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miércoles, 15 de agosto de 2007

La Aplicación del Focusing en Contextos Grupales.


LA APLICACIÓN DEL FOCUSING EN CONTEXTOS PSICOTERAPÉUTICOS GRUPALES
Por Luis Robles Campos. (*)

Julio 2007


(La segunda parte de este escrito "Talleres grupales de Experienciación", espero terminarla en Septiembre)
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-Introducción.

El Focusing es un proceso de exploración de la experiencia que ha sido señalado como esencial en el cambio psicoterapéutico (Gendlin y Cols., 1968; Gendlin, 1981, 1996). En este proceso se hace contacto y se interactúa con el ‘sentido corporal’ de nuestras complejas interacciones de vida, para conocer cómo se lleva, se siente, o se vivencia, de manera holística, un asunto, problema o situación, a fin de ir obteniendo un entendimiento más amplio y renovado acerca de su significado, y conseguir una experiencia de cambio terapéutico real o de resolución corporal del asunto con el cual se está trabajando.

El Focusing tradicionalmente ha sido presentado y estudiado en el contexto de una interacción entre dos personas, una que se focaliza en su experiencia y otra que guía o acompaña esa focalización (Gendlin, 1968; Gendlin, 1969, 1981b, 1984, 1996; Hendricks, 2001); y más recientemente también se ha expuesto como un procedimiento que puede ser practicado individualmente (Weiser Cornell, 1996; Hoffmann, 2004; Robles, 2006). Sin embargo, no ha sido tan ampliamente comentado en relación a sus características y su aplicabilidad en contextos grupales, a excepción de una docena de trabajos en los que se toca el tema con desiguales niveles de desarrollo y especificidad (Gendlin & Beebe, 1968; Gendlin, 1972; Weddig, 1974; Epperson, 1979; Marino, 1983; Hendricks, 1984; Lewis, 1985; Leijssen, 1992; Lee, 1997; Hinterkopf, 1998; Iberg, 2007).

Por lo anterior, y a través del presente artículo, intentaré contribuir a ampliar el conocimiento acerca de la aplicación del Focusing en contextos psicoterapéuticos grupales, refiriéndome a diversos aspectos de este proceso, tales como: características de las sesiones, el rol del facilitador y de los participantes, diversas consideraciones para llevarlo a cabo, sus dificultades y sus beneficios, etc.; y dando además ejemplos concretos de talleres grupales de experienciación. Todo esto, según mi breve pero reflexiva experiencia con grupos psicoterapéuticos que incluyen el uso del Focusing.


Características Generales de un Grupo de Focusing.
“Un grupo de Focusing es una estructura interpersonal que posibilita una focalización interior y la articulación de la experiencia para cada persona” (Hendricks, 1984). Sus características distan bastante de los tradicionales enfoques terapéuticos grupales que privilegian un tipo de interacción en que se desarrollan procesos de extroversión, cuando se invita a los participantes a hablar abiertamente acerca de sus vidas privadas, a opinar acerca de temas diversos o incluso a confrontar a otros participantes.

Un grupo de Focusing, por contraste, constituye un tipo especial de interacción, no sólo entre el facilitador y los participantes, o para los participantes entre sí, sino que también para la persona en relación con su propia experiencia; ya el proceso que se desarrolla se caracteriza principalmente por la introversión y la privacidad en la exploración experiencial que ocurre en compañía de otros. “El grupo está estructurado para facilitar la atención de las personas hacia sus propios procesos internos a través de la relajación, el silencio y el Focusing” (Hendricks, 1984). Aunque, por otro lado, esta característica en ningún caso implica una imposición o una regla inflexible, por lo tanto, siempre queda abierta la posibilidad de realizar tareas más activas como dinámicas, imaginería, o trabajo corporal, con la recomendación de tener el método experiencial (Gendlin, 1970, 1980, 1981a, 1996) como base de trabajo.


Constitución, Lugar y Duración.

