expresada, y las personas vivimos la vida con todo nuestro cuerpo y no solo con una parte de él (Gendlin, 1996); entonces, la creación y expresión de significado no puede ser una función exclusiva de la sensación sentida (tal cual se ha descrito tradicionalmente), sino de todo el cuerpo; sin excepción de alguna de sus partes.

Entonces, no es que el cuerpo tenga medios de expresión, sino que tajantemente: el cuerpo ES expresión. El cuerpo es, en su totalidad, expresión de la subjetividad.


Orientación.
Gendlin (1973; en Alemany 1997, p. 157) plantea que: “La experiencia siempre tiene una finalidad”.

Si tomamos en cuenta este principio, podemos por lo menos considerar que si el cuerpo se expresa en un lugar diferente de donde lo hacen habitualmente las sensaciones sentidas (el centro del cuerpo), no se trataría de una manifestación azarosa o sin sentido, sino que todo lo contrario, se trataría de una expresión que se dirige hacia el mundo con una finalidad, con una orientación. En atención a esto, las sensaciones sentidas periféricas constituirían una auténtica manifestación de la expresividad el cuerpo, una significación que busca ir adelante, del mismo modo en que una herida en proceso de cicatrización es una manifestación situada de la respuesta corporal holística a una lesión física.

Por su puesto, esta validación de ciertas sensaciones corporales como sensaciones sentidas, no pretende resolver la crítica que Prouty hace acerca del proceso de experiencing, al considerarlo un “reduccionismo fenomenológico”; pero si amplia la noción de cuales son las posibilidades de expresión del organismo.


El tipo de interacción determina cual es una sensación sentida y cual no.

“Las sensaciones corporales normales no son complejas, no suelen implicar lo que yo denomino una situación vital, si bien pueden conducirnos a una sensación sentida” (Gendlin, 1996, p. 262), es una expresión habitual del padre de la psicoterapia experiencial acerca de la preponderancia de las sensaciones interiormente sentidas por sobre las sensaciones corporales periféricas u otro tipo de manifestaciones corporales, en cuanto a su relación con la creación de significado.

Pero una sensación sentida no se determina a sí misma por sí sola, si no que en una indivisible interacción con su entorno. Esta interacción puede estar compuesta de muchos elementos, quizás otra persona que escucha, la forma en que esta persona le responde a quien se está focalizando en su sentir, el proceso cognitivo de atención sobre la experiencia, la cualidad afectiva con que se atiende a ésta, el tiempo que se le dedica a un aspecto determinado, la importancia o validez que se le da a diversas sensaciones corporales, etc. De modo que una “sensación sentida periférica” puede ser el resultado de una interacción determinada en la que el cuerpo manifiesta o expresa significado de un modo en que habitualmente no lo hace, debido a que la interacción en la que surge presenta condiciones que facilitan su manifestación.


Atención y novedad.

Una característica esencial de las sensaciones sentidas es que éstas no están allí de antemano, sino que se forman cuando el focalizador presta atención a su cuerpo para conocer y comprender “algo”; ese sentir interiormente sentido que inicialmente es vago e implícito y que siempre aporta algo nuevo.

En atención a esta característica esencial, lo que nos permitiría reconocer una sensación sentida es el hecho que ésta brinde una “certeza sentida” de contener sentido o significación, o que a partir de ella surja un “entendimiento novedoso” acerca de la situación que estamos tratando, quizás una palabra o una imagen que nos entregue una cualidad global acerca de lo que estamos sintiendo.

Este entendimiento nos permitiría reconocer cuando una sensación corporal periférica constituye o no una sensación sentida. Por ejemplo, si la persona menciona un dolor de cabeza, el cual estaba sintiendo antes de ingresar a terapia, y que no resulta atendido en una interacción precisa, probablemente no termine constituyéndose en una sensación sentida; del mismo modo, cualquier sensación periférica que sólo nos conduzca a expresiones viejas y repetitivas, probablemente tampoco sea una sensación sentida (Gendlin, 1981), y tal vez sea útil devolver la atención del focalizador hacia el centro de su cuerpo para chequear si allí hay alguna pista de lo que la sensación periférica quiere significar.

Por otra parte, cualquier sensación que surja como resultado del proceso de auto-atención que realiza el focalizador (el cual se enmarca dentro de un proceso interaccional mayor), y que le de a éste la impresión que implica algo más; o bien cualquier sensación de la que puedan “emerger” palabras, imágenes o algún movimiento que pueda develar un nuevo significado implícito, puede ser considerada una sensación sentida.

Algunos indicadores sencillos para comprobar si la sensación corporal periférica que el focalizador ha detectado constituye o no una sensación sentida, son sus propias expresiones faciales, ya que cuando se forma o encuentra una sensación sentida (que contiene significados implícitos) el cliente tiende a quedarse como “enganchado de eso” que parece querer decir algo más y que aún no es claro, lo cual es muy fácil de detectar en el rostro de la persona que se queda (aunque esté con los ojos cerrados o con la vista pérdida) como “mirando algo dentro de sí mismo”.

Considerando todo lo anterior, propongo que no cualquier sensación periférica puede llegar a constituirse en una sensación sentida, lo que no quiere decir que aquellas que no lo son no deban ser acompañadas o reflejadas de alguna manera.


SENSACIONES SENTIDAS PERIFÉRICAS

Definición y Descripciones.

Entenderemos por “sensaciones sentidas periféricas” aquellas manifestaciones corporales que se surgen en el proceso de Focusing, que aparecen en un lugar distinto del centro del cuerpo, cualquiera sea éste, y que representen para el focalizador un objeto de atención importante o llamativo, y que le brinda una intuición o certeza de conllevar un sentido, orientación o significado.

Para complementar esta definición, a continuación, se citan algunas zonas del cuerpo donde muchas veces se experimentan sensaciones que podrían llegar a constituirse en sensaciones sentidas, al mismo tiempo que se describe como pueden llegar a presentarse. Por supuesto, las descripciones que aquí se hacen sólo corresponden a posibles manifestaciones del significado sentido, y en ningún caso se plantean como significaciones universales; ya que para cada persona la manifestación de una sensación sentida periférica puede conllevar aspectos diferentes y únicos.

