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jueves, 14 de enero de 2010

Reflexiones Sobre Despejar un Espacio.


Reflexiones Sobre el Proceso de Despejar Un Espacio.

Luis Robles Campos.

REFLEXIONES SOBRE EL PROCESO DE DESPEJAR UN ESPACIO


Por Luis Robles Campos (*)

Abril, 2007.



INTRODUCCIÓN.

En la actualidad, Despejar un Espacio es una de las herramientas más utilizadas, comentadas y valoradas del enfoque experiencial de Gendlin. Desde su aparición a mediados de los setentas como preámbulo del proceso de Focusing, Despejar un Espacio ha sido foco de interés desde diversos puntos de vista. Se le ha señalado como una herramienta efectiva en la psicoterapia (Gendlin, 1981, 1982, 1996; Alemany, 1988, Leijssen, 1998a, 1998b, 2004; Hinterkopf, 1998); en la facilitación de tareas mentales complejas (Zimring 1983, 1985, 1988, 1990; citado en Hendricks, 2001); en el trabajo con niños tanto en contextos terapéuticos como escolares (Yuba & Murayama, 1988; McGuire, 1986; Stapert, 1997; Gendlin, Stapert & Boukydis, 1997); en el área médica como tratamiento complementario para individuos con cáncer (Grindler, 1985, 1999; Kanter, 1999) y para la reducción del estrés (Klagsbrun, 2001); entre otras aplicaciones. Más recientemente, Despejar un Espacio también ha sido foco de nuevos análisis al reexaminarse el efecto subjetivo que produce (Purton, 2002), y al cuestionarse su relevancia y utilidad como técnica de psicoterapia (Weiser Cornell, 1991, 1995, 1996, 2001).

Siguiendo los pasos de este notable interés en Despejar un Espacio, intentaré, en el presente artículo, reflexionar en profundidad sobre diversos aspectos relacionados con sus pasos y su proceso. Las reflexiones tendrán el objetivo de contribuir a un mayor entendimiento sobre el proceso de Despejar un Espacio para potenciar su aplicación.


HISTORIA.

Según algunos antecedentes (Cornell, 1991; Kirschner, 2003; Lee, 2003), la historia de Despejar un Espacio se remonta a mediados de los años setenta, cuando Eugene Gendlin dictaba una clase llamada “Psicología Filosófica” en la Universidad de Chicago. Durante esta clase, en cierta ocasión, una estudiante describía su experiencia con el primer movimiento del Focusing, que en ese tiempo apenas se estaba formulando:

“Ya que yo era bailarina y mi ‘temática’ era ‘la gente moviéndose en el espacio y el espacio en que se mueve la gente’, yo siempre estaba hablando con Gene desde una perspectiva espacial. Un día yo estaba diciendo algo acerca de “hacer espacio adentro” y él saltó. Dijo: ‘Eso es, eso es lo que estaba buscando para este paso de focusing que estoy tratando de formular. ¿Puedo usarlo?’ Yo le dije: ‘Por supuesto, me sentiría honrada’”. (Ellen Kirschner, mensaje en Focusing - Discusión List, 9 de diciembre de 2003).


Por lo menos hasta 1979, Gendlin denominó a este movimiento de entrada al Focusing como “Hacer un Espacio” (Making a Space):

“…Permítanme hablar acerca del primer movimiento (preparatorio) del Focusing, algo que a menudo pero no siempre es hecho antes que uno se focalice en un asunto específico… El primer movimiento del Focusing se llama ‘Hacer un Espacio’. En lugar de trabajar sobre el problema que molesta más, y en lugar de trabajar con todo a la vez… se nota en el cuerpo si uno se siente completamente bien acerca de su vida o no… Siempre hay unas cuantas cosas que el cuerpo está llevando…’Hacer un Espacio’ consiste en poner abajo lo que surge, de una manera amigable.” (Gendlin, 1979).


Posteriormente, Gendlin (1981) sustituiría la expresión Making a Space (Hacer un Espacio) por Clearing a Space (Despejar un Espacio), desarrollando una técnica que reunía la presencia contenedora y empática del terapeuta, la identificación de estresores por parte del cliente, y el uso de imaginería guiada para conseguir un estado de relajo corporal y de atención interna para que la persona llevara adelante el proceso de Focusing de un modo efectivo. Despejar un Espacio permitía al focalizador sintonizarse con su experiencia corporalmente sentida y vivirla como una referencia confiable para luego explorar y descubrir significado.


REFLEXIONES SOBRE EL PROCESO DE DESPEJAR UN ESPACIO.

Descripción y Procedimiento.

En general, se considera que Despejar un Espacio es de gran importancia para el desarrollo del proceso de Focusing, pero en particular ¿en qué consiste este procedimiento terapéutico?

Gendlin (1981) lo consigna como una forma de conseguir estar más cómodo con los problemas o preocupaciones que “llevamos” en el cuerpo en determinado momento sin sucumbir o hundirse en ellos, ni tampoco evitándolos, reprimiéndoles o escapándose de ellos; sino que contactándolos a través de “un tercer modo…mucho más útil, (realizando) un acto interno de distanciarte a ti mismo de lo que te está molestando pero, con todo, manteniéndolo delante de ti”.

Por su parte, Alemany (1988) lo define de un modo mucho más preciso al señalar que: “Despejar un Espacio consiste en dedicar unos pocos momentos a que la persona concentre su atención en darse cuenta de qué es lo que lleva en su cuerpo en esos momentos; en que saque las preocupaciones afuera o las ponga abajo; y en que pueda experimentar el alivio de la distinción entre el ‘sí mismo’ y las circunstancias o situaciones de la vida que actualmente vive”.

En la descripción de ambos autores se aprecia que Despejar un Espacio implica la realización de un “acto interno” con el cual logramos relacionamos de una manera especial con los sentimientos que tenemos acerca de nuestros problemas o preocupaciones de tal modo que conseguimos “distanciarnos de ellos” o “ponerlos afuera”. En la mayoría de los casos ese “acto interno” consiste, por una parte, en el reconocimiento amistoso y aceptante de los asuntos que se van identificando, y por otra parte, y más particularmente, en la realización de una imaginería guiada por el terapeuta, en la que se sugiere al cliente figurarse una imagen de cada problema, o de la sensación sentida que surge tras identificar cada problema, para luego visualizarla poniéndola a cierta distancia de si mismo; o a la inversa, visualizar los problemas e imaginarse que es él quien se aparta de ellos (Gendlin, 1981, 1982; Alemany, 1988; Leijssen 1998a, 1998b; Hinterkopf, 1998; Rapapport, 1988, 2006, etc.).

De los dos “actos internos” antes citados, la imaginería guiada del “poner a distancia” constituye uno de los pasos más importantes, puesto que se ha descrito como un elemento clave para lograr el efecto deseado al implementar la técnica. ¿Cuál es exactamente ese efecto deseado? La mayoría de las veces se lo describe como “despejar un espacio interno”, “poner los problemas a distancia”, “poner abajo la carga de las preocupaciones”, “desidentificarse de las emociones abrumadoras”, o con otras metáforas que no necesariamente explican de forma adecuada qué es lo que concretamente ocurre con Despejar un Espacio (Purton, 2002).

Ya que las metáforas que usualmente se usan para intentar describir el proceso experiencial subyacente en la aplicación exitosa de la técnica no resultan del todo aclaradoras, más abajo se reflexiona en detalle cuál sería el fenómeno que efectivamente se produce, no sin antes examinar cual es la experiencia que la técnica produce en el cliente o focalizador.


¿Qué tipo de experiencia facilita Despejar un Espacio en el focalizador?

La práctica de Despejar un Espacio puede conllevar a una serie de positivas experiencias “cuerpo-mente-situación”, ya que no sólo produce efectos en la vivencia de la corporalidad, ni exclusivamente favorece ciertos estados cognitivos, sino que permite también reposicionarse de un modo más fluido en el contacto interpersonal o en la realización de tareas diversas, como las que implican el uso de la creatividad, por ejemplo.

Primero, quiero enfatizar que en Despejar un Espacio ningún problema, emoción o situación es colocado “aparte” o “abajo” o “a cierta distancia”, ya que estas expresiones sólo son metáforas que pretenden referirse a complejos procesos que ocurren en la experiencia del cliente (Leijssen, 1998b; Purton, 2002) y en ningún caso pretenden señalar que en ella ocurra de manera factual o concreta algo igual o parecido a todas estas descripciones, aún cuando un fructífero uso de la imaginación pudiera hacerlo parecer así.

De hecho, lo que sucede no es que la emoción corporalmente sentida sea alejada, sino que ella cambia, se siente de otra manera, se torna más fácilmente atendible, se hace menos incómoda, o bien, pasa de vaga y difusa a sentirse con más claridad; debido a que el proceso que facilita la técnica ayuda a que la persona se relacione de un modo más aceptante con ella misma, sin los condicionamientos que detienen o despotencian el proceso corporal de experienciación. Esto a su vez genera cambios a nivel corporal, cognitivo y subjetivo-situacional.


Nivel corporal.

A nivel corporal el efecto más conocido de Despejar un Espacio es una notoria disminución de la tensión corporal, tanto a nivel propioceptivo como a nivel interno. Es posible constatar una disminución en las zonas del cuerpo que se caracterizan por acumular estrés, los hombros, el cuello, la espalda. Respecto de la sensación corporal interior, Despejar un Espacio consigue que ésta se haga más liviana, suave o apaciguada. También tiene un efecto positivo apaciguador en los casos de dolor físico debido a enfermedades, por ejemplo, en enfermos de cáncer (Grindler, 1985, 1999; Kanter, 1999).


Nivel cognitivo.

Desde un punto de vista cognitivo, Despejar un Espacio facilita el desempeño en tareas mentales complejas que requieren atención a estímulos internamente generados, ya que contribuye a desplegar una atención prolongada o ininterrumpida sobre la experiencia corporalmente sentida, o sobre la realización de tareas externas que requieren el despliegue de la creatividad, el uso flexible de la atención o un manejo conceptual complejo (referencia a varios estudios citados en Hendricks, 2001).


Nivel subjetivo-situacional.

Desde el punto de vista subjetivo, Despejar un Espacio, contribuye a crear una relación entre el Yo que atiende y el aspecto específico de la experiencia que es atendido. Para que esto suceda es necesaria establecer una diferenciación de “yo estoy aquí y acá en mi interior está eso”, Ann Weiser Cornell (1995) le llama a esto “Distancia + Conexión”, lo cual implica identificar y reconocer un aspecto de la experiencia que hasta ese momento resultaba ajeno o incómodo.

La técnica también ayuda a incrementar los niveles de aceptación hacia uno mismo, llevando a la persona a dar un paso más allá de la mera negación, rechazo o desconexión con su propia experiencia. Y por otra parte, favorece un mayor nivel de sumergimiento en la experiencia del aquí y el ahora, alejándonos de pensamientos racionalizados o análisis que nos apartan de nuestro sentir fenomenológico y ayudándonos a conectarnos con nosotros mismos y con los otros en la situación actual.


¿Cuál es el proceso experiencial subyacente en el efecto de Despejar un Espacio?