Un grupo de focalización debe estar compuesto (idealmente) entre no menos de 4 y no más de 12 personas, para que sea posible atender, escuchar y responder adecuadamente a las necesidades de cada una de ellas. En el caso de tenerse contemplado la realización de actividades en pareja (dinámicas, sesiones de escucha dual) se recomienda obviamente constituir el grupo con un número par de personas.

Debido a las características de la exploración interior que ocurre con el Focusing, se recomienda realizar la actividad grupal en un espacio físico amplio, cómodo y principalmente silencioso, para evitar todo tipo de distracciones o interrupciones del proceso. Si es posible, se recomienda el uso de una sala alfombrada y con cojines o colchonetas para que los participantes puedan sentarse muy cómodamente o recostarse; pero si no es dable contar con una sala con estas condiciones, por supuesto se puede trabajar sencillamente en una habitación con sillas normales. Si el lugar escogido no es lo suficientemente silencioso, se sugiere usar de fondo música de relajación antiestrés (muy popular en nuestros días) para potenciar el proceso atencional hacia la experiencia, el cual debe ser calmo e ininterrumpido.

En cuanto al tiempo a utilizarse en cada sesión, generalmente basta con una hora y media de trabajo, en la que se destina al menos media hora para la parte en que se desarrolla el Focusing propiamente tal. El resto del tiempo se dispone para las demás actividades que constituyen la sesión, por ejemplo: las exposiciones psico-educativas para explicar y enseñar la técnica de focalización, o para introducir un tema específico, como el trabajo con dolor físico crónico, la transformación de la Crítica Interna, el apoyo con técnicas de respiración, etc.; o bien, para realizar una actividad de esparcimiento al cierre de la reunión, como: simplemente charlar, tomar té, organizar la siguiente cita, etc.; todas ellas igualmente valiosas cuando se trata de un encuentro entre personas.


El entrenamiento en habilidades de “focalización experiencial”.

La implementación de un grupo de Focusing requiere un entrenamiento en habilidades de “focalización experiencial” (Hendricks, 1984; Lee, 1997); o sea, una instrucción en cómo explorar la experiencia de tal manera de conseguir un conocimiento más amplio acerca de ella.

El entrenamiento en habilidades de focalización es esencial para poder concretar la experiencia grupal y puede ser hecho parcialmente al inicio de cada sesión (al menos durante unas cuantas sesiones) a través de un apartado educativo que debe incluir una clara referencia a dos aspectos: 1) la existencia y la importancia del significado implícito corporalmente sentido, y 2) las claves para atender, explorar y explicitar dicho significado.

Para señalar la existencia del significado sentido, es posible usar algún tipo de esquema muy sencillo, presentado en una pizarra o con diapositivas, acerca de cómo la experiencia no sólo está representada por pensamientos o conceptos claros y definidos, sino que también está constituida por aspectos que no están plenamente simbolizados y que sin embargo están presentes de forma sentida, concretamente en un “sentido corporal”, y que tal sentido tiene una amplia influencia en el emocionar, el pensamiento, lo somático y la conducta[1].

Se puede explicar cómo podemos llevar con nosotros algún tipo de sentimiento sin estar totalmente consciente de él, y que es posible llegar a conocer tal sentimiento atendiendo nuestra experiencia corporal. Señalar situaciones cotidianas acerca de esto resulta muy conveniente. Por ejemplo, cuando olvidamos algo al salir de casa, todo “nuestro cuerpo sabe” que hemos dejado algo atrás o que no nos hemos ocupado de algún asunto, y durante algunos momentos podemos no saber de qué se trata específicamente, sin embargo, cuando prestamos atención esa sensación de olvido (que concretamente ocurre en el cuerpo) podemos llegar a conocer qué era aquello que habíamos olvidado. Nuestra experiencia explícita se hace más amplia al simbolizar aspectos que durante algún momento permanecieron implícitos, y por lo tanto, la complejidad subjetiva cambia positivamente de manera global.