Cabeza: Sensación de una presión difícil de aguantar, de peso aplastante, como si la cabeza fuera a estallar, como si la cabeza estuviera conteniendo muchos pensamientos que son imposibles de manejar, como sentirse copado o aplastado por los problemas o por la angustia, o bien sentirse cansado de pensar, como necesitando una pausa, etc.

Cara: Sensación de que la cara se cae a pedazos, como la fachada de una casa en que se cae la pintura vieja, como si se cayera una máscara, sensación de necesidad que algo más auténtico o nuevo surja, sensación que los temores y las defensas se disipan, etc.

Hombros:
Sensación de llevar un peso, sensación de algo que tira para abajo, tensión que se ciñe sobre otra zona del cuerpo, etc.

Brazos: Sensación de estar de brazos atados o de brazos caídos, como no pudiendo hacer nada ante las situaciones-problemas, como una sensación de impotencia, etc.

Manos: Sensación de necesitar apretar algo, como una sensación que expresa la rabia; sensación de que las manos se caen, que no sostienen o que pierden fuerza; o bien sensación de querer cobijar algo como necesitando acoger una parte de uno mismo.

Piernas: Sensación de inmovilidad o de no poder mantenerse de pie, de estar estancado, de no poder avanzar, etc. La cualidad global en estos casos podría ser, por ejemplo, sentir algo que detiene, algo pesado que tira para abajo, etc.

Pelvis: Sensación de apertura o conflicto sexual, aspectos vinculados al género, sentimientos de maternidad o la paternidad, etc.

Sensaciones corporales globales: Sensaciones de frío o calor que se vinculan a soledad, temor, angustia dolor o rabia, etc. Sensaciones kinestésicas como estar flotando, o dentro de algo, por ejemplo, sentirse dentro de un huevo, o en un oleaje, etc.


Cómo Integrarlas al Proceso Psicoterapéutico.

Habiendo ya revisado algunas concepciones que nos pueden ayudar a comprender el sentido de la emergencia de sensaciones sentidas periféricas, nos encontramos con la pregunta de cómo integrarlas al proceso psicoterapéutico. Evidentemente, no hay procedimiento que por sí solo contribuya a trabajar aspectos específicos del experienciar, pero manejar ciertas herramientas de acción nos permite al menos intentar pasos que pueden generar movimiento experiencial.

La primera enseñanza que resulta útil considerar, antes de señalar sugerencias específicas para facilitar el proceso de personas que experimentan sensaciones sentidas periféricas, es que “cuando se produce una sensación sentida, sólo ciertas expresiones o acciones resonarán con ella y la llevarán adelante”. (Gendlin, 1996, p. 96). Esto quiere decir que cualquier acción a nivel concreto o simbólico, se ajustará y llevará adelante algún aspecto de la experiencia sólo si encaja con lo que el cliente está sintiendo y al mismo tiempo le permiten precisar nuevos aspectos de su experiencia.

Entre las posibilidades de acción o expresiones que podemos probar para llevar adelante una sensación sentida periférica, encontramos la atención, las palabras, las imágenes, el movimiento corporal, el “dialogo” entre sensaciones, entre otras, como se verá a continuación.


1. Validar y atender la sensación: La sugerencia básica para integrar las sensaciones corporales periféricas en el proceso psicoterapéutico es estar abierto a ellas con una actitud de aceptación, interés y curiosidad, ya que muchas veces no prestamos atención a diversas expresiones de nuestra propia corporalidad o a la de otras personas.

Habitualmente podemos pensar que ciertas manifestaciones corporales periféricas no tienen ninguna incidencia en el proceso de llevar adelante porque estamos acostumbrados a pensar que lo físico existe independientemente de lo psicológico o viceversa; ya que en cierta medida, aún estamos condicionados por el paradigma de la división mente-cuerpo. Por lo anterior, debemos tener permanentemente presente que la experiencia siempre excede cualquier preconcepción que se tenga de ella, y tener confianza en que el proceso corporal “nos ofrece sensaciones precisamente en el área del cuerpo donde más necesitan ser sentidas” (Weiser Cornell, 1994).

Tomando en cuenta esto, podemos sugerir al focalizador que permanezca junto a la sensación con una actitud acogedora y paciente. Una atención constante, aceptante y no demandante (de parte del terapeuta y del cliente) puede ser el tipo de interacción necesaria para que una sensación corporal periférica se constituya en una sensación sentida y para que su significado implícito se haga más claro para el cliente.

Finalmente, es importante recalcar que para que una sensación corporal devenga en sensación sentida, no hace falta cualquier tipo de atención, si no una atención con carácter afectivo.


2. Tocar la sensación: El Focusing es un enfoque centrado en el cuerpo, y no tiene que serlo solamente atendiendo una sensación corporal interna, también puede serlo integrando contacto corporal concreto, más específicamente usando el contacto de las manos sobre las sensaciones sentidas (Friedman, 2000).

Cuando una persona identifica una sensación sentida periférica, podemos, de forma muy gentil, sugerirle que lleve una mano hacia donde se encuentra la sensación sentida. Esta pequeña acción puede ayudar a los clientes que tienen dificultad en atender una sensación sentida a permanecer junto a ella.

También es posible que el mismo terapeuta toque a la persona muy respetuosamente, y siempre con su permiso, ya sea en la sensación misma o en otra parte del cuerpo en que resulte más cómodo para ambos y en especial para el cliente, por ejemplo, en los antebrazos o en los hombros; como una forma de ayudar a amplificar la conciencia acerca de tal sensación. Es llamativo como el más pequeño contacto puede a veces ayudar al cliente a salir de un bloqueo o a sentir más intensamente la cualidad de un sentimiento o de una sensación sentida.

En todo caso se debe tener en cuenta que así como el contacto físico puede ser de ayuda, también puede resultar entorpecedor del proceso, sobre todo con personas que se pudieran sentir incómodas con cualquier tipo de acercamiento. Obviamente, no sería ético tocar a las personas en partes más privadas como las piernas o el pecho.