Es esencial tratar de responder esta pregunta para comprender el porqué de la estructura de pasos que comprenden Despejar un Espacio, para entender porqué funciona la técnica y por supuesto también para visualizar porqué a veces no lo hace.

Se define Despejar un Espacio como una herramienta que apunta a cambiar el modo en que estamos “llevando” corporalmente nuestros problemas o situaciones vitales, por lo tanto, se hace necesario reflexionar primero qué implica “llevar un problema”.

Cuando enfrentamos una situación o problema se ponen en juego una serie de aspectos que se enmarcan en la vivencia interpersonal (Gendlin, 1968). Por una parte, están nuestras reacciones primeras hacia ésta, quizás pena, alegría, rabia, etc.; lo que constituye nuestras emociones primarias o nuestros sentimientos auténticos de reacción (Greenberg & Bolger, 2001). Por otra parte, se encuentran nuestros modos de enfrentamiento desadaptativos que han sido socialmente aprendidos, los cuales se convierten en reguladores o condicionantes de nuestras reacciones primeras, por ejemplo: “Debo solucionar este asunto lo más pronto posible”, “Si sientes pena no debes mostrarlo”, “Enfréntalo con la madurez de un adulto, sin asustarte”, “Debo dar una buena impresión, debo mostrarme fuerte ante este asunto”, etc.

Entonces, lo que constituye una “situación-problema” no es sólo la situación en sí, ni tampoco nuestras reacciones primeras exclusivamente, sino que el entrecruzamiento de esto con los condicionamientos sociales y con las interpretaciones que surgen de la cruza de ambos (nuestras complejas concepciones acerca de nosotros mismos en relación a los otros, nuestras maneras de obtener aprobación, y mucho más); todo eso entrecruzado y sintiéndose holísticamente en una sola sensación de incomodidad o intranquilidad. Básicamente, son las fuerzas organísmico-adaptativas y los aprendizajes que funcionan como reguladores de las fuerzas organísmicas, que se contraponen mutuamente en la experiencia, lo que se llama “llevar un problema”.

El punto es que cuando estamos llevando un problema no estamos plenamente conscientes de estos condicionamientos que regulan o reprimen nuestra experiencia auténtica, y son justamente algunos pequeños pasos de Despejar un Espacio los que tendrían el objetivo de anular o desarticular tales condicionamientos.

Con Despejar un Espacio se pretende ir más allá de estos condicionamientos, para llegar a mayores niveles de auto-aceptación, o a la inversa, lograr mayores niveles de auto-aceptación para desactivar estos condicionamientos. Esto se logra a través de la actitud de reconocimiento que se da a cada problema estresor identificado y con la imaginería guiada donde se deja los problemas “ahí, como descansado delante de uno, al menos por un momento”. Podemos volver a Gendlin para visualizar mejor esto (se agregaron negrillas para destacar las ideas antes expuestas):

“Hay muchos modos de acceso al primer movimiento, muy diferentes actos internos que pueden producir el necesario medio positivo – de aceptación de la mente o cuerpo. Un medio de acceso que da buen resultado para una persona, puede no resultar para otra… Una vez que a tu cuerpo le permitas ser él, sin presiones, él tiene la sabiduría para tratar tus problemas.” (Gendlin, 1981).


Este análisis es esencial para entender porqué Despejar un Espacio no siempre funciona. Se entenderá que la técnica falla cuando la persona no logra identificar y/o desarticular los niveles de experiencia que funcionan como condicionantes de la experiencia auténtica, cuando no se logra la actitud de aceptación hacia él o los problemas identificados, o cuando no se logra a través de la imaginería guiada (que intenta dejar los problemas, por decirlo de alguna manera, en estado de “pausa”), permitir que el cuerpo sea él mismo, “sin presiones”.

Campbell Purton (2000) realiza una análisis similar cuando examina que implica estar “entrampado en un sentimiento”. Para Purton, estar “entrampado” implica tener “sentimientos acerca de otros sentimientos”. Por ejemplo, puedo podemos tener miedo a enfrentar un desafío, y a la vez sentir vergüenza de sentir miedo, e incluso estar aburrido de sentir miedo y rabia a la vez. En cualquier caso, este tipo de relación implica no tener una actitud de aceptación hacia uno o más sentimientos, ya que, según Purton, los nieveles superiores de sentimiento funcionan esencialmente como modificadores (o condicionadotes) de los niveles inferiores de sentimiento. Esto es en palabras de Gendlin “Llevar un problema”. Por lo tanto, la posibilidad de desentrañarse de un sentimiento, o de despejar un espacio interior, depende principalmente de la acción de identificar o desarticular la función modificadora o condicionadota de los niveles superiores de sentimiento hacia los niveles inferiores. Esto es, el acto o la actitud de aceptación que es esencial para despejar un espacio: “Sí, en realidad, tengo miedo, no es necesario que me avergüence de ello, en realidad tengo miedo”.


¿Cuáles son los elementos que componen y caracterizan la experiencia dual de Despejar un Espacio?

En la minuciosa reflexión que Alemany (1988) realiza sobre el proceso de Despejar un Espacio, menciona que existen cuatro aspectos esenciales para entenderlo: 1) Facilitar una atención corporal, 2) Hacer un inventario, 3) Lograr la distancia adecuada, y 4) Experimentar el sí mismo y el sentirse bien.

Sin embargo, yo creo que en tal análisis queda omitido un aspecto esencial del proceso, la interacción, ya que Despejar un Espacio no consiste sólo en la mera aplicación de una serie de pasos técnicos, sino que constituye una experiencia dual, que se produce o se concreta en la relación terapeuta-cliente. Por el motivo anterior, a continuación repasaré los elementos que cita Alemany para comprender Despejar un Espacio (tratando de profundizar aún más en su entendimiento), pero además añadiré una reflexión sobre la dimensión relacional de su proceso.

Entonces, los aspectos que examinaré serán cinco, los cuales identificaré con los siguientes nombres: 1) Dimensión relacional, 2) Proceso especial de atención, 3) Identificación de estresores, 4) Un acto interno, y 5) Experimentar el sí mismo y el sentirse bien.


Dimensión relacional.

Generalmente Despejar un Espacio es descrito casi exclusivamente apuntando a los pasos que lo constituyen como técnica; sin hacer referencia a la importancia de la interacción como un factor absolutamente constituyente de su proceso, implementación y resultados.

Básicamente, Despejar un Espacio es una experiencia que ocurre en el encuentro entre dos personas, por lo tanto es una experiencia interaccional. En este encuentro, una persona intentará atender y describir su experiencia inmediata, mientras que la otra acompañará a la primera a través de la escucha empática y una serie de sugerencias, con el fin de conducirla a un estado de mayor conexión consigo misma o a un mayor nivel de experiencing.

Es indispensable, para que Despejar un Espacio funcione, que la persona que escucha esté lo suficientemente “presentificada” (en el aquí y el ahora) para aquella que atenderá su experiencia (el cliente o focalizador), y que no esté con su mente en otros asuntos pasados o futuros. Diversos autores (Tudor & Worral, 1994; Geller & Greenberg, 2002; Schmid, 2002) desde perspectivas diferentes, mencionan la Presencia, o capacidad de estar sumergido en el aquí y el ahora, como una de las condiciones más básicas del encuentro existencial, sobre todo si tiene un carácter psicoterapéutico, como es el caso de Despejar un Espacio.

En la dimensión relacional de Despejar un Espacio también son importantes diversos aspectos de la comunicación, como el lenguaje corporal, los aspectos paraverbales y la utilización de formas lingüísticas precisas. Nuestro lenguaje corporal concreto influirá en la manera en que nos encontremos con el otro, por lo tanto una adecuada distancia física y una propicia disposición corporal de atención e interés pueden contribuir a crear un clima de focalización interior. Los aspectos paraverbales juegan un rol más importante aún; un tono de voz claro o suave y un ritmo pausado en el habla serán esenciales en la realización de la técnica, sobre todo cuando la persona se sienta ansiosa, tensa o angustiada. La utilización de un lenguaje sencillo, por supuesto, será altamente pertinente.

El uso de la meta-comunicación (Watson & Greenberg, 2000) es otro sutil aspecto de la dimensión relacional que puede contribuir a implementar adecuadamente Despejar un Espacio. La meta-comunicación incluye los comentarios del terapeuta acerca del proceso terapéutico de una manera sencilla y genuina, en la que explica al cliente en qué consiste y a que puede ayudar una técnica específica. Incluye, además obtener el acuerdo del cliente acerca de la posible aplicación de la técnica. Si Despejar un Espacio se realiza sin avisar, la persona lo puede vivenciar como extraño o incluso intrusivo; y esto, por consiguiente, puede producir el fracaso en la aplicación de la técnica, e incluso, rupturas en la alianza terapéutica.

Otro aspecto acerca de la dimensión relacional que es bastante sutil pero a la vez esencial, es preguntarse: “¿Es necesario en este momento que me contacte con esta persona a través de esta intervención?” Considero necesario plantearse esta pregunta porque entiendo que cuando se proponen técnicas evaluándolas como de alto valor terapéutico, pueden ser usadas de un modo estereotipado. Por ejemplo usando Despejar un Espacio o una variación de él, siempre al comienzo de cada sesión, o siempre de la misma forma.

Finalmente, otro aspecto aún más sutil respecto de la dimensión relacional es lo que yo llamo “la respuesta interna del terapeuta”, con lo cual hago referencia a lo que el terapeuta hace con su experiencing mientras interactúa con el cliente, si la propia sensación interior es sencillamente chequeada, o mejor aún, intencionalmente apaciguada. Creo que “despejar”, “apaciguar” o “silenciar” la propia sensación interior, mientras se realiza Despejar un Espacio es un paso que contribuye a la comprensión del cliente, y a que éste logre una adecuada sintonización consigo mismo.

Reflexionando todo lo anterior, vemos que Despejar un Espacio no es simplemente el resultado de la aplicación de los pasos de la técnica, es una interacción, una experiencia dual. Ya que cliente y terapeuta no están separados, decimos que el resultado de la técnica se ve afectado por la influencia mutua entre ambos, y que a su vez la técnica y la influencia mutua re-crea a ambos individuos.


Un tipo especial de atención.

Las características de la atención que el cliente pueda desplegar en Despejar un Espacio, por supuesto que son una propiedad de las características y de la calidad de la Dimensión Relacional del proceso. En este sentido entenderemos que todos los elementos citados en el apartado anterior contribuyen en alguna medida a que el cliente despliegue una atención constante y cálida sobre su experiencia.

Habitualmente se habla de la atención que se despliega en Focusing como una “atención especial”; esto se debe a que lo que se busca no es meramente un proceso cognitivo en el cual la persona debe centrarse en su experiencia corporalmente sentida de manera ininterrumpida, sino que también se busca favorecer una atención afectiva sobre aquello que se atiende, una atención paciente, interesada, no valorativa, no analítica, amigable, etc. En este sentido entenderemos que el proceso atencional que se busca desplegar es cognitivo-afectivo.

