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domingo, 3 de mayo de 2009

Psicoterapia de los Procesos Disociativos.



UNA APROXIMACIÓN CENTRADA EN EL CLIENTE PARA EL TRABAJO TERAPÉUTICO CON EL PROCESO DISOCIATIVO Y FRÁGIL.

Margaret S. Warner, Ph.D.

Profesora en la Escuela de Psicología Profesional de Illinois,
Miembro del Staff de Entrenamiento del
Centro de Counseling y Psicoterapia de Chicago.

Traducción: Luis Robles Campos (*)

Introducción.

En los años recientes, varios terapeutas centrados-en-el-cliente del Centro de Counseling de Chicago han hecho un trabajo intensivo con clientes que experimentan Trastornos de Identidad Disociativos. Durante la terapia, estos clientes manifiestan distintivos y alternantes estados de personalidad, y a menudo llegan a experimentar recuerdos de intenso abuso sexual y físico en su niñez, previamente bloqueados. Dadas sus historias de experiencias abusivas con figuras de autoridad, estos clientes a menudo son particularmente sensibles a problemas de dominación y control durante la psicoterapia. En nuestra experiencia, ellos responden particularmente bien a un estilo de terapia centrada-en-el-cliente que les permite altos niveles de control sobre el contenido, el estilo y la velocidad del proceso terapéutico.

Yo creo que una descripción detallada del proceso disociativo tal como lo hemos observado en la terapia centrada-en-el-cliente puede ser valiosa por varias razones. El proceso disociativo es uno de los tres estilos de proceso (junto con el proceso frágil y el proceso psicótico) que nosotros encontramos frecuentemente en clientes cuya experiencia es a menudo difícil de manejar o agobiante para los psicoterapeutas. Creo que es más probable que los terapeutas sean eficaces con estos clientes si tienen un entendimiento de las maneras comunes en que ellos experimentan el proceso disociativo. Además, un estilo de trabajo hacia el trastorno de identidad disociativo dirigido por el cliente ofrece una alternativa a los estilos de terapia altamente estructurados y directivos defendidos en la mayor parte de la literatura clínica. Este estilo puede integrarse más fácilmente en los modelos de trabajo de terapeutas que habitualmente siguen estilos de trabajo psicoterapéuticos más relacionales y no intrusivos.

El estilo de trabajo centrado-en-el-cliente tiene la ventaja adicional que está menos sujeto a muchas de las críticas comúnmente dirigidas contra terapeutas que trabajan con trastornos disociativos: que los terapeutas han creado iatrogénicamente el síndrome a través de su fuerte uso de la interpretación, la hipnosis, y la confrontación de la "resistencia" al diagnóstico. Varios investigadores de la memoria han sugerido que la interpretación y la confrontación intensa e incesante son particularmente asociables a la creación de recuerdos falsos[1]. Al observar un proceso de terapia más dirigida por el cliente, podemos considerar razones para aceptar o dudar de la validez de los recuerdos del cliente en ausencia de algunos de estos factores confusos.

Para explorar estos problemas, daré una apreciación global breve de los procesos disociativos relacionados al trauma temprano y describiré maneras en que hemos trabajado con estas experiencias dentro de un estilo de terapia centrada-en-el-cliente, con un énfasis particular en las maneras en que a menudo el proceso frágil y disociativo se interrelacionan en la experiencia del cliente. Luego repasaré brevemente la controversia sobre el trastorno de identidad disociativo en la literatura psicológica. Finalmente, consideraré mis razones para creer en la validez general de los procesos disociativos y de los recuerdos recuperados informados por mis clientes.


Características distintivas de las partes disociadas.

Los clientes que han padecido trauma temprano a menudo encuentran que aspectos de su experiencia son experimentados subjetivamente como autónomos y fuera de su control. Los terapeutas y los clientes difieren acerca de si llamar a estos segmentos personificados de las experiencias disociadas como "personalidades", "partes" o "estados-del-ego"[2]. Claramente, las experiencias de las partes disociadas difieren significativamente de las personalidades cotidianas de los clientes. Más aún, ellas son mucho más personificadas que los estados de humor ordinarios.

Mientras una parte disociada está totalmente presente en el darse cuenta de una persona, es probable que esa parte se experimente a si misma como teniendo una existencia autónoma y una historia de vida separada de la personalidad anfitriona o de las otras partes. Las partes disociadas tienen la habilidad de alterar las percepciones de manera muy parecida a como puede ocurrir en una persona en trance. Por ejemplo, mientras una parte está presente, un cliente mirándose en el espejo puede verse con las características de esa parte (más viejo o más joven, más gordo o más delgado, con una edad o sexo diferente). Una cliente, al dejar nuestra sesión, se experimentó a si misma como un hombre más viejo que maneja un automóvil deportivo rojo hacia un destino desconocido. Las partes pueden ser capaces de no sentir dolor bajo las circunstancias más insoportables o crear sensaciones sin una causa externa.

Junto con la capacidad de alterar las percepciones, las partes disociadas a menudo carecen del sentido de juicio de realidad que comúnmente les llevaría a experimentar tales percepciones como extrañas. Las partes están bastante despreocupadas por la idea de que hay varias de ellas en un solo cuerpo, de que ellas hayan nacido cuando el cliente tenía una edad particular, o que ellas existen en alguna parte específica del cuerpo del cliente (como el lado derecho). A menudo ellas creen que pueden matar al cliente sin matarse a ellas mismas. Las partes a menudo piensan muy concretamente y creen que sus sentimientos pudieran literalmente contaminar y dañar al terapeuta, o que sus pensamientos furiosos podrían provocar la caída del avión del terapeuta.

Junto con la habilidad de alterar las percepciones, las partes tienen habilidades bastante asombrosas para generar cambios fisiológicos en el cuerpo del cliente. Señales de enfermedad clínicamente demostrables pueden desaparecer dentro de horas, sólo para reaparecer en otro momento o en otro lugar. Por ejemplo, una cliente tenía una infección en el oído del lado izquierdo la cual se movió hacia el lado derecho al momento de su siguiente examen médico unos días después, para consternación de sus doctores.


El desarrollo de la disociación causada por trauma.

Los relatos de nuestros clientes sobre sus experiencias, en combinación con la literatura general sobre los trastornos de identidad disociativos, nos permiten construir una comprensión del origen y el funcionamiento de la disociación causada por trauma[3].

De los clientes que hemos visto que han experimentado partes disociadas, virtualmente todos llegaron a recordar experiencias de trauma sexual o físico previo los siete años. A tan temprana edad los niños tienen altos niveles de apertura a la imaginación y a la sugestión hipnótica[4]. Enfrentados con un trauma abrumador y careciendo de las complejas maneras de lidiar con las experiencias disponible en niños más grandes, nuestros clientes parecen haberse encontrado con la disociación como una solución. Por ejemplo, una cliente encontró que cuando miraba fijamente los puntos en el papel mural, podía separarse de sí misma, alejándose del terror y la angustia de ser violada por su padre. Algunos clientes se describen experimentándose a sí mismos como fuera de sus cuerpos y mirando los eventos desde arriba.

Comprensiblemente, la disociación bajo estas circunstancias es sumamente reforzante. Los niños van desde un estado agobiante de angustia hacia una ausencia del intenso dolor y hacia una habilidad para poner todo el asunto fuera de sus mentes al día siguiente. Esta capacidad hace que la vida familiar parezca tolerable y, para algunos, permite la ilusión de que ellos tienen una vida familiar normal y feliz. Los clientes parecen sacar una gran lección de la aparente efectividad de esta disociación temprana: que el dolor emocional es destructivo y que la manera de vivir con éxito es hacer desaparecer las experiencias dolorosas.

Esta disociación en la niñez temprana rara vez parece detenerse con amnesia o con la separación emocional de la experiencia dentro de una personalidad unificada, como es típico en adultos con trastornos de estrés post-traumático. Los niños casi siempre dividen los aspectos disociados de sus experiencias en varios compartimientos que están separados de cada otro. Yo sospecho que esto pasa porque los niños pequeños tienen una serie de intensas reacciones que parecen irreconciliables entre sí y ellos aún no tienen las capacidades mentales para integrar tales contradicciones.

Típicamente nuestros clientes describen haber sentido desamparo, terror, dolor y angustia que eran tan intensas que ellos sentían que podían morirse debido a esos sentimientos. Simultáneamente, ellos se sentían asustados de morir y deseaban que pudieran morirse. Sentían rabia intensa y deseaban poder ejercer violencia hacia el perpetrador. Más aún, ellos deseaban poder aferrarse a los momentos en que sus padres parecían amorosos y nutritivos.

En la parte desamparada de sus sentimientos ellos estaban aterrorizados de la violencia de sus sentimientos de rabia. Desde la parte enrabiada de sus sentimientos, ellos sentían disgusto y vergüenza de sus reacciones de desamparo y una sensación de que tales experiencias amenazarían su supervivencia. En su deseo de que ellos pudieran aferrarse a una vida normal, ellos deseaban que tanto la rabia como las reacciones de desamparo y angustia desaparecieran. Probablemente como resultado de estas contradicciones, una serie de diferentes compartimentos de experiencias fueran separados dentro de sus experiencias disociadas. Estos compartimentos de experiencia llegaron a tener un tipo muy distintivo de experiencia "personificada" de sí mismas, cada uno con sus propios sentimientos, historia, y manera de mirar el mundo.

Varias partes disociadas típicamente asumen cualidades auto-abusivas o suicidas. Estos impulsos parecen surgir cuando el dolor de los recuerdos disociados amenaza con volver. Típicamente, aunque no siempre, esta angustia es sufrida por una parte infantil que está aterrada y sola y que desea que alguien viniera a ayudarle. (Las partes rabiosas y abusivas también son como niños asustados y tienen sus propios recuerdos perturbadores que pueden estar tratando de alejar).

En cualquier caso, cuando los recuerdos amenazan con volver una o más partes preferirían morir en lugar de dejar que esto pase. Yo sospecho que los clientes se encuentran con el hecho de que un gran número de conductas autodestructivas son eficaces para contener los recuerdos. En la adultez, es probable que los clientes estén comprometidos en desordenes alimenticios, impulsos para cortarse así mismos, abuso de sustancias, ideación suicida, y/o diversas conductas sexuales, físicas, o de trabajo compulsivas. A menudo ellos oyen voces peyorativas que les dicen que ellos no tienen valor o que les presionan a cortarse o a tomar píldoras. Algunos clientes mantienen estas conductas bastante ocultas de ellos mismos y de los demás. Otros se presentan a las terapeutas con una serie de asombrosas conductas fuera de control, aparentemente impulsivas. Como resultado, a menudo ellos son erróneamente diagnosticados como limítrofes o esquizofrénicos, y tratados dentro de programas residenciales para síntomas específicos.

Los clientes a menudo tienen una o más partes que asumen las cualidades del perpetrador (queriendo dominar y dañar a los demás, o sintiéndose atraídas a experiencias sexuales sádicas o masoquistas). Una mujer comentó que ella se sentía tan mal de ser una víctima desvalida que prefería verse como una participante activa, sintiendo que ella era la "esposa" real de su padre y que ella era superior a su madre.

Estas partes a menudo han concluido que la conexión emocional las deja vulnerables a ser violadas y manipuladas (como ellas lo fueron por los abusadores) y que debería evitarse a toda costa. Ellas a menudo han sacado conclusiones drásticas sobre la relación entre el poder, la vulnerabilidad y el bienestar último, creyendo que las personas que tienen el mayor poder y la menor cantidad de sentimientos fuera de control, son los únicas que tienen éxito en la vida. Esta postura de anti-conexión a menudo las pone severamente en contra de las partes infantiles que tienen anhelos desesperados de ayuda y cuidado de otros nutritivos.


Terapia centrada-en-el-cliente con trastornos disociativos.

Nosotros hemos encontrado que cuando los terapeutas entienden los procesos disociativos y permanecen empáticamente conectados con los clientes, tiende a desarrollarse un proceso natural en el cual los recuerdos disociados y las partes surgen por su propia cuenta. Una vez que este proceso se establece en la relación terapéutica, los clientes parecen tener un sentido de su ritmo finamente armonizado, permitiendo en la conciencia mucho más material disociado en cualquier momento dado, en la medida en que ellos lo pueden manejar sin la pérdida total de funcionamiento diario. Y, ellos parecen darse cuenta del orden en el que ellos son capaces de tolerar el trabajo sobre recuerdos y problemas de vida particulares.

El proceso de recobrar recuerdos casi siempre se siente caótico y doloroso para los clientes. A menudo ellos desean que pudieran olvidarse de la experiencia y volver a sus vidas anteriores, sin importar cuán restringidas o sintomáticas sean. Sin embargo, ellos también parecen darse cuenta intuitivamente de que el proceso es importante y que necesitan permanecer con él si sus vidas han de tener cualquier sentido de vitalidad o totalidad en el futuro. Mientras algunos clientes desertan, la mayoría encuentra que son incapaces y están indispuestos a apartarse del proceso una vez que los recuerdos empiezan a surgir en un ambiente empático.

El trabajo que estamos haciendo con clientes que experimentan disociación sigue los principios centrados-en-el-cliente clásicos. Así como con muchos otros grupos de clientes, hemos encontrado que las relaciones terapéuticas basadas en la empatía, la autenticidad y la valoración de los clientes, tienden a promover las capacidades latentes para el cambio auto-dirigido, y que otras técnicas más directivas pueden fácilmente inhibir el desarrollo de tales procesos de auto-dirección.

Dado los deseos y miedos particularmente intensos de los clientes que tienen experiencias disociativas, yo encuentro que el equilibrio entre la efectividad y la inefectividad terapéutica a menudo se inclina por la exactitud y la sensibilidad de la empatía del terapeuta. Mientras que las habilidades empáticas básicas son esenciales, yo creo que la comprensión empática se refuerza profundamente cuando los terapeutas tienen alguna base de entendimiento de los proceso disociativos como normalmente son experimentados por los clientes. Y, yo pienso en particular que la sensibilidad empática necesita ser desarrollada para comunicar comprensión a los clientes que experimentan de manera severa varias partes de personalidad que operan independientemente, ya que la comprensión expresada hacia una parte puede sentirse como una invalidación o una amenaza para otra parte.


Presentación inicial del cliente en terapia.

En mi experiencia, muy pocos clientes vienen a la terapia describiendo experiencias disociativas de maneras que sean obvias para los terapeutas que no son experimentados en el trabajo con disociación[5]. Algunos mostrarán inmediatamente drásticos y desconcertantes cambios de humor durante las sesiones de terapia o incluso hablarán sobre personalidades separadas. Sin embargo, la mayoría de los clientes empieza describiendo síntomas más comunes. Ellos pueden discutir asuntos de sus relaciones, bloqueos en el trabajo, ansiedad generalizada, depresión, impulsos autodestructivos, o desórdenes alimenticios. A veces, ellos describen historias familiares problemáticas, o incestuosas, otras veces describen recuerdos de familias idílicas que están virtualmente libres de problemas.