3. Reconocer cuándo aparece: Muchas veces, antes que la persona logre dar con la cualidad de una sensación sentida (“tensa”, “asustado”, “como si esperara algo”, etc.), puede ser capaz de señalar aspectos mucho más básicos acerca de ella. Es posible constatar, por ejemplo, cuando aparece una sensación en el contexto de la interacción y de la conversación: “Apenas me dijo usted eso, me acordé de mi marido y me vino está sensación en la cabeza”. Si el cliente no realiza espontáneamente esta asociación, nosotros podemos consultar por ella. Obviamente, no preguntamos esto por mera curiosidad, sino porque sencillamente resulta más fácil atender pacientemente algo cuando entendemos que se relaciona con un contexto interpersonal y no pensamos que sólo se trata apenas de una “rara sensación ahí en las piernas”, por ejemplo.

Comprender el momento en que una manifestación determinada de la experiencia se hace presente, puede contribuir con el proceso atencional que es fundamental para conseguir una sensación sentida, sobre todo si el cliente se siente extrañado acerca de la sensación corporal periférica o se siente bloqueado por un momento. El Cuando puede ser una dimensión terapéutica tan valiosa como el Cómo o el Qué.


4. Describir su acción o movimiento: Otro tipo de descripción muy sencilla acerca de una sensación corporal, es la que se relaciona con su “acción” o “movimiento”. A veces se siente que las sensaciones corporales tuvieran alguna clase de animación, vaivén, palpitación, o aumento de tamaño o intensidad; que no necesariamente se relaciona con su cualidad: “Es una sensación que se achica y se agranda… como si quisiera llamar la atención…”. En este caso, la acción o movimiento de la sensación sentida sería achicarse y agrandarse, y mientras que la cualidad sería el sentimiento de “eso quiere llamar la atención de alguna forma”.

Otro ejemplo, una persona tiene una sensación en la cara, como si de ésta se desprendieran pedazos (esta es la acción o movimiento), después de un rato de atención logra precisar que es como si se tratara de una “renovación” (la cualidad del sentimiento); más tarde, al resonar la palabra “renovación”, se da cuenta que ya no se ve a si mismo de la misma forma, que su vieja imagen de si misma se desprende y le da lugar a una imagen más nueva y agradable.

Otro ejemplo similar en el que se combina el movimiento de la sensación sentida periférica y el uso de una imagen sugerida por el terapeuta: La persona experimenta una sensación en el costado de su cabeza, cerca de la sien, cuando se le consulta si la sensación tiene algún tipo de movimiento, responde: “Se mueve para todos lados”, entonces el terapeuta le sugiere: “Si esa sensación en tu cabeza fuera una persona, ¿qué estaría haciendo o sintiendo?”, inmediatamente la cliente se quiebra y dice: “No sabe a donde ir”.

Conocer la acción o movimiento de una sensación sentida, puede ser el paso previo a conocer su cualidad de sentimiento, y constituye una forma muy sencilla de empezar a relacionarse con ella. Aplicar esta pequeña sugerencia también es útil si el cliente se siente bloqueado o no sabe cómo describir la sensación en un principio.


5. Recoger palabras e imágenes sentidas: El procedimiento más habitual para simbolizar los aspectos implícitos en una sensación sentida es permitir que a partir de ellas surjan palabras o se formen imágenes corporalmente sentidas.

En algunos casos hay sensaciones con características muy claras, que las personas logran describir de diversas formas casi de inmediato; pero en otros, las personas deben tomarse un poco más de tiempo para dar con una palabra o imagen que encaje con eso que están sintiendo, y si aquello no prospera, el terapeuta le podrá sugerir si puede permitir que algo se forme a partir de tal sensación, para luego permanecer otro momento resonando la palabra o la imagen contra ella. Sabremos cuando una palabra o imagen es realmente sentida cuando su aparición efectivamente produzca algún efecto sobre la sensación, ayude a que la persona pueda referirse más claramente acerca de su experiencia, o conduzca a un mayor nivel de conciencia acerca de la situación que se está tratando.

Cuando se trabaja con imaginería al atender una sensación sentida periférica podemos usar dos acercamientos: 1) Imágenes espontáneas y 2) Imágenes sugeridas.[2]

Cuando trabajamos con imágenes espontáneas seguimos las descripciones que el cliente nos ha hecho de manera natural, sin que nosotros hayamos influido en la elección de la imagen sentida que ha surgido como referencia a su experiencia. Por ejemplo, un adolescente que describe con toda paciencia cada cosa que experimenta en su cuerpo me relata que tiene una tensa sensación al centro de la frente y me comenta: “Es como una burbuja, de esas que se hacen con jabón, se siente como si quisiera agrandarse, tener más espacio, pero no es del tipo de burbuja que se revienta con cualquier cosa, es una burbuja dura…” Después, continuamos trabajando sobre esa descripción hasta que lo esencial acerca de ese sentimiento se devela.

Cuando utilizamos imágenes sugeridas hacemos una invitación para que el cliente se refiera a la sensación sentida periférica a través de un símbolo que nosotros (los terapeutas) proponemos pero que él mismo va desarrollando; un ejemplo de esto sería el que se citó en el apartado anterior, donde se combinaba el movimiento de la sensación corporal periférica con una imagen sugerida (Terapeuta: “Si esa sensación en tu cabeza fuera una persona, ¿qué estaría haciendo o sintiendo?”; Cliente: “No sabe a donde ir”). Podemos usar diversas imágenes sugeridas para trabajar las sensaciones sentidas periféricas: Una persona, sólo el rostro de una persona, un animal, un árbol, o cualquier imagen que el cliente pueda llegar a desarrollar y que resulte útil para referirse a las cualidades afectivas de la experiencia, por ejemplo, Terapeuta: “¿Cómo te imaginas ese árbol?, Cliente: “Está solo, le falta compañía y cuidado”.