Volcamos la atención sobre la experiencia corporalmente sentida del cliente con alguna invitación o sugerencia explícita. Sostenemos la atención ahí, haciendo que la persona vuelva una y otra vez sobre su experiencia, con invitaciones puntuales, con formas lingüísticas específicas (“esta parte de ti”, “algo en ti”, etc.), y con el uso del lenguaje no verbal (haciendo gestos con las manos en referencia a la experiencia sentida, por ejemplo).

Según mi opinión, una de las claves del proceso es que la atención sea sostenida, por esto, si la persona pierde su atención, su foco, buscaremos restablecerlo. Una atención constante ayuda a reducir la ansiedad.


Identificación de estresores.

Despejar un espacio involucra la realización de un inventario de los estresores que se están llevando, para que ellos luego puedan ser “despejados” del cuerpo. Se considera que este paso es más sencillo y útil que tratar de trabajar inmediatamente con la complejidad holística de todos los problemas en conjunto.

Se debe señalar al cliente que lo que se busca no es realizar una lista interminable con todos los problemas que pudiera tener en su vida, sino sólo con aquellos que se sienten pesados o incómodos ahora mismo. Alemany (1988) destaca que “Es importante recalcar que eso se hace con el cuerpo y desde el cuerpo”, esto quiere decir que la identificación de cada problema estresor se debe realizar chequeando el espacio corporal interior.

Después de identificar cada estresor, se invita a la persona a captar un referente directo acerca del problema citado, por ejemplo: “Tengo un montón de deudas…me siento asustado de no poder pagarlas y quedar más endeudado”. La técnica opera cuando acogemos cada expresión del cliente y cuando la invitamos a relacionarse con ella de un modo específico, de un modo aceptante. Tras la identificación de cada problema y tras cada referente directo volvemos sobre ese “residuo de experiencia” que aún permanece produciendo tensión o incomodidad y continuamos nuestra interacción empática. Lo que hacemos en este paso es “reconocer” o validar cada asunto o problema, con una actitud de “Sí, eso está aquí y eso otro también está ahí” (Gendlin, 1981, 1982). Cabe destacar que la persona no necesita nombrarnos específicamente cada preocupación o problema y que sólo basta con que los identifique para ella. Esto se lo podemos señalar a la persona antes de realizar el ejercicio.

Posteriormente se invitaría a dejar cada problema a “cierta distancia” con la imaginería guiada del próximo paso. Después de que cada estresor es “removido”, se puede apreciar el efecto beneficioso, encontrando que progresivamente se produce un alivio físico después de que cada estresor es puesto “fuera del cuerpo”.


Un acto interno.

Ya mencionamos que la ejecución de un “acto interno” es uno de los elementos claves de Despejar un Espacio y que la mayoría de las veces consiste en una imaginería guiada en que se insta a los clientes a desarrollar una imagen en que los problemas o la sensación sentida misma son puestos a “cierta distancia”. Ahora vamos a especificar cuales son las posibilidades dentro de esa imaginería guiada y a mencionar otros tipos distintos de actos internos que se implementan como medio para lograr el efecto deseado de Despejar un Espacio.

Leijssen (1998a, 1998b, 2004) menciona que básicamente hay cuatro formas de “lograr una distancia correcta entre el Yo y los problemas”; 1) Poner los problemas aparte, 2) Dar un paso atrás de los problemas, 3) Crear un espacio de respiración en el cuerpo, y 4) Hacer contacto con un “buen lugar” (“good spot”). Sin embargo, yo reordenaré esta clasificación para ser aún más específico, puesto que sus dos primeras propuestas corresponden a variaciones de la imaginería guiada, y porque su cuarta proposición “hacer contacto con un buen lugar”, tal cual ella lo menciona (Leijssen, 1998b) incluye dos actos totalmente distintos: recordar algo positivo y atender una parte del cuerpo que se experimenta de forma agradable.

Entonces, mi clasificación será la siguiente: 1) Imaginería guiada, 2) Respiración, 3) Recordar algo positivo, y 4) Atender una sensación agradable en el cuerpo.

Imaginería guiada: La imaginería guiada es el procedimiento más habitualmente citado y utilizado para practicar Despejar un Espacio. Las posibilidades respecto de las imágenes, es bastante amplia o quizás ilimitada, pero básicamente se puede agrupar en cuatro acercamientos: a) Poner a distancia: Se imagina los problemas como algo que se pone a cierta distancia, lejos, abajo, o aparte, por ejemplo, algún tipo de peso que dejamos en el piso, una maleta que soltamos de nuestras manos, etc. b) Distanciarse: Imágenes donde se visualiza que somos nosotros mismos los que nos distanciamos de algo muy grande, por ejemplo, distanciarnos de los problemas que son vistos como rocas o montañas, etc. c) Poner en un lugar seguro: Cuando se pone algún aspecto o persona que producen temor o compasión en un lugar seguro, por ejemplo, poner a una persona que nos agredió tras las rejas, o al otro lado del río, o cuando necesitamos imaginar a un pequeño niño maltratado o un hijo muerto en una cuna, o en nuestro regazo, etc. d) Imaginar un paisaje o recuerdo agradable: Implica solicitarle al cliente que imagine un paisaje o circunstancia que invoque paz en su vivencia inmediata, como una plaza, bosque o playa; o bien, que rescate el recuerdo de una situación que le produzca paz, tranquilidad o sentimiento de protección. Desde esta vivencia se invita luego a abordar los problemas que previamente se experienciaban como abrumadores.

Respiración: Otra manera, mucho más sencilla de producir una sensación de despeje es iniciar una respiración suave y rítmica mientras se atiende el espacio interior que pudiera estar tenso, como si se estuviese “llevando” aire puro a tal espacio. La clave está en mantener a la persona sumergida en este acto de llevar aire puro a su interior, de modo que se sustraiga de la inquieta actividad del pensamiento acerca de todo eso que le aqueja y le abruma (una vez más, un elemento esencial es la atención ininterrumpida y amable).

Recordar algo positivo: Una tercera opción es recordar alguna figura protectora que la persona haya tenido o tenga actualmente en su vida. Por ejemplo, una persona puede imaginarse a la sombra de un árbol que había en la casa de sus abuelos donde se refugiaba cuando estaba triste, o imaginarse a un pariente u otra persona que identificamos como aceptante y afectuosa hacia nosotros, de tal modo que esto contribuya a sentir el espacio interior de un modo más relajado.

Atender una sensación agradable en el cuerpo: La cuarta opción, generalmente utilizada cuando se trabaja con persona con dolor físico crónico, como enfermos de cáncer. En la medida que la persona permanece agobiada por la vivencia del dolor, no puede forjar el foco de atención interior que le permitiría acercarse adecuadamente a sus sentimientos. Por lo tanto la sugerencia apunta a focalizarse en una parte del cuerpo donde se experimente una sensación agradable, y luego de crear ese punto de atención pasar a trabajar con los sentimientos de la persona.


SOBRE LA PERTINENCIA DE LA APLICACIÓN DE LA TÉCNICA.

Cuando puede ser necesaria

Habitualmente se considera que Despejar un Espacio es especialmente útil en un proceso con “demasiada cercanía”, en el cual el cliente muestra, verbalmente o no, que demasiado está viniendo a su sentir, que su experiencia está siendo demasiado intensa, que está experimentando emociones abrumadoras o alto niveles de ansiedad (Weiser Cornell, 1995; Hinterkopf, 1998, Leijssen, 1998); este tipo de proceso puede hacer que la persona esté pensando demasiado lo cual le impide centrarse de manera optima en su sentir, o que la experiencia corporal resulte tan intensa que haga imposible el proceso cognitivo atencional que es crucial para empezar a focalizarse en la experiencia.

Despejar un Espacio puede ser útil en el caso en que la persona esté consciente que está aproblemada por diversos asuntos claramente identificables, o cuando la persona está demasiado tensa sin saber al principio debido a qué. También resulta pertinente cuando hay dolor físico debido a lesiones o enfermedades, como es el caso del cáncer.

Sin lugar a dudas, si la persona está muy inquieta debido a que la cualidad de sentimiento es muy intensa, o si está divagando de un tema en otro sin hacer referencia concretas a su experiencia, Despejar un Espacio puede ser de ayuda.


Cuando no es necesaria y cuando resulta contraproducente.

Hasta ahora casi todas las apreciaciones sobre Despejar un Espacio en la bibliografía del movimiento experiencial lo señalan como un movimiento inherentemente beneficioso e incluso casi indispensable. Sin embargo, debemos advertir que de hecho, no siempre es necesario implementarlo y que además puede resultar contraproducente en algunas situaciones.

No todos necesitan realizarlo: ¡Por supuesto! No todas las personas requieren ayuda para ponerse en contacto con su experiencia corporalmente sentida. Hay personas que presentan de forma innata la capacidad para enfocarse en lo implícito; se toman su tiempo para contactar una sensación sentida, se centran en ella y van chequeando con ésta cada cosa que dicen, de modo que logran muy naturalmente llevar adelante su experiencia. Básicamente, lo que estás personas necesitan es la compañía empática de un otro, ya que su capacidad de “focalizar”, o la capacidad de sintonizarse y escucharse eficazmente a si mismas sólo necesita del ambiente o interacción adecuada para surgir. Para este grupo de personas, la aplicación de Despejar un Espacio sería innecesaria.

No todos logran realizarlo: Muchos clientes se muestran incapaces de seguir la sugerencias o instrucciones de Despejar un Espacio, especialmente cuando deben hacer el listado y reconocimiento de las preocupaciones que llevan en su cuerpo en ese momento, y más aún cuando deben imaginar que las están poniendo aparte o a cierta distancia. Esta dificultad puede ocurrir en un setting terapéutico individual, pero ocurre con más frecuencia cuando Despejar Un Espacio es realizado de forma grupal, ya que en tales circunstancias el contacto entre guía y focalizador no es tan personalizado. Lo anterior se puede atribuir a problemas en el vínculo terapéutico o a problemas en la implementación de la técnica, pero también a ambos factores.

No todos deberían realizarlo: Si consideramos que Despejar un Espacio se recomienda particularmente para personas en un proceso con “demasiada cercanía”, que están experimentando emociones abrumadoras, o se hallan muy dispersas debido a la ansiedad, entonces, se correría el riesgo de implementarla con personas que están en el proceso contrario, en un proceso con “demasiada distancia”, el cual se caracteriza porque la persona “no sabe sobre qué hablar, sintiendo pero muy poco, o siempre dudando de los sentimientos, necesitando un tiempo largo para contactar una emoción, perdiendo ese contacto fácilmente, concentrándose en procesos intelectuales y hablando desde allí; explicando un montón de cosas al terapeuta, racionalizando el problema, predominantemente citando la autoridad externa, comprometiéndose en discusiones muertas.” (Leijssen, 1998).

En estos casos, el uso de Despejar Un Espacio presenta esencialmente dos desventajas: 1) Que la sensación sentida del cliente puede experimentar abandono ya que se le está instando a apartarse, lo cual replica una vez más el tipo de contacto que usualmente tiene la persona con sus sentimientos y, 2) Que el cliente pueda perder el escaso y frágil contacto que tiene con su sensación sentida. (Weiser Cornell, 1996).