Algunos clientes realizan una cantidad considerable de trabajo terapéutico sin abordar la disociación en absoluto. Ellos pueden hacer uso indirecto de técnicas terapéuticas que animan el trabajo con estados-del-ego (tales como gestalt, psicodrama, o focusing), sin reconocer el grado de su experiencia disociativa en el proceso. O ellos pueden trabajar en problemas de vida actuales. A menudo ellos parecen hacer bastante progreso durante algún tiempo, pero llegan a una meseta en la que los problemas parecen desconcertantemente intratables y sus conductas parecen ser perversamente contradictorias.

Yo pienso que estos clientes llegan a un punto en el que no pueden progresar más sin recordar y procesar recuerdos abrumadores de trauma de la niñez temprana. Y ellos no pueden conectar con estos asuntos sin reconocer los aspectos disociativos de sus experiencias a ellos mismos y a sus terapeutas. En este sentido, a menudo es una señal de progreso en la terapia cuando los clientes se vuelven más "múltiples". Cuando los recuerdos empiezan a presionar más urgentemente hacia la superficie, es probable que los clientes se vuelvan más obviamente fragmentados y conscientes de las partes disociadas que están tratando desesperadamente de mantener la experiencia en control.

Por ejemplo, una estudiante universitaria pasó años en una terapia de orientación analítica similarmente productiva. Ella sabía que tenía recuerdos de haber sido molestada por su hermano cuando éste era adolescente, pero no tenía sentimientos ligados a esos recuerdos. Ella se encontró de repente teniendo intensivos impulsos suicidas, estaba perdiendo el paso de las horas, y a veces se encontraba a si misma sintiéndose como una niña de cinco años insegura de cómo volver a casa. Durante algún tiempo dijo frecuentemente que sabía que había algo que ella necesitaba saber pero que no quería conocer. Una tarde ella se sintió particularmente asustada y se fue a casa con un amigo. Una vez allí, ella tuvo un vivido flashback en el que recordó a su hermano violándola mientras su padre miraba. La experiencia era enormemente dolorosa pero ella dijo que también sentía un gran alivio de saberlo finalmente.

Cuando los clientes empiezan a confiar en sus terapeutas es más probable que ellos empiecen a describir alguna de las varias particularidades que ocurren en su experiencia, o se permiten manifestar partes en presencia del terapeuta. Este nivel de confianza puede ocurrir dentro de semanas o sólo después de años de trabajo con un terapeuta.

Ya que los clientes a menudo tienen miedo de ser rechazados o etiquetados de locos si ellos hablan sobre tales experiencias, ellos pueden empezar presentando experiencias disociadas de maneras que son indirectas o aparentemente casuales para ver cómo reaccionará el terapeuta. A menudo, las experiencias disociadas son lo suficientemente desconocidas para los terapeutas de modo que ellos pueden perder por completo lo que los clientes están diciendo o asumir que sus clientes están hablando metafóricamente.

Una cliente mía estaba haciendo switchj bruscamente en las sesiones y se sentía herido de modo que yo no sabía lo que estaba pasando. Mientras que en su sí mismo cotidiano ella no quería ser tocada en absoluto, ella había estado haciendo switch durante varias sesiones en una parte muy vulnerable y deseaba que yo supiera que ella necesitaba ser abrazada. Ella incluso intentó dibujar para mi un esquema de cómo estaba organizada su conciencia, aunque ella no explicó sobre qué se trataba el esquema. Durante varios meses ella continúo diciendo: "Yo puse las piezas sobre la mesa. Usted tiene que recogerlas”. Sólo mientras yo estaba lejos en vacaciones de verano se me ocurrió que ella estaba tratando de decirme que ella había estado teniendo experiencias disociativas en nuestras sesiones. Después de que volví, ella comentó que era tanto un alivio como un poco angustiante que ahora yo entendiera lo que ella me estaba diciendo.


La experiencia de los clientes de sus partes disociadas.

Generalmente, las partes parecen surgir cuando los recuerdos del trauma están presionando hacia la superficie. Esto puede pasar cuando alguna experiencia de vida (tal como ver una película violenta o ver un niño siendo maltratado) estimula sentimientos relacionados con el trauma original. Similarmente, los clientes pueden tener recuerdos activados en relaciones actuales que tienen elementos abusivos. Por otro lado, los clientes pueden encontrar que los recuerdos empiezan a presionar hacia la superficie cuando ellos están volviéndose emocionalmente saludables de muchas otras maneras. Los clientes que han estado haciendo progreso en terapia a menudo empiezan a darse cuenta que es necesario lidiar con los recuerdos para que ellos estén bien.

Las partes tienden a experimentarse a sí mismas como si tuvieran una historia continua durante todo el tiempo que han estado “afuera” y a veces ellas han estado conscientes de las experiencias de las otras partes. Sin embargo, la personalidad anfitriona (esa parte que está más en contacto con la realidad del día a día), puede experimentar las otras partes de maneras más o menos fragmentarias en cualquier momento dado de tiempo. Las partes varían tanto en su conocimiento de la existencia de otras partes como en su comprensión de los tipos de sentimientos y pensamientos que motivan a las otras partes.

Algunos clientes pasan años con muy poco conocimiento de las partes. Al apartarse de las experiencias de las partes, sin embargo, ellos generalmente necesitan llevar vidas realmente restringidas. A veces, los clientes no experimentan las partes directamente pero son conscientes de varios pensamientos, acciones, o sentimientos rechazados. En otras ocasiones los clientes experimentan las partes como presencias en la conciencia sin que las partes tomen control de su personalidad principal. Luego, puede que los clientes sientan las partes como personalidades con intenciones, pensamientos, sentimientos y recuerdos distintivos, y pueden sentirse amenazados o presionados por tales partes a actuar de maneras en que ellos no actuarían en otras circunstancias. A menudo, cuando las partes emergen en la conciencia, sentimientos y conductas previamente desconcertantes llegan a tener más sentido. Las partes disociadas a menudo siguen una lógica inusual, pero esta lógica tiende a ser bastante consistente y a menudo apunta a proteger al cliente de alguna manera.

En ciertos momentos los clientes pueden “hacer switch” y las partes disociadas toman el control total de la conciencia y la conducta del cliente. Esto puede pasar dramáticamente con alguna otra personalidad que hasta tiene nombre. En otros momentos el switch puede ser más sutil con el cliente deslizándose dentro de otro estado mental sin hacerlo notar para los demás. Cuando los clientes hacen switch, a menudo no pueden recordar después lo que pasó.

Típicamente, los clientes tienen partes que intentan intervenir para que el switch no sea demasiado obvio para los demás. Si la conducta se empieza a salir de control, la persona puede decir que se está sintiéndose enferma e irse o inventar alguna otra historia de encubrimiento. Los switches descaradamente obvios que ocurren delante de extraños o conocidos a menudo indican que el cliente está extremadamente agobiado y que ya no puede evitar ser inundado por recuerdos traumáticos.


Conectando con las partes disociadas.

Yo he encontrado una serie de respuestas bastante simples que me resultan útiles cuando no estoy segura si un cliente podría estar disociando. Éstas incluyen lo siguiente: sensibilizarme ante la posibilidad de disociación a partir de indicios externos, escuchar concretamente las expresiones del cliente que podrían asumirse fácilmente como metafóricas, darle la bienvenida a las partes explícitamente, preguntar sobre el trauma cuando las conductas impulsivas aumentan, y orientar sobre la disociación cuando los clientes me lo piden. Todas estas respuestas tienen el objetivo subyacente de hacer más fácil para los clientes hablar de sus experiencias disociadas sin defenderlos o presionarlos para que lo hagan. Describiré cada una de estas respuestas brevemente.

Yo hago una nota mental siempre que los clientes informan algo sobre sus experiencias de vida que pueda ser consistente con la disociación. Esto incluye cualquier experiencia de incesto en la familia inmediata o extendida, historias de auto-lesiones, impulsividad o conductas de abuso de sustancias, reportes de lapsus de memoria, pesadillas, dolores de cabeza o extraños estados de conciencia y voces peyorativas o con orientación suicida. Intento no asumir que el cliente está disociando, pero si una serie de estas señales se manifiesta, empiezo a escuchar atentamente la comunicación del cliente que podría referirse a experiencias disociativas.

Cuando los clientes describen experiencias que son extrañas, desconectadas o divididas en partes, es probable que yo le diga al cliente que he oído eso, expresando mi entendimiento en casi las mismas palabras que el cliente usó. Al hacer esto, estoy intentando reflejar de un modo que no haga un prejuicio sobre si comentarios particulares fueron usados literal o metafóricamente. Por lo tanto, si un cliente dice: "Siento que estoy aquí sólo con mi cabeza, como si mi cuerpo entero estuviera en algún otro lugar", es probable que yo diga: "Así que te sientes como si tu cabeza estuviera aquí y el resto de tu cuerpo estuviera en algún otro lugar”. Parafrasear o lanzar reflejos que funcionarían perfectamente bien bajo otras circunstancias, a menudo es experimentado por los clientes como una falta de disposición o incapacidad para entender. Por ejemplo, de manera no intencional, un terapeuta podría perder los aspectos tipo "partes" de la comunicación diciendo: "No estás aquí aún", o "Es difícil empezarse hoy".

Comunicar apertura hacia las experiencias disociativas es particularmente delicado cuando los clientes se describen experimentando presencias monstruosas en la conciencia o impulsos desconectados para cortarse o dañarse. Es probable que los clientes expresen el deseo de que el terapeuta los ayude para librarse de estas experiencias. He encontrado que si simplemente expreso mi entendiendo de que el cliente quiere ayuda para apartar estas experiencias, las partes persecutorias a menudo se sienten que yo las quiero destruir. Entonces es probable que ellas realicen una escalada de sus acciones amenazantes mientras siguen fuera de la conciencia. Un cliente terminó en el hospital después de serias amenazas de cortarse la garganta. Después, cuando me di cuenta qué partes estaban operando, esa personalidad comentó: "Esa era la primera vez yo intenté hablar con usted y usted no me escuchó y terminé en el hospital encerrado".

Dadas estas experiencias, ahora intento decir algo que indique que la parte sería bienvenida por mí siempre que yo piense que una parte puede estar presente en la experiencia del cliente. De nuevo, trato decir esto de una manera que no presione al cliente dentro de las experiencias disociativas si ninguna está presente, o lo empuje a hablar sobre cosas que ella no quiere compartir. De modo que podría decir algo como lo siguiente: "Sé que tiene miedo a los impulsos de cortarse a si misma y no quiero que resulte herida físicamente de ninguna forma. Pero también me pregunto si puede haber alguna parte de usted que tenga razones para querer hacer esto".

Tales declaraciones de bienvenida a menudo no le hacen sentido al cliente en ese momento. Ella podría decir: "Cómo puede decir eso? ¿Qué podría haber de bueno en cortarme a mi misma?”. No insisto con el asunto ni intento clarificarlo en detalle más que diciendo: "No sé si eso es cierto para ti. Simplemente ha sido mi experiencia que cuando las personas quieren herirse a si mismas, a veces hay una parte de ellas que tiene razones para sentirse de esa manera". Si una parte persecutoria está presente, no importa que tan externamente amenazante sea, es probable que se sienta asustada, sola e incomprendida adentro. La idea de que yo podría estar disponible para entenderla es muy tentadora, aunque también muy atemorizante debido a que el cliente ha experimentado la traición tantas veces en el pasado.

Si las partes persecutorias están presentes, este grado de comprensión a menudo reduce la urgencia de su necesidad de actuar sobre sus impulsos abusivos. Una vez que ellas sienten que son bienvenidas, es probable que surjan más claramente, si no en ese momento, en algún otro momento durante las próximas sesiones. Una parte que llevaba la rabia del cliente me dijo: “Yo era la única que estuvo cuando el abuso estaba ocurriendo. Todo el resto de ellas me dejaron sola para manejarlo. Nosotras no habríamos sobrevivido si no fuera por mí. No entiendo por qué todas ellas están tan enojadas conmigo".

Irónicamente, las partes persecutorias se sienten solas e incomprendidas en las dificultades que ellas enfrentan. A menudo, a ellas les importa mucho si el terapeuta valora y entiende su posición incluso mientras niegan que este sea el caso. Por ejemplo, he encontrado que cuando me voy de vacaciones, son a menudo las partes persecutorias que apenas habían empezado a confiar en mí (en contra de su propio juicio) quienes reaccionan más fuertemente por ser dejadas durante ese periodo de tiempo. Cuando las partes persecutorias están presentes, he encontrado que comentarios abiertos de bienvenida funcionan bastante inocuamente y llevan al cliente a explorar diferentes lados de sus sentimientos acerca de sus impulsos auto-abusivos.

Si el cliente se inunda con impulsos auto-destructivos, pero no está hablando sobre recuerdos que le presionan, puedo decirle que me pregunto si hay algunas experiencias surgiendo que sean perturbadoras y difíciles de manejar para algunas partes de ella. Esto parece ser útil aún cuando el cliente no hable explícitamente sobre las experiencias. Por ejemplo, una cliente mía estaba teniendo impulsos muy fuertes de cortarse. Cuando le pregunté si había experiencias que podrían estar surgiendo y que fueran perturbadoras, ella verificó con la parte que quiso cortarla y entonces dijo, que sí, que estaba teniendo recuerdos pero que ella no estaba lista para conocerlos y que tenía miedo que ella podría intentar sacarlos. En el proceso de hablar sobre esto su necesidad de cortarse menguó.

Los clientes que están experimentando arrebatos de experiencias disociativas a menudo tienen miedo de estar teniendo una crisis psicótica, o de que serán vistos por los demás como locos. Este miedo es exacerbado por el terror que muchos sobrevivientes de incesto tienen, que ellos hayan provocado de algún modo que el trauma sucediera o que ellos estén fundamental e irrecuperablemente dañados como resultado del trauma. Si los clientes sienten que soy capaz de conectarme a su experiencias disociativas, a menudo preguntan qué es lo que pienso que les está pasando. Bajo estas circunstancias, es probable que diga que no lo doy por sentado, pero que sus experiencias son similares a aquellas personas que he conocido y que tuvieron vivencias sumamente dolorosas en su vida temprana. A menudo explicaré que la disociación es un mecanismo de protección, similar a la auto-hipnosis que es común en los niños pequeños que sufren trauma. Yo puedo decir que, en mi experiencia, la emergencia de síntomas disociativos a menudo indica que, como adulto, la persona se siente lo bastante fuerte para manejar experiencias que eran demasiado abrumadoras para manejarlas siendo niño. Muchos clientes se alivian al saber que yo no pienso en sus síntomas como indicadores de un defecto fundamental o irrecuperable en su funcionando mental.


Trabajo terapéutico con las partes disociadas.