Para señalar las claves para atender, explorar y explicitar el significado implícito puede resultar conveniente señalar que “el Focusing es un proceso especial de autoatención” (Robles, 2006), una manera particularmente afectiva de acercamos a nosotros mismos. Leijssen (1998) se refiere a la cualidad afectiva de este especial proceso atencional como una “actitud de Focusing”:

“Lo vago, lo no-formado, lo que aún no está en palabras, sólo puede darse a conocer cuando se le aproxima de una manera específica… (Se) requiere una actitud de espera, de una silenciosa y amistosa presencia hacia lo que todavía no se ha dicho, siendo receptivo hacia lo que aún no se ha formado. Para lograr esto será necesario suspender temporalmente todo lo que la persona ya sabe acerca de eso, y estar cognitivamente inactivo” (Leijssen, 1998).


Resulta de ayuda enlistar algunas sugerencias aún más concretas acerca de cómo desarrollar esta actitud de Focusing, por ejemplo: prestando atención al sentir corporalmente sentido; atendiendo ese sentir ininterrumpidamente, haciéndole compañía sabiendo que se trata de una parte de nosotros mismos, tratando de poner en palabras o imágenes lo que captamos de ese sentir, teniendo una actitud compasiva hacia aquello que surge, etc. Lo anteriormente propuesto se puede presentar justo al inicio de cada sesión y puede ser reforzado con algún pequeño material escrito. También se pueden introducir breves sugerencias que complementen este aspecto del entrenamiento una vez terminada la actividad de focalización en cada sesión, recogiendo las impresiones de cada persona acerca de lo vivido.

De lo anterior se desprende que, la actividad experiencial misma es uno de los componentes esenciales del entrenamiento. Por esto, el facilitador debe consultar acerca de las características de la experiencia que cada persona tuvo durante el Focusing; si fue posible atender ininterrumpidamente la experiencia interna, y si no lo fue, consultar cuales fueron las dificultades; o bien, si la persona fue capaz o no de relacionarse amistosamente con sus sentimientos. Por ejemplo, en un taller una persona me contaba que estuvo en todo momento diciéndole “Te odio, sale de aquí” a eso que sentía dentro de sí (a pesar que mis instrucciones sugerían justamente lo contrario), luego le expliqué que cuando tratamos con rechazo aquello que hay en nuestro interior, generalmente se siente más intensamente desagradable, pero que cuando le damos cariño a esa parte de nosotros mismos, inmediatamente se siente un alivio; invitándola posteriormente a comprobar tal apreciación. Hendricks (1984) también se refiere al valor que tiene conocer las dificultades de los participantes durante el proceso sobre el entrenamiento de las habilidades de focalización experiencial:

“Describir una dificultad con precisión es en sí una forma de focalización. Esto implica, atender la sensación acerca de la dificultad y encontrar palabras que capten exactamente la forma del problema a partir de ella”. (Hendricks, 1984).


A veces, anticipar cuál va a ser el tipo de trabajo que se realizará durante la sesión ayuda a que las personas se conduzcan con menos obstáculos durante la experiencia, y contribuye notablemente a la adquisición de las habilidades de focalización. Por ejemplo: “Hoy vamos a usar la imaginación, tendrán la oportunidad de visualizar sus sentimientos de una forma concreta, así que en algún momento les voy a pedir que dejen que se forme una imagen a partir de lo que sienten en su interior…”; o bien: “En esta sesión haremos una dinámica en que vamos a expresarnos con el cuerpo, como si no existiesen las palabras y sólo pudiéramos comunicarnos con movimientos corporales”.


El Rol del Facilitador.
El facilitador de cualquier grupo terapéutico tiene una gran responsabilidad sobre el tipo de interacción que acontece no sólo entre él y los distintos participantes, sino que también entre los participantes entre sí. Lo anterior es particularmente cierto para el facilitador de un grupo de Focusing, ya que su principal tarea es garantizar privacidad y seguridad a cada participante contra cualquier tipo de intervenciones, demandas o condicionamientos externos que socaven la experiencia auténtica y sentida, como análisis y críticas de otros participantes, o exposiciones innecesarias producidas por él mismo.