Teniendo en cuenta lo anterior, comprenderemos que el uso de Despejar un Espacio con personas que presentan este tipo de proceso experiencial, podría resultar contraproducente. Muchas veces, es precisamente el uso de la imaginería guiada la que produce estos efectos indeseados en personas que están teniendo un proceso con “demasiada distancia”.

Respecto de las personas con un proceso de “demasiada distancia”, yo creo que no necesariamente están sintiendo muy poco o nada, sino que solamente no saben prestar atención a su experiencia, y/o no saben como empezar a describir aquello que sienten. Por supuesto, en el caso de aquellos acostumbrados a realizar análisis y racionalizaciones esta dificultad puede hallarse acrecentada. Para estos casos, entonces haría falta otro método de entrada para contactarlos con su experiencia y dejarlos en buen pie para realizar el Focusing (esta posibilidad se examina más abajo).

No todos quieren hacerlo: Muchas personas en psicoterapia sólo necesitan estar en un contacto directo con el terapeuta, y no quieren someterse a técnicas, aún cuando ya se haya desarrollado una sólida alianza terapéutica. En estos casos, la implementación inadecuada de Despejar un Espacio puede ser un paso contraproducente en la relación terapéutica, porque la persona puede sentir que el terapeuta está más interesado en aplicar técnicas que en estar en contacto con ella. La implementación de técnicas debe establecerse de mutuo acuerdo con la persona.

A veces no es conveniente hacerlo: Greenberg y Cols. (1993) plantean que no siempre es conveniente solicitar al cliente realizar tareas que impliquen algún grado de complejidad en su ejecución, por ejemplo, en los primeras sesiones de la terapia, cuando aún no se ha desarrollado una sólida alianza terapéutica; o cuando las personas se hallan en un proceso de alta vulnerabilidad. Se recomienda que en estos casos el terapeuta sólo se mantenga respondiendo empáticamente. Si examinamos Despejar un Espacio apreciaremos que se trata en efecto de una técnica compleja, con variados pasos, y varios tipos de pasos; por lo tanto, no sería conveniente implementarlo en los casos que se han señalado.


3.6 Lo que hace que Despejar un Espacio (a veces) no funcione.

La mayor parte de las veces se habla de Despejar un Espacio como una técnica inherentemente valiosa o de ayuda. Pocas veces se habla de las dificultades se pueden encontrar al implementar la técnica, y mucho menos se habla de sus efectos adversos. La excepción a esta postura, han sido los planteamientos críticos de Ann Weiser Cornell (1991a, 1991b, 1995, 1996).

Dificultades relacionadas con la alianza terapéutica: Cuando cualquiera de los tres elementos constituyentes de la alianza terapéutica (vínculo, objetivos, tareas) se haya descuidado, se corre el riesgo de aplicar Despejar un Espacio sin éxito o incluso de manera contraproducente. Si la técnica se impone o se sugiere sin que la persona se sienta segura con el terapeuta (vínculo) es probable que pueda fracasar. Si el cliente, o cliente y terapeuta no han acordado y explicitado cuales son los objetivos de la actividad terapéutica (objetivos), por ejemplo, si la persona sólo desea sentirse escuchada sin tener que estar experimentando con técnicas que provienen desde la experticia del terapeuta, entonces también puede haber riesgos de una aplicación inapropiada de la técnica. Por último si la persona desconoce una idea general de cuáles serán las características de las técnicas que se le sugerirá practicar, entonces el riesgo será similar. El éxito o fracaso en la aplicación de Despejar un Espacio SIEMPRE dependerá de las fluctuaciones en la calidad de la alianza terapéutica.


Dificultades relacionadas con la técnica: Aparte de las dificultades surgidas por deficiencias en la alianza terapéutica, las fallas en el proceso de Despejar un Espacio pueden tener su génesis en aspectos específicos de la técnica. Yo distingo dificultades en la realización de un listado de preocupaciones o estresores, y con mayor frecuencia, en la realización de la imaginería guiada, el “acto interno” que distingue la técnica de despejar un espacio.


Listado de preocupaciones.

En no pocas ocasiones, sucede que las personas ejecutan Despejar un Espacio realizando un listado prefabricado de preocupaciones, repitiendo un discurso que ya han hecho en otras ocasiones con otras personas, nombrando asuntos que no están allí en su experiencing, en ese preciso momento. También se da el caso de personas que se explayan en detalles acerca de una o más de los asuntos o problemas que van citando, y en lugar de conseguir relajarse se van tensionando más. Me ha tocado incluso, acompañar a personas que aún cuando han cerrado los ojos, no están centrándose en su interior, ¡sólo están con los ojos cerrados! y continuando citando preocupaciones “desde su cabeza” o hablando sin ningún tipo de compromiso experiencial que vaya a conducir a un despeje de espacio.

El listado de preocupaciones propuesto puede alejar a la persona del aquí y el ahora, puede hacer que se explaye mucho y que la sesión se ocupe sólo con Despejar un espacio (Weiser Cornell, 1995).

Quiero distinguir entre listado de preocupaciones-problemas y un listado de referentes directos, porque lo que necesitamos no es la mera identificación de preocupaciones, sino que también los referentes directos de esas preocupaciones, o incluso sólo los referentes directos (ver por ejemplo, transcripción en Alemany, 1988).


Imaginería v/s Cambio corporal.

Para empezar, la imaginería guiada del poner las cosas aparte puede ser experimentada como directiva. Puede que la imaginería sugerida no se ajuste en forma alguna a la experiencia sentida. Gendlin (1970, 1996) insiste en que el trabajo con imágenes debe surgir desde la sensación sentida, y que en la medida de lo posible no debe ser guiado, pero cuando se refiere a Despejar un Espacio contradictoriamente propone imaginerías guiadas.

Respecto del uso de la imaginería y su esperado efecto corporal, podemos hallar cuatro situaciones: a) Que la persona realice la imaginería y se despeje corporalmente (este es el más obvio, así que no lo voy a comentar a continuación), b) Que la persona realice la imaginería, pero no se despeje corporalmente, c) Que la persona no pueda realizar la imaginería y no se despeje corporalmente, y d) Que la persona no pueda realizar la imaginería, pero que inesperadamente sí se despeje corporalmente.


a) La persona realiza la imaginería, pero no se despeja corporalmente: Esto es algo bastante habitual sobre todo en personas que tienen poca experiencia practicando Focusing, pero también puede ser experimentado por personas que sí lo conocen.

Respecto del uso de la imaginería en Despejar un Espacio, Gendlin (1982) enfatiza:

“Después de cualquier uso de la imaginación, por supuesto, se debe comprobar en el cuerpo para ver si viene alivio físico. La imaginación no decide si el problema se ha puesto a un lado o no” (negrillas agregadas).


Entonces, puede ocurrir que un cliente indique que ha puesto los problemas a cierta distancia porque a nivel de la imaginación lo ha hecho, no habiéndolo realizado aún a nivel corporal, sencillamente porque todavía no conoce esa especial forma de atención corporal y cómo hacer el acto interno. Podemos imaginar muchas cosas agradables sin necesariamente estar relacionándonos con los asuntos de un modo aceptante, o sin lograr descansar de los problemas. En este caso, la persona no logra identificar y desarticular los niveles superiores de sentimiento que funcionan como condicionadotes de los sentimientos más básicos.

c) La persona no puede realizar la imaginería y no se despeja corporalmente: Este es otro resultado bastante usual, la persona no logra realizar la técnica de ninguna manera. Quizás la persona no tiene la facilidad de realizar imaginería, o quizás no le resulta de ayuda tener que seguir la imaginería dirigida que le impone el terapeuta, porque es sensible a asuntos de control, dominación y poder con figuras de autoridad, entre ellas el terapeuta (una vez más, la dimensión relacional implicada en el desarrollo de la técnica). En este caso, quizás el esfuerzo de realizar una imaginería guiada obstaculiza la posibilidad de desarticular el entrampamiento de sentimientos que implica llevar un problema.

d) La persona no puede realizar la imaginería, pero se despeja corporalmente. En este caso nos podemos preguntar ¿Qué causa el despeje corporal si no fue la imaginería? Yo creo que, el tipo de interacción y el proceso atencional ininterrumpido. En este caso, sería la presencia del terapeuta y las interacciones previas a la aplicación de la técnica las que estarían conduciendo a un resultado exitoso, o quizás también las características positivas del para-lenguaje durante el intento de la técnica (tono suave de voz, ritmo pausado de las instrucciones), las que estarían contribuyendo al despeje de espacio. La actitud presente y aceptante del terapeuta ayuda al cliente a desarticular la actitud critica o distante hacia sus sentimientos y lo lleva a una actitud de aceptación.




MÁS OBSERVACIONES SOBRE EL PROCESO DE DESPEJAR UN ESPACIO.

Aún cuando Despejar un Espacio fue formulado originalmente como un movimiento preliminar para potenciar los otros cinco pasos del Focusing, en la práctica se puede observar que muchas veces no constituye un procedimiento muy diferente de éstos; ya que para llevarlo a cabo de manera exitosa, es necesario prestar atención a la experiencia corporalmente sentida, también se deben realizar referentes directos, resonarlos, o hacer preguntas. De hecho, lo único que resulta definitivamente característico de la clarificación de espacio, en relación con el resto del proceso de Focusing, es su acercamiento marcadamente directivo; lo cual se observa en la solicitud de realizar un listado de preocupaciones, la imaginería guiada del ‘poner a distancia’, y las sugerencias (o incluso insistencias) del terapeuta hacia el cliente pidiéndole que “No te metas profundamente en eso por ahora”. (Ver transcripciones en: Alemany, 1988 y The Folio: Focusing and Medicine, 1999).


VENTAJAS Y DESVENTAJAS DE DESPEJAR UN ESPACIO.

Ventajas.

Indiscutiblemente, Despejar un Espacio ha demostrado ser una aplicación terapéutica útil en variados contextos, por lo tanto, podemos advertir que tiene una serie de ventajas. Para empezar, se plantea como un procedimiento independiente que se puede utilizar no sólo como preámbulo de la actividad psicoterapéutica, sino que también se puede implementar como una preparación para actividades creativas o meditativas, o incluso practicarse sin otro objetivo que conseguir la sensación de “espacio despejado”. Desde otra perspectiva, Despejar un Espacio, se plantea como una herramienta útil para usarla en contextos muy variados y con grupos de personas muy diversos. Por ejemplo, en la psicoterapia, en la medicina, en la actividad creativa, en la meditación, en contextos médicos, en la educación, en el deporte, etc.; y en beneficio de personas adultas, enfermas, o con niños. Sin mencionar que parece indispensable para trabajar asuntos más profundo como los background feelings o sentimientos de trasfondo (ver Gendlin, 1981; Hinterkopf, 1998; De Fremenville, 2004, 2006).


Desventajas.

En cuanto a sus desventajas, algunos autores han mencionado que en ocasiones su implementación puede tomar demasiado tiempo de la sesión terapéutica; que su ejecución contiene implica una “victimización” del cliente, ya que el mensaje implícito en la interacción terapeuta-cliente sería “Esto es demasiado par ti, yo te voy a ayudar a dejar todo esto afuera” o “Tu eres víctima de tu propia experiencia así que vamos a hacer algo para apartar eso que te abruma” (Weiser Cornell, 1995).