En general, no creo que los terapeutas necesiten presionar a los clientes para que se conecten con las experiencias disociadas. Las experiencias se presionan a si mismas desde dentro del cliente. Los clientes están viviendo con un intenso conflicto de impulsos opuestos. Las partes infantiles que han sido dejadas a solas con las experiencias traumáticas desean desesperadamente poder develarse y conseguir ayuda. Las partes persecutorias sienten que es probable que cualquier conexión con esas experiencias destruya al cliente y a cualquier otro que esté en contacto con ellas.

De hecho, en un ambiente empático se tiende a desarrollar un ritmo entre diferentes lados de los sentimientos del cliente. Cuando los recuerdos se hacen más intensos, las partes infantiles pueden emerger queriendo hablar con el terapeuta pero sintiendo que ellas no pueden. Al mismo tiempo, los clientes pueden sentir un asalto de síntomas así como impulsos autodestructivos o socialmente aberrantes, usualmente dirigidos a detener el surgimiento de la parte infantil y sus recuerdos asociados. Cuando surgen partes persecutorias, ellas pueden hablar mucho sobre por qué es importante no confiar demasiado en el terapeuta u otros, por qué los sentimientos y recuerdos son algo malo, y por qué los sentimientos de muerte son algo bueno. Es fácil para el terapeuta ver todos estos pensamientos negativos como resistencia al cambio y al progreso terapéutico.

Sin embargo, yo he encontrado que si sólo permanezco con los diferentes pensamientos y sentimientos de las partes persecutorias y desviadas, su necesidad de actuar tiende desaparecer o a ser manejable para el cliente. Y finalmente, el cliente se permite conectar con muchos de los recuerdos que le habían estado presionando, ya pudiéndolos manejar en ese momento.

He empezado a respetar que los clientes tienen un refinado sentido de su ritmo en este proceso, y que todas las partes tienen valiosos roles que jugar. Típicamente, las partes persecutorias están intentando impedir que los recuerdos inunden al cliente y de hecho ofrecen los únicos medios que el cliente tiene para apaciguar el proceso. Estas partes también necesitan tiempo para considerar si confiar en las personas o conectar con estas experiencias son una buena idea, dadas las experiencias de vida del cliente. Las partes infantiles están presionando por la conexión y la sanación que sólo puede venir al reconectar las experiencias habían estado disociadas.

Las maneras más eficaces de conectar o trabajar con las partes difieren mucho de cliente a cliente. He encontrado que los clientes saben mucho sobre lo que funcionará para ellos. A menudo ellos están renuentes a hablar debido a los miedos y a las preocupaciones que las diferentes partes disociadas tienen acerca de las otras. Y, a menudo, ellos desearían poder evadir la situación terapéutica por completo, ignorando el pasado o encontrando una solución que conseguiría que el dolor terminara instantáneamente. Sin embargo, con el tiempo, sus propias experiencias tienden a convencerlos de que ellos necesitan procesar los recuerdos del trauma temprano.

Algunas veces los clientes sienten un mayor sentido de control cuando experimentan "partes" en su conciencia, sin que ellas se tomen la personalidad cotidiana de la persona; en otros momentos los clientes sienten la necesidad de hacer switch hacia una parte o se encuentran a si mismos incapaces de detener el proceso. Yo no siento la necesidad de tomar una posición sobre nada de esto, a menos que el cliente pida algún tipo particular de ayuda. El proceso útil parece suceder en todos estos modos.

Una cliente se daba cuenta que ella conectaba con diferentes partes cuando miraba en diferentes direcciones. Ella conectaba una parte de niña asustada cuando miraba hacia abajo y a la derecha, y una parte de niño enojado cuando ella miraba hacia abajo a la izquierda. Otra cliente encontraba que tenía vívidas imágenes espaciales cuando ella se focalizaba en medio de su cuerpo. Así, por ejemplo, ella vió un piso con un ojo mágico para mirar a través de él. Cuando ella hizo el agujero más grande en su mente, esa parte emergió en su conciencia. Algunos clientes experimentan las partes más vivamente en sueños, sólo ocasionalmente cambiando dentro de ellas en situaciones cotidianas. Otros sólo pueden conectar ciertas partes en posiciones físicas específicas, tales como apoyarse en el lado derecho. Algunos pueden conectar a través de ciertas modalidades como el arte, la escritura o la música, pero no con el discurso.

Muchas técnicas terapéuticas y maneras de entender el cambio de personalidad pueden ser útiles para clientes que experimentan disociación. Yo prefiero, sin embargo, primero pedirles ideas a mis clientes y plantear mis propias ideas como sugerencias tentativas que el cliente puede o no querer seguir. A algunos clientes les ha gustado particularmente aprender técnicas de imaginería que moderan la intensidad de las experiencias disociativa entre sesiones o al final de éstas. Un método que a menudo funciona es pedirle a todas las partes que imaginen espacios tranquilos a los que pueden ir por si mismas, y luego pedirles que vayan a esos espacios después de una cuenta regresiva de diez. Si las experiencias de una parte están particularmente estresadas por otra, esa parte estresada puede desear imaginar un lugar vacacional al que puede ir mientras la otra parte está operando. De nuevo, el terapeuta puede sugerir que la parte vaya a ese lugar después de una cuenta regresiva de diez. Estas dos técnicas sólo es probable que funcionen si las partes involucradas están conformes con la idea. Pero, si el cliente está interesado, es probable que tenga una facilidad notable con este tipo de imaginería que altera la conciencia.

Los clientes que sufren experiencias disociativas están esforzándose por controlar experiencias muy intensas y volátiles. Al mismo tiempo, ellos han tenido típicamente experiencias muy aberrantes de cuidado y control de las figuras paternales en sus vidas. Como resultado, a menudo ellos alternan entre una falta de asertividad extrema, con la convicción de que no pueden pedir la más simple consideración de otros a una expectativa de solicitud de ayuda que ordinariamente está mucho más allá de la que ordinariamente es ofrecida en terapia o en relaciones íntimas en general.

Yo he encontrado que un moderado nivel de flexibilidad a menudo es sumamente útil para los clientes. Alteraciones de la extensión o tiempo o formato de las sesiones a manudo puede facilitar la habilidad del cliente para manejar experiencias intensas. Y el conocimiento de que esa flexibilidad está disponible puede aumentar la sensación del cliente de ser valorado personalmente en la relación terapéutica.

Hay, sin embargo, grandes peligros tanto para el cliente como para el terapeuta si éste se sobre-involucra. Si una cliente siente que el terapeuta ha dado una cantidad excesiva de ayuda, puede sentirse culpable y agobiada. Y, puede sentirse inhibida de expresar la totalidad de sus sentimientos negativos, que inevitablemente surgirán.

Un terapeuta puede sentirse movilizado por la situación de su cliente en una crisis y sobre-involucrarse de manera no realista, sin darse cuenta que ella no podrá mantener ese nivel envolvimiento de manera continuada. Una vez que la terapeuta se sobre-involucra es probable que se sienta particularmente vulnerable a sentirse herida por otras demandas del cliente y enojada, comprensiblemente. Los terapeutas fácilmente pueden trabajar consigo mismos acerca de una situación en la que ellos se sienten que tienen que terminar las relaciones terapéuticas en su totalidad.

Los clientes a menudo alternan entre recobrar recuerdos e integrar el nuevo material en sus vidas cotidianas. Los recuerdos presionarán durante algún tiempo con el brusco acompañamiento de sentimientos incómodos y autodestructivos. Una vez que ese pedazo de memoria ha vuelto, el cliente siente alivio y un deseo de devolver a un vivir normal y a veces con la esperanza de que ese sea el final de las experiencias disociadas.

La recuperación de un recuerdo a menudo trae a la situación nuevos sentimientos y capacidades y el cliente puede necesitar algún tiempo para acostumbrarse a ellos y para aprender a integrarlos en su vida. Una cliente que había sido desconfiada encontró que ella era más libre para confiar experiencias y ahora tenía amigos. Consiguió varias promociones en el trabajo; los hombres empezaron a estar interesados en salir con ella. Empezó a sentir rabia y tristeza y dolor físico, cuando todo esto había sido relegado previamente a las partes disociadas.


Proceso frágil y partes disociadas.

A menudo, las partes disociadas manifiestan un estilo de procesamiento de la experiencia que he descrito en otros textos como "frágil"[6]. Las partes disociadas que tienen un estilo frágil de proceso tienden a experimentar asuntos esenciales a muy bajos o muy altos niveles de intensidad. Ellas tienden a tener dificultad para empezar y detener experiencias que son personalmente significativas o emocionalmente conectadas. Y es probable que tengan dificultad en tomar el punto de vista de otra persona mientras permanecen en contacto con tales experiencias. Por ejemplo, una cliente puede hablar circunstancialmente la mayor parte de la hora de terapia y sólo conectar con un sentimiento subyacente de rabia muy al final de ésta. Y aún en este punto, ella puede sentirse incapaz de sacar la rabia en una forma que le permitiría retornar al trabajo terapéutico. Entonces, ella puede pasar horas dando vueltas por el parque intentando manejar la intensidad del sentimiento. La cliente puede ser capaz de hablar sobre sus sentimientos de rabia hacia el terapeuta y desear realmente que éstos sean entendidos y confirmados. Pero aún los comentarios del terapeuta para explicar la situación o las discrepancias con la cliente serán sentidos por el cliente como esfuerzos del terapeuta para aniquilar su experiencia.

Yo creo que el proceso frágil tiende a desarrollarse cuando las experiencias de la niñez temprana no han sido recibidas empáticamente y, si tales experiencias son abrumadoramente doloras, no han sido calmadas y confortadas a cierto nivel. Ciertamente, la falta de tal contención empática es común en familias abusivas.

Cuando los clientes han aprendido ha disociarse para protegerse de resultar inundados por sentimientos traumáticos, ellos empiezan a separar segmentos enteros de experiencia de las experiencias de aprendizaje en el resto de sus vidas diarias. Ellos usan la disociación como un sustituto para los estilos más comunes de procesamiento de la experiencia, y al hacer esto, ellos parecen congelar el desarrollo de las habilidades emocionales que se relacionan con esos segmentos de experiencia. Por ejemplo, si desde los cuatro años una persona ha hecho switch en una parte disociada cuando cualquier dolor o enojo pasa un cierto umbral de intensidad, la habilidad de la persona de sostener tales experiencias en su atención y procesarlas de maneras más comunes, no tendrá la oportunidad para desarrollarse mucho más allá de aquellos cuatro años de edad.

Entonces, los clientes que experimentan un proceso disociativo parecen experimentar un proceso frágil dentro de alguna o todas sus partes; a veces ellos experimentan un proceso frágil en sus personalidades cotidianas también. La intensidad del proceso frágil parece relacionarse con la edad y la severidad de las experiencias traumáticas y el grado del fracaso empático en los adultos cercanos.

Las respuestas de comprensión empática a menudo son la única clase de respuesta que las personas pueden recibir mientras están en medio de un proceso frágil, sin sentirse traumatizados o desconectados de su experiencia. La presencia continua de una persona contenedora y empática es esencial para la habilidad del cliente de permanecer conectado sin sentirse abrumado. En cierto sentido, los clientes que están en medio de un proceso frágil están preguntando si su manera de experimentarse a si mismos tiene el derecho de existir en el mundo. Cualquier comentario inadecuado sobre su experiencia o sugerencias para que ellos miren su sentir de una manera diferente, es experimentado como una respuesta de “no” hacia su interrogante.


Interacción terapéutica con el proceso frágil

Idealmente, la terapia con adultos que tienen un estilo frágil de procesamiento crea el tipo de contención empática que estuvo ausente en las experiencias de la niñez temprana de los clientes. Si el terapeuta permanece empáticamente conectado a las experiencias significativas de los clientes, es probable que éstos sientan la satisfacción resultante de permanecer con sus experiencias de una manera aceptante. Inicialmente, esto tiende a ser una clase de placer muy ambivalente, ya que estas experiencias en sí, a menudo, son dolorosas, y el cliente probablemente se convencerá que son vergonzosas y que les pueden producir daño a ellos mismos y a los demás.

Los clientes pueden sentir la necesidad de poner a prueba a los terapeutas de varias maneras, antes de confiar que éstos pudieran relacionarse con sus experiencias o de creer que sus vivencias pudieran tener algún valor. Ellos pueden temer que el expresar sus experiencias los haga vulnerables a la manipulación y al control del terapeuta, o que éstas tengan el poder de agobiar y dañar al terapeuta. Con el tiempo, sin embargo, es probable que encuentren que sus reacciones tienen más sentido de lo que ellos pensaron y que sus sentimientos, aparentemente inexorables, pasan por varias clases de cambios y resoluciones positivas.

Los comentarios, las interpretaciones o las preguntas a menudo son experimentados como una violación para los clientes en medio de un proceso frágil, ya que el cliente no puede tomar el punto de vista del terapeuta sin aniquilar su propia experiencia del momento. Por ejemplo, un cliente puede decir que se siente disgustada cuando ella piensa que tiene que venir a las sesiones de terapia y el terapeuta puede preguntar por qué ella siente que tiene que venir. La cliente puede estar apenas empezando a sentir que ella puede sostener su sentimiento de disgusto y creer que ella está completamente bien en el proceso. Bajo estas circunstancias, es probable que la pregunta del terapeuta sea experimentada como un mensaje de que las experiencias de la cliente están totalmente mal y que ella no tiene ningún derecho a tenerlas. Más aún, si la cliente expresa rabia hacia el terapeuta, es probable que éste se sienta confundido e irritado por la reacción del cliente.

Cuando los clientes empiezan a ser capaces de contener y procesar sus experiencias frágiles en la terapia, es probable que se sientan muy confiados en el terapeuta por un período de tiempo. En esta fase, la presencia empática del terapeuta es esencial para la habilidad de los clientes de contener su experiencia sin sentirse traumatizados. Es como si el terapeuta sostuviera una máscara de oxígeno para clientes que pasan el resto de la semana esforzándose en respirar. Muy sensiblemente, los clientes pueden odiar terminar las sesiones y tomar conciencia del tiempo que tienen que pasar sin estar en contacto con el terapeuta. Gradualmente, sin embargo, los clientes son capaces de contener sus experiencias por períodos más largos de tiempo entre sesiones. A menudo, tener varias sesiones a la semana les ayuda a no perder el sentido de conexión entre cada una de ellas. En esta fase ‘entre sesiones’, los clientes pueden reconectarse con su habilidad de contener su experiencia recordando la imagen del terapeuta de varias maneras. Contactos telefónicos breves, oír grabaciones de la voz del terapeuta, tener un objeto que pertenece al terapeuta, o sentarse afuera de la oficina del terapeuta pueden ayudar a rememorar la experiencia de la terapia.