6. Permitir el movimiento corporal: Puede que la acción corporal que surge desde una sensación sentida sea tan poderosa como las palabras o las imágenes que normalmente se utilizan para referirse a ella (Gendlin, 1981), y esto puede ser más cierto en el caso se de las sensaciones sentidas periféricas, sobre todo si se manifiestan en las extremidades (piernas y brazos). Por ejemplo, cuando el cliente experimenta una sensación sentida en sus manos y brazos, y no logra precisar verbalmente lo que la sensación le transmite, podemos consultarle si con ella se le produce la necesidad de realizar algún tipo de acción, y sugerirle que nos grafique qué movimiento corporal le viene.

No es poco habitual que en psicoterapia los pacientes tiendan a señalar la necesidad de realizar movimiento corporal, sobre todo cuando no dan con las palabras que encajen con lo que concretamente sienten. Así, podemos encontrarnos con personas que hacen gestos con sus manos, se tocan o se abrazan a si mismas, señalan la necesidad de apretar o golpear cosas, o incluso de pararse o moverse de alguna otra forma.

Lo importante acerca de todo esto es que el movimiento corporal que se realice no sea algo deliberado, sino que lo que espontáneamente surge desde la sensación. También es elemental volver a la sensación sentida una vez que sea ha realizado el movimiento para constatar si ésta ha cambiado de alguna forma y para conocer qué nuevo aspecto se devela a partir de la acción corporal realizada.


7. Convocar a una sensación aliada: Algunas personas tienen una vivencia negativa acerca de su propia corporalidad; no les agrada su cuerpo y con regularidad experimentan una sensación corporal desagradable. Siempre llevan tensión en las piernas, los hombros, la cabeza, etc. En estos casos, la aparición de una sensación corporal periférica puede tener relación con ese tipo de sentimientos. Por ejemplo, una persona con problemas de sobrepeso y con una crítica visión acerca de su cuerpo, puede quejarse constantemente de sensaciones desagradables e intensas en sus piernas y brazos “fofos”; como una especie de manifestación concreta de la Crítica Interna o del Superyó en un lugar específico del cuerpo. En estos casos, en que las sensaciones vienen asociadas con una alta dosis de crítica y un evidente bloqueo en el proceso, podemos convocar a una “sensación aliada”, o sea, una sensación que la persona pueda experimentar como neutra, positiva, o notoriamente diferente de las sensaciones corporales desagradables. Si la persona tiene una persistente, molesta y/o dolorosa sensación, por ejemplo, en las piernas, tal vez encuentre una sensación más agradable en la cara, en las manos o al centro del cuerpo, y recibir los sentimientos que surgen al atender aquella nueva sensación. Permitir la atención sobre estos nuevos sentimientos puede traer algún tipo de clarificación sobre la sensación que originalmente se estaba atendiendo, y luego, por supuesto, se puede volver sobre ésta o sobre ambas, como prefiera el cliente.

Este procedimiento[3], muy similar a encontrar algo positivo en los personajes o elementos de los sueños (Gendlin, 1992), es habitualmente usado con personas que experimentan dolor físico debido a enfermedades, y tiene como objetivo movilizar una energía corporal positiva y refrescante que le inyecte movilidad al proceso de Focusing, o que permita al menos que no se interrumpa el incesante proceso de atención corporal.


8. Facilitar el diálogo entre sensaciones: Es posible establecer diálogos entre dos sensaciones corporales, de un modo similar en que realiza con la técnica gestáltica de las dos sillas[4]. Este sencillo procedimiento se puede aplicar cuando hay dos sensaciones corporales claramente identificables. La idea es establecer una dinámica entre dos sensaciones que pueden guardar relación con diferentes aspectos del sí mismo: una parte que es coercitiva y otra que se siente victimizada; o bien, una parte que aporta fuerza y otra que se siente vulnerable, por citar algunas posibilidades.

Por ejemplo, podemos encontrar una tensión en los hombros que se dirige hacia otro aspecto que se siente como presionado en el pecho. También podemos hallar una intensa sensación en la cabeza que se presenta junto a otra sensación en cualquier otra parte del cuerpo. En cualquier caso, podemos consultar cosas como: “¿Qué necesita presionar aquella tensa sensación?”, “¿Cómo se siente aquella parte con toda esa presión que viene de los hombros?”, “Si esa sensación de la cabeza pudiera decirle algo a la otra sensación que tienes en el pecho, ¿qué le diría?”, u otras cosas similares.

Si en alguna de las sensaciones se identifican indicadores de significado que se asocian a negativismo, fuertes racionalizaciones, o a condicionamiento social coercitivo, podemos utilizar las sugerencias acerca del trabajo con la crítica interna que proponen diversos autores (Gendlin, 1996; Hinterkopf, 1998; Leijssen, 1998; Weiser Cornell, 1994, 2005); así, se le puede asignar una imagen concreta a cada sensación, o chequear cual es la función de cada una, o como se relacionan entre ellas, etc.


9. ¿Por qué la sensación aparece o se desplaza justo allí?: Las sensaciones corporales pueden aparecer en distintas partes o moverse de una parte del cuerpo a otra (Gendlin, 1996; Stevenson, 1998). Por ejemplo, podemos encontrarnos con una sensación que se aparece en la cabeza, se mueve al cuello y luego al pecho, o en la dirección inversa; o incluso, una que parte desde la cabeza y llega hasta los pies, una vez que ha recorrido otras partes del cuerpo.

La aparición o el desplazamiento de una sensación sentida puede ser el resultado del proceso atencional que se ha desarrollado sobre ella, o puede incluso tratarse de un aspecto importante del proceso de llevar adelante. Por ejemplo, si una sensación aparece o se desplaza a la zona genital tal vez se pueda relacionar con cierta forma en que la persona vivencia su sexualidad, o más específicamente, con un hecho determinando, como una experiencia sexual de carácter positivo o traumática. Y lo mismo es aplicable para cualquier sensación en cualquier parte específica del cuerpo, tal vez se relacione con una experiencia o situación puntual.

Es importante señalar que el hecho que una sensación se desplace no necesariamente constituye un cambio sentido, aunque ser un paso necesario par experimentarlo.