Otra posible desventaja de Despejar un Espacio en algunas circunstancias es que puede hacer que las personas pierdan contacto con su experiencia al invitarlas a realizar una tarea que les puede resultar demasiado compleja. En este sentido se entendería que el solicitar “un listado de preocupaciones” y conducir al paciente con una “imaginería guiada” se puede convertir en una actividad distractiva para algunas personas.

Ya que es una tarea muy compleja, puede ser contraproducente en los primeros estadios de la terapia, puede producir quiebres en la alianza terapéutica. (Watson & Greenberg, 2000).

Además su proceso y sus efectos son difíciles de chequear en contextos grupales donde la interacción terapeuta-cliente no es tan personalizada; en este tipo de situación muchas personas se muestran incapaces de seguir las instrucciones, especialmente las de la imaginería guiada, y se sienten además temerosas de interrumpir la silenciosa actividad terapéutica para comunicar sus dificultades al facilitador (Robles, 2007).


VARIACIONES DE LA TÉCNICA Y PROCEDIMIENTOS ALTERNATIOS.

Las Técnicas de Relación Interna de Ann Weiser Cornell.

Ann Weiser Cornell (1991a, 1991b, 1995, 1996, 2001) ha sido crítica acerca de la dispensabilidad de Despejar un Espacio, proponiendo un enfoque de enseñanza del Focusing que sólo consta de cinco movimientos que no considera el paso en cuestión (1991b), y en el cual éste sólo aparece como un paso opcional como muchos otros movimientos de Focusing. También ha presentado serios reparos a la técnica considerando que en conjunto o que algunos de sus pasos tienen un efecto negativo sobre algunas personas, particularmente para aquellas que se encuentran en un proceso con “demasiada distancia” (1991a, 1995, 1996).

Ella aclara su postura:

“Mi objeción no es hacia Despejar un Espacio en sí… Si reconocemos que hay algunas personas que serán beneficiadas por despejar un espacio, y otras que no, entonces esto significa que deberíamos modificar nuestra guía y nuestra enseñanza… No deberíamos seguir diciendo que despejar un espacio es el primer paso del Focusing. Deberíamos decir en cambio, que despejar un espacio es el paso opcional del Focusing” (Weiser Cornell, 2001).


Por lo motivos anteriores, la autora ha propuesto las “Técnicas de Relación Interna” como una alternativa a Despejar un Espacio (Weiser Cornell, 1995). Las “Técnicas de Relación Interna” implican el uso de pequeños actos de interacción y atención hacia la sensación sentida; fundamentados en un enfoque en que se considera que ésta es un “algo” potencialmente vivo, con necesidades y deseos propios, y que tiende a responder muy positivamente cuando se le atiende de esta forma. Dentro de estos pequeños actos de atención e interacción hacia la sensación sentida encontramos:

Reconocimiento: Consiste en el sencillo acto de admitir conscientemente que el sentimiento está allí en nuestro interior, y de quizás hasta saludar o anunciarle nuestra llegada y compañía a tal sentimiento. Esto puede hacer con sencillas frases dichas en silencio hacia nuestro interior: “Sí, hay dolor aquí”, “Ya estoy aquí, junto a esto que duele”, “Si, siento miedo con este problema, es miedo…”, etc.

Despejar un Espacio con Reconocimiento: Se refiere a la realización habitual de la identificación y enlistado de preocupaciones, pero realizando el acto de “reconocimiento” para cada asunto y referente directo que surja.

Resonar: Consiste en chequear si una palabra, imagen, o una frase encaja o describe adecuadamente a la sensación sentida, relacionándose con la sensación desde una perspectiva de observador no enjuiciante.

Desidentificación: Este paso se implementa para generar una distinción entre el Yo que posee, se relaciona y atiende un sentimiento, y el sentimiento mismo que es visto como “una parte” de la experiencia del Yo. Esta distinción se realiza con frases como “Una parte de ti está dolida”, o “Algo en ti necesita descansar” o “Hay vergüenza en ese lugar dentro de ti”. La finalidad de esta micro-técnica es ayudar al cliente a moverse, por ejemplo, desde “Yo estoy triste” hacia “Una parte de mi está triste”.

Sintiendo desde el punto de vista de la sensación sentida: La idea de este movimiento es desplegar la capacidad de empatía y compasión del cliente hacia los aspectos de su propia experiencia, sacándolo de la relación de victimización que pudiera haber tomado respecto de ella. Se puede utilizar, por ejemplo, para chequear en la experiencia misma por qué cierto sentimiento aparece como extraño, abrumador o irracional, por ejemplo, un miedo intenso a salir de casa.

Suponer que la sensación sentida tiene una buena razón para ser abrumadora: Esto consiste en sugerir al cliente que, al menos por un momento, suponga que el sentimiento extraño, abrumador o irracional, tiene alguna buena razón para manifestarse de ese modo. Con esto el cliente puede develar (continuando con el ejemplo anterior) que el miedo intenso a salir de casa se relaciona con un modo de evitar el contacto con las personas, ya que previamente le habían hecho daño.

Incluir al focalizador en las respuestas de escucha: Tiene un objetivo similar a la Desidentificación, también busca distinguir el Yo que posee la experiencia de la experiencia misma, pero reflejando que es la persona la que está teniendo la experiencia, por ejemplo, “(Tu) Estás notando que hay miedo en ese sentimiento”, o “(Tu) Estás sintiendo que la sensación es densa y pesada”, etc.


Ahora bien, es necesario distinguir varios aspectos acerca de las “Técnicas de Relación Interna” como procedimientos alternativos a Despejar un Espacio. Por una parte, no constituyen una técnica con pasos claramente diferenciados como es el caso de Despejar un Espacio y tampoco tienen necesariamente el carácter de “técnica de entrada al Fousing" como lo tiene éste; de hecho las técnicas de Weiser Cornell no siempre es tan sencillo aplicarlas en los primeros estadios de la terapia, porque para las personas muchas veces es difícil “ponerse en el lugar de la sensación sentida”, por ejemplo. Por otra parte, hay que señalar que “resonar”, “reconocer” o incluso la “desidentificación”, se pueden utilizar en conjunto con la aplicación estándar de Despejar un Espacio. De hecho, “reconocer” y “resonar” ni siquiera son técnicas nuevas, sino que siempre han sido parte crucial de Despejar un Espacio (ver Gendlin, 1981, 1982).

La ventaja de las técnicas de relación interna por sobre Despejar un Espacio, es que al proponer de manera explícita una relación con la sensación sentida, desactiva los niveles de experiencia que funcionan como condicionantes de la experiencia auténtica, y esto en consecuencia pone el proceso en marcha y provoca el efecto deseado de “espacio despejado”.


La Imaginería guiada de Campbell Purton.

Por su parte, Campbell Purton (2002) presenta una modificación a la imaginería guiada del Despejar un Espacio tradicional. Esta modificación proviene de su reflexión acerca de qué es específicamente aquello que ocurre con el movimiento de Despejar un Espacio y que habitualmente se describe con metáforas como “crear distancia”, “poner aparte”, “poner abajo”, o “desidentificación”. Según el autor, lo que ocurre tras Despejar un Espacio, en términos de experiencia subjetiva es que:

“Imaginativamente nos miramos a nosotros mismos en nuestra situación como si nos estuviésemos viendo en ella desde el punto de vista de otra persona… Lo que estamos haciendo cuando ‘ponemos algo a distancia’ es imaginativamente apartarnos de nosotros mismos, y vernos a nosotros mismos como pensando desde afuera, desde el tipo de distancia en que un buen amigo podría vernos.” (Purton, 2002).


A partir de esa conclusión, Purton propone sustituir la imaginería del “poner a distancia”, por una imaginería guiada en que se invite a la persona a construir imaginativamente una escena o contexto en que la situación o problema está ocurriendo “para ver qué es lo que está ocurriendo allí”, de tal manera que se logre un punto de vista distinto (más flexible o adaptativo) sobre el asunto en cuestión; el punto de vista que tendría un observador externo.
[1] Esta imaginería tendría que realizarse para cada nuevo problema que sea identificado. Por lo tanto, la variación podría ser de todas maneras igual de compleja, ya que, por una parte, puede tomar un tiempo considerable hacer que la persona imagine un escenario para cada asunto o problema, y por otra, porque utiliza imaginería guiada puede ser difícil o imposible para algunas personas en ciertos contextos interaccionales, debido a su carácter demasiado directivo.


Despejar un Espacio con Arte-Terapia de Laury Rappaport.

Laury Rappaport (1988, 2006) al combinar el Focusing con la arte-terapia, propone al menos tres formas de obtener un Despeje de Espacio realizando dibujos.

En la primera forma se propone la realización de un dibujo libre, invitando al cliente a graficar cualquier cosa que se le ocurra en el momento (formas, colores, imágenes abstractas o realistas, etc.). Ella reflexiona que la realización del dibujo ayuda al cliente a situarse en el aquí y el ahora, descargando la tensión que se está llevando en el presente, y así contribuyendo a entrar en un estado más despejado de existencia.

La segunda forma consiste en dibujar la sensación interior. Para esto se le invita a prestar a su cuerpo interiormente sentido y preguntarse “¿Cómo me siento ahora mismo?”, y luego encontrar una imagen que coincida con la sensación encontrada, y se diferencia de la forma anterior en la verificación consciente que la persona hace de su sentir.

La tercera forma incluye la realización de una imaginería guiada por el terapeuta, en que se propone la visualización de un escenario apacible y relajante que luego se dibuja.

¿De qué manera Despejar un Espacio puede llegar a concretar al combinarlo con la realización de un dibujo? En mi opinión, por el despliegue de un proceso atencional sostenido sobre un objeto-de-atención, ya sea externo (el dibujo mismo), interno (la visualización de la imaginería guiada), o de las dos clases, interno y externo (cuando se dibuja la sensación interior). Sería el proceso atencional, lo que contribuiría esencialmente, en este caso, a lograr la experiencia de espacio interior despejado.


CONCLUSIÓN.

En el texto se ha examinado en detalle la estructura y la técnica de Despejar un Espacio, señalando sus ventajas y desventajas, y reflexionando más profundamente acerca de su proceso experiencial subyacente cuando opera adecuadamente y cuando no. También se ha chequeado los procedimientos que hasta ahora se han planteado como variaciones o alternativas a su aplicación habitual. Con todo este análisis se ha pretendido principalmente contribuir a una mayor comprensión acerca de Despejar un Espacio para potenciar su resultado cuando se le aplica.


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[1] Sin lugar a dudas, este procedimiento guarda ciertas similitudes con la técnica de la “moviola” propuesta en la terapia procesal sistémica post-racionalista de Vittorio Guidano (1987).
LUIS ROBLES CAMPOS
CONSULTA PARTICULAR
PSICOTERAPIA CENTRADA EN LA PERSONA/EXPERIENCIAL

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domingo, 29 de noviembre de 2009

Profundidad Relacional y Los Procesos Díficiles.

EMPATÍA, PROFUNDIDAD RELACIONAL Y LOS PROCESOS DÍFICILES DEL CLIENTE

Margaret S. Warner, Ph.D.