En la medida que la terapia progresa, los clientes aumentan su capacidad de sostener sentimientos intensos en la conciencia, y para elaborarlos. Capas sucesivas de recuerdos traumáticos son recordadas y procesadas, siendo integradas en la conciencia cotidiana del cliente. Como resultado, tanto el deseo como la necesidad de usar la disociación como un medio para manejar la intensidad de la experiencia tienden a desaparecer.


La controversia sobre el trastorno de identidad disociativo.

Los trastornos de identidad disociativos han recibido una amplia atención (tanto positiva como negativa) en la literatura psicológica en los años recientes. La intensidad del debate es parcialmente atribuible al hecho de que los "alters"Y o las "personalidades múltiples", características de los trastornos de identidad disociativos a menudo sólo se hacen claramente visibles durante el proceso de psicoterapia. Inicialmente, es probable que los clientes se presenten con una variedad desconcertante de síntomas disociativos y no disociativos que podrían verse como indicadores de otros diagnósticos como esquizofrenia, trastorno de ansiedad, depresión, o trastorno de personalidad limítrofe. Un grupo sustancial de terapeutas cree que estos clientes están manifestando un estilo disociativo de manejo del trauma temprano. Otros son escépticos de esta manera de comprender el fenómeno.

Los resultados de la investigación son sugestivos, pero inconclusos en ambos lados de este debate. Numerosos estudios documentan una relación entre el abuso sexual y físico en la niñez temprana y una amplia gama de síntomas adultos incluidos los estados disociativos[7]. Ha sido desarrollado un inventario de trastornos disociativos que fiablemente separa a los clientes con trastorno de identidad disociativo de aquellos en otras categorías diagnósticas[8]. Un porcentaje muy alto de estos clientes llegan a recordar incidentes de abuso sexual y físico severo en su niñez temprana durante la terapia orientada a la disociación[9]. Si incluso una proporción significativa de estos recuerdos es válida, ello sugiere una fuerte conexión etiológica entre el abuso sexual y físico severo y los trastornos disociativos en la adultez.

En psicoterapia con terapeutas que creen en el síndrome, los clientes tienden a hacer switch muy rápidamente en claras presentaciones de personalidades alternantes con las cualidades tipo trance características de la disociación. Estas personalidades casi siempre se manifiestan ideas rígidas, mutuamente contradictorias acerca de la mejor manera de manejar las agobiantes experiencias de abuso. Para terapeutas que trabajan con trastorno de identidad disociativo, el síndrome representa un quiebre conceptual y ofrece maneras de ayudar a un gran número de clientes cuyas dificultades de vida han tenido, de manera previa, pronósticos muy pobres en tratamientos psiquiátricos. Colin Ross declara que:

“Cuando estoy evaluando a un paciente con rasgos de trastorno de trauma crónico y puedo contactar personalidades pre-existentes, me siento bien porque sé qué hacer y tengo un tratamiento eficaz para ofrecer… Pienso que es un hecho que para pacientes con trauma crónico sin Trastorno de Personalidad Múltiple, la psiquiatría tiene poco que ofrecer más que muestras de medicación y terapia de soporte”[10].


Mientras muchos terapeutas informan resultados positivos tratando trastornos de identidad disociativo, los resultados de la investigación son muy limitados y carece de controles rigurosos. Esta falta de datos empíricos no es sorprendente dado el hecho de que el tratamiento tiende a ser largo y complejo y de que el renovado interés en los trastornos disociativos es relativamente reciente[11]. El número más grande de resultados de clientes ha sido presentado por Kluft y Ross. Kluft, revisando 123 casos tratados por él mismo o por otros terapeutas reporta que el 83 (o el 67,5%) alcanzó una integración estable, la mayoría en menos de tres años de tratamiento. Colin Ross al revisar los registros de tratamiento de 22 clientes vistos en la Clínica Winnipeg de Trastornos Disociativos estimó que una integración estable sería alcanzada y mantenida por 54,5% a 72,7% de sus clientes[12]. Ross cita que:

“Un puntaje de respuesta de 70 por ciento es tan bueno como cualquier tratamiento para cualquier trastorno complejo en psiquiatría, ya sea tratamiento biológico, psicoterapéutico, o conductual. Creo que el Trastorno de Personalidad Múltiple es tan común como la esquizofrenia y es mucho más tratable”[13].


Aquellos que dudan de la validez del trastorno sugieren que los síndromes característicos de las personalidades y los recuerdos del trauma son principalmente iatrogénicos[14]. Ellos señalan que la memoria es un proceso complejo y falible bajo las mejores circunstancias. Teóricos de todas las escuelas de pensamiento están de acuerdo en que los clientes con trastorno de identidad disociativo son particularmente expertos en moverse hacia experiencias tipo trance. Muchas de las técnicas terapéuticas más ampliamente aceptadas para trabajar con trastornos disociativos involucran presionar a los clientes a aceptar la realidad de su trastorno disociativo y hacer preguntas para que surjan las personalidades, y usar un rango de técnicas hipnóticas durante el proceso de terapia[15]. Entonces, los escépticos cuestionan si muchos de los recuerdos que surgen son artefactos del proceso de trance mismo. Belli y Loftus declaran que:

“Dada la fuente atribucional de los recuerdos, simplemente no hay medios fiables para aseverar cuando un recuerdo es basado en la realidad y cuando no lo es… En nuestro punto de vista, la práctica de algunos terapeutas de alentar a los clientes adultos de recuperar recuerdos de abuso de su niñez está creando un peligro muy real que los incidentes de abuso de la infancia sean mal reportados… Si cada uno es una víctima, entonces nadie lo es.”[16]


Mucha de la crítica hacia el trabajo de la disociación ha sido enfocada sobre los terapeutas que usan métodos extraordinarios como intervenir con hipnosis o amytal de sodio y que defienden fuertemente que los clientes acepten un diagnóstico de disociación o presionan a los clientes a proponer recuerdos más claros. Brown (1995) ha notado que bajo condiciones de laboratorio los sujetos pueden tener un efecto de deformación para los detalles periféricos, pero que las personas tienden a ser certeras en sus recuerdos en los aspectos principales de los eventos personales de importancia. Él advierte que la única evidencia de investigación sustancial para falsificar los aspectos centrales de los recuerdos personales se relaciona a circunstancias de interrogatorios intensos y punzantes que pueden crear una "sugestión de interrogatorio”[17]. Como resultado, él sugiere que "los terapeutas menos autoritarios y menos ególatras...son propensos a reducir la confabulación de recuerdos en la terapia".


La validez de experiencias disociadas.

Las preocupaciones planteadas por los escépticos no son triviales. Sin embargo, continúo pensando que el trabajo terapéutico orientado a la disociación es esencial para la recuperación emocional de muchos clientes que han sufrido trauma temprano. Creo que los recuerdos falsos son la excepción en lugar de la norma, particularmente cuando se usan estilos de terapia menos confrontativos e interpretativos.

Los clientes con los que he trabajado por periodos sustanciales de tiempo que muestran los segmentos de "alters" distintivos de la disociación todos llegan a recordar trauma sexual o físico severo antes de los siete años. Patrones similares han surgido en clientes de terapeutas que yo he consultado. La conexión con los recuerdos a través de la experiencia de los "alters" ha parecido ser esencial para que estos clientes elaboren el trauma y para una mejora global en su habilidad de funcionamiento en sus vidas actuales. He encontrado que sus experiencias disociativas son convincentes por varias razones.

Clientes que han trabajado a través de estas clases de recuerdos traumáticos han tendido a mejorar. Sus vidas se han vuelto menos constreñidas, ellos funcionan con un rango emocional aumentado, sus relaciones se vuelven más productivas y estables, sus vidas de trabajo se vuelven más exitosas. Este es un proceso gradual con muchos altos y bajos. Por supuesto, la conexión inicial de un cliente con partes disociadas y los recuerdos traumáticos pueden hacer su vida más dolorosa y ostensiblemente sintomática, y no todos los clientes continúan con el proceso terapéutico. Pero, mientras el trabajo se realiza, clientes que han sido incapaces de sostener relaciones crean conexiones profundas y duraderas. Clientes que han estado con empleos menores consiguen promociones. Clientes con un rango limitado de emoción personal se empiezan a sentir cómodos con la rabia, la tristeza y el dolor.

Generalmente, he encontrado que cuando los clientes se conectan con partes disociadas, los aspectos de su experiencia que han parecido desconectados e incomprensibles por largos periodos de tiempo entran en un proceso mucho más vivo. Esto ocurre de dos maneras. Primero, las acciones que parecían totalmente desconectadas con la experiencia corporalmente sentida se vuelven emocionalmente estables mientras los clientes se conectan con las experiencias tipo "partes". Así, un cliente que ha estado realizando acciones enfadadas sentirá la rabia al conectarse a una "parte". Y, en el proceso, situaciones en las vidas del cliente que han parecido perversamente estancadas y sin movimiento empiezan a pasar por cambios que son terapéuticamente productivos. Los sentimientos y acciones que son experimentados inicialmente sólo a través de las "partes", tienden a reintegrarse espontáneamente en la narrativa de vida regular de la persona en una forma más orientada a la realidad.

Segundo, acciones que parecían fuera de control o perversas llegan a ser experimentadas como acciones propias y motivadas, inicialmente con una lógica inusual tipo disociación asociada a ellas. (Por ejemplo, en lugar de decir: "Mis manos de repente voltearon el manubrio y el automóvil se salió del camino", la persona podría decir: "El que me obliga está muy enfadado de que le haya dicho mi nombre y se siente que yo debería ser castigada, así que el volteó el manubrio”). Una vez que tales eventos son experimentados como acciones motivadas, ellos llegan a estar mucho más comprometidos en la terapia y los clientes pierden mucho de su tendencia a actuar en base a ellos. Finalmente, tales sentimientos y pensamientos tienden a ser integrados en una única narrativa más orientada a la realidad. Por ejemplo, un momento más tarde la persona podría decir: "Solía estar tan asustada del dolor, que quería manejar contra una pared sólo para detenerlo".

Me he sentido impresionada por el número de recuerdos que surgieron en el trabajo con partes disociadas que han sido directamente o indirectamente confirmados por otros. Por ejemplo, a una mujer que recuperó recuerdos de ser violada por su hermano cuando ella era una niña pequeña, su cuñada le dijo que ella recientemente había descubierto que él había estado molestando a su propia hija. Una cliente que estaba teniendo sentimientos de horror asociados a partes disociadas comentó que ella tenía un recuerdo "habitual" de querer jugar a la "violación" con sus amigos en kinder garden. Ella me preguntó si eso era usual para una niña de cinco años. Un cliente que recuperó recuerdos de ser golpeado por niños del barrio confirmó ese recuerdo en una conversación con su hermano.

A pesar del nivel de la validación general que he tenido para los recuerdos de los clientes, el laboratorio de investigación sobre la memoria me ha convencido que es posible para los clientes recodar mal o involuntariamente fabricar una creencia en eventos que realmente no pasaron (y, así como con cualquier discapacidad, un número pequeño de personas pretenderá padecer el trastorno con la esperanza de ganar atención simpática). Cuando surgen los recuerdos para los cuales no hay aprobación externa, sólo puedo permanecer con la experiencia de mis clientes mientras ellos deciden por si mismos como sopesar su validez.

Estoy sorprendida por el hecho de que los terapeutas en el Centro de Counseling hayan encontrado el distintivo síndrome de los alters y los recuerdos traumáticos usando un estilo dirigido por el cliente que no usa el tipo directivo de preguntas o confrontación que Brown y otros ven como probables de elicitar recuerdos falsos. En este sentido, un estilo de terapia centrada en el cliente parece ofrecer una aproximación que es eficaz para recuperar y re-elaborar recuerdos traumáticos mientras minimiza la probabilidad de que se inducirán recuerdos falsos en el proceso. Y, la aproximación centrada en el cliente, que adopta una relación terapéutica igualitaria de persona a persona y deja el control primario sobre la toma de decisiones terapéuticas esenciales en las manos de clientes, a menudo es apreciada por clientes que han sido abusados por figuras de autoridad previas en sus vidas.
NOTAS A PIE DE PÁGINA.

[1] D. Brown , 1995.
[2] Para los propósitos de este texto, usaré los términos “parte”, “parte disociada”, y “personalidad” intercambiablemente en referencia a los estados disociados derivados del trauma temprano de la infancia.

[3] Nuestra comprensión general del fenómeno disociativo es bastante similar a aquella de los terapeutas con orientación directiva, tales Kluft, Putnam, o Braun. Sin embargo, este fenómeno se presenta a si mismo de maneras significativamente diferentes en un proceso terapéutico centrado-en-el-cliente.

[4] A pesar de las cualidades tipo trance de los estados disociativos, varios investigadores han encontrado sólo correlaciones bajas a modestas entre la hipnotizabilidad y la disociación, según la medición de la Escala de las Experiencias Disociativas (Dissociative Experiences Scale (DES). Horevitz sugiere que la capacidad disociativa puede estar más relacionada una habilidad con base genética para segregar e idiosincráticamente codificar las experiencias dentro de procesos psicológicos o psico-biológicos separados con una gran fluidez en la identidad. (Horevitz & Lowenstein, 1994, pp.439-440).
[5] La mayor parte de mi experiencia y la de mis colegas es el tratamiento con pacientes voluntarios ambulatorios. La presentación típica de los clientes puede ser diferente en contextos institucionales involuntarios.

j Nota del Traductor: La expresión “hacer switch” se refiere a los cambios bruscos que realiza el cliente cuando pasa de un estado a otro dentro de las diversas clases de experiencias disociativas. Estas cambios pueden ser abruptos cambios de humor, ligeras alteraciones del estado de conciencia, pérdida de la identidad cotidiana, o incluso la irrupción de una o varias personalidades o “alters” diferentes a la personalidad habitual del cliente.
[6] Warner, (1991).
Y Nota del Traductor: En vista de la ausencia de una adecuada expresión para traducir la palabra “alter”, he decidido conservarla en el texto, pero es conveniente aclarar que ella se refiere al tipo de contacto que realiza el cliente que se diferencia sustancialmente de su personalidad habitual y que incluso llega a constituir una experiencia personificada independiente, o sea, con personalidad propia. Se entiende que en los procesos disociativos, las personas pueden experimentar varios “alters” en determinados momentos de tiempo o incluso de manera simultánea.

[7] Para un resumen de esta literatura, vea N. Zelikovsky and S. Lynn (1994).
[8] Vea M. Steinberg (1993) & M. Steinberg; B. Rounsaville & D.Ciccetti (1990).
[9] R. Horevitz & R. Loewenstein (1994), pp. 289-290.
[10] C. Ross (1989), p. 203.
[11] Para una breve historia de las teorías de la disociación en psicología clínica, vea F. Putnam (1989) pp. 26-44.
[12] C. Ross (1989), pp. 197-203.
[13] C. Ross (1989), p. 203.
[14] Vea, por ejemplo, R. Belli & E. Loftus (1994); J. Tillman, M. Nash, & P. Lerner (1994); F. Frankel (1994); y G. Ganaway (1994).
[15] R. Horevitz & R. Loewenstein (1989).
[16] R. Belli & E. Loftus (1994), p.429.
[17] D. Brown (1995), pp. 10-12.
REFERENCIAS.