Lo útil de constatar la aparición o el desplazamiento de una sensación sentida es conocer con qué sentimientos o situaciones se relaciona. Por ejemplo, Stevenson (1998) se señala el caso de una mujer que empieza sintiendo una sensación en la cabeza, la cual se desplaza a través de todo el cuerpo hasta llegar a uno de sus pies, el cual estaba seriamente dañado debido a una operación. En este caso, el desplazamiento de la sensación correspondía al mismo que, años atrás, había realizado un coagulo que había partido desde su pie dañado hasta su cerebro, y que casi le causa la muerte. El recorrido era el mismo pero a la inversa; y el proceso, en la situación de Focusing evidentemente fue de sanación.

Tomando en cuenta esto, podemos considerar la posibilidad de preguntarle a la persona porque cree que la sensación apareció o se desplazó a esa parte del cuerpo, o como se relaciona con esa parte de su anatomía, o si hay alguna situación pasada que se relaciona con ella, etc.



NOTAS AL PIE DE PÁGINAS.

[1] Las negrillas fueron agregadas para enfatizar la idea.
[2] Un tercer tipo de acercamiento sería el uso de “imaginería guiada”, sin embargo, éste no me parece conveniente porque puede introducir un tinte de directividad que puede resultar contraproducente para el trabajo terapéutico, y porque invitar al cliente a seguir nuestras instrucciones puede llevarlo a perder contacto con su sensación sentida periférica.
[3] Cuando escribí la versión original de este texto (Robles, 2005), apenas intuía que podría ser posible convocar una sensación aliada, y solamente confirmé que se trataba de algo factible (en la práctica) casi un año después de haber escrito tal idea. Más recientemente, comprendí que diversos autores también mencionaban esto como una alternativa útil (Leijssen, 1998; Mueller & Feuerstein, 1999; Grindler, 1999).
[4] Aunque yo no creo necesario hacer que una persona se tenga que cambiar de asiento para realizar esto.


BIBLIOGRAFÍA

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(*) Luis Robles Campos:
Psicólogo, Universidad de Tarapacá, Arica – Chile.
Focusing Trainer acreditado por The Focusing Institute, New York- USA.
luisrobles1977@gmail.com


Focusing y la Crítica Interna.

FOCUSING Y LA CRÍTICA INTERNA

Por
Elfie Hinterkopf, Ph.D.

“Focusing and The Inner Critic”, Capítulo 6, “Integrating Spirituality in Counseling: Manual For Using The Experiential Focusing Method”[1]
American Counseling Association, 1998.

Traducción: Luis Robles Campos.(*)



Los clientes a menudo experiencian lo que Gendlin (1981) ha llamado la “crítica”. La crítica a menudo parece como una voz dentro o fuera de la cabeza de una persona que dice: “No eres bueno”, “Eres estúpido”, “Lo que estás haciendo está mal”, o “Lo que estás intentando hacer probablemente fallará”. La crítica usualmente es experienciada como viniendo “a mi” en lugar desde viniendo “desde mi”. Absorbe algunas de las características de nuestros padres reales, pero usualmente es más destructiva e irracional que lo que los padres de una persona han sido. Como resultado de los ataques de la crítica el cliente frecuentemente siente dolor, confusión, y miedo. Algunos clientes pueden no experimentar la crítica como en palabras sino que sólo como un vago sentimiento de malestar (Gendlin, 1996):

A veces, sentimientos negativos tales como culpa o miedo pueden ser sanadores o incluso facilitadores de crecimiento. Sin embargo, la crítica tiende a inhibir el crecimiento psicológico-espiritual. En particular, la crítica a menudo bloquea el proceso de Focusing. El Focusing provoca alivio psicológico y más energía de vida, pero la crítica produce tensión, constricción, pesadez, y desgano.

Ya que la crítica puede bloquear el crecimiento, el terapeuta necesita estar alerta para percibir cuándo los clientes están experienciando una crítica inhibidora del crecimiento. En tales situaciones el terapeuta puede ayudar a sus clientes a reanudar el proceso psicoespiritual de cambio usando varias intervenciones o acercamientos. Cuando estas intervenciones ayudan a provocar un cambio sentido, los clientes pueden reportar sentirse más abiertos a su espiritualidad. Intervenir para lidiar con la crítica cuando los clientes están discutiendo asuntos religiosos o espirituales es especialmente importante porque para muchas personas la religión es experienciada, al menos en parte, como una serie de voces críticas.

Este capítulo presenta tres acercamientos para ayudar a los terapeutas a trabajar con la crítica interna de los clientes. Estos acercamientos pueden ser usados para identificar, transformar e integrar la crítica interna para beneficio de los clientes.

Diferentes clientes necesitan diferentes acercamientos en diferentes momentos. Cualquiera sea el acercamiento que se use, es importante que el cliente experiencie una diferencia sentida de alivio como resultado de la intervención. Si el cliente no siente alguna clase de alivio, expansión, y más energía de vida, un acercamiento diferente puede ser necesitado.
Los tres acercamientos que he hallado que son útiles para ayudar a los clientes a trabajar con sus críticas internas son: a) Distinguir el Focusing de la crítica interna (Hinterkopf, 1985a), b) Encontrando una posición más fuerte que la crítica (Young, 1994), y c) Focalizarse en una sensación sentida asociada a la crítica (Hinterkopf, 1985b). Los clientes que están frecuentemente agobiados por su crítica pueden necesitar la ayuda de sus terapeutas para implementar los dos primeros acercamientos antes de moverse al tercer acercamiento.


Distinguir el Focusing de la Crítica Interna.

Los clientes que se sienten abrumados por su crítica usualmente se experiencian a si mismos como víctima de ella. Estos clientes a menudos encuentran el primer acercamiento, aprendiendo a distinguir la crítica de aquello que viene desde su proceso de focusing, un paso esencial en aprender como trabajar con sus críticas. Muchos de estos clientes encuentran difícil recordar el momento en que ellos no sentían ansiedad o depresión debido a su crítica. Cuando su crítica se torna activa, tales clientes, frecuentemente, se sienten indefensos e incapaces de cambiar.
Cuando la crítica bloquea el proceso de crecimiento psicoespiritual en la terapia, los clientes necesitan aprender a reconocer la crítica y distinguirla de la experiencia del focusing. Lo clientes que son incapaces de distinguir la diferencia entre el focusing y la crítica pueden tener miedo de explorar su interior porque les preocupa que sólo se sientan más ansiosos y deprimidos como resultado de hacerse gradualmente más concientes de su crítica. Otros clientes están confundidos acerca de pensar acerca de su crítica y poder tomar ésta como algo de valor. Estos clientes pueden sentirse aterrorizados por su crítica interna.