Escuela Profesional de Psicología de Illinois

‘Empathy, Relational Depth and Difficult Client Process.’ In Sheila Haugh and Tony Merry (Eds.) Empathy. Vol. 2 in the series Rogers’ Therapeutic Conditions: Evolution, Theory and Practice. (Ross-on-Wye: PCCS Books, 2001.)

Traducción: Luis Robles Campos (*)


Los estudiantes centrados-en-el-cliente, una vez que han elaborado su incomodidad inicial para aprender un nuevo estilo de interactuar, a menudo expresan sorpresa sobre el profundo sentido de naturalidad que ellos encuentran en las relaciones basadas en la comprensión empática. La terapia, por su misma naturaleza, puede ser dolorosa y confusa. Pero, en sesiones ordinarias, es probable que clientes que expresan experiencias problemáticas se sientan profundamente satisfechos cuando estas experiencias son entendidas por terapeutas que los valoran de maneras auténticas. Y en la medida que los sentimientos son entendidos, sus experiencias cambian. Nuevas facetas de experiencia surgen y son reformuladas. La calidad de las emociones se profundiza o cambia. Reacciones que eran poco claras son formuladas de maneras más claras y más articuladas. Los terapeutas centrados-en-el-cliente llegan a confiar en este proceso auto-dirigido de cambio espontáneo más que si ellos confiaran en alguna directiva externa o preconcepciones acerca de cómo las experiencias del cliente deberían ser reformuladas.

El sentimiento de naturalidad que viene con la respuesta empática y el proceso auto-dirigido de experiencia ocurre ya que este fenómeno está profundamente inmerso en la naturaleza humana. Hace unos 60.000 años atrás, en la era del Pleistoceno, los seres humanos rápidamente evolucionaron una habilidad para usar el lenguaje como una herramienta multipropósito (Tooby y Cosmides, 1992; Clark y Chalmers, 1998; Pinker & Bloom, 1992). El lenguaje simultáneamente transforma y organiza aspectos dispares de la experiencia vivida de cada individuo, articula formas culturales con las que los individuos pueden crear estilos de vida comunes, y mejora la habilidad de los humanos para sobrevivir en ambientes cambiantes (Warner, 1997; 2001a; Gendlin, 1995).

Mientras que la capacidad e inclinación para procesar la experiencia parece ser un aspecto central de la naturaleza humana, muchos clientes no encuentran que procesar la experiencia, en el contexto de una relación terapéutica, ocurra fácil o naturalmente. Su proceso es experimentado como difícil en cualquiera de sus variadas formas. Los clientes se pueden sentir rechazados por mucho de lo que ellos experimentan o se sienten inseguros acerca de atender dentro de si mismos para sentir que tienen experiencias relevantes. Los clientes pueden expresarse, pero encuentran que poco pasa en términos de cambio interior, o que pasa demasiado y tan intensamente que ellos se sienten traumatizados y asustados. Ellos pueden comunicarse, pero sienten que los otros encuentran sus expresiones bizarras o incomprensibles. Los terapeutas pueden creer que ellos entienden, pero cuando ellos intentan comunicar su entendimiento, encuentran que sus clientes se sienten avergonzados, malentendidos y enojados.

Los terapeutas centrados en el cliente han encontrado que las mismas condiciones relacionales que facilitan el proceso en clientes de alto funcionamiento (empatía, congruencia y consideración positiva incondicional) son útiles para que los clientes se comprometan con tales experiencias de proceso difícil (Warner, 1991; Prouty, 1994; Rogers, 1967). El impulso humano de crear sentido de la experiencia es tan central para la supervivencia humana que los seres humanos continúan tratando de procesar, incluso cuando están comprometidas las maneras más comunes de procesamiento. En mi experiencia como terapeuta centrada en el cliente, he encontrado que tres tipos de proceso difícil surgen más a menudo: el proceso frágil, el proceso disociado y el proceso psicótico. Los tres estilos de proceso son descritos extensamente en otra parte (Warner, 1991, 1998, 2000, 2001a, 2001b; Prouty, 1994). Aquí los describiré brevemente, y luego consideraré algunos aspectos generales del proceso difícil que he encontrado importantes para el desarrollo del proceso de sensibilidad empática.

Los clientes que experimentan un “proceso frágil” (Warner, 1991, 1997, 2000) tienen dificultad para mantener la experiencia en la atención a niveles moderados de intensidad y, como resultado, tienen dificultades para empezar o detener experiencias que son personalmente significativas o emocionalmente conectadas. Debido a que ellos tienen dificultad para sostener su propia experiencia, a menudo tienen dificultad para ponerse en el punto de vista de otra persona sin sentir que su propia experiencia se ha aniquilado. Por ejemplo, una cliente puede hablar circunstancialmente la mayor parte de la hora de terapia y sólo conectar con un sentimiento subyacente de rabia muy al final de ésta. Entonces, ella puede temer que pueda destruir cualquier cosa a su paso y encontrarse incapaz de volver al trabajo por horas, posteriormente. Ella puede querer hablar con el terapeuta acerca de la intensidad y la vulnerabilidad de sus sentimientos y querer que el terapeuta los entienda. Pero, si el terapeuta los intenta entender de una manera que no encaja con sus sentimientos exactamente en las palabras correctas, ella puede sentirse intensamente violada por su terapeuta y cortar el contacto.

Cuando los clientes con un proceso frágil se comprometen en relaciones personales, probablemente se sentirán violados y no comprendidos la mayor parte del tiempo. Debido a que ellos necesitan defender su experiencia para evitar sentir que es aniquilada, las otras personas a menudo los experimentan como irracionalmente enfadados, susceptibles, y tercos. Es probable que estas personas, en respuesta hacia ellos, reaccionen con molestia y rechazo, reforzando el sentido de los clientes de que hay algo definitivamente mal acerca de su existencia. Por otra parte, si ellos pierden el interés de conectarse o de expresar sus reacciones personales, es probable que se sientan inmovilizados o interiormente muertos. Muchos alternan, aferrándose a sus reacciones mientras se sienten progresivamente incómodos y, luego, explotando con rabia hacia aquellos que les rodean. Útiles estilos de trabajo con clientes que experimentan un proceso frágil u otras clases de procesos estrechamente relacionados han sido descritos por varios psicoterapeutas centrados en el cliente y experienciales (Bohart, 1990; Eckert & Biermann-Ratjen, 1998; Eckert & Wuchner, 1996; Lambers, 1994; Leijssen, 1993, 1996; Roelens, 1996; Santen, 1990; Swildens, 1990).

Los clientes que experimentan un "proceso disociado" pasan por períodos de tiempo donde ellos, muy convincentemente, se experimentan a si mismo como teniendo sí mismos que no están integrados entre sí (Warner, 1998, 2000; Roy 1991; Coffeng, 1995). A veces, ellos experimentan una desunión del sí mismo que les parece "loca" a ellos mismos y a otros. En otros momentos, ellos pueden tener períodos de olvido durante minutos u horas, cuando partes de personalidades alternativas se han vuelto dominantes. Ellos pueden pasar años sin darse cuenta de esas partes manteniéndose muy ocupados y llevando vidas realmente restringidas, sólo para experimentar que las experiencias pasadas retornan en tiempos de crisis.

El proceso disociado de esta clase casi siempre resulta del trauma severo en la niñez temprana. Antes de tener siete u ocho años de edad, los niños carecen de las capacidades cognoscitivas y emocionales que les permitirían entender o moderar la intensidad de las experiencias traumáticas. Como resultado, ellos son totalmente dependientes del consuelo y la protección de las figuras parentales para mitigar cualquier experiencia de inundación emocional. En la ausencia de tal consuelo y protección, es probable que ellos se encuentren con una habilidad de moverse dentro de estados tipo trance en respuesta a las experiencias de trauma. Cuando estos estados se desarrollan a una temprana edad, es probable que ellos se separen en fragmentos de experiencia que son sentidos como si tuvieran cualidades personificadas independientes. Tales partes tienden a tener una variedad de estrategias opuestas para contener el dolor emocional de las experiencias traumáticas. En la adultez, los clientes tienden a moverse dentro de esas partes de experiencias cuando los recuerdos originales del trauma amenazan con volver.

Cuando los clientes tienen un estilo psicótico de procesamiento, tienen dificultad para formar narrativas sobre su experiencia que tengan sentido dentro de la cultura, o que ofrezcan una validez predictiva respecto de su ambiente. Los clientes que experimentan un proceso psicótico son descritos por Prouty (1990, 1994) como teniendo dañado el contacto con "el sí mismo', "el mundo" y "los otros". Tales clientes a menudo experimentan voces, alucinaciones o delirios que no son ni culturalmente aceptados, ni son fáciles de procesar (Prouty, 1977, 1983, 1986). Aún, varios terapeutas centrados en el cliente que han trabajado con el proceso psicótico han encontrado que las experiencias psicóticas tienden a ser significativas y a tener potencial para procesarse en formas más orientadas a la realidad (Rogers, 1957; Prouty 1994; Raskin 1996; Van Werde, 1998; 1990; Binder, 1998; Warner, 2001b). Prouty (1994) sugiere que los terapeutas usen los "reflejos de contacto” que permanecen cerca de las expresiones concretas como una manera de restaurar la conexión más basada en la realidad.

Yo sospecho que virtualmente todos los clientes y los terapeutas tienen experiencias de proceso "difícil" en ciertos momentos. Pero, algunos clientes tienen estilos de procesamiento de la experiencia que son tan difíciles que ellos encuentran complejo trabajar dentro de formatos estándares de psicoterapia. Estos clientes a ser etiquetados con diagnósticos serios y estigmatizadores (como trastorno de personalidad limítrofe o narcisista, trastorno de identidad disociativo o esquizofrenia). Mientras estas categorías pueden tener alguna validez descriptiva, a menudo sobre-simplifican y distorsionan la situación actual del cliente. Los clientes son diagnosticados como si tuvieran un solo trastorno, cuando los estilos de procesamiento difíciles pueden existir entre sí en variadas combinaciones. Además, estos estilos de proceso pueden operar a diferentes niveles de intensidad o pueden aplicar a algunos aspectos de la experiencia de una persona, pero no a otros.

Los teóricos no centrados en el cliente a menudo sugieren que los clientes más severamente perturbados requieren altos niveles de estructura, interpretación y confrontación. Sin embargo, los terapeutas centrados-en-el-cliente han encontrado que los clientes que experimentan un proceso difícil a menudo trabajan bien con, y están particularmente agradecidos de la oportunidad de controlar su propio proceso en la terapia. Clientes que experimentan un proceso difícil a menudo han tenido experiencias traumáticas con varias figuras de autoridad en el pasado, y les ha costado bastante tiempo encontrar y sostener su propia voz. Como resultado, a menudo responden mal hacia las personas que intentan tomar roles autoritarios en sus vidas, volviéndose o pasivos y no respondientes o manipulativos y resistentes.