· Belli, R.F. and Loftus, E.F. (1994). Recovering memories of childhood abuse: A source monitoring perspective. In S.J. Lynn & J.W. Rhue (eds.) Dissociation: Clinical and Theoretical Perspectives. New York: The Guilford Press.
· Brown, D. (1995). Pseudomemories: The standard of science and the standard of care in treatment. The American Journal of Clinical Hypnosis.
· Ganaway, G.K. (1994). Transference and countertransference shaping influences on dissociative syndromes. In S.J. Lynn & J.W. Rhue,(eds.), Dissociation: Clinical and Theoretical Perspectives. New York: The Guilford Press.
· Horevitz, R. and Loewenstein, R.J. (1994). The rational treatment of multiple personality disorder. In S.J. Lynn & J.W. Rhue (eds.), Dissociation: Clinical and Theoretical Perspectives. New York: The Guilford Press.
· Putnam, F. W. (1989). Diagnosis and Treatment of Multiple Personality Disorder. New York: The Guilford Press.
· Ross, C. (1989). Multiple Personality Disorder. New York: John Wiley & Sons.
· Steinberg, M., Rounsaville, B. and Cicchetti, D. V. (1990). The structured clinical interview for DSM III-R disorders. Preliminary report on a new diagnostic instrument. American Journal of Psychiatry, 147, 76-82.
· Warner, M.S. (1991). Fragile Process. In Lois Fusek, (ed.), New Directions in Client-Centered Therapy: Practice with Difficult Client Populations, Monograph Series I. Chicago: Chicago Counseling and Psychotherapy Center. Zelikokvsky, N. and Lynn, S.J. (1994). The aftereffects and assessment of physical and psychological abuse. In S.J. Lynn & J.W. Rhue, (eds.), Dissociation: Clinical and Theoretical Perspectives. New York: The Guilford Press.
(*) Traducción: Luis Robles Campos (2009).
Psicólogo, Universidad de Tarapacá, Arica – Chile.
Focusing Trainer acreditado, Focusing Institute, New York.
luisrobles1977@gmail.com
CONSULTA PARTICULAR
PSICOTERAPIA CENTRADA EN LA PERSONA/EXPERIENCIAL

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domingo, 25 de enero de 2009

La Empatía con los Procesos Frágiles.

SOBRE LA EMPATÍA CON LOS PROCESOS FRÁGILES:
Hacen falta dos para bailar el tango.

GREET VANAERSCHOT.

Erps-Kwerps, Bélgica.


“It Takes Two to Tango: On empathy with fragile processes” en Psychotherapy: Theory, Research, Practice, Training, Vol. 41, No. 2, 112–124, 2004.

http://www.er.uqam.ca/nobel/d222307/PSY5860_H07

Traducción: Luis Robles Campos (*).
Resumen: Este artículo trata sobre la manera problemática de experienciar y relacionarse llamada proceso frágil. Este proceso frágil, que es central en clientes con trastorno de personalidad limítrofe y narcisista, se describe desde un punto de vista teórico centrado-en-el-cliente/experiencial. Desde esta línea de aproximación, se examinan las posturas psicoanalíticas que hacen entendible cómo los clientes desarrollan tal estilo frágil de proceso. Se hace referencia al punto de vista de D.N. Stern (1985) sobre el desarrollo del sentido de sí mismo y del mundo interpersonal del infante para diferenciar detalladamente el proceso frágil y para ofrecer especulaciones acerca de las raíces de su desarrollo. Finalmente, se discuten las maneras empáticas de intervenir que probablemente sean útiles con diferentes tipos de procesos frágiles.



Este artículo se enfoca en el proceso de interacción empática que puede tener lugar con clientes que tienen trastorno de personalidad limítrofe y narcisista. Estos clientes son conocidos por usar las llamadas defensas arcaicas, tales como la escisión y la identificación proyectiva (Derksen & Groen, 1998; Kernberg, 1975). Los terapeutas a menudo encuentran difícil entender los sentimientos de estos clientes, terminan en forcejeos, y se sienten frustrados y derrotados en sus esfuerzos terapéuticos. Desde un punto de vista teórico centrado-en-el-cliente/experiencial, la manera de ser problemática que es central con estos clientes se entiende como la incapacidad de permanecer en contacto con la propia experiencia. Esta manera deficiente de experienciar es llamada proceso frágil (Warner, 1991, 1997, 1998).

En este artículo intento describir este proceso frágil. Me refiero al punto de vista de Stern (1985) sobre el desarrollo del sentido de sí mismo y el mundo interpersonal del infante con el fin de diferenciar en profundidad el proceso frágil y para ofrecer especulaciones sobre las raíces de desarrollo de este proceso. Más aún, esta visión proporciona un marco en que la utilidad de diversas maneras empática de intervenir que son normalmente usadas por los terapeutas centrados-en-el-cliente /experienciales puede clarificarse. Basándome en mi comprensión de la manera de experienciar de estos clientes, también considero maneras empáticas de intervenir y responder que probablemente sean útiles.


Las características y el desarrollo del proceso frágil y las intervenciones empáticas dinamizadoras de proceso.

Proceso frágil.

Aunque los modos de experienciar limítrofe y narcisista son una ligadura estructural, prefiero no hablar de una estructura limítrofe o narcisista. En cambio, elijo hablar de maneras de experienciar limítrofe o narcisista, porque una persona puede padecer de estas maneras deficientes de experienciar en ciertos dominios de su vida, sin tener el diagnóstico según el Manual de Diagnóstico de Desórdenes Mentales (DSM-IV-TR; Asociación Americana de Psiquiátrica, 2000). Es más, esta aproximación está más en línea con la visión de proceso centrada-en-el-cliente/experiencial sobre la personalidad y el cambio de personalidad. La terapia centrada-en-el-cliente/experiencial considera que el proceso de cambio en psicoterapia involucra un proceso de ligadura estructural y experienciar rígido que cambian a un experienciar fluido e interaccional. El experienciar es visto como un proceso de dar significado afectivo a las interacciones de uno con el ambiente (Gendlin, 1970, 1996; Greenberg & Van Balen, 1998; Watson, Greenberg, & Lietaer, 1998), y los terapeutas centrados-en-el-cliente/experienciales apuntan a diagnosticar maneras deficientes de experienciar en el aquí-y-el-ahora de la interacción e intentan intervenir de una manera que potencie el experienciar (Greenberg, Rice, & Elliott, 1993). Por lo tanto, la psicoterapia facilita el crecimiento personal al ofrecer una relación que tiene impacto experiencialmente dinamizador sobre las maneras de experienciar deficientes, ligadas estructuralmente, y rígidas. Entonces la pregunta es la siguiente: ¿Qué maneras de experienciar caracterizan a estos clientes cuándo los clínicos abordan sus síntomas desde una perspectiva centrada-en-el-cliente /experiencial? En el trabajo de Warner (1991, 1997, 1998) y Swildens (1988), encontré una respuesta a esta pregunta. Como dije antes, una manera problemática de experienciar que frecuentemente se encuentra con estos clientes es el proceso frágil. Tiene las siguientes características: Estos clientes a menudo tienen dificultades para focalizarse en su propio experienciar y para sostenerlo en su atención y por lo tanto tienen dificultades en permanecer en contacto con él.

La manera de experienciar de estos clientes se caracteriza por dificultades en la regulación de la intensidad del experienciar. Por consiguiente, problemas esenciales son experimentados a niveles muy altos o muy bajos de intensidad. La inhabilidad de enfocar el propio experienciar o experienciar a un nivel bajo de intensidad es percibido por la persona como sentimientos de vacío, vaguedad, depresión, desvitalización, o como un sentimiento "gris". Reacciones personales privadas internas son percibidas como “tenues sombras emocionales, como hilos de experiencia que apenas pueden cogerse y sostenerse" (Warner, 1991, pág. 2). Sentimientos de un alto nivel de intensidad son experimentados como abrumadores e incontrolables y por lo tanto, a menudo, atemorizantes. A menudo, los clientes desean fuertemente ser confirmados acerca de la validez de sus sentimientos.

Clientes con un proceso frágil encuentran difícil tomar el punto de vista de otra persona mientras permanecen en contacto con su propia experiencia. Entender el punto de vista de otra persona parece implicar la destrucción de su propia experiencia. Consecuentemente, estos clientes tienen severas dificultades para convivir con el reconocimiento de diferencias psicológicas. Es casi imposible para ellos permitir y aceptar diferencias en las experiencias entre ellos y los otros, y son incapaces de vivir “sin entender a los otros". Obviamente, estas dificultades se traducen en una seria amenaza para la estabilidad de las relaciones de estos clientes. Las relaciones a menudo son experimentadas como un esfuerzo por conservar la propia vida interna. Estos clientes parecen dudar si sus experiencias tienen el derecho a existir. Es probable que ellos perciban cada reflejo inexacto de sus sentimientos o cualquier sugerencia para ver las cosas un poco diferentes como una negación de su derecho para existir como una persona con su propia vida interna privada significativa. Comentarios del terapeuta a modo de consejo útil o que se usan para generar insight generalmente son una razón para que el cliente interrumpa el contacto con su experienciar interno. Clientes en un proceso frágil de alta intensidad son proclives a interpretar esto como un esfuerzo del terapeuta para destruir su experiencia, lo que los puede llevar a arranques de rabia. Para el terapeuta, parece como si la rabia del cliente fuera irracional e incomprensible y ciertamente no en proporción a las perturbaciones triviales del proceso de terapia.

Estos clientes son sumamente dependientes de otros para que les regulen y les afirmen su experiencia para la adquisición o mantenimiento de un sentimiento más estable de identidad. Por lo tanto, aquéllos otros son idealizados. Al mismo tiempo, hay un miedo intenso de volverse dependiente del otro debido al abandono, la manipulación y el control; y la negación y la destrucción de la propia experiencia por parte del otro está siempre entre las posibilidades; por consiguiente, el otro es devaluado.

Estos clientes tienen un frágil concepto de sí mismos: incoherente, con contradicciones o aparentemente coherente pero con partes escindidas y por lo tanto inestable (Swildens, 1988). Esto es el resultado entendible de lo anterior, ya que la capacidad de sostener la experiencia de modo que pueda ser explicada es un importante precursor de la capacidad de desarrollar una imagen compleja e integrada de uno mismo y de los otros.

Finalmente, los clientes pueden estar involucrados en un proceso frágil con respecto a ciertos aspectos o dominios de su mundo experiencial, mientras que respecto a otras áreas u otros problemas, su experienciar puede ser mucho más sólido e interaccional. Más aún, las personas pueden experienciar un proceso frágil a niveles variados.


La empatía como una oferta relacional dinamizadora del experienciar.

Un entendimiento empático del mundo fenomenológico interno del cliente es importante tanto para implementar las actitudes terapéuticas esenciales como para poder intervenir de una manera que potencie el experienciar. Esto es cierto para todos los clientes pero sobre todo para esos clientes que, debido a su inestabilidad emocional, cognoscitiva, relacional y conductual, continuamente ponen la relación terapéutica a prueba. Eckert y Biermann-Ratjen (1998) formulan la regla siguiente: "aférrate a tu consideración incondicional con toda tu fuerza" (pág. 357). Esto hace claro que entender la dinámica interna y el significado de los síntomas no es un lujo sino una parte necesaria de la terapia para que el terapeuta sea capaz de reforzar el experienciar del cliente. En publicaciones anteriores, di énfasis a las capacidades dinamizadoras del experienciar que la interacción empática ofrece (Vanaerschot, 1993, 1997; Watson, Goldman, & Vanaerschot, 1998). Describí la empatía como una manera de interactuar, originada en el propio proceso de resonancia empática del terapeuta, y que tiene un proceso con efecto dinamizador en el proceso de experienciar del cliente en aquellas áreas donde el proceso del cliente se ha estancado o no se ha producido adecuadamente. En mi opinión, las intervenciones empáticas dinamizadoras del experienciar combinan varios focos de atención que ofrecen diversas posibilidades para el tratamiento terapéutico de clientes con procesos frágiles. Estos focos de atención son (a) el contenido de la experiencia, (b) la manera en que ocurre la experiencia, y (c) la "manera-de-estar-con" el terapeuta. Estos tres focos de atención están interrelacionados. Ellos caracterizan la actitud de escucha del psicoterapeuta centrado-en-el-cliente/experiencial y son implementados en diversas intervenciones empáticas. Además, los clínicos necesitan modelos de abordaje que hagan entendible cómo los clientes desarrollaron tal mundo experiencial y que puedan ofrecer indicadores de guía para implementar las actitudes centrales en intervenciones facilitadoras de proceso.


Modelos de abordaje psicoanalíticos.

Al buscar modelos de abordaje apropiados, los clínicos necesitan prestarles atención a varios autores psicoanalíticos que han desarrollado visiones teóricas sobre la naturaleza y la historia de desarrollo de los trastornos de personalidad limítrofe y narcisista (Van Gael, 1996). Los describo aquí resumidamente.

Kernberg (1975) vio la patología limítrofe, en esencia, como un problema de separación e individuación. Él situó el desarrollo del desorden en la sub-fase de reaproximación de la fase de la separación-individuación según lo descrito por Mahler (1972). Un predominio de introyecciones negativas impide la integración de las representaciones negativas y positivas del sí mismo y del objeto y de los afectos positivos y negativos. La escisión previene la destrucción de los afectos positivos y las representaciones positivas del sí mismo por parte del objeto negativo. La visión de Kernberg da poco espacio a la influencia de las interacciones entre el niño y sus cuidadores pero considera la agresión que se moviliza en el niño como el primer factor patógeno, aun cuando esta agresión surja como una reacción a frustraciones tempranas severas, traumas, o perturbaciones del ambiente (Kernberg, 1994).

Otros autores psicoanalíticos, como Masterson y Rinsley (1975), Adler y Buie (1979), y Kohut (1971) consideraron que las interacciones con los cuidadores primarios son lo más importante en el desarrollo del desorden. Masterson y Rinsley también situaron el desarrollo del desorden limítrofe en la sub-fase de reaproximación Ellos dieron énfasis al conflicto entre dependencia y autonomía que se desarrolla en reacción a la actitud del cuidador primario que premia la dependencia y castiga la autonomía y la separación. Este conflicto lleva a las correspondientes representaciones del sí mismo y del objeto. Adler y Buie consideraron el desorden limítrofe como resultado de un fracaso empático más global del ambiente paternal. La ausencia de un "ambiente maternal lo suficientemente bueno" evita (perturba) el desarrollo de la memoria evocativa. Por consiguiente, en situaciones estresantes, el niño no es capaz de mantener una memoria internalizada sólida del objeto de la buena-madre y regresa a la memoria de reconocimiento. Esto explicaría la necesidad excesiva de ser contenidos (y la dependencia resultante) así como los furiosos esfuerzos manipulativos para asegurarse la atención y el compromiso de los otros. Los frenéticos esfuerzos del cliente por prevenir el abandono y el sentimiento de vacío insufrible que aparece cuando está solo son considerados como el rasgo más central de la patología limítrofe. Adler (1997) sostuvo que, cuando los clientes limítrofes mejoran, ellos evolucionan hacia un desorden de personalidad narcisista; ambos desórdenes parecen estar caracterizados por una estructura “limítrofe” de personalidad similar.