En muchas ocasiones, cuando yo enseño a clientes con tendencias suicidas a diferenciar entre el Focusing y la crítica, ellos exclaman que es justamente a la crítica a la que ellos intentan matar en sus intentos de suicidio. La muerte parece mejor que tener que continuar viviendo con un enemigo interior constantemente enjuiciador, desagradable y destructivo y con el sentimiento que resulta de su influencia. Ayudar a estos clientes a distinguir el focusing de la crítica frecuentemente los capacita para tomar los primeros pasos a construir una sensación saludable y reafirmante de si mismos.
Yo frecuentemente explico estas diferencias a los clientes, como sigue: la diferencia más grande entre el focusing y la crítica es que el focusing trae alivio y más energía de vida lo que conduce a un vivir más pleno, en cambio, la crítica trae tensión, desgano y constricción. El focusing hace que te sientas más cariñoso y abierto hacia los demás y hacia la vida, en cambio la crítica hace que te sientan disminuido y alejado de los otros y de la vida.

Lo que viene desde el focusing usualmente parece venir desde una profundidad interior. Las palabras de la crítica usualmente parecen como venir desde adentro o fuera de nuestras mentes. Gendlin ha dicho que lo que surge desde el focusing es experienciado como desde mi, por su lado, la crítica es experienciada como hacia mi.

Yo encuentro muy útil referirse a aquello que surge desde el Focusing como la pequeña y delicada voz. Las personas Judeo-Cristianas frecuentemente identifican lo que viene desde el focusing como un camino con que Dios, Cristo, o el Espíritu Santo se revela a si mismo para ellos. La crítica a menudo es imprudente, reprime, y se repite a si misma de forma implacable. La crítica a menudo utiliza las palabras debes, tienes o deberías, frecuentemente, y como si tuviera un elevado tono de voz. En cambio, las palabras que vienen desde el Focusing usualmente surgen lentamente y sólo de unas cuantas a la vez. Focusing nos lleva hacia la energía de vida que hay en nuestro interior, la crítica, en cambio, sólo nos obliga.

La voz del Focusing nos anima, incluso cuando nos alienta a hacer cambios mayores en nuestras vidas; la crítica usualmente nos desanima. Por ejemplo, la crítica podría desanimarnos y manipularnos al llamarnos con nombres tales como estúpido, malo, flojo o irresponsable. En momentos como este, usted puede encontrar útil preguntarse: “¿Qué es lo que realmente quiero hacer en esta situación”? y “¿qué me traería alivio?” Por ejemplo, si su crítica le está diciendo que es estúpido e irresponsable porque no realizó una tarea a tiempo, podría preguntarse a si mismo qué es lo que realmente quiere hacer en esta situación. En contestación puede recibir la alentadora respuesta que usted se sentiría mejor y que se podría relajar más si terminara la tarea a tiempo.

Lo que viene desde el Focusing está en el presente. Aprenderás lo que necesitas hacer ahora mismo. La crítica a menudo se centra en el pasado o l futuro. La crítica te puede hacer sentir mal acerca de algo que no pudiste cambiar en el pasado o estar preocupado sobre algo que aún no tienes control porque pertenece al futuro.

Mientras que el Focusing lleva a la esperanza, la crítica a menudo lleva a la depresión. El focusing puede ayudarte a crear nuevas posibilidades, pero la crítica puede negarte posibilidades. Si el Focusing te trae una sensación de paz, la crítica a menudo trae miedo y ansiedad.

LO que surge desde el focusing usualmente es específico y personal; la crítica es a menudo estereotipada e impersonal. Por ejemplo, la voz del Focusing hace más específico tu próximo paso. Por su parte, la crítica puede decir: “Todas las personas deberían ser buenas>”, o “deberías ser siempre cortés”. A menudo, la crítica es simplista. La sensación sentida en el Focusing tiene un intrincado y único sentido de un problema o asunto.

Lo que viene del Focusing es creativo y trae más vida; lo que viene de la crítica usualmente es destructivo con lo que tiene vida. Esto incluye tanto la vida física como psicológica.

Mientras la voz del Focusing habla de una manera amable y neutral, la crítica usualmente habla de un modo imprudente y cruel.

Las señales no verbales que expresan los clientes a menudo son evidencias de si ellos están reaccionando hacia su crítica o están experienciando el focusing. Por ejemplo, dos clientes diferentes pueden decir: “Vamos con Dios”. El cliente que está experienciando el focusing, puede decir estas palabras con una sonrisa que trae más relajación a su cuerpo. Sus brazos y piernas fuertemente cruzados se descruzan, y los músculos de su cara y de su cuerpo se tornan más relajados. Para esta persona, las palabras vienen desde su proceso de focusing. El otro cliente, el que reacciona a la crítica interna, puede decir las mismas palabras, pero su expresión se hace más tensa. Sus mandíbulas se aprietan, sus brazos y piernas se cruzan más fuertemente. Los músculos en su cara y su cuerpo se tornan mas constreñidos.

Estas señales no verbales son importantes al trabajar con material religioso, porque ellas frecuentemente indican si tal material esta siento experienciado como un abuso o como facilitando el crecimiento. Por ejemplo, cuando un cliente dice: “Dios es todo poderoso” o “Necesito confiar en Dios”, es importante para el terapeuta chequear la experiencia interna del cliente para ver si las palabras trajeron más alivio o más constricción. Para hacer esto, el terapeuta le puede preguntar al cliente: “Cuando dices aquellas palabras, ¿cómo te sientes en tu interior?” Si el cliente contesta que las palabras le produjeron más constricción, el terapeuta puede preguntar: “Me pregunto si esas palabras están viniendo desde tu crítica interna…”


Ejemplo de distinguir.