Mientras que la terapia centrada en el cliente ofrece una manera eficaz de trabajar con el proceso difícil del cliente, comprometerse en tal proceso requiere coraje y paciencia por parte del cliente. Para sostener este esfuerzo, típicamente, los clientes necesitan niveles relativamente altos de contacto psicológico desde su terapeuta, y la disposición de encontrarse con ellos en “profundidad relacional” (Mearns, 1997). Aún cuando cada cliente es único, yo pienso que algunas clases generales de entendimiento sobre el proceso difícil pueden ser útiles para desarrollar y mantener el proceso de sensibilidad empática.

A menudo un aspecto central para desarrollar empatía para un cliente que experimenta un proceso difícil es simplemente entendiendo cuán estancado es para estos clientes. Cuando ellos se comprometen con el proceso difícil en las relaciones de terapia, los clientes a menudo se sienten profundamente presionados en direcciones opuestas. Procesar la experiencia es tan central para la naturaleza humana que hay un sentido real de que uno no puede sentirse humano sin ser capaz de crear sentido de la propia experiencia o de comunicarla a otros. Reconectarse con el propio proceso difícil, entonces, puede parecer como nada menos que una recuperación de la propia habilidad de estar vivo. Pero aún, para una persona que experimenta un proceso difícil, los pasos por los cuales uno crearía sentido de las experiencias pueden ser abrumadoramente dolorosos, difíciles, confusos o vergonzosos. Bajo esas circunstancias es fácil sentir que la propia vida y las vidas de los demás serían mejores si uno simplemente se resignara de vivir de cualquier manera plena o significativa.

Los terapeutas que ofrecen profundidad relacional a menudo se están presentando a los clientes con algo que ellos anhelaron a lo largo de su niñez y que nunca pudieron tener (Warner, 1997). Sin embargo, en tiempos previos, cuando los clientes se abrieron a creer que tales relaciones eran posibles, a menudo fueron los tiempos donde ellos más fueron heridos, traicionados y manipulados. La presencia misma de la profundidad relacional, por consiguiente, tiende a abrir los deseos más profundos de los clientes para el contacto humano, mientras comprometen sus miedos más profundos.

Yo he encontrado que usualmente tengo el mejor entendimiento de la relación de los clientes con un proceso difícil cuando soy consciente de ambos lados de su dilema. Los clientes desean intensamente comprometerse, no importa que tan amenazante e incómodo sea el proceso. Y, ellos desean intensamente que pudieran encontrar una manera de vivir que no requiera tales riesgos. Se ha quedado conmigo una imagen que vino a mí mientras estaba trabajando con una cliente que tenía experiencias de partes disociadas. La vi a solas en un pequeño cañón dónde la temperatura estaba bien y había suficiente comida y agua. Ella podría quedarse allí para siempre, si estaba dispuesta a aceptar vivir la vida de una manera muy restringida y aburrida. La única posibilidad por salir de este cañón involucraba tomar un largo y estrecho camino al costado del cañón que parecía estar lleno de demonios inimaginables.

Si ella entraba en el cañón no era claro que ella fuera capaz de regresar o incluso de que hubiera algún camino de salida al otro extremo del cañón. Sentí que la entendía por primera vez cuando comprendí la profundidad de la pérdida del potencial de vida que ella sufriría si ella escogía quedarse en el pequeño cañón. También entendí que no sabía si en su situación yo tendría el valor para emprender el viaje hacia afuera.

Entender esto no me lleva a empujar a los clientes en un camino u otro, o a dirigir su situación desde fuera de ellos. Sólo me deja comprender el significado de cada paso que ellos toman en una dirección u otra.

Más allá de tener un sentido de lo que está estancado en un cliente que se compromete en un proceso difícil, yo lo encuentro útil para permanecer consciente de cuán duro es para los clientes comprometerse o permanecer conectados al proceso difícil. Los clientes a veces experimentan precipicios de vulnerabilidad (súbitos aumentos en el nivel de vulnerabilidad y locura percibida mientras ellos se mueven desde áreas de experiencia más sólidas a áreas caracterizadas por el proceso difícil. Esto puede sentirse similar a caminar en el océano en un terreno plano y tropezar, de manera que de repente el agua está sobre tu cabeza y no puedes nadar.

Como resultado, si los clientes tienen control sobre su experiencia, ellos pueden rodear áreas de proceso difícil de maneras complejas. A veces los clientes tienen miedo de lo que sus terapeutas pensarían sepan cosas de ellos, y las revelaciones de su proceso difícil pueden ser un tipo de "destape” hacia el terapeuta. Por ejemplo, un cliente que experimenta partes disociadas primero las reveló como un chiste al final de una sesión. "A veces yo me siento casi como dos personas. ¿Qué opina usted?" Fue sólo porque yo tomé el chiste seriamente que ella me dijo más acerca de cuán extrañas habían sido algunas de sus experiencias. A veces los clientes tocan brevemente asuntos frágiles en medio de la conversación de otros asuntos mucho menos cargados. A veces pienso en esto como si fuera el proverbio M & M en el frasco de frijol de jalea. Por ejemplo, en medio de una larga historia sobre un viaje alrededor de la ciudad, una cliente mencionó casualmente que ella se había detenido accidentalmente en una bar lésbico y que era incapaz de recordar mucho de lo que había pasado durante varias de las siguientes horas. A veces los clientes hacen comentarios similarmente serios mientras caminan hacia la puerta. Yo no trato de hacer con estos problemas más de lo que mis clientes hacen. Pero hago un esfuerzo particular para comunicar a los clientes que los he oído, a menudo permaneciendo muy cerca de las propias palabras del cliente.

Cuando los clientes toman el riesgo de caminar sobre su propio "precipicio de vulnerabilidad", pueden parecer menos razonables, menos coherentes y menos funcionales por algún período de tiempo (o dentro de una sesión particular o en algún período de tiempo en sus vidas). Ya que no siento que yo pueda o deba tomar la decisión acerca de que si un cliente debe comprometerse con los aspectos difíciles de su proceso, me siento muy cooperadora de los clientes que quieren hacer esto. Y, he encontrado que a menudo es crucial para los clientes que yo vea el valor de lo que están haciendo.

Por ejemplo, una cliente que yo veo se alejó de los trabajos de nivel profesional y trabajó medio tiempo en una tienda para darse el tiempo para aprender a permanecer conectada a un proceso intensamente frágil en el núcleo de su experiencia. Al hacer esto, ella escogió ser evidentemente menos funcional por un período de tiempo como una alternativa a mantener una apariencia de alto funcionamiento mientras permanece desconectada de los aspectos más personales y vulnerables de su experiencia. En la terapia, permanecer conectada significaba que ella necesitaba llevar la intensidad de sus reacciones a varios deslices del terapeuta. Ya que ella es una persona que se preocupa de ser ética y sensible acerca de su impacto sobre otras personas, esto le exigió que se experimentara como una persona mucho más difícil de lo que ella creía. Pero, tomar ese riesgo era esencial para que ella se sintiera relacionada con su terapeuta de una manera genuina.

Un cliente afro-americano esquizofrénico hablaba mucho sobre cuanto deseaba trabajar en un cargo productivo en lugar de conformarse con el bienestar de dependencia, como él veía en otras personas en su barrio. Él trabajó duro en un programa de transición y lo hizo tan bien que los supervisores cometieron el serio error de hacerlo trabajar más que a tiempo completo. Cuando sus síntomas psicóticos se incrementaron él perdió su trabajo y habiendo dejado sus pagos de invalidez, terminó sin hogar. Él estaba agudamente consciente que, siendo un varón afro-americano incoherente y desgreñado, muchas personas en la calle asumían que él era un drogadicto o un vago. Todavía, él permanece deseando intentar recobrar su habilidad para ser productivo de nuevo, e incluso vino a la terapia cuando él no tenía ningún lugar donde vivir. Opciones como estas me parecen muy afirmativas del vivir. Pero igual es difícil para los clientes explicárselas a otros y tienden a conseguir muy poco apoyo en el mundo. Para estos dos clientes, la terapia les ofrece uno de los pocos lugares dónde sus esfuerzos genuinos para incrementar su nivel de funcionamiento son vistos como valiosos e incluso heroicos.

Mientras algunos clientes escogen comprometerse con el proceso difícil, otros se encuentran a si mismos entrando en él muy repentina y accidentalmente. Esto puede pasar cuando un cliente ha estado tratando bloquear experiencias abrumadoramente dolorosas o cuando un cliente tiene un quiebre psicótico por cualquiera de una serie de razones. Bajo estas circunstancias, he encontrado que mi tarea empática más importante es permanecer lo suficientemente calmada y tener suficiente fe en el proceso de la persona para que yo sea capaz de permanecer con ellos. Por ejemplo, una cliente que era una estudiante graduada de alto rendimiento empezó a perder la memoria por horas y, en ciertos momentos, se sentía como si fuera un pequeña niña que no sabía como llegar a su casa. Yo permanecí con ella durante una tarde entera y ella empezó a tener flashbacks abrumadoramente dolorosos de experiencias de incesto tempranas. Ella estaba intensamente asustada de volverse loca y de que perdería la toda la carrera, por la que había trabajado tan duro para obtenerla. En otra instancia, un amigo se encontró a si mismo repentinamente con tal dolor emocional que él sentía que no podía resistirlo y que el dolor era interminable. Él se encontró sollozando incontrolablemente y luego separándose de su cuerpo y mirándose a si mismo desde el techo.

En medio de esta clase de intensidad, encuentro que tanto yo como mis clientes podemos permitir el sentimiento, en lugar de salir corriendo para conseguir ayuda de alguna figura de autoridad decisiva. Es más, he encontrado que la cosa más útil que puedo hacer usualmente es simplemente permanecer presente y mantenerme muy cerca una conexión empática muy cercana. Los clientes creen que los sentimientos ocurrirán por siempre. Usualmente, sin embargo, cuando permanecemos con el proceso, las emociones cambian y se alivian. A menudo, los clientes encuentran que retornan al contacto con la realidad, aunque con una sensación de fragilidad y cansancio. Esto no es lo mismo que decir que yo estoy totalmente en contra de la medicación o de la contención institucional. Sin embargo, yo prefiero ser relativamente lenta y colaborativa con los clientes al decidir sobre las clases más drásticas de intervenciones, en lugar de apresurarse para encontrar maneras de apartar al cliente de las formas intensas del proceso.

En el extremo contrario, algunos clientes se comprometen con el proceso difícil de una manera muy lenta y repetitiva. Bajo estas circunstancias, pienso que una parte crucial de la tarea empática del terapeuta involucra el ser capaz de ver la importancia y la dificultad de lo que el cliente está haciendo. Pequeños y repetidos pasos para recuperar la habilidad de conectar con la propia experiencia de vida, con el tiempo, tienden a alterar la experiencia de vida de maneras mayores. De una manera metafórica, yo compararía esto con la experiencia de visitar a un paciente que ha estado totalmente paralizado durante años, y que ha llegado recién a mover un dedo del pie. Si los visitantes no comprenden la magnitud de la parálisis previa, ellos pueden pensar fácilmente que nada significativo está ocurriendo durante la visita. Pueden sentirse frustrados con el paciente por no responder a ellos, dejando de venir a verlo o tentándose a hacer algo mucho más confrontacional e interventivo a fin de lograr que algo pase. Pero si los visitantes están conscientes de la naturaleza de la lucha del paciente, ellos pueden encontrar la misma visita excitante y movida, y sin tener ningún problema para sentirse conectados hacia el paciente.