Kohut (1971) finalmente atribuyó el desorden de personalidad narcisista a fallas en el proceso de individuación, a saber, en el desarrollo de un sí mismo cohesivo. Para recobrar el equilibrio narcisista de la fase del narcisismo primario - un balance que es perturbado por la frustración inevitable de la satisfacción de necesidades - el niño crea dos imágenes que juntas forman el sí mismo nuclear: la imagen del sí mismo grandioso y la imagen del padre idealizado. Los objetos del sí mismo son necesarios para el sí mismo nuclear para desarrollarse en un sí mismo adulto con ideales y ambiciones realistas. Los objetos del si mismo son, en esencia, funciones de regulación emocional que son puestas a disposición del niño por el cuidador primario y que son experimentados por el niño como una parte de su propia persona, sobre la cual el niño tiene tanto control como sobre su propio cuerpo. Como resultado de pequeñas e inevitables desilusiones en el objeto del sí mismo -tales como, por ejemplo, el cuidador primario como un otro regulador de la emoción -el objeto del sí mismo y sus funciones serán internalizas. La incapacidad parental para crear un ambiente sostenedor empático que esté sintonizado con las necesidades del niño, para que las desilusiones masivas en el objeto del sí mismo no ocurran, lleva a un pobre y deficiente internalización de las funciones del objeto del sí mismo. En el tratamiento psicoterapéutico, el terapeuta se pone a si mismo a disposición del cliente como un objeto del sí mismo. Al nombrar e interpretar las inevitables pero bien-equilibradas, y por lo tanto, soportables desilusiones en el objeto del sí mismo, se promueve una transformación de las funciones del objeto del sí mismo en una estructura psicológica.

Estas teorías vertieron alguna luz en una serie de importantes contenidos y características del mundo fenomenológico interno de clientes con un proceso frágil, así como también sobre sus maneras de experienciar y relacionarse: la escisión dentro de los afectos positivos y negativos y las representaciones del sí mismo y del objeto; preocupándose por la dependencia, la autonomía, y el abandono; cayendo en la dependencia como un esfuerzo frenético para prevenir abandono; sintiendo vacío como resultado del abandono; y poseyendo una memoria evocadora deficiente para explicar esto. Entonces, la idea de que el pobre desarrollo del sí mismo nuclear vulnerable en un sí mismo adulto es causado por la falta de cuidadores empáticos que permiten ser usados como una clase de "ego-auxiliar"; da como resultado, que el cliente sigue necesitando al otro como un objeto del sí mismo a un grado excesivo.

En el párrafo siguiente, apunto a integrar las características descritas arriba dentro de un marco teórico centrado-en-el-cliente/experiencial.


Modelos de abordaje psicoanalíticos vistos desde una postura centrada-en-el-cliente /Experiencial.

Los psicoterapeutas centrados-en-el-cliente/experienciales consideran estos contenidos y características de experiencia - descritas por autores psicoanalíticos -como descripciones valiosas y exactas de los contenidos relevantes y de las maneras problemáticas de experienciar y relacionarse de estos clientes. Sin embargo, los psicoterapeutas centrados-en-el-cliente/experienciales difieren de los terapeutas psicoanalíticos en su interpretación del significado de estos fenómenos dentro de la dinámica del desorden y el proceso terapéutico. Por lo tanto, desde un marco de referencia centrado-en-el-cliente/experiencial, la escisión o la incapacidad para manejar la ambivalencia se entiende como una característica del proceso frágil y no como una forma de defensa, como Masterson & Rinsley (1975) y Kernberg (1975) lo entendieron. El problema principal de los clientes con un proceso frágil no tiene tanto que ver con una incapacidad para integrar buenos y malos afectos e imágenes en una gestalt, sino con la incapacidad de sostener y permanecer en contacto con su experiencia. Esta capacidad de sostener la experienciar es, como previamente se mencionó, una condición importante para y precursor de la habilidad de desarrollar una imagen integrada de uno mismo y de los otros. Por lo tanto, es importante dar soporte al cliente en su manera frágil de experienciar, ayudando a que el cliente sostenga su experiencia sin caer en intensidades extremas, es decir, ayudando al cliente a continuar la experiencia lo suficiente para sentir el significado de ésta y ser capaz de explicarla en palabras. Los clientes en un proceso frágil son proclives a idealizar a sus terapeutas y otras personas en general cuando ellas están exitosamente conectadas con su proceso frágil. Por otro lado, cuando su terapeuta u otras personas los malentienden o cuando ellas se desconectan del experienciar frágil del cliente, es probable que los clientes se pongan sumamente rabiosos con ellas porque se sienten maltratados y traicionados. La alternante idealización y devaluación del terapeuta, que es entendible debido a la desconexión del terapeuta, es probable que sea experienciada como un esfuerzo por destruir o negar su derecho de existencia, un fenómeno que comprensivamente lleva a un arranque de rabia o una defraudante interrupción del cliente de su propia experiencia, y también a una interrupción del contacto con el terapeuta. Reacciones extremadamente positivas o negativas son por lo tanto características de un cliente que está en medio de un proceso frágil.


El desarrollo del proceso frágil.

Desde un punto de vista centrado-en-el-cliente/experiencial, la habilidad de conectarse a la experienciar y explicarla en palabras u otros símbolos se desarrolla a través de la interacción con cuidadores cuidadosos, empáticamente sintonizados, y aceptantes. Rogers (1959) consideraba que el infante nacía con un sistema motivacional inherente, al cual llamó tendencia actualizante. Esto significa que toda la conducta es un esfuerzo determinado por actualizarse a sí misma. El infante también es capaz de evaluar sus interacciones con el ambiente, usando la tendencia actualizante como criterio. Este proceso de valoración organísmica forma la base para tomar decisiones. En la visión de Gendlin (Depestele, 1995; Gendlin, 1970, 1996), es un substrato corporal organizado, pre-perceptual y pre-verbal donde se forman significados sentidos y desde donde los significados explícitos surgen. Él consideró la tendencia actualizante como una capacidad innata para la interacción, e implicaría que una persona tiene dispuesta la capacidad de sentir implícitamente su interacción con el mundo y los otros, para sentir su significado implícito, atenderlo, para sostenerlo en su atención, explicarlo, y permitir que su conducta sea dirigida por él. Este proceso es llamado experienciar (experiencing). Cuidadores aceptantes, cuidadosos, y empáticamente sintonizados son necesarios para conservar y desarrollar este experienciar organísmico. En un desarrollo saludable, el niño internaliza la capacidad de sostener el sentido corporal implícito en su atención en niveles moderados de intensidad. A fin de hacer esto, el niño desarrolla la capacidad de modular la intensidad de su experienciar a través de las interacciones con los cuidadores primarios. Sin embargo, el infante también necesita confirmación, validación, y apreciación; esta necesidad puede entrar en conflicto con, e incluso desplazar, la tendencia actualizante y el proceso de valoración organísmica. Una actitud altamente condicional de los cuidadores implica el riesgo de que el niño se desconecte de su experiencia organísmica y la reemplace con condiciones de valor internalizadas desde otros. Cuando este es fuertemente el caso, el niño no mantiene, ni desarrolla externamente, la competencia para sostener su experiencia con atención reflexiva para que pueda llevarse más allá en significados explícitos.

Para los adultos con un estilo frágil de experienciar, este desarrollo saludable se ha perturbado o no ha tenido suficientemente lugar. Esto se traduce en una fuerte necesidad de contar con otros seguros, confiables, y empáticamente sintonizados que puedan sostener la fragilidad de su experienciar. Sin embargo, esta dependencia es muy riesgosa debido a que las experiencias tempranas de estos individuos con sus cuidadores primarios les han llevado a menudo al rechazo y a la destrucción de su experienciar y a más desregulación afectiva. La hipótesis centrada-en-el-cliente/experiencial sobre el desarrollo de maneras saludables y deficientes de experienciar puede diferenciarse detalladamente con las ideas de Stern (1985) acerca del desarrollo del sí mismo.


La visión de Stern sobre el desarrollo del mundo interpersonal del infante.

Stern (1985) desarrolló una teoría sobre la experiencia subjetiva de los infantes y los niños pequeños, basada en hallazgos observacionales y de investigación experimental de la psicología del desarrollo. Él describió el progreso de la experiencia en términos del desarrollo sucesivo de cuatro diferentes formas de experiencia del sí mismo o sentimiento de uno mismo, a los que llamó sentidos de sí mismo. Cada sentido de sí mismo está ligado a una forma específica de experiencia interpersonal o "manera-de-ser-con", qué Stern llamó dominios de relacionabilidad. A continuación, describo la postura de Stern brevemente.

Un primer sentido de sí mismo, el sí mismo emergente, que se desarrolla entre el nacimiento y aproximadamente los 2 meses de edad. En esta fase, el infante experimenta el proceso de formar relaciones entre experiencias sensoriales aisladas y eventos previamente no relacionados, como la formación de esquemas sensoriomotores tales como dedo-pulgar-a-la-boca. El infante experimenta el empezar a ser una organización, así como el resultado de ello. El sentido de un sí mismo emergente es la experiencia del proceso y el producto de emerger o formar organización. Los infantes parecen experienciar un mundo de unidad perceptual; su experiencia es unificada y global, y su percepción es amodal. La percepción amodal se refiere a una capacidad innata de tomar información recibida en una modalidad sensorial y trasladarla a otra modalidad sensorial. Como tal, la información es experimentada de una manera que transciende distintas modalidades sensoriales en una clase de experiencia unificada, global, y supramodal. El infante experimenta sensaciones, percepciones, estados internos, y acciones de una manera directa e inmediata en términos de intensidades, formas, patrones temporales, vitalidad y afectos categoriales y, finalmente, la experiencia subjetiva del placer y displacer. Los afectos de la vitalidad se refieren al surgimiento o disminución de intensidades; los afectos categoriales son afectos de una cualidad distinta, tales como enojo, pesar, ansiedad, y excitación. El mundo experiencial del infante por lo tanto se vuelve organizado. El parecido entre el concepto del experienciar organísmico de Rogers (1959) y el punto de vista de Gendlin (1970) sobre el sustrato corporal del experienciar es notable. Para Gendlin, el cuerpo es visto como creando significados sentidos. Como Depestele (1995) lo describe: "la formación (de significado sentido) es la actividad del cuerpo mismo" (pág. 364).

Entre aproximadamente el segundo y sexto mes de edad, un sentido de un sí mismo nuclear se está desarrollando para el infante. Esto se refiere a: (a) un experienciar corporal del sentido de autoridad sobre las propias acciones y de la no autoridad sobre las acciones de los otros: auto-agencia; (b) una experiencia corporal de un sentido de ser un todo físico no-fragmentado, que es el sitio de la acción integrada: auto-coherencia; (c) patrones experienciales de cualidades internas de afectos, junto con otras experiencias del sí mismo: auto-afectividad; y, finalmente, (d) experienciar un sentido de continuidad con el propio pasado que involucra un sentido de "estar siendo" y eso permite cambiar mientras todavía se siente que uno sigue siendo el mismo: la historia de uno mismo.

El periodo entre los 2 y los 6 meses es, según Stern (1985), el período de vida más exclusivamente social. El cuidador primario reacciona hacia el infante de un modo que es generalmente hablando de una manera exagerada y preferente estereotipada. "Hablar como bebé" es un bueno ejemplo de este tipo de conducta social por parte del cuidador: Cada palabra se reitera muchas veces con mínimas variaciones en las características paralingüísticas. Los mismos característicos "temas con mínimas variaciones" también aplican a expresiones faciales repetitivas o juegos de contacto corporal. Esta repetición con mínimas variaciones en varios canales sensoriales hace posible para el infante identificar qué es invariante y qué es específico en sí mismo y los otros. Al mismo tiempo, estas conductas exageradas que llaman la atención son útiles regulando el nivel de excitación del infante a fin de mantenerlo en un nivel soportable: ni demasiado alto ni demasiado bajo. El propio infante también regula su nivel de excitación, por ejemplo, mirando al cuidador o, por el contrario, apartando su mirada. Esto se traduce en que el infante gana experiencia regulando su propio nivel de excitación y en regular, a través de señales, el nivel de estimulación de su cuidador respondiente. Al mismo tiempo, el infante gana la experiencia de estar con otro que le ayuda a regular su nivel de excitación. El otro es experimentado como un otro que le regula.

Diversas experiencias del sí mismo como actuar, el experienciar afectivo interno, y la coherencia física, cuando aparecen en episodios de varias interacciones interpersonales de diferentes tipos, se integran y se representan en una forma generalizada en la memoria episódica, como representaciones de interacciones que están generalizadas (RIGs). Estas RIGs son al mismo tiempo representaciones de experiencias de estar con un otro regulador (o desregulador). Estos recuerdos episódicos son recobrables siempre que uno de los atributos de las RIGs esté presente, por ejemplo, el sentimiento de hambre, que trae a la mente la interacción que empieza con sentirse hambriento y termina con el sentimiento de satisfacción después de haber sido amamantado. Los recuerdos reactivan la experiencia vivida. Siempre que una RIGs de estar con alguien se activa, el infante encuentra una compañía evocada: la experiencia de estar con un otro regulador. Esto significa que, incluso en este nivel de experiencia corporal del sí mismo, cada experiencia del sí mismo está refiriéndose al mismo tiempo a un manera-de-estar-con otro.

En el periodo aproximado entre los 7 y 15 meses, un sentido subjetivo de sí mismo empieza a surgir. En este periodo, el infante encuentra que las experiencias subjetivas internas, como prestar atención a algo y experienciar intenciones y estados afectivos, pueden ser compartidas con otra persona. Es la sintonía afectiva del cuidador lo que da lugar a este darse cuenta. La sintonía afectiva se refiere a la conducta verbal y no verbal del cuidador en línea con esos aspectos de la conducta del niño pequeño que refleja su estado afectivo interno. En particular, se reflejan los cambios en las intensidades del afecto, por ejemplo, mientras juega el niño pequeño le pega la mesa con un objeto mientras la madre acompaña esto verbalmente, diciendo "!bum... bum!" Sus palabras reflejan la cadencia del golpeteo así como el placer y la excitación del niño pequeño. La sintonía afectiva da sentimientos principalmente a través de una modalidad sensorial que es diferente de la conducta a la que se sintoniza. En este periodo, el niño pequeño aprende qué parte de su mundo experiencial interno privado se puede compartir y cual no. Los estados afectivos que nunca fueron sintonizados se experimentarán a solas, aislados del contexto interpersonal de experiencias compartibles.