El siguiente ejemplo muestra como se ayuda a una cliente a aprender la diferencia entre lo que surge desde el focusing y lo que viene desde la crítica interna.

La Sra. W, una madre soltera de 27 años que reciente se ha divorciado, vino a verme porque estaba deprimida. Ella dijo que Dios le había dicho que se lanzara enfrente de un auto para suicidarse. Ella comentó que se sentía muy tensa y ansiosa cuando oyó estas palabras (mientras conversábamos, se hizo evidente que ella no estaba experimentando alucinaciones auditivas, sino que estas palabras se habían formado en su mente).

Después de hablar acerca de su sentimiento de culpabilidad por su divorcio y sus limitaciones en su matrimonio, yo le expliqué algunas distinciones entre el Focusing y la crítica interna. Le dije que yo creía que Dios quiere más vida para nosotros y que pensaba que las palabras acerca de matarse venían desde su crítica interna.

Ella estuvo de acuerdo y dijo que ella había empezado a creer en un Dios inclemente y punitivo. Una mirada de alivio vino a su rostro y su cuerpo se relajó. En la sesión siguiente ella comento que se sentía menos deprimida, porque ya no creía que Dios le hubiera dicho que se matara.

Después que la cliente aprendió a identificar y distinguir su crítica interna de su proceso de focusing, ella recuperó su habilidad para procesar material acerca de su divorcio. Ella fue capaz de prestar atención a sus sentimientos implícitos y permitir que estos se desplegaran en significados implícitos. Nunca más tomó su crítica interna al pie de la letra, ella fue capaz de aceptar la parte de si misma que no toleraba el matrimonio y necesitaba conseguir el divorcio.


Encontrar Una Posición Más Fuerte que la Crítica.

Los clientes que se ven a si mismos más pequeños que sus propias críticas y que tienden a sentirse sin el poder necesario para encararlas, a menudo encuentran que el segundo acercamiento, Encontrar una posición más fuerte que la crítica, resulta de gran ayuda (Young, 1994). Este acercamiento, en el cual el cliente se enseña al cliente a encontrar una posición más fuerte que la crítica, incluye visualizar la crítica enfrente de uno mismo, verla a una distancia adecuada de uno, y preguntar: “¿Cómo me sentiría si no tuviera esta crítica?” El siguiente ejemplo ilustra como yo ayudé a una cliente a sentirse más fuerte que su crítica interna.


Ejemplo de encontrar una posición más fuerte que la crítica.

La señora M., quien es también terapeuta, tiene una profunda conciencia acerca de su crítica interna, pero aún a veces se siente debilitada por ella. Ella comenta que, a veces, pasa horas sintiéndose aterrorizada por su crítica.

Yo le pregunté en qué lugar de su cuerpo sentía la crítica, y ella me dijo que la sentía en la parte de atrás de su cabeza, hacia el lado derecho. Luego le consulté como luciría su crítica si pudiera tener una imagen de ella. Ella respondió que sería su padre, que había, verbalmente, abusado de ella. Debido a que ella se veía extremadamente perturbada mientras hablaba de esto, le pregunté cuan grande era su padre en relación con ella. Respondió que se él se vería dos veces más grande que ella. Le sugerí que moviera su crítica en frente de ella a cierta distancia a la altura de sus ojos, o más abajo, hasta que su crítica fuera solo de la mitad de su tamaño o más pequeña. La Sra. M., hizo esto y se sintió un poco más relajada.

Después, le pregunté: “¿Hay algún lugar que pudiera imaginar para poner su crítica de modo que no te pueda atacar”? Ella dijo que necesitaba ponerla dentro de un baúl con un buen candado. Le pregunté cómo se sentiría si su crítica que ahora lucia como su padre, estuviera encerrado en un baúl. Ella respondió: “Me sentiría con más luz y más energía”. La cliente lucía más relajada, tenía más color en su cara y se sentó más erguida.

La señora M., era ahora capaz de procesar su tristeza acerca de haberse sentido victimizada por tantos años. En la siguiente sesión comentó que la idea de visualizar a su padre más pequeño que ella misma y situarlo en un lugar cerrado donde él no la pudiera tocar, le brindó ayuda entre sesiones.

Durante el proceso de focusing el cliente frecuentemente se hace más conciente de las asunciones irracionales hechas por la crítica. Sumado al uso del acercamiento del focusing con la crítica del cliente las intervenciones de otros tipos de terapias pueden ser aplicadas. Por ejemplo, las intervenciones de la terapia cognitivo-conductual, la terapia racional-emotiva, la gestalt, la programación neurolingúística y el análisis transaccional, pueden ser de gran ayuda. Cualquiera de estas intervenciones pueden hacerse más poderosas chequeando la sensación sentida de clientes antes y después de la intervención, para ver si ésta ha traído más alivio, relajo y bienestar (Gendlin, 1996).


Focusing Sobre Una Sensación Sentida Asociada Con Una Crítica Interna.

Los clientes que están agobiados por su crítica a menudo necesitan tiempo para aprender los primeros dos acercamientos de trabajo con la crítica interna antes de aprender el tercer acercamiento. Por otra parte las personas que ya tiene cierta distancia de su critica y no están constantemente agobiadas por ella pueden encontrar innecesarios los dos primeros acercamientos.

Básicamente, la crítica interna necesita hacerse propia, trasformarse, integrarse. El tercer acercamiento de trabajo con la crítica, focusing sobre una sensación sentida asociada con una crítica interna, se usa para ayudar a los clientes a integrar su crítica. El tercer acercamiento puede incluir: a) focusing sobre la crítica, b) focusing sobre la relación entre la crítica y la victima y c) focusing sobre una sensación sentida mientras la crítica surge.


Focusing sobre la crítica.

Para focalizar sobre la crítica, el cliente necesita estar dispuesto a experienciar la crítica desde adentro. Un cliente agobiado por su crítica usualmente experimenta esta como atacándolo desde afuera. Para experienciar la crítica desde adentro, el cliente necesita imaginar cómo sería sentirse estando dentro de la crítica. El cliente puede entonces focalizarse sobre este sentimiento.