Gendlin (1972) señala que el facilitador tiene dos responsabilidades centrales en el proceso de un grupo experiencial: 1) “proteger el derecho de cada miembro a ser escuchado.” y 2) “proteger la pertenencia de cada miembro si ésta es amenazada”. Por su parte, Leijssen (1992), enfatiza en el rol del terapeuta el proteger la privacidad de los integrantes del grupo:

“…Es esencial que el terapeuta deje claro que los clientes que deseen hacerlo, pueden mantener sus experiencias en secreto. La posibilidad de compartir algo con otros, o llevarlo más allá en presencia de otros, sólo se debe considerar después de esta aclaración”. (Leijssen, 1992).


El desarrollo de una actividad de focalización en grupo se estructura de tal manera que cada participante esté centrado, la mayor parte del tiempo, sólo en su propia experiencia; proporcionando al grupo suficiente tiempo y silencio para que esto ocurra. El mismo facilitador permanece en segundo plano como un acompañante del proceso (Leijssen, 1992), sencillamente reflejando la expresión de los participantes con un estilo de respuesta centrado-en-la-persona, sin aventurar otro tipo de interacción (Hendricks, 1984). Por supuesto, este estilo de respuesta debe tener un carácter experiencial; esto significa que los reflejos, las sugerencias, las instrucciones y las preguntas, deben “apuntarse” al significado sentido del participante con el fin de hacerlo más claro o más profundo y, en síntesis, llevarlo más allá (Gendlin, 1968; Lee, 1997).

El facilitador debe configurar los aspectos de la alianza terapéutica experiencial (Watson & Greenberg, 2000), enfatizando cuando sea pertinente los objetivos, las tareas y el vínculo terapéutico, de un modo similar (pero no igual) en que lo haría en un contexto individual de psicoterapia. El comienzo de las primeras sesiones es el momento adecuado para formular, junto a los participantes, los objetivos que se pretenderá alcanzar, y las tareas a través de las cuales se perseguirán esos objetivos. Para cubrir estos aspectos, generalmente yo pregunto a las personas qué desean lograr con los talleres: conocerse más a si mismas, relacionarse mejor con las personas, cambiar algún hábito de conducta, etc., y a su vez, ellas me comentan en sus propias palabras aquello que necesitan. Para cubrir esto que se constituye en los objetivos de trabajo, generalmente les consulto a los participantes qué tipo de actividad les gustaría realizar, y les sugiero unas cuantas, de un modo general. También, en el transcurso mismo de las sesiones, les voy comentando los diferentes talleres que podemos hacer para cumplir los objetivos (o sus expectativas, que pueden ir cambiando a medida que ocurre el proceso). Por lo tanto, siempre manejo de antemano un set de posibles talleres a realizar. Obviamente, lo que llega a constituirse en los objetivos y las tareas de la experiencia grupal es una decisión más bien democrática, se considera la opinión de la mayoría.

En cuanto al vínculo terapéutico, éste se empieza a conformar a partir de las primeras interacciones entre el facilitador y los participantes (a veces derivados de terapia individual) y se desarrolla a lo largo de todo el proceso de sesiones, en la medida que el facilitador pone en práctica un tipo de interacción caracterizada por la Presencia[2], la Aceptación Positiva Incondicional, la Empatía y la Autenticidad.

El ritmo da la intervención es otro aspecto fundamental en un grupo de Focusing, por lo cual el facilitador debe estar siempre atento a la velocidad con que va dando las distintas instrucciones, sugerencias y preguntas, de modo que pueda permitir a cada participante formularse la intervención de un modo experiencial; esto es, atendiendo cómo la proposición funciona o resuena en su propia experiencia. Es necesario destacar que las intervenciones hechas por el facilitador se formulan también experiencialmente. Él debe estar consciente de sus sentimientos acerca de la situación para discriminar el clima general del grupo: si están profundamente conectados, o sencillamente distraídos, si es necesario ser más específicos en las instrucciones, o si se requieren más espacios de silencio. Todo esto es potencialmente conocible (aun cuando los participantes están en silencio y con los ojos cerrados), si se está bien relacionado con el lenguaje corporal y gestual.