"Luke", un cliente esquizofrénico que yo veo, típicamente, pasa mucho tiempo de cada hora de terapia elaborando imágenes sonoras muy psicóticas (Warner, 2001b). Aún cuando él no distingue entre cosas que yo vería como metáforas y aquellas que yo vería como hechos, he llegado a creer que estas imágenes casi siempre son asideros para su propia experiencia sentida de las situaciones. En una sesión, él describió una conversación en una cena en la que vio diablos sobre los hombros de su padre, cuando éste cuestionó que él fumaba. Luego, describió las maneras en que tenía dificultad con las puertas que cambian dentro de él, y su confusión acerca de que nadie entendería que él pudiera terminar bajo tierra en una caja. A veces no puedo seguir lo que él está diciendo por algunos períodos de tiempo. Pero hacia el final de la sesión, a menudo él llega a una formulación singular y relativamente orientada a la realidad de su experiencia sentida de la situación. En este caso él dijo que fumar era su único vicio y que él no quería dejar de hacerlo, no importa cuál fuera el pensamiento de su padre. Él se preguntó si quizás su padre era infeliz y necesitaba terapia para sí mismo. Dada la dificultad de su proceso, cada vez que él es capaz de formular una contestación personalmente conectada al más pequeño intercambio, yo siento que él ha experimentado un triunfo personal.

El efecto acumulativo de ser capaz de crear sentido a este tipo de pequeñas experiencias diarias es la emergencia de un sentido de sí mismo relativamente sólido y seguro y "un poco de orgullo" en su vida.

En mis propias experiencias previas como cliente, yo hablaba la mayor parte de una sesión antes de notar una ligera tensión en mi pecho que parecía querer indicar alguna conexión emocional con lo que yo estaba diciendo. Típicamente, yo dudaba que esa sensación pudiera significar algo hasta que retornaba al mismo punto cada vez que contaba la historia. Sólo después empecé a considerar que esta sensación podría ser rabia o tristeza, y a tener la creencia que esas reacciones eran cruciales para mi sentido de conexión con mi vida. Este muy lento y arduo trabajo era enormemente útil para mí, y yo necesitaba una sensación de calidez y aprecio de mi terapeuta hacia cada uno de estos pequeños pasos. Cuando otros terapeutas sentían que necesitaban comprometerse más activamente para hacerme sentir algo más profunda o más rápidamente, sus intervenciones sólo aumentaron mi propia vergüenza siempre a flor de piel y mi duda acerca del valor de mi experiencia. Yo abandoné numerosas experiencias de terapia en respuesta a estas clases de intentos del terapeuta por ser útil.

Incluso cuando los terapeutas entienden y valoran las experiencias de sus clientes con el proceso difícil, a menudo ellos tienen dificultad para comunicar su comprensión de maneras que lleguen a los clientes. Esto ocurre, en parte, porque los clientes fácilmente se alejan de las comunicaciones del terapeuta que son demasiado complejas y distantes de la inmediatez de su experiencia. Y, en parte ocurre cuando los terapeutas tienen problema con sus propios miedos y reacciones en medio del proceso difícil. Permítanos considerar estos asuntos por separado.

Cuando los clientes se comprometen en el proceso difícil, a menudo es importante para sus terapeutas permanecer muy cerca de sus palabras y expresiones exactas. Incluso pequeños incrementos en la complejidad de las respuestas del terapeuta pueden dejar a los clientes sintiéndose violados y confundidos, haciéndose difícil para ellos permanecer conectados a su experiencia. Esta sensación de confusión y violación puede ocurrir en una variedad de maneras que dependen del cliente particular y del tipo de proceso difícil experimentado.

Cuando los clientes están experimentando el proceso frágil, típicamente, tienen dificultad para sostener su experiencia con total atención. Los palabras que los clientes usan a menudo son "palabras asidero”, como aquellas descritas por Gendlin (1984) en el proceso experiencial. La palabra, frase o la imagen exacta evoca una sensación sentida de un problema y le permite al cliente permanecer conectado a ella. Además, los clientes en medio del proceso frágil a menudo experimentan una vergüenza considerable acerca de si su experiencia tiene derecho a existir. Parafrasear, hacer comentarios o realizar preguntas pueden causar que un cliente pierda su habilidad de permanecer con la inmediatez de su experiencia, generando un intenso sentimiento de estar desarraigado y de ser violado. Es como si el cliente estuviera preguntando si su experiencia tiene algún derecho a existir en el mundo. Los terapeutas que responden con palabras que no encajan pueden ser sentidos como dando una respuesta de "no" a esa pregunta.

Cuando los clientes están experimentando un proceso disociado o psicótico, sus palabras a menudo se refieren a la inmediatez de una escena interna, tales como un flashback o una alucinación a la que el terapeuta no tiene acceso directo. El terapeuta que intenta parafrasear o suponer el significado de las palabras del cliente probablemente estará totalmente fuera de lugar. Por ejemplo, en un rol playing reciente, la "cliente" dijo: "Es demasiado grande", refiriéndose a un recuerdo del cuerpo de su padre, y el terapeuta respondió: "Este problema es difícil de hablar".

Los parafraseos del terapeuta pueden causar una confusión más cognoscitiva en clientes que experimentan trastornos esquizofrénicos del pensamiento. Estos clientes tienen una dificultad particular para separar fenómenos que son idénticos de aquéllos que son totalmente distintos entre sí. Y, ellos pueden tener problemas para distinguir fenómenos que están unidos entre sí, porque pierden las similitudes y aquello que está en relación causal entre sí. Como resultado, los clientes pueden estar realmente confundidos acerca de si un sinónimo significa la misma cosa que ellos acaban de decir, y bastante alarmados al no estar seguros sobre lo que el terapeuta está intentando decirles.

Por ejemplo, cuando un cliente mío dijo que estaba "enfadado" y yo respondí que él estaba "enojado", él comentó: "No se doctora. Usted sabe más acerca de estas cosas que yo". Desde ahí en adelante, traté de permanecer mucho más cerca a sus palabras exactas. Un tiempo después, este cliente comentó que usualmente entendía sólo cerca del 30% de las cosas que su padre decía. Él atribuía esto a que su padre era un "español" (Su padre en realidad era un político demócrata irlandés-americano). Pero, él notó que yo parecía entenderlo perfectamente bien. Él pensó que quizás eso ocurría así porque los dos somos originarios del mismo país.

Cuando los clientes están experimentando un trastorno de identidad disociativo, el intento del terapeuta de reunir diferentes aspectos de lo que el cliente ha dicho, puede causar confusión de las partes. Diferentes partes de personalidad pueden sentirse subjetivamente muy separadas entre sí, y no estar para nada de acuerdo. Por ejemplo, si una parte se siente herida por un abusador y otra parte desea él esté muerto, puede no ser totalmente adecuado decir que el cliente se siente "herido y enrabiado". Es más probable que la parte enrabiada del cliente sienta que la parte herida debería ser destruida y viceversa. Incluso pueden sentir que ellas no tienen nada que ver entre ellas.

A veces, en lugar de tentarse a responder de maneras que son demasiado complejas e interventivas, los terapeutas tienen dificultad para permanecer con la experiencia del cliente debido a sus propios miedos no resueltos acerca de estas clases de proceso. Los terapeutas pueden tener dificultad para escuchar la verdadera extrañeza de una experiencia del cliente, de modo que ellos persistentemente la distorsionan en dirección de la experiencia más normativa. Esta dificultad puede exacerbarse cuando los clientes están teniendo su propia ambivalencia acerca de comprometer con el proceso difícil y empiezan comunicándose de maneras sutiles. Por ejemplo, un cliente experimentando disociación puede empezar diciendo algo como: "Pienso que dejé atrás la parte adulta de mí cuando entré en la multitienda. Me sentía como un niño de cinco años perdido". Un terapeuta puede asumir fácilmente que esto es una metáfora y no estar disponible a escuchar cómo el cliente literalmente significa esto. Cuando yo estoy insegura, solo trato de permanecer muy cerca de las palabras de los clientes, mientras me aseguro que he captado lo que he oído que ellos dijeron.

Cuando un cliente está experimentando algo intenso, abrumador o auto- destructivo, los terapeutas pueden tener miedo de tratar la total intensidad y viveza de la experiencia del cliente, porque ellos tienen miedo de hacer que la experiencia del cliente empeore. En otros momentos los terapeutas tienen sus propios miedos no resueltos de que una persona pudiera terminar pérdida o destruida si ellos se permitieran a si mismos conectarse profundamente con modos particulares de experienciar. Yo encuentro que los clientes están más seguros cuando yo puedo permanecer presente con la total intensidad y viveza de lo que está siendo tratado. Apartarse de ese proceso intenso simplemente deja al cliente a solas con él y reduce cualquier posibilidad de que ellos puedan elaborarlos hasta el final.

Por ejemplo, un cliente que es visto por una estudiante mía describió querer volar su avión contra un rascacielos de la ciudad. Su terapeuta ofreció la respuesta empática de que él parecía "algo perturbado". Yo sugerí que la terapeuta trabajara en poder permanecer presente para la total intensidad e inmediatez de lo que su cliente estaba diciendo. Ella podría reconocer cuán drástico era el sentimiento del cliente diciendo algo como: “Oh, eso se siente muy intenso". Ella podría permanecer con la total intensidad de la imagen del cliente, diciendo algo como: "Te sientes como realmente volando dentro del costado de un edificio y dejando todo en llamas".

Dada la sensibilidad que los clientes sienten hacia los modos de respuesta del terapeuta, puede ser útil hablar sobre qué es lo que se siente mejor para ellos. A menudo, los clientes pedirán alguna clase de contacto físico cuando ellos estén tratando de permanecer con la experiencia vulnerable. A veces, ellos encuentran útil cuando el terapeuta permanece con su proceso casi palabra por palabra. En otros momentos ellos pueden preferir que el terapeuta permanezca con ellos en un silencio emocionalmente atento.

Como terapeuta centrada en el cliente, tengo la aspiración de estar dispuesta a entrar con mis clientes en cualquier clase de experiencia que ellos podrían tener. A menudo, sólo cuando los clientes son libres de moverse en el “lado oscuro” de su propia experiencia es que ellos pueden recuperar aspectos de su completo potencial para vivir que de otra manera se perdería irrecuperablemente. Cuando estoy suficientemente sensible al proceso sensible de modo que puedo encontrarme con clientes en una profundidad relacional, es probable que ocurran tipos de sanación profundas y dinámicas. Típicamente, los clientes que están experimentando varias formas de procesos difíciles ya han tenido un gran monto de sufrimiento y abuso de la autoridad en sus vidas. Yo creo que los terapeutas centrados en el cliente tienen un gran ayuda para ofrecer a estos clientes y al campo de la psicoterapia en su conjunto.


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(*) Traducción: Luis Robles Campos (2009).
Psicólogo, Universidad de Tarapacá, Arica – Chile.
Fousing Trainer acreditado, Focusing Institute, New York.
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