La Sra. L. tiene una crítica interna que la ataca continuamente acerca de un error que ella cometió, incluso después que ella ha trabajado en este asunto usando terapia cognitiva. Yo sugerí que ella podría preguntarse a sí misma “cómo me sentiría si la crítica fuera parte de mi”. La cliente lentamente comienza a darse cuenta de una sensación sentida de la rabia que siente en relación a la crítica que se siente inquieta y asustadiza en su interior. Mientras ella continúa focalizándose en estos sentimientos, se da cuenta que esta parte de ella necesita amor y respeto. Le pregunto cómo se sentiría ella si siendo la parte crítica se imaginara recibiendo amor y respeto. Ella esperó algunos momentos y contestó seguridad, paz y sensación de bienestar. Entonces ella se dio cuenta que la crítica tenia un buen motivo en querer ayudarla a ella a ser mejor. Varias sesiones después ella comentó que el focusing sobre su crítica había tenido un efecto duradero, indicando que ésta se había transformado y estaba más integrada con el resto de su personalidad.


Focusing sobre la relación entre la crítica y la víctima.

Cuando los clientes están identificados con estar siendo víctimas de sus críticas internas, he encontrado que resulta útil ayudarles a focalizarse sobre la relación entre la crítica y la víctima. Esto puede ayudar a traer una transformación sanadora.

El primer paso es prestar atención a cómo se siente cada parte. El segundo paso es notar y sentir ambas partes juntas, al mismo tiempo. Cornell & McGavin (1996) han llamado a este movimiento “Permanecer con eso”. El término ayuda a recordar al cliente que ellos necesitan permanecer con la tensión, incomodidad, y con la ambigüedad de sentir ambas partes al mismo tiempo. El tercer paso es esperar pacientemente a que surja algo nuevo.

La señora Q., quien ha hecho muchos progresos trabajando sobre su crítica dice que aun tiene periodos de muchas horas en que se siente victimizada por su crítica interna, especialmente cuando está enferma. Después que me contó su ultimo episodio con su crítica, le sugerí que encontrara una sensación sentida de cada parte, su parte victimizada y su parte crítica. Ella dijo que las dos partes se sentían como si tuvieran energías diferentes. La parte victimizada se sentía débil y asustada. La parte c crítica se sentía frenética, agitada, errática y energética, a menudo dándole mensajes contradictorios.

Entonces le sugerí sentir tanto la parte crítica como la parte victimizada de la misma a cierta distancia y prestar atención a la relación entre ellas. Ella comentó que cuando la crítica se hacía activa la parte victimizada podría colapsar y abatirse por el miedo. Luego le pregunté: “Y si pudieras sentir las dos partes al mismo tiempo, como se sentiría”. Ella esperó algunos momentos y luego, con un tono sorpresivo de voz dijo que se sentía como una poderosa fuerza surgiendo desde su interior.

Después de esta sesión la cliente reportó que su crítica ya no tenía poder sobre ella y que notaba un incremento de energía en muchas áreas de su vida.


Focusing sobre una sensación sentida mientras la crítica surge.

En la medida que el cliente se siente menos oprimido por la crítica, el terapeuta puede no necesitar usar las intervenciones que previamente se han descrito en este capítulo. En este caso, yo doy mayormente respuestas de escucha empática, reflejo cuidadosamente las palabras de la sensación sentida de forma exacta. El siguiente extracto de una sesión de un cliente muestra un ejemplo de eso.

C: Estoy sintiendo una pequeña niña herida dentro de mi. (Pausa) Parece que está escondida en una cueva.
T: Estás sintiendo que allí en tu interior hay una pequeña niña herida y parece que está escondida en una cueva.
C: Sí, quisiera asegurarme de amarla y protegerla. (Pausa) Ahora puede salir a la luz y reír y jugar. (Pausa larga) Sí, eso se siente mejor.
T: Así que ahora ella salió a la luz y ríe y juega.
C: (Pausa larga), Y ahora está este poder amorfo cubierto con baba. ¡Ugh! (Pausa) es muy poderoso, y a veces me da miedo. Es una clase de monstruo que puede criticarme.
T: Ah, allí está este poder amorfo cubierto con baba que a veces te asusta y que puede criticarte.
C: Sí, pero ahora veo que él también necesita salir hacia la luz, allí con la pequeña niña.- (pausa larga) necesita ser tratado con compasión, así se puede volver un poder bueno. (Pausa larga) Sí, eso se siente realmente bien… ¡Lleno de energía y luz!

Haber una intervención con la crítica interna de la cliente, en esta sesión, podría haberla distraído de su proceso. Diversos aspectos de la cliente, incluido su crítica interna, son transformados e integrados de forma natural. Ella sintió mi presencia y mis respuestas de escucha empática suficientes y de ayuda.

Este ejemplo ilustra la naturaleza creativa, no lógica y no lineal del proceso de focusing. Un terapeuta dijo que el focusing, a menudo, incluye sorpresas, material que no puede ser anticipado. En este sentido, el focusing es una aventura. Una aventura tiene una meta general, pero incluye moverse dentro de lo desconocido. En esto yace tanto la incertidumbre del terapeuta, quien guía el proceso pero no controla sus resultados, como la excitación de éste, quien a menudo resulta sorprendido y maravillado con los resultados.


Conclusión.

En este capítulo se han presentado tres acercamientos para ayudar a los clientes a identificar, transformar e integrar la crítica interna: a) Distinguir el Focusing de la crítica interna, b) Encontrando una posición más fuerte que la crítica y c) Focalizarse en una sensación sentida asociada a la crítica. Estos tres acercamientos pueden ser combinados con la adopción de las Actitudes de Focusing y con Mantener cierta distancia. Los terapeutas pueden usar estos tres acercamientos hasta que los clientes recuperen su habilidad de permanecer en el proceso. Las respuestas de escucha empática son, entonces, típicamente suficientes para permitir que una experienciar espiritual ocurra.

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(*) Luis Robles Campos.
Psicólogo - Universidad de Tarapacá. Arica – Chile.
Focusing Trainer - Acreditado por Focusing Institute, New York.
luisrobles1977@gmail.com