“Es de importancia crucial para el terapeuta mirar cuidadosamente y mantenerse en contacto con lo que pasa con cada participante. El ritmo con que el terapeuta da las nuevas instrucciones, así como la naturaleza de las intervenciones depende de lo que pasa en el grupo” (Leijssen, 1992).

También es importante que el facilitador no sea repetitivo en la entrega de las intervenciones y vaya creando un lenguaje rico en analogías y metáforas que favorezcan el proceso de focalización de cada persona. Por ejemplo: “Acércate a eso despacio, como si lo estuvieses acariciando suavemente”, o “Permanece junto a esa sensación, como si se tratara de una persona que necesita compañía”, etc. Para lograr ese manejo, por supuesto, es necesario conocer ampliamente las posibilidades de la técnica y la amplia gama de posibilidades experienciales que pueden tener las personas durante este proceso.

No está de más decir, acerca de las instrucciones, que deben ser sencillas, fácilmente comprensibles para los participantes. También es importante mantener un equilibrio en la cantidad de instrucciones y sugerencias que se dan. Si el facilitador da demasiadas instrucciones puede hacer que los participantes sólo lo atiendan a él en lugar de centrarse en su propia experiencia. Lo contrario también puede ser contraproducente, si se dan muy pocas instrucciones la persona puede sentirse abandonada en el proceso de exploración y desorientada acerca de cómo llevarlo a cabo. Hendricks (1984) señala, sin embargo, que es esperable que los participantes logren cierto grado de autonomía acerca de las intervenciones del facilitador en la medida que se desarrolla el proceso grupal:

“A medida que los miembros aprenden a focalizar, ellos pueden ignorar las instrucciones (del facilitador) y formular las suyas propias o seguir en su propio ritmo. Sin embargo, una mínima estructura de alguien dando instrucciones es importante.” (Hendricks, 1984).

Otro aspecto fundamental en el rol del facilitador de un grupo de Focusing es aquel que se relaciona con la necesidad de crear un ambiente cálido y contenedor y cercano hacia cada individuo del grupo. Robert Lee (1997) se refiere a la cerca cercanía física como uno de las variables claves para crear tal ambientación:

“En el Focusing, la proximidad con el cliente puede ser muy importante para que el terapeuta/guía se de cuenta del proceso interno del cliente y para que éste se sienta contenido. Por esta razón, a veces yo pido cambiar asiento con la persona que está cerca del cliente al que estoy a punto de pedirle ir más profundo...” (Lee, 1997).


Por su parte, Neil Friedman (2000), también consigna la cercanía física como un elemento potenciador de los procesos psicoterapéuticos grupales, más específicamente, al sugerir la integración del Focusing con otras intervenciones centradas-en-el-cuerpo. Por ejemplo, en un contexto grupal donde las personas focalizan silenciosamente, sentarse cerca de algún integrante que tiene dificultades para focalizar, o que tiene sentimientos abrumadores, para hacerle compañía mientras respetuosamente se le toma un brazo, ayuda a crear un ambiente de cercanía y contención. Ese pequeño gesto de contacto físico puede contribuir a que la persona sienta más claramente aquello que está atendiendo. A veces, este mismo tipo de contacto es posible realizarlo cuando el facilitador hace una ronda de preguntas que debe ser contestada por cada participante por separado, en tales ocasiones, acercase y tocar cuidadosamente a las personas, puede contribuir a potenciar el proceso de simbolización de la experiencia que se espera ocurra con el Focusing (sobre todo si las personas están experienciando con los ojos cerrados o vendados).