Entre aproximadamente los 15 y 24 meses, el sentido verbal de sí mismo empieza a surgir. Adquirir el lenguaje hace posible compartir partes conocidas del experienciar sentido con algún otro. Por consiguiente, se produce un sentimiento de conectividad y cercanía emocional con ese otro. Sin embargo, las palabras también pueden producir una diferencia entre como la experiencia se vive y se siente en contraste con cómo se representa verbalmente. El significado, entendido como la conexión entre el conocimiento sentido del mundo y las palabras que lo representan, es desde el punto de vista de Stern (1985) el resultado de una negociación entre el padre y el niño. Los significados son, en esencia, significados compartidos; ellos son únicos para cada par niño-padre. La relación entre el experienciar y la palabra es un proceso, un ir e venir continuamente entre la experiencia y la palabra. Esta declaración concuerda bien con el punto de vista de Gendlin (1970; 1996). El lenguaje puede representar la esencia de la experiencia y puede capturar la belleza global de la experiencia. Sin embargo, las palabras también pueden representar la experiencia global pobremente, sólo parcialmente, o de una manera disgregada, y por lo tanto, fraccionando la experiencia global amodal. Los terapeutas centrados-en-el-cliente/experienciales llamarían a esto, usando la perspectiva de Gendlin, una manera reducida de experienciar. Finalmente, algunas experiencias no pueden retratarse en palabras.

Estos cuatro sentidos de sí mismo y los correspondientes dominios de relacionabilidad permanecen intactos a lo largo de la vida y siguen activos como distintas formas de experienciar la vida social y el sí mismo. Asuntos como la autonomía, el apego, y asuntos de confianza que tradicionalmente se conectan con una fase distinta del desarrollo, tienen la oportunidad de ser un asunto relevante, y ellos toman forma en cada uno de los dominios del sí mismo. Hay períodos sensibles para la formación de cada uno de los dominios del sí mismo, pero una vez que todos los dominios están disponibles, no hay ninguna certeza que cualquiera de los dominios tomará preponderancia durante cualquier periodo de edad particular. Los dominios se hacen más elaborados durante el desarrollo. Ellos permanecen abiertos, y los eventos de vida son simultáneamente experimentados en cada uno de los dominios; aún más, hay un movimiento interrelacionado entre experiencias en dominios diferentes. Mientras que todos los dominios del sí mismo y de relacionabilidad serán afectados por cualquier evento, es probable que uno esté más severamente comprometido y no sólo requerirá más atención durante la psicoterapia sino que además probablemente necesitará la atención inicial para que el cambio psicoterapéutico pueda ocurrir. Por lo tanto, se espera que una violación o el maltrato físico severo a un joven o en la edad adulta tendrá un fuerte impacto en el sentido del sí mismo nuclear y esa atención inicial tiene que ser dada al dominio del sí mismo nuclear y a la relacionabilidad nuclear.

Esta teoría encaja con el punto de vista centrado-en-el-cliente/experiencial acerca del ser humano como un ser viviente social y orientado a la realidad que organiza y forma experiencias basado en una interacción sentida con el ambiente. La descripciones de Stern (1985) sobre los sentidos de sí mismos pre-verbales y los dominios de relacionabilidad soportan y diferencian en profundidad la hipótesis centrada-en-el-cliente/experiencial de un proceso experiencial-interaccional, organísmico, implícitamente funcionante y auto-dirigido. Además, ofrece un punto de vista basado en el desarrollo sobre cómo el infante diferencia sus capacidades interaccionales innatas y organísmica, dentro de una manera saludable de experienciar, lo que implica una interacción flexible entre los diferentes sentidos de sí mismo: una interacción organizada y corporalmente sentida con el mundo, que produce significados implícitamente sentidos que son, en una interacción subsiguiente, llevados más allá dentro de significados explícitos como palabras y conducta.


El proceso frágil y los dominios de sentido de sí mismo y de relacionabilidad.

La teoría de Stern (1985) ofrece un marco para diferenciar con más precisión el proceso frágil y para la tarea de diagnosticar diferentes clases de maneras frágiles de experienciar. El proceso de diagnóstico en que el terapeuta centrado-en-cliente/experiencial está comprometiendo no se refiere a la actividad de diagnóstico tradicional promulgada desde una posición aislada y observadora, sino que parte desde una actitud empática (Greenberg et al., 1993). No es un diagnóstico de estados o rasgos estables sino una sintonía empática a la naturaleza constantemente cambiante de los estados afectivos, procesos, manera y estilo de experienciar, y expresión de los clientes. Este proceso de diagnóstico le permite al terapeuta identificar maneras disfuncionales de experienciar o dificultades específicas de procesamiento experiencial, así como las intervenciones que probablemente sean facilitadoras de proceso. Para diferenciar efectivamente el proceso frágil, los clínicos necesitan entender el punto de vista de Stern sobre los desórdenes de personalidad. Stern consideró los desordenes de personalidad como el resultado de patrones de interacción específicos, acumulativos y perturbadores que caracterizan la relación entre el infante y sus cuidadores y que permanecen presentes en el curso del desarrollo posterior. La experiencia concreta del cliente en el aquí y el ahora y su manera-de-estar-con el terapeuta es la suma y la integración de la experiencia del cliente en cualquier momento particular en todos los cuatro sentidos de sí mismo y dominios de relacionabilidad. Como es el caso para todas las experiencias, en experiencias del proceso frágil, todos los dominios están envueltos, pero es probable que uno de ellos esté más severamente dañado, y este terminará coloreando el proceso frágil. Además, requerirá más atención psicoterapéutica, y probablemente demandará la primera atención para proceder en la psicoterapia. Un proceso de diagnóstico exacto y específico de las maneras problemáticas de relacionarse y de experienciar que un cliente tiene en la relación en el aquí-y-ahora con el terapeuta, junto con una identificación del dominio de sí mismo que se ha comprometido severamente, apunta a y ofrece insight dentro del tipo de intervenciones terapéuticas relacionales orientadas al experienciar que probablemente promoverán el experienciar. Así, varios tipos de intervenciones empáticas que los terapeutas centrados-en-el-cliente/experienciales usan, a menudo sobre una base intuitiva, pueden situarse en un marco de referencia comprensible y coherente.


Sintonía empática e intervenciones empáticas dirigidas hacia los procesos frágiles en diferentes dominios del sí mismo y de relacionabilidad.

Sintonía e intervenciones empáticas dirigidas hacia el proceso frágil del “sí mismo nuclear”.

Los clientes en un proceso frágil, sobre todo los clientes con desórdenes de personalidad limítrofe, a menudo experimentaron severas carencias empáticas en el dominio del sí mismo y de la relacionabilidad nuclear. A menudo ellos tuvieron una historia de abuso sexual severo y múltiple y otras formas de violencia física a una edad temprana. Ser dañado en el sí mismo nuclear significa ser dañado en: (a) la experiencia corporal de ser el iniciador y el autor de la acción y el sentimiento, (b) en el sentimiento de coherencia y límites corporales, y, finalmente, (c) en el sentido de continuidad, de "estar siendo". Así, problemas de autonomía en el dominio de tener un sentido de sí mismo nuclear es probable que se relacionen con síntomas como una falta de iniciativa y una falta de sentimiento de control, especialmente en el caso de interacciones físicas. Posiblemente, la anorexia podría entenderse como un problema de autonomía en el nivel corporal, a saber, en el sentido de límites corporales y en el sentido de ser el autor de las acciones. Por ejemplo, una cliente con anorexia nerviosa describió el cuidado maternal que ella experimentó como centrado en la comida: "¡Mi madre está llenando mi boca con comida!"

Un sí mismo nuclear complicado ofrece un contexto para el entendimiento de la necesidad de algunos clientes en un proceso frágil de controlar substancialmente los arreglos de las sesiones (por ejemplo, ¡cuando la sesión debe acabar!), de mostrar sensibilidad extrema por los cambios en el esquema y el diseño del cuarto de la terapia, o de pedir cambios en la hora y el día de las citas. La necesidad de controlar aspectos del ambiente que es relevante al sí mismo va de la mano con una falta de manejo experimentada sobre la propia conducta, reacciones emocionales, y sensaciones. Esto es entendible dado que las tres siguientes experiencias forman tres aspectos de una única experiencia global e indivisible: Primero, la experiencia corporal de un sentido de ser un todo físico no fragmentado, con límites, que es el centro de la acción integrada; segundo, la experiencia corporal de un sentido de autoridad sobre las propias acciones y de no ser el autor de las acciones de los otros; y, finalmente, el sentido corporal de ser el centro de patrones experienciales de cualidades internas de afectos, junto con otras experiencias del sí mismo. Por lo tanto, para los clientes con un proceso de sí mismo nuclear frágil, la necesidad de controlar el ambiente y la ansiedad de no tener ningún control sobre su propia conducta van de la mano. Para crear un ambiente de trabajo seguro, el terapeuta debe hacer la situación terapéutica predecible, manteniendo cuidadosamente los límites del contexto terapéutico y evitando cambios innecesarios.

Los clientes con el estilo de procesamiento de un sí mismo nuclear frágil parecen no tener ningún sentido de que los sentimientos y las reacciones emocionales originadas dentro de ellos son parte de sus experiencias. En cambio, las emociones son experimentadas como algo que les ocurre, como algo de lo cual ellos no son dueños o autores. Las emociones que surgen a menudo se convierten inmediatamente en reacciones conductuales, y ellos las experimentan como si todo esto pasara fuera de sí mismos. A veces, esto puede llevarles a experimentarse como dementes, lo cual es una experiencia muy aterradora. Por ejemplo, una cliente consideró que fue un giro importante en terapia que ella pudiera mantener sus reacciones emocionales dentro de ella misma por una larga cantidad de tiempo, como si sus sentimientos se hubieran vuelto más de ella, todo esto como resultado de su reciente adquirida habilidad de pensar sobre ellos para luego decidir lo que quiere hacer sobre ellos. "Es como si ahora yo reaccionara más por mi misma - lo siento antes de darle forma. Antes, yo solía decir cosas o solía reaccionar contra las cosas y era como si pasaran fuera de mí o fuera de mi control". Pienso que es importante intervenir de una manera que haga comprensible la reacción interna o externa incomprensible o no asumida, relacionándose con ella con una reacción apropiada (por lo menos en contenido, no necesariamente en intensidad) a la situación concreta. Alternativamente, en casos en los que los clientes tienen miedo de volverse "locos", yo les digo que las personas se refieren a los sentimientos o a las conductas como raras o locas cuando ellas no las entienden pero que si ellas fueran capaces de entenderlas, seguramente parecerían ser significativas y sensatas.

A menudo, los clientes con un proceso de sí mismo nuclear frágil no tienen éxito en permanecer con su experienciar (entendido como sensaciones afectivas internas) por el tiempo suficiente para encontrar significando en él o para verbalizarlo, ya sea porque las sensaciones son demasiado intensas o, por el contrario, porque no lo son suficientemente. Parece como si estos clientes no hayan desarrollado RIGs o interacciones internalizadas con un otro regulador para estos dominios del experienciar para los que tienen un estilo frágil de procesamiento. En la medida que los clientes desarrollan la habilidad de mantenerse en contacto con su proceso frágil y con la ayuda de sus terapeuta, ellos se sentirán muy dependientes de sus terapeutas durante algún tiempo, y a veces para un periodo largo. Puede ser necesario incrementar la frecuencia de las sesiones o hacer uso de una clase de objeto de transición (por ejemplo, un objeto del cuarto de terapia que les rememore al terapeuta) para estrechar el espacio entre dos sesiones sin que el cliente pierda el sentimiento de conectividad.

Clientes que tienen un proceso de sí mismo nuclear frágil a menudo temen que si permitieran la ocurrencia de los afectos incontrolables y rechazados que les sobrevienen, tales como rabia o ansiedad, les conducirían a conductas destructivas o a la desintegración. Como resultado, estos afectos rechazados son reemplazados por ansiedad y confusión. Lo que es necesario, en mi opinión, es un delicado balance entre un envolvimiento empático y estar presente de una manera aceptante, por una parte; y por otro lado, indicar auténticamente los propios límites y los límites de la relación terapéutica. Por consiguiente, el terapeuta debería estar alerta a lo que puede aguantar o no; el terapeuta no debe estar sobre-involucrado, pero tampoco debería desconectarse emocionalmente. Es más, el terapeuta debería estar dispuesto a permitir que sus límites sean conocidos por el cliente. Así, a través de la confrontación con los límites del terapeuta y de la relación terapéutica, el cliente puede darse cuenta de la lucha relacional que está instigando, así como también puede darse cuenta de sus propios sentimientos internos, para que pueda tomarlos como significativos y sensibles y como aspectos de su propia vida psíquica.

Ya que los terapeutas no son súper-hombres o súper-mujeres, ellos necesitan el apoyo de colegas para mantener esta lucha dentro de ellos y en interacción con el cliente dentro de límites terapéuticos razonables. Más aún, realizar charlas preparatorias con el cliente sobre cómo limitar eventualmente sentimientos de enojo extremos e ingobernables y las conductas destructivas durante la sesión, así como hacer distintos arreglos sobre esto, puede proporcionar la seguridad que se necesita para que el cliente contenga la experiencia amenazante. También, nombro situaciones que aparentemente parecen contener estímulos extremos y que pueden llevar a la impulsividad y pérdida de control; y discuto con el cliente cómo puede evitar estas situaciones, al menos por el momento.

El recuerdo de experiencias traumáticas en el dominio del sentido de un sí mismo nuclear puede ser considerada como una forma (principalmente disociada) de re-experienciación. Las experiencias entran en la memoria episódica cuando son vividas, esto es, como sensaciones, percepciones visuales, olores, estados afectivos, acciones y pensamientos que ocurren en alguna relación temporal, física y causal de modo que ellas constituyen un episodio coherente de experiencia. La sintonía empática sobre este nivel corporal y físico de experiencia es apropiada en principio. Los reflejos de contacto pre-verbales, descritos por Prouty (1998), según mi experiencia, a menudo son muy eficaces y útiles. La "Pre-Terapia" de Prouty describe intervenciones que son útiles en desarrollar o restaurar el contacto psicológico. Él distinguió cinco respuestas muy literales y concretas que funcionan bien con los niveles pre-expresivos de comunicación y conducta de los clientes. Los reflejos situacionales desarrollan o restauran el contacto del cliente con una situación o ambiente. Los reflejos faciales ayudan a restaurar el contacto afectivo, y los reflejos corporales pueden ayudar al cliente a entrar en contacto con lo que está expresando a través del cuerpo. Luego están los reflejos palabra-por-palabra que ayudan a restaurar el contacto comunicativo, y finalmente, están los reflejos reiterativos que se basan en el principio del re-contacto: se repiten los reflejos de contacto que tuvieron éxito produciendo una respuesta. La regulación de la intensidad de la experiencia también es aconsejable, sobre todo en un nivel primario, por ejemplo, permitiendo que su presencia sea conocida hablando con una voz suave y calma y con un ritmo sosegado, o reduciendo la distancia física entre uno mismo y el cliente, y por lo tanto, estando muy alerta a los signos del cliente y usándolos como retroalimentación para encontrar una distancia que ofrezca seguridad al cliente , una distancia en la que el terapeuta se percibe pero no parece amenazante para el cliente.