Finalmente, y quizás más importante aún, es llamar a las personas por sus respectivos nombres cada vez que hacemos preguntas individualmente dirigidas, o cuando reflejamos la expresión de sentimientos que cada una de ellas comparte de manera espontánea. Llamar a las personas por su nombre en un contexto grupal es un tipo de interacción definitivamente valiosa.


El Rol de los Participantes.

La actividad de los participantes de un grupo de Focusing siempre debe responder a un compromiso personal, y en ningún caso constituir una respuesta a una imposición externa, emanada de otra persona (el facilitador u otro miembro del grupo) o institución. Hendricks (1984) enfatiza incluso que cada participante debe tener claro que no tiene ningún tipo de compromiso ni siquiera en cuanto a la asistencia a las sesiones. Por supuesto, lo anterior es perfectamente posible cuando se trata de grupos conformados voluntariamente; pero aún cuando sea el caso de grupos institucionalmente establecidos (como cursos obligatorios de desarrollo personal de una universidad, por ejemplo), la participación en la actividad terapéutica y la posibilidad de compartir el resultado de ésta tiene que ser siempre un asunto libremente decidido; principio que debe estar en conocimiento de cada uno de los participantes.

Los miembros de un grupo de Focusing tienen la posibilidad de hacerse parte de una “experiencia compartida” de un tipo esencialmente privado de exploración emocional, pudiendo elegir o no si desean compartir tal vivencia. En caso que un participante del grupo elija compartir su experiencia abiertamente, se espera que los demás le escuchen en silencio, o bien, realizando intervenciones no invasivas, como preguntas que apunten a los sentimientos expresados por la persona o señalizaciones de comprensión empática. Por supuesto, es el facilitador quien expresará oportunamente sugerencias para que este tipo de interacción entre los participantes tenga lugar. Las intervenciones de carácter valórico o enjuiciativo que un participante pueda hacer con relación a la experiencia de otro deben ser “reguladas” también por el terapeuta, tratando de responder empáticamente a ambos participantes.

Este tipo de intervención aceptante y empática hacia la experiencia de todos los participantes, generalmente contribuye a que éstos interioricen el tipo de interacción más favorable para el proceso grupal y de cada individuo.


Materiales.

En un grupo de Focusing se pueden utilizar diversos materiales para facilitar la exploración de la experiencia. Por ejemplo, se pueden ocupar antifaces para cubrir los ojos mientras se realiza la focalización experiencial, como una forma de evitar las distracciones con los otros participantes, con el facilitador o con cualquier otro estímulo visual que pudiera sacar a la persona fuera de su foco de atención. También se puede ocupar música adecuada al tipo de actividad que se esté realizando (ejercicios de relajación previos, el Focusing propiamente tal, dinámicas que implican un mayor nivel de interacción corporal). Por supuesto, el volumen de la música no debe ser un elemento perturbador, por eso es recomendable poner el equipo o los parlantes a una distancia adecuada de los participantes.

Otros tipos de materiales muy valiosos para las actividades de un grupo de experienciación, son aquellos que facilitan la expresión no verbal de los participantes (Leijssen, 1992, 1998), por ejemplo: papel blanco y lápices de colores, arcilla, plastilina de color si vamos a trabajar con niños o adolescentes, etc.

También es posible entregar material escrito para potenciar el entrenamiento de las habilidades de focalización experiencial. Este material debe ser particularmente breve y sencillo, y contener sugerencias claves para realización del Focusing. Se debe dejar en claro que en ningún caso se trata de una lectura obligatoria y que queda en la decisión de cada uno utilizarlo o no.


Dificultades durante el proceso.

El proceso de un Grupo de Focusing, al igual que el proceso de otros tipos de grupos psicoterapéuticos, no está exento de dificultades en su desarrollo. Por supuesto, se hallan presentes las mismas dinámicas interaccionales propias de la configuración relacional de cualquier grupo: los participantes que hablan demasiado y los que hablan muy poco, o los que emiten juicios acerca de las experiencias de los otros, etc. Sin embargo, en un Grupo de Focusing surgen nuevas dificultades que son propias del tipo de trabajo terapéutico que se realiza, aquel donde se promueve una detenida exploración de los aspectos aún no conceptualizados de la experiencia; una exploración que para muchas personas puede resultar nueva, extraña, difícil o incluso frustrante.