Sintonía e intervenciones empáticas dirigidas hacia el proceso frágil del “sí mismo subjetivo”.

Los clientes con un estilo frágil de proceso a menudo han perdido una sintonía empática con su experienciar subjetivo. Los clientes que han experimentado carencias empáticas en el dominio del sí mismo subjetivo y de relacionabilidad intersubjetiva a menudo se sienten muy inciertos acerca de si su mundo interno de experienciar tiene el derecho a existir. Esto los hace muy vulnerables en sus esfuerzos por permanecer con su experiencia y para atenderla de manera aceptante. Para hacer esto, los clientes temporalmente necesitan la ayuda de un otro empáticamente sintonizado y, como resultado, ellos pueden sentirse muy dependientes del terapeuta en esta fase de la terapia.

Para entender la manera-de-estar-con de estos clientes, así como sus reacciones a las intervenciones del terapeuta, el terapeuta necesita comprender que estos clientes pueden haber experimentado diferentes tipos de carencias empáticas o una falta de sintonía empática. Stern (1985) describió diferentes formas de fracasos de la empatía en el dominio de la relacionabilidad intersubjetiva.

Es rara una falta casi total de sintonía empática y aparece sólo en situaciones extremas, por ejemplo, en el caso de una madre que está padeciendo una enfermedad psiquiátrica severa, como psicosis o estados depresivos severos. En estos casos, la madre está emocionalmente disponible de manera insuficiente, aunque ella siga cuidando del bienestar físico del infante. Los clientes que experimentaron una carencia severa de sintonía empática a menudo se sienten vacíos interiormente; ellos tienen el sentimiento de que no hay nadie dentro, o ellos tienen el sentimiento de que son tan malos que nadie los quiere. Esto puede estar acompañado por experiencias de solitariedad que sólo pueden aliviarse a través de la proximidad física; de modo que, estar solo puede ser literalmente insoportable. La proximidad física, una experiencia del sí mismo nuclear, es la única manera de experimentar contacto o relacionabilidad que estos clientes conocen como satisfactoria. Ellos no conocen la soledad, porque ella implica experiencias de presencia y ausencia del compartir intersubjetivo de vivencias. En un ejemplo de esto, un cliente solía telefonearme regularmente, sólo para oír mi voz en la maquina contestadora. Ella decía, "Necesitaba oír su voz. Tuve miedo que ya no existiera más, que desapareciera, que se desvaneciera y que dejara de existir para mí". Esta dependencia extrema tiene que ver con el hecho de que la relación terapéutica es, en ese momento en la vida del cliente, la única relación en la que su experiencia frágil es validada. Esto es difícil de encontrar en las relaciones adultas "normales" del cliente, ya que la tendencia del cliente a percibir cualquier equivocación como un posible ataque, hace difícil para sus amigos confirmar la experiencia sumamente vulnerable y frágil de éste. Esa es la causa por la cual los clientes con un proceso frágil a menudo tienen dificultades para mantener relaciones estables. Para ponerlo en palabras de Warner (1991), "Es como si el terapeuta sostuviera una máscara de oxígeno para clientes que pasan el resto de la semana esforzándose en respirar " (pág. 9). Por lo tanto, puede ser necesario buscar maneras de ayudar a que el cliente estreche el tiempo entre sesiones -tales como permitir el contacto telefónico o permitir que el cliente tome algo del cuarto de terapia - y eventualmente, aumentar la frecuencia de las sesiones. Por ejemplo, en periodos difíciles, una cliente mía se llevó a casa un pequeño cojín del cuarto de terapia. Después de unas semanas, ella lo trajo de vuelta y diciendo que tenía que ponerlo durante algún tiempo en el cuarto de terapia para que absorbiera el olor de allí de nuevo. Mientras la cliente mantuvo el cojín en casa por demasiado tiempo, absorbió el olor de su propio hogar y así "no funcionó más," cuando ella lo usaba.

Algunos clientes parecen haber experimentado una sintonía selectiva, tales como sobre-apreciación de entusiasmo a expensas de estados más depresivos. Tales experiencias les condujeron a la creencia de que los sentimientos de entusiasmo parecen ser casi la única manera de experimentar contacto intersubjetivo. Por lo tanto, se hace entendible por qué algunos clientes a menudo fingen un entusiasmo inauténtico o exagerado, considerando que sus sentimientos depresivos no pudieron ser compartidos. Las experiencias de sintonía empática selectiva a menudo forman el comienzo del desarrollo de un sí mismo falso: Esa parte de la experiencia interna que se ha aceptado y se ha compartido será utilizada para contactarse con otros. Para ponerlo en los términos Rogers (1959), el niño ha desarrollado condiciones de valor. Aunque estos sentimientos no pueden compartirse, todavía pueden determinar la conducta del cliente, por ejemplo, a través de la auto-mutilación o los intentos suicidas. Ser sensible a estas experiencias que apenas pueden mostrarse y que, por lo tanto, están estancadas en un proceso frágil, es muy importante. Por ejemplo, el terapeuta puede decir, "Usted está diciendo esto con mucho entusiasmo y realmente creo que usted está contento con eso. Al mismo tiempo, también puedo percibir algo más en su historia, algo que no parece tan alegre. ¿Puede sentir ese pequeño algo? Intervenciones directivas de proceso, como, "He notado que algo lo aflige. Está bien tenerlo en cuenta, para permanecer con eso un momento", también pueden ser útiles. Una vez que este algo puede mostrarse a si mismo un poco, el terapeuta puede hacer uso de reflejos evocativos, imágenes, y metáforas para consolidar y confirmar las experiencias frágiles del cliente. A veces los clientes pueden estar en el medio de un proceso frágil de baja intensidad mientras están en contacto con su terapeuta, pero luego pueden sentirse agobiados por estos sentimientos una vez que ellos dejan al cuarto de terapia.

La desintonía es, según Stern (1985), una tercera forma de fracaso de la sintonía empática en el dominio de la relacionabilidad intersubjetiva. Las desintonías son intensos esfuerzos por alterar la experiencia del infante o niño, para ajustarlo en la dirección que el cuidador desea, por ejemplo, al reflejar más fuertemente la intensidad de las experiencias, de manera sistemática. Esas desintonías crean incertidumbre dentro del niño acerca de sus sentimientos y sobre la evaluación del niño de sus propios sentimientos y los de los otros, produciendo un caso de "No sé realmente lo que estoy sintiendo". Los clientes cuyo proceso de experienciar está compuesto por tales acumulativos incidentes de desintonías estarán inclinados a buscar a otros para asistir su experiencia. Por lo tanto, ellos intentarán averiguar lo que el terapeuta quiere que ellos sientan. Si el terapeuta entra en esta trampa, los clientes probablemente dejarán la terapia con decepción y continuarán viviendo con la idea que no hay ninguna alternativa para su existencia decaída, gris, y ligeramente depresiva.

Otra forma de desintonía, según Stern (1985), es el robo emocional. Esto pasa cuando las desintonías se usan no para alterar la experiencia del niño sino para robarla. El cuidador hace esto sintonizándose correctamente a la experiencia subjetiva del niño al principio y luego alterándola gradualmente. Tales experiencias pueden ser percibidas por el niño como intentos por robar su experiencia. Entonces, se vuelve peligroso permitir que alguien se conecte a su estado subjetivo interno porque compartirlo puede llevar a perderlo. La conducta de desintonía del cuidador a menudo tiene que ver con una agenda oculta (por ejemplo, alterar gradualmente la intensidad hacia un nivel más alto que resulta del miedo a que el niño sea como su padre no-lo-suficientemente-dinámico). Es probable que los clientes con experiencias de robo emocional sean altamente sensibles a la más pequeña distorsión de sus experiencias. Ellos pueden reaccionar furiosamente cuando una respuesta no está reflejando exactamente lo que ellos sienten. Ellos también son muy suspicaces y sensitivos hacia la incongruencia desplegada por el terapeuta y están ansiosos sobre las supuestas motivaciones y necesidades secretas del terapeuta. En un caso, un cliente se negó a permitirme grabar nuestras sesiones porque ella no quería que yo necesitara algo de ella de ninguna forma. Otro cliente me reprochó por querer que ella se sintiera bien de modo que yo pudiera verme a mí misma como una buena terapeuta. Yo validé explícitamente tales expresiones de sospecha sobre mis posibles intenciones ocultas como si valieran la pena. Al mismo tiempo, invité al cliente a buscar maneras de verificar la integridad de mis intenciones. Por lo tanto, en tales casos, yo podría decir, "Lo que usted dice es de hecho verdad; usted no puede estar seguro de que yo no tenga intenciones secretas. Y que yo le diga que no es mi intención no cambiará nada. Y usted tiene razón al no creer lo que yo digo simplemente porque yo lo digo. Pero puede ser sensato buscar juntos cómo usted puede conseguir más claridad y certeza sobre mis intenciones o sobre cómo puede protegerse en caso de que mis intenciones no sean lo que parecen". Entonces, yo podría expresar que el cliente puede tener una buena razón para mirar mi involucramiento con sospecha, así dirijo la atención del cliente a explorar su modo desconfiado de ser. También, yo podría decir, "Usted no puede estar seguro si yo tengo intenciones ocultas. Y eso es difícil para usted. Es difícil trabajar conmigo cuando usted no puede estar completamente seguro. Y, de hecho, usted nunca puede estar seguro, no con cualquiera".

Un tipo importante de intervención es el reflejo verbal: Los reflejos de los de los sentimientos expresados. Reflejos literales de las verbalizaciones del cliente de sentimientos significativos pueden ser especialmente útiles y eficaces. Intentar reflejar los sentimientos inciertos o vagos puede ser arriesgado; tales intervenciones deben hacerse explícitamente de una manera tentativa, con el mensaje subrayando que tales reflejos pueden ser incorrectos. Un reflejo de sentimientos que no es lo suficientemente congruente puede producir que el cliente se desconecte de su experiencia con enojo y desilusión. Señalar esta falla empática a menudo es muy útil y suficiente para que el cliente se reconecte a su experiencia. Otros clientes tienden a consentir verbalmente aunque, no verbalmente, se puede distinguir una ligera vacilación. Es importante validar esta vacilación o incertidumbre e invitar al cliente a rechazar explícitamente el reflejo del terapeuta y a atender su propia experiencia para conseguir una respuesta más acertada. Cuando los terapeutas crean espacio para la incertidumbre y para tolerar la ambigüedad y la falta de claridad, se aumentar las oportunidades para que los clientes encuentren sus propias palabras para describir su experiencia.


Sintonía e intervenciones empáticas dirigidas hacia el proceso frágil del "sí mismo verbal".

Por supuesto, las carencias empáticas en el dominio de la relacionabilidad verbal no pueden verse como separadas de las experiencias en los dominios de la relacionabilidad nuclear y la relacionabilidad intersubjetiva. Experiencias que no consiguieron ningún reconocimiento intersubjetivo en el nivel pre-verbal no se volverán objeto de negociación de significado entre el padre y el niño. Probablemente, ellas se mantendrán en aislamiento, incapaces de ser compartidas en palabras, o su existencia será negada para que ellas no estén accesibles a la atención consciente. Las palabras también pueden reflejar pobremente la experiencia pre-verbal global. Como resultado, el auto-concepto del cliente, comprensiblemente, no estará hecho con conceptualizaciones claras del sí mismo que representen verbalmente las experiencias interpersonales cuando ellas están ocurriendo. La totalidad de la experiencia estaría rota. El sí mismo verbal y el auto-concepto son vistos como "verdaderos", y esto resulta en una alienación de la experiencia vivida. Por lo tanto, se hace muy difícil sacar significando de la experiencia, en base a este auto-concepto. Los terapeutas centrados-en-el-cliente/experienciales están muy bien entrenados y versados para intervenir de una manera que puede reparar la conexión entre la experiencia vivida y las palabras. Esto puede hacerse en dos direcciones: primero, conectando las palabras del cliente con la experiencia vivida. Entonces, puede aparecer que estas palabras no son las más mejores para capturar la complejidad de la experiencia enriquecidamente sino que en cambio están empobreciendo la experiencia original y otras palabras más precisas deberían buscarse. Segundo, el terapeuta puede ayudar al cliente atender la experiencia vivida y buscar palabras que encajen, como esto se hace explícitamente con Focusing. Se promueve un proceso de ir y venir constantemente entre la experiencia corporal vivida y las palabras. La creación de significado toma lugar a través de la búsqueda en conjunto y la negociación, por lo tanto, tanto el cliente y como el terapeuta contribuyen a una comprensión creciente y compartida. Aunque en los dominios de la relacionabilidad nuclear e intersubjetiva es muy importante reconocer al cliente como el único experto en su experiencia, las intervenciones empáticas en el dominio de la relacionabilidad verbal se vuelve más bien una construcción conjunta de significado.


Conclusión.

Trabajar clientes con un proceso frágil significa entender lo que el proceso del cliente necesita en cualquier momento particular para poder proceder. Los terapeutas centrados-en-el-cliente poseen un rico arsenal de intervenciones empáticas y maneras sintonizadas de relacionarse, y esto los vuelve bien posicionados para entrar en el baile frágil, complejo, e intenso con estos vulnerables compañeros de baile.


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Greet Vanaerschot, practicante independiente, Erps-Kwerps, Bélgica.


Este artículo está basado en una lectura presentada en la 6ta Conferencia sobre psicoterapia y consejería centrada-en-la-persona y experiencial realizada en Egmond aan Zee, Países Bajos, Julio-2003. Quiero dar un agradecido reconocimiento a Arthur Bohart y a Germain Lietaer por sus comentarios sobre una versión previa de este artículo.




Correspondencia acerca de este artículo debería dirigirse a Greet Vanaerschot, Donkerstraat 50, 3071 Erps-Kwerps, Bélgica. E-mail: greet.vanaerschot@pandora.be


Dirección precisa del texto original en la web:

http://www.er.uqam.ca/nobel/d222307/PSY5860_H07/Vanaershot%20(2004;%20ajustement%20empathique%20avec%20clients%20%E0%20l%27exp%E9riencing%20empathique%20d%E9ficient).pdf


Traducción: Luis Robles Campos (2009).
Psicólogo, Universidad de Tarapacá, Arica – Chile.
Focusing Trainer acreditado, Focusing Institute, New York.
luisrobles1977@gmail.com
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