Así, es posible que en un Grupo de Focusing nos encontremos con personas que tienen muchos problemas para identificar y atender una sensación corporal con sentido. Se supone que en el entrenamiento de las habilidades de focalización experiencial se haya explicado bastante bien qué es esto; por ejemplo, haciendo referencia a expresiones populares que dan cuenta de una sensación con significación (“Tengo un nudo en la garganta”, “Siento el pecho hinchado de tanto orgullo”, “Apenas pienso en eso se me retuerce el estómago”, “Siento un vacío aquí adentro (en el pecho)”, “Se me apretó el corazón de tanta tristeza”, etc.). Pero aún habiéndolo explicado bien, muchas personas se sienten desorientadas cuando se les habla de atender un “algo sentido”, entonces, para aquellas personas es mejor simplificarles las cosas y preguntarles cosas como: “¿Hay algún sentimiento acerca de eso que no hayas expresado lo suficiente o que otras personas no hayan comprendido?”, “¿Cómo podrías explicar ese mismo sentimiento usando otras palabras?”, o “Si pudieras colocar ese sentimiento en una imagen, ¿cómo sería?”. A veces, ser insistente acerca de atender una cualidad corporal puede ser más entorpecedor que beneficioso, ya que muchas personas pueden hallar una serie de nuevos detalles experienciales haciéndoles preguntas y dándoles instrucciones sumamente sencillas y directas.

Otra dificultad. Puede que en ciertos momentos las instrucciones no se ajusten de manera alguna a la experiencia que uno o varios participantes tienen; ya que “las distintas personas en un grupo representan muchos tipos diferentes y únicos de experiencias” (Iberg, 2007). Por lo anterior, es necesario dar diversas instrucciones que se acomoden a diversos tipos de procesos experienciales, por ejemplo, sentimientos abrumadores, sentimientos demasiado vagos, sentimientos de vulnerabilidad, la incapacidad de conseguir un “asidero” a partir de la experiencia sentida, etc. Si se trabaja con imágenes, siempre es necesario dar instrucciones para aquellas personas que tal vez no han logrado visualizar nada y sólo permanecen atendiendo su experiencia; o bien entregar instrucciones para distintos tipos de imágenes: con carácter agresivo, vulnerable, confuso, u otro. Por ejemplo, cuando se trabaja con aspectos de la Crítica Interna, las personas tienden a visualizar, a partir de las mismas instrucciones, imágenes tan diversas como: una niña pequeña, un padre maltratador, una confusa masa de sentimientos, un puente cortado, o incluso a ellas mismas; por lo tanto, se debe estar preparado para ofrecer diversas formas de acercamiento a tan diferentes formas de experienciar que cada persona tiene: “Tal vez puedas sentir qué necesitas hacer con eso que has encontrado ¿Alejarlo de ti, acercarte para conocerlo mejor, cobijarlo…?”.

Otras personas, a pesar que atienden ininterrumpidamente su experiencia, no logran hacerlo de un modo afectivo (por lo menos al principio), por lo tanto, tienen grandes dificultades para poner en pensamiento o en palabras todo aquello que sienten, y en consecuencia se pueden sentir muy frustradas por no logran realizar la actividad experiencial con la facilidad que parece tener el resto. En estos casos es bastante conveniente permanecer cerca de esas personas y brindarles mayor compañía durante su proceso. Por ejemplo, si hay una persona con estas dificultades, nos podemos sentar al lado de ella y se le puede tomar un brazo mientras explora sus sentimientos. La cercanía física y el contacto físico, como ya se citó arriba, son factores de ayuda y potenciadores del proceso terapéutico.

Otro tipo de dificultad, menos habitual en todo caso, es cuando algún participante experimenta como desagradable la experiencia de focalización. Hay personas han estado tanto tiempo alejadas de sus sentimientos que cuando los vuelven a atender de la manera en que lo hacemos con Focusing experimentan fuerte tensión muscular y hasta dolores de cabeza. Las escasas veces que he presenciado esto me he permitido acercarme a las personas (con su consentimiento) para aplicar calor con las palmas de mis manos en su cabeza, cuello u hombros; lo cual las ha ayudado a permanecer más cómodamente mientras realizan el Focusing. Esto, por supuesto, lo hago muy discretamente, sin interrumpir la actividad grupal.


Beneficios del proceso grupal.

La participación en un grupo de Focusing presenta variados beneficios. De modo general podemos decir que, en primer lugar, constituye un espacio único en que las personas pueden ponerse en contacto consigo mismas y expresarse de un modo seguro y no impuesto; algo con lo cual no todas las personas cuentan en su cotidianidad. Segundo, enseña a las personas con un bajo nivel de experiencing o que tienen dificultad para focalizarse en su experiencia, a desarrollar nuevas habilidades de conocimiento personal. Tercero, contribuye a potenciar los resultados obtenidos en la psicoterapia individual, si el participante del taller simultáneamente realiza las dos actividades. Cuarto, entrega herramientas sencillas que la persona puede utilizar en su diario vivir para reducir estrés o tomar decisiones (si intenta practicar Focusing a solas). Pero más importante aún, la participación en un grupo de Focusing reinstaura la autoridad de la persona como única experta en su propia experiencia, lo que la diferencia de la participación en otros tipos de grupos donde es el terapeuta o los demás participantes quienes evalúan la experiencia de la persona.

Lee (1997) señala más concretamente que el Focusing como intervención psicoterapéutica tiene un efecto positivo directo sobre la dinámica de grupo:

“En la psicoterapia de grupo en general hay una tensión dinámica entre seguridad y profundidad. Si las cosas van demasiado profundo, el grupo se siente inseguro y puede disolverse. Si el grupo está demasiado seguro, se aburre y se percibe como no valioso… Las intervenciones de Focusing (sin embargo) mantienen un balance entre profundidad y seguridad” (Lee, 1997).


Por otra parte, el Focusing, como proceso psicoterapéutico, produce una serie de cambios en diversos niveles de la experiencia individual. En el ámbito corporal, la más conocida en una reducción de la tensión corporal. También puede producir alivio en diversas manifestaciones de síntomas de enfermedades, y atenuar el dolor físico. Desde un punto de vista cognitivo-emocional, el Focusing facilita la emergencia de nuevas y más adaptativas formas de percibir y significar los problemas, las cuales no son posibles con el simple hecho de “analizar” los problemas o al sencillamente “hacer catarsis” para desahogarse de ellos. El Focusing, desde una óptica subjetiva, ayuda a las personas a vivir más plenamente en el presente, a desarrollar mayores niveles de aceptación hacia si misma y hacia los demás, e incluso, a inaugurar o potenciar la experiencia de su espiritualidad; por nombrar sólo algunos beneficios.


NOTAS AL PIE DE PÁGINA


[1] En el Anexo A de este escrito podrá encontrar el esquema que yo uso habitualmente en un Grupo de Focusing con personas con depresión. Por supuesto las referencias específicas del esquema deben ajustarse según la necesidad de cada grupo.
[2] Presencia: Capacidad de estar presente en el aquí y el ahora con y para el otro (en este caso, los participantes del grupo de Focusing). La Presencia es referida por algunos autores como la base esencial de cualquier proceso psicoterapéutico (Rogers, 1990; Geller & Greenberg, 2002; Schmid, 2002).



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(*) Luis Robles Campos:
Psicólogo, Universidad de Tarapacá, Arica – Chile.
Focusing Trainer acreditado por The Focusing Institute, New York- USA.
luisrobles1977@gmail.com

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